2007-11-25
La Voz del Pastor
Día Mundial del VIH/SIDA
Cercano ya el tiempo de Adviento, iniciamos nuestro tiempo de espera. Por eso al conmemorar el Día Mundial del SIDA (1ro de diciembre), - elegido éste en que fue diagnosticado el primer caso de SIDA en 1981. - hemos de sentirnos unidos a todas las personas del mundo que están en espera de una vacuna, una cura, una palabra de ánimo y una distribución juiciosa de medicina y del cuidado de la salud.
Desde que se dio el primer caso, el SIDA ha matado más de 25 millones de personas en todo el mundo, haciéndola una de las epidemias más destructivas de la historia. A pesar de que existe un mayor acceso y se ha mejorado el tratamiento antiretroviral y el cuidado en muchas regiones del mundo, la epidemia costó aproximadamente 3,1 millones (entre 2,8 y 3,6 millones) de vidas en el 2005, de las cuales, más de medio millón (570.000) eran niños.
En los rostros de las personas con VIH y SIDA, hemos de ver el rostro de Cristo, pues el dolor, las ansiedades y el sufrimiento de las personas que viven con VIH/SIDA, las preocupaciones y las inquietudes de sus familias y amistades: estas incertidumbres y temores pertenecen también al Cuerpo de Cristo.
Esta celebración nos da la oportunidad en primer lugar el que reconozcamos nuestras limitaciones para asumirla; sin embargo, no podemos dejar de sentirnos fuertemente interpelados frente a este gran desafío pastoral que nos urge a hacer uso de la “fantasía de la caridad” para evitar que el SIDA siga cobrando mayor número de víctimas.
La Iglesia, continuadora de esta misión de amor, hace llegar su solidaridad y acompañamiento a todos nuestros hermanos que sufren esta enfermedad y a sus familiares. Pero también, es nuestro deseo invitar a toda la sociedad a reflexionar dónde se encuentra la raíz de todo el problema.
El SIDA es un problema social puesto que aflige a los jóvenes, especialmente a los de edad comprendida entre los 20 y 40 años, hombres y mujeres.
El SIDA es un problema económico porque los más afectados componen la población económicamente activa, que son obligados a ausentarse del trabajo por la enfermedad, generando en el núcleo familiar una situación económica muy precaria.
El SIDA es un problema pastoral, ético y moral, por lo que implica fuertemente a la Iglesia, a los Pastores, a los religiosos, religiosas y a todos los cristianos en general. Por lo tanto, nos encontramos frente a:
Un cambio radical en la estructura familiar por el creciente número de “dependientes” padre y/o madre, quienes deberían proveer las necesidades de sus hijos, porque pierden sus trabajos.
Un creciente número de huérfanos y de niños infectados.
Un creciente número de inhábiles o personas con capacidades productivas limitadas.
Una creciente demanda sanitaria para el diagnóstico, tratamiento y cura de los enfermos de SIDA.
Por eso la solidaridad ha de ser la verdadera arma de prevención. Solidaridad, que no es sólo un profundo deber moral, sino también una objetiva necesidad para contrarrestar la difusión del SIDA tanto con el enfermo como con la familia. Esto nos ha de llevar a la vivencia de una sexualidad responsable.
La familia contribuye, junto con otros factores, a hacer que los jóvenes desarrollen su responsabilidad, a fin de hacerse miembros creadores, productivos y responsables de la sociedad. Una familia cristiana produce personas con temor de Dios y fieles miembros de la Iglesia.
La Pastoral de VIH/SIDA es una Pastoral de la Esperanza que no consiste en hacer creer al enfermo que, a pesar de todo, es posible una curación; o en decirle que este servicio pastoral es un gran “remedio prodigioso”; ni minimizar su situación actual ni prometerle sólo la salvación fuera de la muerte. Los enfermos de SIDA, tienen una necesidad imprescindible de verdad y claridad. Por eso han de encontrar en nosotros a personas sinceras y honestas con quien hablar de la realidad que tanto los humilla y que no nos limitemos a una simple consolación de poco valor. Necesitan conocer al Jesús misericordioso que los ama y acompaña con su gracia y su fuerza, por medio de su palabra y de los sacramentos.
