2007-12-16
La Voz del Pastor
Navidad: Fiesta de la humanidad
A pesar de que llevamos dos mil años celebrando el nacimiento del Hijo de Dios en la carne, o quizá por eso, no acabamos de sacarle todo el jugo al acontecimiento. Puede ser que el consumismo dictado por las pautas comerciales, o la rutina de ver simples adornos más o menos espectaculares, o los intentos de secularizar y meter todo en el saco de lo cultural sin más, estén pesando más de la cuenta en una celebración que debería ocupar un sitial de honor en la vida de la humanidad.
Que el Hijo de Dios, o sea Dios mismo, se haya revestido de nuestra carne, haya compartido nuestra historia, haya pisado nuestra tierra, ya es, por sí solo, motivo de engrandecimiento, de orgullo, de valorizar lo que somos y lo que hacemos. A pesar de todos los males y horrores que nos aquejan y nos han aquejado, ser parte de eso que llamamos « género humano » no es tan horripilante: nada menos que Dios, en la persona de su Hijo, es parte de él y ese pedacito de carne que adoramos en Belén es ya parte de la historia gloriosa y triunfante que Dios tiene reservada a todos los que le aman.
Esto nos debería llevar a mirar nuestro ser y nuestra historia a través del prisma de Belén. En el Niño del pesebre no sólo se revela el inmenso amor de Dios, que apuesta a las claras por la humanidad, sino también la verdadera dignidad y grandeza del ser humano. El ser humano, cualquier ser humano, todo ser humano, vale tanto a los ojos de Dios, que Éste no duda en entregar a su propio Hijo a un proceso de encarnación-muerte-resurrección con tal de que aquél recupere su dignidad perdida por el pecado. Esta valoración y dignidad es la que nos debe servir para aceptar que la persona humana es el centro de la vida natural, social, cultural, económica, política y religiosa, porque, como dirá Jesús, «no está hecho el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre» (Mc 2, 27).
Y, a la luz de la Navidad, del Dios hecho hombre, entendemos lo que decía San Ireneo: «La gloria de Dios es que el hombre viva». Si es así, tendremos que preguntarnos: ¿Qué gloria damos a Dios cuando desfiguramos la vida del hombre? ¿Dónde queda la gloria de Dios cuando reducimos al hombre y la mujer a visones economicistas o consumistas o hedonistas? ¿Dónde queda la gloria de Dios cuando los planes de educación pretenden construir un niño o un joven sin Dios, suprimiendo la asignatura de Religión, so capa de aligerar la carga académica? ¿Dónde queda la gloria de Dios cuando los niños y jóvenes son expuestos a una sexualidad sin más límites que el «sexo seguro» y sin más control que el de su propio deseo? ¿Dónde queda la gloria de Dios cuando la economía se mueve al compás de los grandes intereses del lucro sin límites, creando legiones de excluidos, marginados y desechables? ¿Dónde queda la gloria de Dios cuando intereses gremiales y políticos no ceden en favor de los enfermos que se ven desatendidos por una huelga que sobrepasa el mes?
Navidad es la exaltación de la humanidad: Dios se hizo hombre, para que cada hombre y mujer pudiera ser y vivir con la dignidad de hijo e hija de Dios. ¿Qué Navidad celebraremos si sólo somos capaces de doblar nuestras rodillas ante el Niño de Belén y no nos arrodillamos ante cada hombre y cada mujer por los cuales Dios se hizo hombre? Cantemos villancicos, sí. Intercambiemos regalos, sí. Adornemos con guirnaldas y luces de colores, sí. Pero que nada ni nadie nos haga olvidar la verdadera Navidad: «Gloria a Dios en el cielo y, en la tierra, paz a los hombres que ama Dios».
Fr. José Luis Lacunza M., O.A.R.
Obispo de David
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2007-12-16
A tiro de piedra
Engendrado, no creado
Las últimas décadas han introducido en el mundo la degradación de los valores, creencias, costumbres y tradiciones de gran parte de la humanidad. Es un fenómeno generalizado, que desvirtúa con gran fuerza la identidad cultural y la idiosincrasia de los pueblos y naciones. Es un enfoque que falazmente pregona libertad y reclama cambios por obsolescencia para progresar, cuando en el fondo no existe tal cosa.
Esa corriente ladrona que, a falta de algo propio, busca adulterar lo ajeno, pretende, ahora, robarnos la Navidad a los cristianos. Desde hace mucho se ha aprovechado de figuras creadas por el hombre, para tomar el lugar del protagonista verdadero de la celebración navideña: Jesús Niño, Hijo de Dios. A fuerza de mercantilismo, intentan imponernos a Santa Claus, a los duendes, y a cuanto personaje puedan conjurar o utilizar para sus fines comerciales, de tal suerte que todos resultan víctimas de los que sólo ven lo lleno o vacío de su caja registradora.
Frente a esos vientos, los cristianos tenemos la obligación de estar atentos, y ser luz para quienes son cubiertos por esas tinieblas. La Navidad es la memoria del nacimiento de Jesucristo: no es una fiesta cualquiera, ni una celebración hueca o vacía. Tiene un sentido, y ese sentido es que Cristo vino a nosotros encarnado en María, para salvarnos y redimirnos de nuestros pecados. No hay Navidad sin Cristo; todo lo demás está supeditado a él.
Jesús Niño fue engendrado por obra y gracia del Espíritu Santo, desde Dios Padre. Esta es la primera diferencia con todos los demás personajes creados por el hombre. A Cristo fueron a verlo los pastores, gente de carne y hueso, y no figuras ficticias como los duendes. Nació y vivió entre los hombres cada día de su vida; no se apareció por unos cuantos días, y luego se fue al Polo Norte el resto del año. Estuvo entre los suyos, hasta su muerte; y está a cada momento con nosotros, a partir de su resurrección.
Si queremos preservar el auténtico sentido de la Navidad, enseñemos a los nuestros y a los que están alrededor lo que dice el Evangelio. Muchos, por ignorancia, son arrastrados por la corriente ladrona del mundo. Corrijámoslos con amor, enseñando y educando en la fe. El mejor regalo que podemos hacerle a una persona, en este tiempo, es anunciarle la buena nueva del nacimiento de Cristo. Sepamos defender nuestra fe con firmeza y caridad, para ganar almas para el Señor.
No importa lo que diga el mundo. No importa que intenten desvirtuar el sentido verdadero de la Navidad. Lo que importa, realmente, es nuestra actitud como cristianos. Y así como al mundo no se le ocurre cambiar la Pascua judía, o el Ramadán musulmán, para que los otros no se ofendan, tampoco tiene ningún derecho para quitarnos a Cristo de la Navidad. Al fin y al cabo, la Navidad es lo que es, porque significa la venida de Dios entre nosotros, en la fragilidad de un niño nacido en un pesebre y envuelto en pañales.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-12-16
Editorial
Navidad con sentido
En la bulliciosa confusión mercantilista de diciembre, el sentido navideño se interpreta según la condición íntima de la propia persona. Para unos es época de amor y paz, sin más; para algunos más, periodo de intercambio social y consumo desmesurado; y para otros, el sentimiento que nace desde la fe. No contamos, aunque sin pretender excluirlos, a los que simple y llanamente les resulta indiferente ésta y otras celebraciones.
Para el cristiano que toma en serio su fe, la Navidad tiene el sentido profundo de la venida de Cristo al mundo. La primera, y la segunda que esperamos en definitiva. Este tiempo es de renovación de nuestras vidas; de plugar a Dios para que nos dé su Espíritu Santo y vivamos mejor la relación con él y con el prójimo; y de poner suficiente aceite en nuestras lámparas en espera de su venida.
Nuestro actuar ha de asemejarse a aquella persona que pone su casa en orden, porque espera la llegada, de un momento a otro, de alguien que es lo más importante y especial para ella. Y porque se preocupa por su venida, no escatima en esfuerzo alguno para que, al llegar, encuentre todo en su puesto y constate que se le ama y se le considera en grado sumo.
Si no hemos abierto aún los ojos a esta realidad, hagámoslo; todavía estamos a tiempo. Que no quedemos como las jóvenes necias, que no les preocupó llevar suficiente aceite para sus lámparas. Vivir esta Navidad en espiritualidad, nos llenará de gozo y alegría. Vivirla en el frenesí y la vorágine del mundo mercantilista, nos dejará, al cabo de unos días, un inmenso vacío imposible de llenar con cosas terrenales.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-12-16
El Ojo del Profeta
Prevenir es mejor
Reza un adagio que prevenir es mejor que lamentar, y las Escrituras nos alertan de saber construir nuestra casa sobre la roca firme y saber hacer bien nuestros cálculos en cada empresa. La sabiduría del mundo y la divina, coinciden en medir bien las consecuencias de nuestras acciones.
Con el reciente incendio en un centro comercial de la ciudad, se ha denunciado la ausencia de medidas de seguridad para el público frente a un evento o desastre fortuito. Ni es la primera vez, ni es el único lugar que se juega la integridad física de las personas, ya sea por desconocimiento o por desidia. Pareciera que no hemos tenido suficiente con el bus incendiado el año pasado, o el grave accidente de hace varios años con los fuegos artificiales en el estadio de béisbol.
Personas sensatas ayudan a construir comunidades sensatas, las que, a su vez, conformarán una sociedad sensata. Y la sensatez, por estos días, parece estar ausente en muchos campos de nuestra vida nacional. Quiera Dios y adquiramos un corazón sensato, para que podamos crecer en gracia y sabiduría.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-12-09
La Voz del Pastor
Adviento, tiempo para redescubrir la esperanza
Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI el domingo 2 de diciembre antes y después de rezar la oración mariana del «Ángelus».
Queridos hermanos y hermanas:
Con este primer domingo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico: el Pueblo de Dios se vuelve a poner en camino para vivir el misterio de Cristo en la historia. Cristo es el mismo de ayer, de hoy de siempre (Cf. Hebreos 13, 8); la historia sin embargo cambia y necesita ser constantemente evangelizada; necesita ser renovada en su interior y la única verdadera novedad es Cristo: Él es su pleno cumplimiento, el futuro luminoso del hombre y del mundo. Resucitado de entre los muertos, Jesús es el Señor a quien Dios someterá todos los enemigos, incluida la misma muerte (Cf. 1 Corintios 15, 25-28). El Adviento es, por tanto, el tiempo propicio para despertar en nuestros corazones la espera de «Aquel que es, que era y que va a venir» (Apocalipsis 1, 8). El Hijo de Dios ya vino a Belén hace veinte siglos, viene en cada momento al alma y a la comunidad que están dispuestos a recibirlo, vendrá de nuevo al final de los tiempos para «juzgar a vivos y muertos». Por este motivo, el creyente siempre está vigilando, animado por la íntima esperanza de encontrar al Señor, como dice el Salmo: «Espero en el Señor, mi alma espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor más que los centinelas la aurora» (Salmo 129 [130], 5-6).
Este domingo es, por tanto, un día sumamente indicado para ofrecer a toda la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad mi segunda encíclica, que he querido dedicar precisamente al tema de la esperanza cristiana. Se titula «Spe salvi», pues comienza con la expresión de san Pablo: «Spe salvi facti sumus - en esperanza fuimos salvados» (Romanos 8,24). En éste, al igual que en otros pasajes del Nuevo Testamento, la palabra «esperanza» está íntimamente unida a la palabra «fe». Es un don que cambia la vida de quien lo recibe, como demuestra la experiencia de muchos santos y santas. ¿En qué consiste esta esperanza tan grande y tan «confiable» que nos permite decir que en ella está nuestra «salvación»? En definitiva, consiste en el conocimiento de Dios, en el descubrimiento de su corazón de Padre bueno y misericordioso. Jesús, con su muerte en la cruz y con su resurrección, nos ha revelado su rostro, el rostro de un Dios tan grande en el amor que nos ha dado una esperanza inquebrantable, que ni siquiera la muerte puede resquebrajar, pues la vida de quien confía en este Padre se abre a la perspectiva de la felicidad eterna.
El desarrollo de la ciencia moderna ha confinado cada vez más la fe y la esperanza a la esfera privada e individual de manera que aparece de forma evidente y en ocasiones dramática, que el hombre y el mundo tienen necesidad de Dios --¡del verdadero Dios!--, pues de lo contrario quedarían privados de esperanza. La ciencia sin duda contribuye al bien de la humanidad, pero no es capaz de redimirla. El hombre es redimido por el amor, que hace que la vida personal y social se convierta en buena y hermosa. Por este motivo la gran esperanza, la que es plena y definitiva, está garantizada por Dios, que en Jesús nos ha visitado y nos ha donado la vida, y en Él volverá al final de los tiempos. Es en Cristo que esperamos, ¡es Él a quien esperamos!
Con María, su Madre, la Iglesia sale al encuentro del Esposo: lo hace con las obras de caridad, pues la esperanza, como la fe, se demuestra con el amor.
Buen Adviento a todos.
S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma
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2007-12-09
A tiro de piedra
Progreso
En los últimos meses leo noticias que nos hablan del repunte económico de Panamá y de las grandes obras que se construyen o están próximas a construirse. Es evidente que la actividad económica se ha incrementado, que más personas tienen empleo, y que el país genera una riqueza mayor que en otros tiempos. Pero, también es cierto que un importante sector de la población está marginada del progreso que vive la república.
Nuestro desarrollo depende, además de los planes e inversiones públicas, de la participación del resto de la sociedad y sus diversos sectores. Necesitamos definir metas y planificar la forma en que las lograremos. La empresa privada debe diseñar su plan de desarrollo, involucrando a las distintas actividades empresariales que la conforman. Las universidades y las escuelas también deben tener su plan, para fijarse metas en cuanto a carreras, excelencia académica, y calidad de la instrucción. Los gremios profesionales y sindicales deben hacer otro tanto, para elevar la calidad de la mano de obra. Y, así, otras organizaciones y estamentos de la sociedad panameña deben hacer lo propio.
Para progresar como nación, necesitamos de un proyecto común, en donde cada sector social aporte y desarrolle la parte que le corresponde para alcanzar la meta común. Ya se han hecho varios ejercicios al respecto; entre ellos los foros de Bambito, Coronado, y la reciente Concertación. Sólo nos falta echar a andar la rueda, olvidando mezquindades y deponiendo actitudes que obstaculizan la realización de lo acordado.
Si queremos que la riqueza del país alcance a todos, tenemos que aunar esfuerzos y asumir con responsabilidad el papel que corresponde a cada uno. Que el gobierno utilice bien los recursos fiscales para crear las obras de infraestructura, hacer más eficiente la administración, y desmantelar el sistema de influencias y favoritismo que por décadas ha imperado en el sector gubernamental. Que la sociedad política busque realmente el bien común, y no los intereses sectarios. Que la sociedad civil ayude a la población a darse respuestas y a asumir sus deberes y no sólo reclamar sus derechos. Que el empresario cree puestos de trabajo justamente remunerados. Que el trabajador realice sus tareas a carta cabal. Que la educación esté dirigida a la plena realización de la persona humana, y no solamente a proveer de conocimientos técnicos o científicos que le asegurarán un "buen éxito profesional".
El progreso de Panamá depende de nuestro progreso como personas, como padres, como hermanos, como hijos, como políticos, como empresarios, como funcionarios, como trabajadores, como lo que nos ha tocado ser y vivir. Que cada uno haga lo suyo pensando en que lo hace también por su prójimo y por su nación. Ese es el secreto del progreso. No hay otro.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-12-09
Editorial
Que no vuelva a ocurrir
El resultado de la huelga médica ha sido de miles de pacientes, incluidos niños, adultos y ancianos, perjudicados porque no han recibido la atención de salud cuando la necesitaban o cuando estuvo programada con cita previa. Ningún poder humano podrá resarcir el daño a satisfacción ni restituir la salud perdida o el padecimiento sufrido. ¡No hay manera!
Aún con todos los argumentos y justificaciones que quieran darnos las partes en conflicto, será imposible legitimar la privación del servicio de salud a quien resulta, al final, la única víctima de tanta desconsideración: la población indefensa frente al poder del que hacen gala las partes enfrentadas.
Como suele ocurrir, al final cada contendor obtiene lo que resulte de su acuerdo, sea esto mucho o poco; y el pueblo sencillo, víctima inocente, lo único que saca es el sufrimiento irredento y la vuelta a una normalidad que ya conoce muy bien por experimentarla en propia carne: madrugar para conseguir un cupo para dentro de varias semanas o meses, y la ausencia de algunas medicinas que necesita para sobrellevar su enfermedad.
Después de terminada la huelga médica, sólo nos resta esperar que no vuelva a ocurrir algo así. Los que la sufren más son, en su mayoría, gente sin largos años de estudio ni detentadores de poder político, pero que día a día construyen el país con su sudor y su esfuerzo, del que se deriva el pago de cuotas e impuestos que, al fin y al cabo, pagan el salario y el nivel de vida de quienes deben proveerle los servicios de salud y la obligada seguridad social.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-12-09
El Ojo del Profeta
Plan de Seguridad Pública
El tema de la seguridad ciudadana provoca un debate permanente en todos los países, por que se trata, quizá, de lo que garantiza lo más preciado que tiene toda estado: la vida y bienes de los asociados. Por eso, un clima de inseguridad tiene consecuencias negativas para el conglomerado social y sus instituciones.
Recientemente, el ministro de gobierno ha presentado su Plan de Seguridad Pública, que pretende aumentar la eficacia de la policía en la vigilancia y represión del crimen, la gestión preventiva, y la cooperación ciudadana para crear un ambiente de mejor seguridad entre la población.
Dentro del plan propuesto resalta la persecución contra el narcotráfico, que constituye el delito con mayor porcentaje dentro de la estadística de la criminalidad. En este punto debemos involucrarnos todos, y no dejarlo solamente a la autoridad, para que no siga la droga destruyendo nuestra vida en común. De poner en marcha adecuadamente la parte preventiva del plan de seguridad pública, el resultado que obtendremos será beneficioso para el país entero. Ojalá así sea.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-12-02
La Voz del Pastor
Adviento:
Tiempo de gracia, de vigilancia en la oración y de júbilo en la alabanza
Reproducimos un extracto de la homilía que improvisó el Papa Benedicto XVI durante el rezo de las primeras vísperas del primer domingo de Adviento, sábado 26 de noviembre de 2005, en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
Con la celebración de las primeras Vísperas del primer domingo de Adviento iniciamos un nuevo Año litúrgico. Cantando juntos los salmos, hemos elevado nuestro corazón a Dios, poniéndonos en la actitud espiritual que caracteriza este tiempo de gracia: «vigilancia en la oración» y «júbilo en la alabanza» (cf. Misal romano, Prefacio II de Adviento). Siguiendo el ejemplo de María santísima, que nos enseña a vivir escuchando devotamente la palabra de Dios, meditemos sobre la breve lectura bíblica que se acaba de proclamar. Se trata de dos versículos que se encuentran al final de la primera carta de san Pablo a los Tesalonicenses (1 Ts 5, 23-24). El primero expresa el deseo del Apóstol para la comunidad; el segundo ofrece, por decirlo así, la garantía de su cumplimiento. El deseo es que cada uno sea santificado por Dios y se conserve irreprensible en toda su persona -«espíritu, alma y cuerpo»- hasta la venida final del Señor Jesús; la garantía de que esto va a suceder la ofrece la fidelidad de Dios mismo, que consumará la obra iniciada en los creyentes.
Esta primera carta a los Tesalonicenses es la primera de todas las cartas de san Pablo, escrita probablemente en el año 51. En ella, aún más que en las otras, se siente latir el corazón ardiente del Apóstol, su amor paterno, es más, podríamos decir materno, por esta nueva comunidad; y también su gran preocupación de que no se apague la fe de esta Iglesia nueva, rodeada por un contexto cultural contrario a la fe en muchos aspectos. Así, san Pablo concluye su carta con un deseo, podríamos incluso decir, con una oración. El contenido de la oración, como hemos escuchado, es que sean santos e irreprensibles en el momento de la venida del Señor. La palabra central de esta oración es venida. Debemos preguntarnos qué significa venida del Señor. En griego es parusía, en latín adventus, adviento, venida. ¿Qué es esta venida? ¿Nos concierne o no?
Para comprender el significado de esta palabra y, por tanto, de esta oración del Apóstol por esta comunidad y por las comunidades de todos los tiempos, también por nosotros, debemos contemplar a la persona gracias a la cual se realizó de modo único, singular, la venida del Señor: la Virgen María. María pertenecía a la parte del pueblo de Israel que en el tiempo de Jesús esperaba con todo su corazón la venida del Salvador, y gracias a las palabras y a los gestos que nos narra el Evangelio podemos ver cómo ella vivía realmente según las palabras de los profetas. Esperaba con gran ilusión la venida del Señor, pero no podía imaginar cómo se realizaría esa venida. Quizá esperaba una venida en la gloria. Por eso, fue tan sorprendente para ella el momento en el que el arcángel Gabriel entró en su casa y le dijo que el Señor, el Salvador, quería encarnarse en ella, de ella, quería realizar su venida a través de ella. Podemos imaginar la conmoción de la Virgen. María, con un gran acto de fe y de obediencia, dijo «sí»: «He aquí la esclava del Señor». Así se convirtió en «morada» del Señor, en verdadero «templo» en el mundo y en «puerta» por la que el Señor entró en la tierra.
Hemos dicho que esta venida del Señor es singular. Sin embargo, no sólo existe la última venida, al final de los tiempos. En cierto sentido, el Señor desea venir siempre a través de nosotros, y llama a la puerta de nuestro corazón: ¿estás dispuesto a darme tu carne, tu tiempo, tu vida? Esta es la voz del Señor, que quiere entrar también en nuestro tiempo, quiere entrar en la historia humana a través de nosotros. Busca también una morada viva, nuestra vida personal. Esta es la venida del Señor. Esto es lo que queremos aprender de nuevo en el tiempo del Adviento: que el Señor pueda venir a través de nosotros. La santificación es don de Dios e iniciativa suya, pero el ser humano está llamado a corresponder con todo su ser, sin que nada de él quede excluido.
Que María santísima, Virgen fiel, nos guíe a hacer de este tiempo de Adviento y de todo el nuevo Año litúrgico un camino de auténtica santificación, para alabanza y gloria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma
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2007-12-02
A tiro de piedra
Análisis de contenido
Uno de los ejercicios que se aprende en la carrera periodística es el análisis de contenido, para determinar la tendencia editorial de un periódico, su ideología, y el propósito que busca con el tratamiento de los temas. El mismo análisis puede hacerse con un determinado escrito, o con las fuentes o autores del material publicado.
El martes pasado (27 de noviembre), en la sección de opinión de La Prensa, aparecen dos escritos que se oponen a las personas que están en contra de la forma en que se quiere instaurar la educación sexual en Panamá, en parte de su contenido, y contra la redacción y el fondo de algunos artículos de un proyecto de ley que atañe a la infancia y la patria potestad sobre los hijos.
Ambos escritos utilizan términos y palabras que buscan ofender o descalificar a quienes piensan diferente a sus autores. Algunos son: “fundamentalistas, cruzados, en una mano la cruz y en la otra la espada, pecan de doble moral e hipocresía, proponen la política del avestruz, se oponen de manera irresponsable, les trae sin cuidado la propagación de enfermedades venéreas”. También otros como: “Mojigatos, enemigos públicos de la infancia, ayatolás de los valores, y autores de tanto artículo cargado de demencia”. ¿Quién necesita expresarse así cuando tiene la razón, o cuando es tolerante frente a la opinión contraria a la suya?
Fuera del insulto y el desprecio, los escritos del martes en La Prensa, endilgan actitudes y hechos a sus adversarios, haciéndolas a su propia medida para atacarlos mejor; o al menos eso creen. Uno, por ejemplo, dice que, los que él llama cruzados, se oponen a que se hable de sexo en las escuelas, y que la abstinencia conduce a prácticas aberrantes como el abuso infantil y el fetichismo. Probado está, en este último punto, al menos, que el abuso infantil y el fetichismo tienen entre sus mayores practicantes a personas de vida sexual activa y alejadas de toda práctica religiosa. El otro autor, por su parte, dice que quienes se oponen al nuevo proyecto de código de la infancia son todos del Opus Dei, o al menos así lo da a entender, y que los que el llama integristas de la familia ven a los niños y niñas como una especie de idiotas a los que no hay que darles derechos porque quizá se los tomen.
Por último, hay dos cosas que llaman la atención: uno dice que “los cruzados” quieren que no se hable de sexo en las escuelas, “como si de esa manera se conjurará la realidad de que la juventud sabe de sexo y un alto porcentaje lo practica”. Más adelante hace alusión a “los miles de embarazos precoces cada año”. En qué quedamos: la juventud sabe de sexo, como afirmó antes, o no. Contradicción total. El otro columnista dice que “no tengo hijos ni deseo tenerlos”, porque “no soy tan maduro ni responsable para educar ni ser educado por estos seres complejos y bajitos”, y por “puro egoísmo, ya que mi vida es la que me gusta, el amor ya lo tengo invertido en una persona y no quiero dividir mis apuestas”; pero que no tener hijos le “confiere una gran autoridad moral” para juzgar a quienes no piensan como él. ¿Quién que se confiesa cerrado a tener hijos, inmaduro, irresponsable, y egoísta tiene “autoridad moral” para hablar de la infancia y de la patria potestad de los que son padres y madres? Eso ni lo entiendo, ni le hallo lógica. Pero, en fin, siempre habrá quien dice lo que piensa, aunque no siempre piensa lo que dice.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-12-02
Editorial
Diciembre
Empieza el mes de diciembre, último del año, en el que importantes fiestas o celebraciones nos enmarcan en la dimensión de nuestra humanidad. Es el calendario en que la Iglesia celebra la natividad de Cristo Jesús y la Inmaculada Concepción de la Virgen María; es el mes en que el país rinde tributo a la figura de la madre, y el mundo hace memoria de la Declaración de los Derechos Humanos.
Dentro de esa dimensión humana, en donde criatura y Creador se encuentran, y en donde lo individual se junta con lo familiar y la universalidad del ser humano, nos vemos compelidos a reflexionar sobre nuestra existencia. Nuestra existencia como seres dotados de cuerpo y espíritu; como seres que tenemos alma y conciencia; y como individuos y miembros de una sociedad comunitaria, nacional y planetaria.
Si diciembre con sus fiestas y memorias nos mueve a estar más abiertos hacia el prójimo, a expresar el amor que sentimos por los demás, y a deponer actitudes de gesto amenazante y violencia, ¿por qué no han de movernos perennemente nuestro espíritu y nuestra conciencia? ¿por qué no hemos de procurar practicar la conversión de día a día? Ese porqué es el que debemos respondernos en nuestra vida individual y nuestra vida colectiva, para construir un mundo mejor.
Dios está presente en medio de nosotros. Dios vino a visitar a su pueblo en el Verbo Encarnado, Cristo Jesús. Dios está allí, esperando que, en nuestro libre albedrío, demos el paso hacia él para que nos ayude a amar al prójimo como a nosotros mismos, a vivir en paz, pero, sobre todo, a hacer su voluntad que es amarlo a El y creer en Aquel que nos ha enviado: su hijo amado, Cristo Enmanuel.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-12-02
El Ojo del Profeta
El Misterio de Belén
Desde hace dos mil años la cristiandad celebra el nacimiento del Hijo de Dios que, unido a su resurrección, constituye el acontecimiento más grande que jamás haya experimentado la humanidad. Ese misterio de su natividad en una humilde gruta de Belén, entre los más pobres y marginados, ha inspirado durante siglos cantares, poemas, rechazo y aceptación de todo tipo, y el maravilloso don de la fe entre los creyentes.
Tras 21 siglos del nacimiento de Cristo, aún suenan fuerte aquellas preguntas que hiciera a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Y ¿Quién dicen ustedes que soy yo? Preguntas éstas, que se responden de diversas maneras, aunque no podamos responder a una: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
A un paso de la Navidad y al comienzo de este Adviento, seamos cuidadosos en la manifestación simbólica de nuestra fe en Dios Enmanuel. Que los signos y la decoración en nuestros hogares resalte el misterio de Belén, y sea fiel al relato evangélico, para que, así, ayude a otros a compenetrarse en el auténtico sentido del Nacimiento de Cristo.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-25
La Voz del Pastor
Día Mundial del VIH/SIDA
Cercano ya el tiempo de Adviento, iniciamos nuestro tiempo de espera. Por eso al conmemorar el Día Mundial del SIDA (1ro de diciembre), - elegido éste en que fue diagnosticado el primer caso de SIDA en 1981. - hemos de sentirnos unidos a todas las personas del mundo que están en espera de una vacuna, una cura, una palabra de ánimo y una distribución juiciosa de medicina y del cuidado de la salud.
Desde que se dio el primer caso, el SIDA ha matado más de 25 millones de personas en todo el mundo, haciéndola una de las epidemias más destructivas de la historia. A pesar de que existe un mayor acceso y se ha mejorado el tratamiento antiretroviral y el cuidado en muchas regiones del mundo, la epidemia costó aproximadamente 3,1 millones (entre 2,8 y 3,6 millones) de vidas en el 2005, de las cuales, más de medio millón (570.000) eran niños.
En los rostros de las personas con VIH y SIDA, hemos de ver el rostro de Cristo, pues el dolor, las ansiedades y el sufrimiento de las personas que viven con VIH/SIDA, las preocupaciones y las inquietudes de sus familias y amistades: estas incertidumbres y temores pertenecen también al Cuerpo de Cristo.
Esta celebración nos da la oportunidad en primer lugar el que reconozcamos nuestras limitaciones para asumirla; sin embargo, no podemos dejar de sentirnos fuertemente interpelados frente a este gran desafío pastoral que nos urge a hacer uso de la “fantasía de la caridad” para evitar que el SIDA siga cobrando mayor número de víctimas.
La Iglesia, continuadora de esta misión de amor, hace llegar su solidaridad y acompañamiento a todos nuestros hermanos que sufren esta enfermedad y a sus familiares. Pero también, es nuestro deseo invitar a toda la sociedad a reflexionar dónde se encuentra la raíz de todo el problema.
El SIDA es un problema social puesto que aflige a los jóvenes, especialmente a los de edad comprendida entre los 20 y 40 años, hombres y mujeres.
El SIDA es un problema económico porque los más afectados componen la población económicamente activa, que son obligados a ausentarse del trabajo por la enfermedad, generando en el núcleo familiar una situación económica muy precaria.
El SIDA es un problema pastoral, ético y moral, por lo que implica fuertemente a la Iglesia, a los Pastores, a los religiosos, religiosas y a todos los cristianos en general. Por lo tanto, nos encontramos frente a:
Un cambio radical en la estructura familiar por el creciente número de “dependientes” padre y/o madre, quienes deberían proveer las necesidades de sus hijos, porque pierden sus trabajos.
Un creciente número de huérfanos y de niños infectados.
Un creciente número de inhábiles o personas con capacidades productivas limitadas.
Una creciente demanda sanitaria para el diagnóstico, tratamiento y cura de los enfermos de SIDA.
Por eso la solidaridad ha de ser la verdadera arma de prevención. Solidaridad, que no es sólo un profundo deber moral, sino también una objetiva necesidad para contrarrestar la difusión del SIDA tanto con el enfermo como con la familia. Esto nos ha de llevar a la vivencia de una sexualidad responsable.
La familia contribuye, junto con otros factores, a hacer que los jóvenes desarrollen su responsabilidad, a fin de hacerse miembros creadores, productivos y responsables de la sociedad. Una familia cristiana produce personas con temor de Dios y fieles miembros de la Iglesia.
La Pastoral de VIH/SIDA es una Pastoral de la Esperanza que no consiste en hacer creer al enfermo que, a pesar de todo, es posible una curación; o en decirle que este servicio pastoral es un gran “remedio prodigioso”; ni minimizar su situación actual ni prometerle sólo la salvación fuera de la muerte. Los enfermos de SIDA, tienen una necesidad imprescindible de verdad y claridad. Por eso han de encontrar en nosotros a personas sinceras y honestas con quien hablar de la realidad que tanto los humilla y que no nos limitemos a una simple consolación de poco valor. Necesitan conocer al Jesús misericordioso que los ama y acompaña con su gracia y su fuerza, por medio de su palabra y de los sacramentos.
El acompañar no es tarea fácil. La persona con VIH/SIDA necesita un fiel acompañante ante la resignación, la angustia, la depresión y el miedo a la muerte. Reconocemos la complejidad de este trabajo pastoral y de las múltiples dificultades que encontraremos en relación a la Pastoral de SIDA.
Animamos a los agentes pastorales que vienen trabajando a favor de los enfermos del VIH/SIDA y a las Organizaciones de la Sociedad Civil que desarrollan sus actividades a favor de la prevención y sensibilización de esta problemática, desde la perspectiva cristiana de respeto a la dignidad de la persona humana, para que sigan siendo los 'buenos samaritanos' y los 'apóstoles de la misericordia'.
Mons José Domingo Ulloa, o.s.a.
Obispo Auxiliar
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2007-11-25
A tiro de piedra
Luis Herrera Campins
Hace un par de semanas se informó de la muerte del expresidente venezolano Luis Herrera Campins, político de fuerte vocación democrática, a quien los panameños le estamos agradecidos por su contribución diplomática para recuperar la democracia en nuestro país.
Mi experiencia con el presidente Herrera Campins se circunscribe a dos ocasiones: la primera como periodista en una rueda de prensa que ofreció cuando él ejercía la presidencia de su país. La segunda, ya como ex mandatario, cuando estuvo atento a mi regreso de Caracas, después de anuladas las elecciones en mayo de 1989 aquí en Panamá.
Yo había viajado a Venezuela el mismo día que Guillermo Endara, Ricardo Arias Calderón, y Guillermo Ford fueron atacados por los Batallones de la Dignidad de Manuel Antonio Noriega, en la Plaza de Santa Ana. Recuerdo que era el día de mi cumpleaños, y en vez de quedarme junto a los míos, decidí aceptar un ofrecimiento de la Federación Latinoamérica de Trabajadores de la Prensa (FELATRAP), para denunciar la violación de los derechos humanos en nuestro país.
Aquel día, desde Santa Ana y con equipaje en mano, logré evadir el cerco que se había impuesto en muchas partes de la ciudad. El último obstáculo fue en el cruce donde estaba la estatua de Roosevelt, a la entrada de San Miguelito, donde el Batallón 2000 empezaba a bloquear el paso. Crucé en medio de ellos, con la ayuda de Dios, y finalmente llegué al aeropuerto. Logré subir al avión y partir. Ya había salido; me esperaba la odisea del regreso.
Una vez en Caracas me reuní con algunos contactos del Congreso Venezolano, con los exiliados panameños, y con dirigentes de la prensa. Muchas entrevistas, reuniones con activistas continentales de los derechos humanos, y las declaraciones que circulaban por el mundo. Volver a Panamá sería el itinerario de un hombre marcado, y “sedicioso” por añadidura.
Luis Herrera Campins, al enterarse de mi situación, me ofreció su ayuda, ya que viajaba en el mismo vuelo para Panamá. Uno de sus asistentes me vigilaría a distancia, para saber si me tomaban preso o salía ileso del aeropuerto. Planeamos una estrategia durante el trayecto a Panamá, y la seguimos al pie de la letra. Después de pasar el control de migración, seguimos con la segunda parte del plan. En el área de las tiendas, se me acerca un funcionario de migración. Un poco de sospecha, por su actitud. Brevemente me dijo: soy hermano de la hermana Margarita; el padre Guardia lo espera afuera. Un poco de alivio. Sólo faltaba el control de aduanas, que pude pasar después de un instante de alegato, porque llevaba un equipaje ligero. Salí de allí, y afuera me esperaba el padre Guardia con el secretario de la Nunciatura, y otros compañeros de la Curia. A lo lejos el presidente Campins dejaba el aeropuerto en automóvil. Nunca más lo volví a ver, pero le estuve eternamente agradecido.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-25
Editorial
Por amor al prójimo
El amor al prójimo implica sacrificar algo de nosotros para entregarlo al otro. La relación gobierno y médicos; médicos y pacientes, debe, y puede, enmarcarse dentro de este pensamiento. Cada quien cederá una parte, para tender puentes hacia los demás.
La huelga médica, aunque legítima en su fondo, no alcanzará su justa dimensión, mientras queden sin atención miles de pacientes que esperan por ese servicio. Y no se trata aquí de culpar al gremio médico o al gobierno, porque cada parte sabe cuál es su deber con respecto a la población que necesita de la atención médica. Queremos, más bien, clamar por aquellos que sufren por la falta de los servicios de salud.
Resolver todos los problemas que se dan en el sistema de salud pública requiere, como ya suponemos que se acordó en la concertación de la mesa de salud, un plan y un programa dirigidos a alcanzar ese objetivo. Necesitamos un sistema de salud que brinde atención expedita, accesible, y de calidad; con funcionarios, personal de salud, médicos y especialistas remunerados justamente y en número suficiente para atender las áreas, regiones, y turnos que se precisen.
Esperanza tenemos que, al superarse esta huelga, las partes estén conformes con el acuerdo logrado, y que se aboquen, sin dilación y mancomunadamente, a resolver la mora que se ha ocasionado en la atención a la población que, en todo este tiempo, ha sido privada del servicio de salud que humanamente merece.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-25
El Ojo del Profeta
El riesgo del progreso
Toda inversión que genere empleos y riqueza es apetecible, especialmente por el progreso que representa para el país. Pero, no todas las veces la inversión está a la par del riesgo que corremos de perder otros recursos, y de exponernos a un daño con magnitud de catástrofe.
El proyecto para construir un centro de acopio y trasiego de hidrocarburos, desde Colón hasta Panamá, con una plataforma entre la isla de Taboga y tierra firme, junto a la entrada del Canal de Panamá en el Pacífico, supone un riesgo ambiental y ecológico muy grande. No solo se verá afectado el paisaje, con la plataforma que se adentrará al mar, sino que trastocará la vida de cientos de pescadores artesanales, pondrá en peligro su subsistencia, y afectará en el presente y el futuro la actividad turística que se concentra y crece en la zona.
Frente a la situación, conviene que las autoridades piensen y calculen si vale la pena esa inversión, en modo y lugar, y si en el camino traerá bienestar o no en cuanto a su sustentabilidad y sostenibilidad. Eso indica la prudencia y ayudará a obrar con sabiduría.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-18
La Voz del Pastor
El sentido de la pertenencia a la Iglesia
Una de nuestras riquezas es sentirnos miembros de la Iglesia. Sin embargo, son muchos los que desconocen esta grandeza. Es frecuente escuchar la expresión “en todas las Iglesias nos hablan de Dios” por lo tanto, todas son iguales.
Es triste ver como por desconocimiento de las verdades de fe y por no vivir una fe que impregne la vida de los católicos fácilmente se van tras quien con mentiras y medias verdades les engañan.
Jesucristo funda la Iglesia con el anuncio de la Buena Nueva, reuniendo entre sus discípulos, gente sencilla del pueblo de Israel, pero que aceptaron el mensaje de salvación sin dificultad. Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don de Cristo en la Cruz.
Sólo a través de una fe madura, se puede conocer y amar a la Iglesia. El sentido de pertenencia es una gracia. No podemos ser ajenos a la Iglesia y a sus necesidades. Es necesario vivir conscientes de que formamos parte de este nuevo pueblo de Dios y que Dios es quien guía a la Iglesia.
Cristo es la cabeza de la Iglesia, la adquirió con su muerte en la cruz. Su ley es el mandamiento del amor, su misión es ser sal y luz del mundo. Su identidad, la dignidad y libertad de los hijos de Dios. Su destino el Reino de Dios. Se llega a ser miembro de este pueblo no por nacimiento sino por el bautismo del agua y del espíritu.
La Iglesia pueblo de Dios participa de la triple función de Cristo que es “sacerdote, profeta y rey”. La Iglesia es así un pueblo sacerdotal, consagrado a Dios por el bautismo. Es el pueblo de profetas que se adhiere a la fe y se convierte en sentido, en testigos de Cristo en el mundo, y es un pueblo de reyes que ejerce la realeza a imagen de Cristo que se ha hecho servidor de todos.
Una de nuestras obligaciones está en conocer nuestras doctrinas cristianas. Mientras no conozcamos las enseñanzas de la Iglesia fácilmente somos presa de aquellos que critican y confunden. Son muchos los que atacan a la Iglesia y muchos los que se dejan confundir.
Esta experiencia de Iglesia es necesaria vivirla en nuestra comunidad cristiana, la misma se vive en la parroquia, en pequeñas comunidades o grupos eclesiales. De allí entonces la importancia de los movimientos dentro de la Iglesia que no tienen otra misión que ayudar a vivir la vida de Dios en nosotros.
Nosotros debemos comprometernos a amar a la Iglesia. A través de la historia de la Iglesia los hombres y mujeres fieles a ella la han amado con pasión y hoy somos nosotros los llamados a amar, defender y vivir en plenitud la vida de la Iglesia. “Ha llegado la hora de amar a la Iglesia con un corazón fuerte y nuevo… He aquí el deber de la hora presente. Amarla significa estimarla y ser fieles de pertenecer a ella; ser valientemente fieles; significa obedecerla y servirla, ayudarla con sacrificio y gozo en su ardua misión” (Pablo VI).
Mons Audilio Aguilar Aguilar
Obispo de Colón - Kuna Yala
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2007-11-18
A tiro de piedra
Poeta, músico y loco
Reza un refrán muy popular que de poeta, músico y loco todos tenemos un poco, cuando afloran desde los más profundos sentimientos los versos que plasman en un poema o en una canción las emociones o el amor que llevamos dentro. Igual ocurre cuando demostramos alguna conducta extraña, producto de la euforia o la alegría de un momento, que nos hace actuar de locos, aunque de una manera no manicomiable.
Una experiencia de ese tipo tuve yo cuando, en mi adolescencia, me picó el gusanillo de ser músico. Convencí a unos compañeros, y organizamos un conjunto con instrumentos prestados. Allá, por los lados de Río Abajo, nos reuníamos a darle rienda suelta a nuestra locura juvenil, en los bajos de la casa de uno de los miembros del grupo. Con más entusiasmo que maestría, nos abocamos a emprender esa aventura con el nombre de "Los Dramáticos"; aunque más bien creo que el drama estaba en nuestra pretensión de estrellas del mundo musical.
Recuerdo lo contentos que nos pusimos cuando el bueno de Yoni Manzzo, un periodista de farándula, mencionó el nombre de nuestro grupo en "Lo que vio el búho", una sección de chismes en la página de espectáculos que él escribía para La Estrella de Panamá. Para pesar del búho, no pasamos de las prácticas, y la aventura se saldó con varios instrumentos rotos; entre ellos la tumbadora de un tío mío, que regresó sin cuero y con sus dos hoyos tan abiertos como mis ojos cuando contemplé ese espectáculo, después que me la devolviera el que se ofreció para afinarla pasándola por el fuego.
Viene esta experiencia a mi memoria, al acercarse el día de santa Cecilia, patrona de los músicos. Pienso en nuestro antiguo Conservatorio Nacional, hoy elevado a Instituto Nacional de Música, que está escaso de fondos y huérfano de un sitio adecuado en el que se formen los músicos del patio. El vetusto y venerable edificio que ocupara en el Casco Antiguo, está allí como esperando que vuelva de su exilio en el área revertida, en donde creo que está ahora. ¿Cuántos sueños, como los que tuve con mis amigos, podrían cumplirse si prestáramos atención a esa casa de la música? Muchos, sin duda. Sólo basta que alguien se ocupe seriamente del asunto.
El Instituto Nacional de Música, a mi modo de ver, debería encargarse de regentar una serie de conservatorios (nombre más apropiado) a lo largo del país, en el que la niñez y la juventud desarrolle su talento musical, sin excluir a los adultos. Dotado con presupuesto y personal calificado, le brindaría un aporte invaluable al país en el arte de la música y en la práctica de una actividad sana y edificante.
De mi grupo aquel, sólo uno continuó la música, y hoy vive de eso en Europa. El resto, de vez en cuando nos reunimos para soltar ese poco de músico y loco que todavía nos queda, y recordamos con gratitud a aquellos que, en aquel momento, nos siguieron la corriente y alentaron en nuestra aventura juvenil; principalmente los maestros Luis Vásquez, Mary Jean Wright, y Manolo Choy.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-18
Editorial
Salud de cuerpo y alma
Una sociedad saludable es aquella que goza de una buena calidad de vida moral y material, porque su desarrollo y progreso pueden medirse no solamente en el bienestar económico de su población, sino en la gobernabilidad, la paz social, y la resolución civilizada de los conflictos; y todo esto se comprueba en sus bajos niveles de corrupción, criminalidad, y marginación.
En Panamá hablamos, al mismo tiempo, de progreso y atraso; de riqueza y pobreza; de inclusión y marginación; y de mucho bienestar para unos, y poco o nada para otros. Esta disparidad, en un país que tiene suficientes recursos para los pocos habitantes que posee, obedece más a la fragilidad de sus valores que a la escasez de su riqueza material.
La coyuntura actual que pone sobre el tapete el tema del sistema público de servicios médicos que atiende la salud corporal de la población, también debe ser aprovechada para hacer un diagnóstico del estado de salud del alma de la sociedad panameña.
Necesitamos hombres y mujeres que tengan un profundo sentido de la moral, la honestidad, el civismo, la laboriosidad, la solidaridad, y el aprecio por los particulares valores que inspiraron a los constructores de nuestra nación. Necesitamos hombres y mujeres temerosos de Dios, que sepan hacer vida su palabra y transmitir sus enseñanzas a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Si nos esforzamos en esta empresa, tendremos una sociedad con alma saludable, que tendrá en alta estima la humanidad que ahora, en muchos aspectos, nos hace falta.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-18
El Ojo del Profeta
Hombre y naturaleza
La naturaleza y el hombre son parte de la creación y dependen la una y el otro para su existencia plena en este mundo. La naturaleza fue creada para proveer al ser humano su sustento; el hombre, para dominarla y cuidar de ella. Hombre y naturaleza se complementan desde la creación.
El estado actual de la naturaleza en el mundo es crítico en muchas partes del planeta, debido, principalmente, a la degradación que sufre como consecuencia de prácticas malsanas de los humanos. Esta situación ha dado pie a las corrientes conservacionistas, que buscan preservar la armonía entre hombre y naturaleza.
Sin embargo, no siempre los intentos por guardar el equilibrio entre uno y otra resultan fáciles. La explotación de los recursos de la tierra genera conflictos y hace temer lo peor, cuando se realiza de manera indiscriminada o sin tomar en cuenta la voz de los habitantes. Panamá no es la excepción, por lo que es necesaria una metodología más eficaz en cuanto a la consulta y los mecanismos para las concesiones mineras, principalmente, y el resto de los permisos de explotación de los recursos. Ojalá nos apuremos en este tema, para beneficio de la población y la naturaleza del país.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-11
La Voz del Pastor
En nuestra Independencia
El 10 de noviembre celebramos nuestra independencia. El gesto heroico de Rufina Alfaro y de quienes basados en su fe no temieron asumir riesgos. Aún el de su propia vida. El Santo Padre nos enseña en la Exhortación Apostólica Iglesia en América que, desde nuestras realidades, hemos de salir al Encuentro de Jesucristo vivo y así, convertidos, vivir como el pueblo redimido y rescatado, vivir como Iglesia en comunión y solidaridad.
En esta aventura de hacer historia y construir algo nuevo, hemos de sentirnos solidarios. Este esfuerzo –nos recuerda el Papa Juan Pablo II– debe ir acompañado del amor a la Patria, amor hacia su cultura y su historia, amor hacia los valores autóctonos.... amor sin fin hacia todos los que somos responsables de esa causa común que se llama Patria (Juan Pablo II a los Peregrinos de Baja Silesia, 5 de junio de 1979)
El apóstol San Pablo en la primera Carta a Timoteo “nos exhorta a ofrecer oraciones y acciones de gracias por... por todos los que ejercen la autoridad, "para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad" (1 Tm 2, 2).
Recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica (2239) Que es “deber de los ciudadanos es cooperar… al bien de la sociedad en espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad”. “El amor y el servicio de la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad. Y … el servicio del bien común exige de los ciudadanos que cumplan con su responsabilidad en la vida de la comunidad política. “La Iglesia, a su vez, ha de "respetar y promover también la libertad y la responsabilidad política de los ciudadanos" (OS 76, 3).” (2245) Como parte de su misión.
No podemos olvidar que Pertenece, también “a la misión de la Iglesia "emitir un juicio moral incluso sobre cosas que afectan al orden político cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, aplicando todos y sólo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y condiciones" (OS 76, 5). (2246)
Patria no es sólo el territorio en el que se ha nacido. Abarca también un entramado de ideas, historia, tradiciones, costumbres... que identifican la personalidad de un pueblo. Todos debemos esforzarnos por el engrandecimiento de la Patria con nuestro servicio, con nuestra colaboración, con nuestro trabajo y hasta con el sacrificio de la vida, si esto es necesario para defenderla, cuando está en peligro. Nuestros deberes para con la Patria son: amarla, defenderla, cumplir sus leyes y contribuir al bien común. Debemos estar orgullosos de nuestra Patria. De sus cualidades y de sus virtudes. Pero también debemos darnos cuenta de nuestros defectos y trabajar para corregirlos; contribuyendo así a su engrandecimiento.
Hoy! Damos gracias a Dios por nuestros orígenes. Damos gracias a Dios por nuestra identidad. Damos gracias a Dios por nuestro caminar de fe. Damos gracias a Dios por nuestra cultura. Damos gracias a Dios por nuestro presente.Damos gracias a Dios por la protección de Nuestra Señora de la Antigua y Hoy, también en el nombre de Dios asumimos el reto del futuro que Él mismo ha puesto en nuestras manos.
Mons. Fernando Torres Durán
Obispo de Chitré
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2007-11-11
A tiro de piedra
Las otras víctimas
Cada vez que un grupo decide protestar o reclamar en pro de sus derechos, en nuestra patria del siglo veintiuno, por lo general afecta a otras personas que ninguna responsabilidad tienen en cuanto a los derechos vulnerados. Cierre de calles, suspensión de servicios públicos, paros magisteriales y médicos, protestas de estudiantes y de obreros son, entre otras, las causas del malestar social que siente la población, al contemplar impotente como le hacen pagar la culpa de otros.
Al parecer no nos damos cuenta de la degradación moral y la deshumanización que sufrimos, cuando, por lograr nuestro propósito, no nos importa con el bien ajeno. Sin quererlo, nos dejamos arrastrar por la corriente del individualismo y el yo primero, por encima de quién y lo que sea. Somos fieles practicantes de la doctrina que justifica los medios por el fin. Es una mentalidad utilitarista que nos hace indolentes ante el sufrimiento de los demás.
Es doloroso ver a hombres y mujeres que cierran una carretera o una calle, colocando a sus hijos e hijas pequeños como escudo frente a la inminente acción de la policía. Da coraje ver a los dueños de buses dejar sin transporte a decenas de miles de niños, adultos y ancianos, que pierden su día de trabajo, sus clases, sus citas médicas, o cualquier otra diligencia importante, porque quieren conseguir algo del gobierno. Da pena contemplar cómo miles de enfermos dejan de ser atendidos por un paro médico que los perjudica, sin que ellos sean la causa del reclamo. Da tristeza observar cómo cientos de miles de alumnos pierden las clases, y ven mermado su aprendizaje, porque los educadores se van a paro. Indigna sentir la amenaza de gremios obreros que impiden el tráfico a pedrada y palo, por un reclamo que le es ajeno al resto.
No entiendo cómo puede una maestra o un docente mirar de frente a los alumnos que afectó con su paro. No comprendo cómo un médico puede darle la cara al paciente que dejó de atender, y que ahora regresa empeorado de salud. No me cabe en la cabeza cómo un padre o una madre pueden consolar a sus hijos, después de los efectos de los gases lacrimógenos que usó la policía para despejar la vía que los primeros bloquearon. No alcanzo a explicarme cómo pueden los buseros pedirle a los pasajeros que se corran para atrás, cuando los dejaron plantados en las paradas. Ni realizo, tampoco, cómo un obrero o un miembro de una organización popular universitaria lucha contra el alto costo de la vida, cuando atenta contra el trabajo, el sustento, la transportación, y la salud de la población pobre que sufre las consecuencias de sus actos violentos.
Esas otras víctimas, resultantes del daño colateral, sufren más los efectos de las protestas y los paros. Y, en aras de la justicia que tanto pregonamos, bien valdría la pena pensar en ellas la próxima vez que se proteste o se declare una huelga.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-11
Editorial
La vida y la salud primero
La huelga declarada por los médicos recientemente tiene como fundamento el reclamo salarial, o al menos ese es el punto más mencionado. Si se les ha faltado en hacerle el ajuste de sueldo a la par que a otros trabajadores de la salud, razón tienen en su reclamo, y es justo darle respuesta a su petición, porque quien trabaja merece el pago de su salario conforme a la función que ejerce, a la formación que tiene, y a la equiparación con el resto de los funcionarios.
Sin embargo, consideramos que ningún reclamo reivindicativo prima sobre la vida y la salud de la población, como es el caso de la suspensión de los servicios de salud a la mayoría de los pacientes. Muchos de ellos, incluso, han tenido que esperar semanas o meses para obtener una cita médica, y ahora se le prolongará su espera.
El daño que se inflige a los miles de pacientes desatendidos, la mayoría sin recursos para acudir a la consulta privada, es incuantificable. ¿Cuántas enfermedades podrían agravarse? ¿Cuántas dolencias empeorar? Un sueldo siempre es recuperable; el daño a la salud, irresarcible.
Ojalá que al salir este editorial, la huelga haya finalizado. Lo deseamos de todo corazón. Igual esperamos que nunca más se perjudique a la población, por causa de un reclamo salarial, o un aumento en el precio de algún bien o servicio. A eso aspiramos, por mera humanidad.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-11
El Ojo del Profeta
A cada quien lo justo
El obrero merece su salario y no está bien retenérselo, según lo dicen las Sagradas Escrituras, y debe realizar su trabajo como si trabajara para el Señor. Desde los profetas hasta los discípulos de Jesús, este pensamiento ha formado parte de la doctrina social judeo-cristiana. No se le regatea al trabajador su merecido sueldo, ni se le exime de velar por su propio bienestar y el de su prójimo.
La huelga médica local, aparte del reclamo salarial, implica, también, el aspecto moral que contrapone al dinero y a la salud. Reclamar el salario merecido está bien, y es justo hacerlo; pero también es de justicia que se dé el servicio de salud a la población. Una y otra cosa merecen ser tratadas en su justa medida.
Si nos atenemos al principio evangélico de amar al prójimo como nos amamos nosotros mismos, y de hacerle al otro lo que nos gustaría que nos hicieran, podremos comprender lo que significa regatear un salario y privar de la atención médica al pueblo. El que tenga ojos y oídos, que vea y oiga.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-04
La Voz del Pastor
La Iglesia y la Patria
Publicamos la Homilía en el Te Deum Catedral Metropolitana 3 de noviembre 2007, oficiado por Monseñor José Domingo Ulloa, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Panamá.
En un mundo que parece hostil a la tradición reactualizamos hoy, los panameños, una que es muy bella y muy nuestra: darle gracias a Dios por Panamá.
La mentalidad contemporánea suele mirar con sospecha todo lo que es tradición, haciéndola sinónimo de arqueología inútil.
Y sin embargo aquí estamos hoy, como en cada 3 de noviembre; la Iglesia y la Patria, para sancionar solemnemente su fidelidad a una tradición que les pertenece y las hermana a las dos.
La Iglesia y la Patria: dos magnitudes, dos almas que sólo pueden subsistir y fructificar en la medida en que son fieles, cada una a su tradición.
La Iglesia, fundada en la Palabra, el Dolor y el Espíritu de Cristo, sabe que no puede enseñar sino lo que Cristo le confió, ni dar vida sino abrazándose a su Cruz, ni gobernar sino sirviendo como El sirvió.
Ella es experta en humanidad, y vive siempre inmersa en su tiempo, siempre renovada y joven, precisamente porque no deja nunca de mirar hacia su origen para reencontrar, en su historia primera, los cimientos perennes de su fe, los motivos de su esperanza y las razones de su amor.
También la Patria ha de leer constantemente su itinerario histórico en sus actas de fundación. La Patria –ninguna patria y Panamá menos que ninguna-, la Patria no nace del vacío o del acaso.
La Patria se constituye en el momento en que un grupo de hombres que habitan físicamente un determinado territorio, reconocen como suyo un mismo patrimonio de sangre y cultura, entran en comunión de tarea y destino. La Patria no nace por un accidente geográfico o por un operativo bélico.
La Patria nace en la comunión, profundamente humana, en valores que exigen deponer innatos egoísmos y merecen el sacrificio de la vida. El territorio será sólo el ámbito físico de esta comunión en el espíritu, y la gesta militar el instrumento, alguna vez necesario, para resguardar eficazmente este patrimonio de sangre y cultura.
Por eso es que una patria no puede echarse a andar indiferentemente por cualquier camino. La patria no se inventa, sólo se redescubre y revitaliza, y siempre en la fidelidad a su patrimonio de origen.
Cuando una nación que es patria busca su sendero fuera de su tradición, su apostasía deriva fatalmente en anarquía y disolución.
La patria no se inventa ni se trasplanta, porque es fundamentalmente alma, alma colectiva, alma de un pueblo, consenso y comunión de espíritus que no se puede violentar ni torcer, ni tampoco crear por voluntad de unos pocos.
De aquí fluye, con imperativa claridad, nuestra más urgente tarea: reencontrar el consenso; más que eso, consolidar la comunión en aquellos valores espirituales que crearon la patria en su origen.
La historia demuestra –y seguirá demostrando- que sólo en esta fidelidad es fecunda la esperanza.
Los pueblos que enajenan su tradición y por manía imitativa, violencia impositiva o imperdonable negligencia o apatía toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con su fisonomía espiritual, su consistencia moral y finalmente su independencia ideológica, económica y política.
Pero Panamá tiene su alma. Por eso estamos en esta hora de acción de gracias por una herencia que nos enaltece, y nos estremece también la esperanza. Panamá quiere seguir siendo Panamá.
En este día no podemos eludir la interrogante: ¿cuáles son los valores que constituyen nuestra patria?
Por eso muy acertado fue los que escribió el psicólogo Gerardo Antonio Guerrel, en noviembre de 2005, la frase una de las canciones del panameño Rubén Blades (hoy Ministro de Turismo). Patria son tantas cosas…
"Con orgullo escuchamos frases como: "soy de la tierra del sombrero pintado...", "100% chiricano, meto!, "soy oriundo de la heroica Villa de Los Santos...", "soy de la tierra del manito ocueño...", soy de Chitré la ciudad que crece sola ..o "la tierra del chicheme y el bollo preña'o"; en resumidas cuentas, "somos panameños".
Está claro que existen características que identifican a las personas de acuerdo, a la tierra dónde nacieron. Sin embargo, además de los elementos que caracterizan a una región, sus costumbres, cultura y tradiciones; existen las influencias que intervienen en la conformación de un comportamiento individual y de grupo.
Por eso al celebrar las fiestas patrias, hemos de preguntarnos ¿qué significa celebrar estas fiestas?, ¿desfiles?, ¿días libres?, entre otras cosas.
Qué gran oportunidad nos ofrecen estas fiestas para que todos consideremos esta tierra como nuestra; y que participemos, en cualquier acción personal o de grupo que intente mejorar nuestra situación actual para que cuando caminemos por las calles de nuestras comunidades, podamos decir: "hay cosas que han cambiado...", "hay cosas que no han cambiado", pero lo más importante es que podamos decir: "hay cosas que he ayudado a cambiar para mejorar..."; es decir, que dimos nuestro aporte, que cumplimos con aportar algo de lo que hemos aprendido, sin olvidar quiénes y de dónde venimos, hemos cumplido con nuestra patria.
Queridos hermanos: Hay tantas cosas buenas en este pequeño "gran" país. En definitiva, estamos viviendo una etapas difíciles de nuestra vida republicana, pero recordemos cuántas épocas buenas también hemos vivido a lo largo de nuestra historia. No obstante, si la actitud, conductas y comportamientos son negativos, las cosas aún se pueden ver mucho más difíciles... A veces somos especialistas en ver las cosas negativas y las magnificamos, y por el contrario las cosas buenas las minimizamos que casi las hacemos imperceptibles...
En verdad, hay tantas cosas buenas y tantas personas que hacen su mejor esfuerzo cada día que amanece... Quiénes no hemos tenido la experiencia cada vez que llegamos a nuestras comunidades campesinas, hay algo que hace que nuestras "baterías" se recarguen y es que ese campesino humilde, que a pesar de sus problemas (pobreza ), te saluda y no sólo con un simple "Buenas...", sino con un "Buenas Tardes...", con un apretón de manos, esas manos rústicas que trabajan la tierra y además te pregunta: "...¿Cómo le ha ido?, ¡Qué's de la familia?. Sé que en muchas partes de nuestro país hay gente buena y trabajadora, que no tiene "agendas ocultas", que cree en la vida y en que las cosas pueden ser mejores, si todos y todas aportamos nuestra parte..., eso es hacer patria.
Ojalá que en estos días recordemos con agrado las cosas buenas, lindas y maravillosas de nuestra patria, que cada uno de los panameños recordemos nuestra tierra que nos vio nacer, no para ser regionalistas sino para que con base en nuestras raíces sumemos nuestro interés, sin importar si soy coclesano, santeño, herrerano o chiricano, colonense, bocatoreño, darienita - en procurar el bienestar, desarrollo y progreso de nuestro país.
Hoy por hoy, el encontrar las cosas que tenemos en común y que nos hacen ser mejores, tiene un valor fundamental frente a tantas situaciones y hechos impactantes que han sucedido en nuestro país y el mundo.
Ojalá que las encuestas y los medios que las publican, a parte de informarnos de la percepción que tenemos de ciertos temas económicos, políticos, culturales; también nos permitiesen conocer cuánto sabemos de nuestra identidad, de porqué nos comportamos como panameños de cierta manera, de nuestra historia que marca pautas generacionales.
Sé que las opciones y canales a veces para hacer mejor las cosas son complejas y a veces parecen inaccesibles, pero qué bueno sería que las autoridades y habitantes de nuestras comunidades hicieran una encuesta, casa por casa, no preguntando quién ganaría de "ser hoy las elecciones", sino ¿qué está haciendo o hará ud. para mejorar la comunidad donde vivimos?
Nosotros, los panameños y panameñas, que celebramos las fiestas patrias, ¡Felicitaciones!, porque las páginas de la historia siguen escribiéndose, pues tenemos un país que a pesar de las dificultades y problemas, a los cuales todos y todas estamos llamados a solucionar; también tenemos grandes oportunidades. Ojalá que explotemos al máximo dichas oportunidades y podamos ser más comprometidos en hacer mejor las cosas, cada día que pasa, pues: "Patria, son tantas cosas bellas...".
Que con la ayuda de Santa María la Antigua, que ha acompañado el caminar de nuestro pueblo, podamos ser dóciles a la acción del Espíritu y así unidos en la verdad, hagamos realidad, una patria libre de divisiones, y de intereses sectarios; y que podamos entonar siempre en paz y armonía el canto de alabanza que nos recuerda el coro de nuestro himno nacional: "Alcanzamos por fin la victoria/En el campo feliz de la unión;/Con ardientes fulgores de gloria/Se ilumina la nueva nación".
Mons. José Domingo Ulloa, o.s.a.
Obispo Auxiliar
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2007-11-04
A tiro de piedra
Mi patria, Panamá
Llegó noviembre y me siento orgulloso de ser panameño. Soy de aquellos que recibió de sus mayores la enseñanza que hay dos cosas importantes en la vida: Dios y la Patria, y en cada una el propio ser y la familia. Soy uno de esos que vestían con ropa nueva para ver el desfile del 3 de Noviembre, y para la Navidad, porque eran acontecimientos importantes y el sacrificio que se hiciera, bien lo valía.
Soy, también, de esos panameños que se sienten orgullosos cuando su bandera ondea, que se enoja hasta los tuétanos cuando la irrespetan, y que no olvida al abuelo que marchaba con los Soldados de Coto y el Cuerpo de Bomberos. Soy de los panameños que siente orgullo cuando canta el himno a voz en cuello, cuando viste una camisilla típica y un sombrero “pintao”, cuando baila un tamborito, o cuando recita la poesía Patria o escucha las marchas Panamá y Canto a la Bandera. Me siento panameño en todo: en la fe en Dios, en la historia, en los triunfos, y en la lucha por hacer mejor nuestra vida y nuestra tierra.
Ese sentimiento y esa emoción me hicieron escribir unos versos, hace algunos años, que ahora quiero compartir con quienes me leen. Dicen así:
Al mes de Noviembre.
No soy yo quien te ha elegido/ para celebrar en ti/ la Patria, el Niño, los muertos/ y la tierra en que nací.
Te eligió desde lo alto/ aquel que reina en los cielos/ Mes de Noviembre que llevas/ de la Patria los recuerdos.
En la bandera cobijas/ de sus hijos los anhelos/ al igual que el Primer Grito/ que desde Los Santos dieron.
Noviembre, Mes de la Patria/ hoy te quiero saludar/ desde el fondo de mi alma/ con un verso y un cantar.
Como es noviembre, le daré una tregua a los buseros con ansias de diputados.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-04
Editorial
Noviembre patrio
Empezamos el mes de la Patria con mucho entusiasmo y emoción, sin saber, a ciencia cierta, cuánto fervor o cuánto auténtico civismo por nuestra nación aún queda entre nosotros. Coloridos uniformes, resonar de tambores, sonido estridente de cornetas, y el compás de las bandas de música de algunos colegios que todavía cultivan entre sus alumnos la edificante habilidad musical.
Noviembre patrio nos recuerda a Dios, protector de la nación, al inaugurarse con la solemnidad de Todos los Santos. Nos recuerda a los difuntos, que como padres, madres, próceres, mártires, y ciudadanos y ciudadanas, supieron asumir con heroísmo la misión de construir y preservar la Patria, según el papel que le correspondió desempeñar en su vida personal, familiar, y colectiva. Nos recuerda lo que cada hombre y mujer de Panamá es, en el presente, en pensamiento, conciencia, trabajo, y fe.
La Patria nos reta hoy a pensarla, a interrogarnos acerca de lo que es para nosotros, a reflexionar sobre el esfuerzo cotidiano que le aporta a su progreso y edificación. El acontecimiento nos invita a hacer un alto en nuestras recriminaciones, nuestras frustraciones, nuestros odios y rencores contra el vecino, el adversario, el que protesta, o el que gobierna. Dejar de lado todo esto, por un día, ni daña ni cambia lo que somos.
Busquemos con sinceridad y honestidad vivir la Patria desde ella misma, sin renunciar a nuestra fe, nuestras creencias o nuestras ideas. Vivámosla comprendiendo al otro, practicando la tolerancia y la fraternidad. Vivámosla en el profundo sentido de los acontecimientos que le dieron vida, en cada día de noviembre que rendimos loor a la Patria. Sólo así podremos volver a descubrir, muy dentro de nosotros, el fervor, el civismo, y el patriotismo que hoy están ausentes en muchos de los corazones de sus hijos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-04
El Ojo del Profeta
Paisano mío panameño
Somos un pueblo sencillo y hospitalario, alegre y confiado, que muchas veces vive de emociones y de su estado de ánimo. Dentro del mismo pueblo conviven grupos étnicos y grupos sociales que le dan color al mosaico multicultural que lo conforma, conjugando virtudes, dichas y desencantos.
Nuestro pueblo, con el paisano mío panameño que llevamos dentro, busca y no encuentra; trabaja y no ve el fruto. Nuestro pueblo es un pueblo de esperanza en Dios, bajo su fe; y de esperanza en la suerte y el azar, desde su ser carnal. Es el que hoy dice que sí, y mañana dice que no; el que dice sí, cuando quiere decir no; y dice no, cuando quiere decir que sí.
El panameño es un pueblo con una mina de diamantes oculta, que espera por el minero que los saque de la tierra, y por el artesano que con destreza e imaginación le dé el valor codiciado que solamente puede tener una joya con respecto al diamante en bruto.
Al conmemorar el Mes de la Patria, reflexionemos sobre nuestra vocación como pueblo y como nación. Dios mismo se eligió un pueblo, para prepararnos el camino de salvación como humanidad, y es el ejemplo que hemos de seguir para encontrarnos como el Panamá Patria; el Panamá Pueblo; y el Panamá Nación.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-10-28
La Voz del Pastor
La curación completa y radical es la «salvación»
(ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI el domingo 14 de octubre al rezar la oración mariana del Ángelus.
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este domingo presenta a Jesús curando a diez leprosos, de los cuales sólo uno, samaritano y por tanto extranjero, vuelve para darle las gracias (Cf. Lucas 17, 11-19). El Señor le dice: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado» (Lucas 17, 19).
Este pasaje evangélico nos invita a una reflexión doble. Ante todo, hace pensar en dos niveles de curación: uno más superficial, afecta al cuerpo; el otro, más profundo, a lo íntimo de la persona, lo que la Biblia llama el «corazón», y de ahí se irradia a toda la existencia. La curación completa y radical es la «salvación». El mismo lenguaje común, al distinguir entre «salud» y «salvación», nos ayuda a comprender que la salvación es mucho más que la salud: es, de hecho, una vida nueva, plena, definitiva. Además, aquí Jesús, como en otras circunstancias, pronuncia la expresión: «tu fe te ha salvado». La fe salva al hombre, restableciéndole en su relación profunda con Dios, consigo mismo y con los demás; y la fe se expresa con el reconocimiento. Quien, como el samaritano curado, sabe dar las gracias, demuestra que no lo considera todo como algo que se le debe, sino como un don que, aunque llegue a través de los hombres o de la naturaleza, en última instancia proviene de Dios. La fe comporta, entonces, la apertura del hombre a la gracia del Señor; reconocer que todo es don, todo es gracia. ¡Qué tesoro se esconde en una pequeña palabra: «gracias»!
Jesús cura diez enfermos de lepra, enfermedad que entonces era considerada como una «impureza contagiosa», que exigía un rito de purificación (Cf. Levítico 14,1–37). En realidad, la lepra que realmente desfigura al hombre y a la sociedad es el pecado. El orgullo y el egoísmo engendran en el espíritu indiferencia, odio y violencia. Sólo Dios, que es Amor, puede curar esta lepra del espíritu, que desfigura el rostro de la humanidad. Al abrir el corazón a Dios, la persona que se convierte es sanada interiormente del mal.
«Convertíos y creed en el Evangelio» (Cf. Marcos 1,15). Jesús hizo esta invitación al inicio de su vida pública, que sigue resonando en la Iglesia, hasta el punto de que incluso la Virgen Santísima en sus apariciones, especialmente en los últimos tiempos, siempre ha renovado este llamamiento.
Hoy pensamos en particular en Fátima, donde, precisamente hace 90 años, del 13 de mayo al 13 de octubre de 1917, la Virgen se apareció a los tres pastorcillos: Lucía, Jacinta y Francisco. Gracias a la conexión televisiva, quisiera hacerme espiritualmente presente en ese Santuario mariano, donde el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, ha presidido en mi nombre las celebraciones conclusivas de un aniversario tan significativo.
Le saludo cordialmente, así como a los demás cardenales, a los obispos presentes, a los sacerdotes que trabajan en el santuario y a los peregrinos venidos de todas las partes del mundo con este motivo. Pedimos a la Virgen el don de una conversión de todos los cristianos, para que se anuncie y testimonie con coherencia y fidelidad el perenne mensaje evangélico, que indica a la humanidad el camino de la auténtica paz.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, especialmente al grupo de la Parroquia San Felipe Neri, de Orizaba, México. Que el gozo por la salvación, que el Señor ha traído al mundo, inunde los corazones y los hogares y nos lleve a darle gracias incesantemente por este don inigualable. Feliz domingo.
[En italiano, añadió:]
Siguen llegando diariamente de Irak graves noticias de atentados y violencia, que sacuden la conciencia de quienes llevan en su corazón el bien de ese país y la paz de la región. Entre éstas, me ha llegado hoy la noticia del secuestro de dos buenos sacerdotes de la archidiócesis siro-católica de Mosul, amenazados de muerte. Hago un llamamiento a los secuestradores para que dejen en libertad cuanto antes a los dos religiosos y, repitiendo una vez más que la violencia no resuelve las tensiones, elevo al Señor una sentida oración por su liberación, por quienes sufren violencia y por la paz.
S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma
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2007-10-28
A tiro de piedra
Las casas del Casco Viejo
Es un entorno de singular belleza y bordeado por las aguas del Pacífico, en el que se conjugan los estilos colonial y modernista, con algunas formas arquitectónicas de las escuelas italiana, americana, y del siglo veinte. Balcones llamativos y hermosas fachadas deslucidas por el deterioro y el descuido, forman parte del paisaje que exige del observador el ejercicio escrutador de la mirada.
Con el intento de aumentar su valor, declarado hace unos años como patrimonio histórico y cultural de la humanidad, el barrio ha experimentado la compra de propiedades, tanto para la especulación como para la restauración. El intento fallido de algunos por comerciar con sus edificios, mantiene en ruinas lo que un día adquirieron para ganar dinero, al no poder transformar las fachadas a su antojo. Otras edificaciones se derrumban, por quedar sus estructuras a la intemperie, o por el debilitamiento de ellas a causa de las vibraciones que se producen al instalar las fundaciones de las contiguas.
Las casas del Casco Viejo corren peligro por la erosión y la falta de experiencia al reconstruir su interior con técnicas de construcción distintas o incompatibles con las originales. Mucho tiempo han estado sin recibir el cuidado y el mantenimiento adecuado, como consecuencia de la política de vivienda oficial, que en la práctica impedía el aumento del canon de arrendamiento, y facilitaba a los inquilinos que permanecieran ocupándolas con una morosidad alta que a la postre provocaba su deterioro y condena por parte de las autoridades. A pesar de declarárseles inhabitables, las casas eran reparadas con materiales de baja calidad, se alteraba su diseño y distribución interior, y se permitía su ocupación bajo un régimen comunal que poco hacía por su conservación y cuidado.
Ahora el barrio es forzado a ser restaurado bajo el concepto de desalojo y remodelación, que reclama una fuerte inversión de dinero por parte del propietario, y hace inalcanzable la adquisición de los nuevos apartamentos para los antiguos inquilinos o la población de nivel socioeconómico medio bajo que solía habitar el barrio. De haber seguido su proceso natural de revaloración como bienes raíces, las propiedades habrían evolucionado de una manera ordenada hacia distintos tipos de edificio, que podrían albergar, como era antes, a personas de diversos estratos socioeconómicos. De haber sido así, la zona sería rica en diversidad y conservaría su identidad multicultural, libre de la característica excluyente y monosectorial que ya se anticipa.
San Felipe, y las áreas de El Chorrillo y Santa Ana que se encuentran dentro de los límites del Casco Viejo, sufrirá su transformación con el tiempo. La mayoría de sus casas conservará su fachada, pero el barrio perderá la riqueza cultural forjada durante siglos. Será, pero en un nuevo contexto, la división de los de afuera y los de adentro. ¡Qué lástima!
Y recuerde: Ni un busero más como diputado.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-10-28
Editorial
Noche de brujas
Lo que parece ser un juego inocente y sin consecuencias para la fe, puede convertirse en algo que riñe con la práctica cristiana. Nos referimos a la celebración de la noche de brujas, o halloween, que desde hace un cuarto de siglo se ha entronizado marcadamente en el país, especialmente en el área metropolitana.
El sentido de esa fiesta pagana y extraña a nuestra cultura, está en la exaltación del poder de las tinieblas, que se expresa en la personificación de seres de ultratumba, demoníacos, y algunos personajes del cine de terror, que poco o nada tienen de dignos de imitar.
Ya sea por acción u omisión, el pecado de la herejía y la blasfemia está latente en todo aquel cristiano que acepta la práctica de celebrar la noche de brujas. No podemos estar con Dios cuando, aunque sea en broma, incurrimos en la exaltación y personificación del poder de las tinieblas.
No por casualidad la noche de brujas tiene su contraparte en la Solemnidad de Todos los Santos, que celebramos al día siguiente del aquelarre de la noche anterior. Cristianamente, es lo que debemos celebrar: la asamblea de los santos que alaba a Dios, y que constituye la multitud inconmensurable vestida de blanco que se parará ante la presencia del Señor, para cantar a una voz: Santo, santo, santo.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-10-28
El Ojo del Profeta
¿Dónde quedó la fe?
Transcurrida una semana de la peregrinación a Portobelo, nos preguntamos ¿dónde quedó la fe? Miles acudieron en busca de un milagro o a agradecerlo, con el respeto y la confianza puestos en el santo Cristo Nazareno, que toma entre sus sangrientas manos paternales el corazón contrito de los feligreses. Cada una de esas personas le presentó su angustia, su cansancio, su agobio, a Aquel que puede hacer nuevas todas las cosas y cambiar sus corazones.
A semejanza de los 10 leprosos, muchas veces acudimos al Señor para que nos limpie de nuestros pecados y nos libre de todo mal; pero una vez obtenida la gracia, nos marchamos a hacer nuestra vida cotidiana y a retomar el curso de nuestras vidas, sin que la mayoría se acuerde de volver para alabar y dar gracias a Dios. Cuántas otras veces hemos leído o escuchado la Palabra de Dios, sin comprenderla; solo repitiéndola o recitándola por costumbre o práctica ritual, como el etíope que encontró Felipe al bajar de Jerusalén.
Ya sea al salir de la Misa, o al volver de la peregrinación o un acto religioso, hemos de acordarnos de alzar la vista a Dios, y volvernos a él, alabándolo con toda nuestra fuerza, nuestra mente, y nuestro corazón. Si así lo hacemos, en la misma medida sabremos dónde quedó nuestra fe.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-10-21
La Voz del Pastor
“Una mujer fuerte”
El pasado siete de octubre, en la comunidad santeña de El Pedregoso, celebramos el funeral y entierro de la señora Francisca Medina González, madre de nuestro hermano agustino recoleto y misionero en Kankintú, Ño Kribo, comarca de los pueblos Ngöbe y Buglé, fray José Tomás González Medina. En el momento oportuno de la celebración, se adelantó una muchacha de la comunidad e hizo de la difunta este elogio que, para ejemplo de todos, reproducimos aquí.
“La señora Francisca Medina González, conocida por todos como “Chica Medina”, había nacido el 4 de junio de 1930, en Santa Marta de Las Tablas, hija de José Medina y Secundina González. Se unió en matrimonio con Alejandro González Barrios, del cual procrearon seis hijos: Catalina González Medina, Máxima González Medina, José Nicolás González Medina, José Manuel González Medina, José Tomás González Medina y Alejandro González Medina. Estos hijos le dieron once nietos y una biznieta.
A los treinta y un año quedó viuda, con cinco hijos y tres meses de embarazo del más pequeño. La señora Francisca Medina enfrentó la vida como viuda con entereza y coraje, trabajando la tierra para darles sustento, educación y vida digna a sus seis hijos. Durante toda su vida ha sido reconocida como mujer trabajadora, midiéndose en las labores del campo como cualquier hombre.
Fue además mujer de oración y de Iglesia; rezadora en velorios de funerales y entierros, educó a sus hijos en la fe cristiana y católica. Trabajos que ha bendecido el Señor, regalándole la vocación religiosa y sacerdotal a uno de sus hijos, el padre José Tomás González, misionero agustino recoleto, que lleva diecisiete años trabajando entre los indígenas de la comarca de los pueblos ngöbe y buglé, en la comunidad de Kankintú.
La señora Francisca Medina compartió su vida, uniéndose en segundas nupcias en santo matrimonio al señor Fidel Cedeño, al que acompañó durante más de veinte años, sin que ninguno de los dos pertubara la vida del otro, y hoy los dos descansan en la paz del Señor, acogidos por la misma tierra que los vio nacer.
La señora Francisca Medina deja hoy un legado importante para todos. Para la comunidad: por haber sido una señora ejemplar en el trabajo, en el sacrificio y en la lucha constante por la vida, una gran amiga, una vecina modelo, de una fe inquebrantable, manifestada en su caridad para con todos, y haber sido reconocida como rezadora, en los momentos fuertes de la vida cristiana de la comunidad.
Para sus hijos: le ha dejado una herencia material, que recibió, cuidó, mantuvo y acrecentó en los últimos años. Y, sobre todo, un legado espiritual , de fe sólida, de solidaridad cristiana, de ejemplo de trabajo y atención a todos, que es el más importante.
Hoy damos gracias al Dios de la vida, por habernos regalado una persona como la señora Francisca Medina, con tan especial don de gente y con tan gran espíritu de sacrificio. Y todos nos unimos en la misma oración: concédele, Señor, el perdón de las faltas que por la fragilidad humana haya podido cometer y recompénsala con los dones de una tarde sin ocaso y de la vida sin final junto a ti. Descanse en la paz del Señor nuestra querida Francisca “Chica” Medina. Amén.
Hasta El Pedregoso de Las Tablas nos desplazamos fray Jesús Miguéliz G., o.a.r., vicario provincial, desde Panamá; fray Roberto Cirauqui A., o.a.r., superior religioso de la misión y este servidor, fray José Agustín Ganuza, o.a.r., prelado de Bocas del Toro, desde Changuinola, para acompañar a nuestro hermano fray José Tomás González M., o.a.r., a sus hermanos y a la comunidad cristiana de El Pedregoso, en esos momentos de dolor, de fe y de esperanza.
Con el sacerdote de la parroquia de Las Tablas, responsable de la atención pastoral de este sector, celebramos la Pascua del Señor en esta bautizada, Francisca “Chica” Medina. Le dimos nuestro último adiós y la entregamos al abrazo de la madre tierra que la vio nacer, y en la que, acompañada por el recuerdo y la veneración de todos los suyos, espera la resurrección de la carne.
Mons. José Agustín Ganuza, o.a.r.
Prelado de Bocas del Toro
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