El acompañar no es tarea fácil. La persona con VIH/SIDA necesita un fiel acompañante ante la resignación, la angustia, la depresión y el miedo a la muerte. Reconocemos la complejidad de este trabajo pastoral y de las múltiples dificultades que encontraremos en relación a la Pastoral de SIDA.
Animamos a los agentes pastorales que vienen trabajando a favor de los enfermos del VIH/SIDA y a las Organizaciones de la Sociedad Civil que desarrollan sus actividades a favor de la prevención y sensibilización de esta problemática, desde la perspectiva cristiana de respeto a la dignidad de la persona humana, para que sigan siendo los 'buenos samaritanos' y los 'apóstoles de la misericordia'.
Mons José Domingo Ulloa, o.s.a.
Obispo Auxiliar
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La Voz del Pastor
Día Mundial del VIH/SIDA
Cercano ya el tiempo de Adviento, iniciamos nuestro tiempo de espera. Por eso al conmemorar el Día Mundial del SIDA (1ro de diciembre), - elegido éste en que fue diagnosticado el primer caso de SIDA en 1981. - hemos de sentirnos unidos a todas las personas del mundo que están en espera de una vacuna, una cura, una palabra de ánimo y una distribución juiciosa de medicina y del cuidado de la salud.
Desde que se dio el primer caso, el SIDA ha matado más de 25 millones de personas en todo el mundo, haciéndola una de las epidemias más destructivas de la historia. A pesar de que existe un mayor acceso y se ha mejorado el tratamiento antiretroviral y el cuidado en muchas regiones del mundo, la epidemia costó aproximadamente 3,1 millones (entre 2,8 y 3,6 millones) de vidas en el 2005, de las cuales, más de medio millón (570.000) eran niños.
En los rostros de las personas con VIH y SIDA, hemos de ver el rostro de Cristo, pues el dolor, las ansiedades y el sufrimiento de las personas que viven con VIH/SIDA, las preocupaciones y las inquietudes de sus familias y amistades: estas incertidumbres y temores pertenecen también al Cuerpo de Cristo.
Esta celebración nos da la oportunidad en primer lugar el que reconozcamos nuestras limitaciones para asumirla; sin embargo, no podemos dejar de sentirnos fuertemente interpelados frente a este gran desafío pastoral que nos urge a hacer uso de la “fantasía de la caridad” para evitar que el SIDA siga cobrando mayor número de víctimas.
La Iglesia, continuadora de esta misión de amor, hace llegar su solidaridad y acompañamiento a todos nuestros hermanos que sufren esta enfermedad y a sus familiares. Pero también, es nuestro deseo invitar a toda la sociedad a reflexionar dónde se encuentra la raíz de todo el problema.
El SIDA es un problema social puesto que aflige a los jóvenes, especialmente a los de edad comprendida entre los 20 y 40 años, hombres y mujeres.
El SIDA es un problema económico porque los más afectados componen la población económicamente activa, que son obligados a ausentarse del trabajo por la enfermedad, generando en el núcleo familiar una situación económica muy precaria.
El SIDA es un problema pastoral, ético y moral, por lo que implica fuertemente a la Iglesia, a los Pastores, a los religiosos, religiosas y a todos los cristianos en general. Por lo tanto, nos encontramos frente a:
Un cambio radical en la estructura familiar por el creciente número de “dependientes” padre y/o madre, quienes deberían proveer las necesidades de sus hijos, porque pierden sus trabajos.
Un creciente número de huérfanos y de niños infectados.
Un creciente número de inhábiles o personas con capacidades productivas limitadas.
Una creciente demanda sanitaria para el diagnóstico, tratamiento y cura de los enfermos de SIDA.
Por eso la solidaridad ha de ser la verdadera arma de prevención. Solidaridad, que no es sólo un profundo deber moral, sino también una objetiva necesidad para contrarrestar la difusión del SIDA tanto con el enfermo como con la familia. Esto nos ha de llevar a la vivencia de una sexualidad responsable.
La familia contribuye, junto con otros factores, a hacer que los jóvenes desarrollen su responsabilidad, a fin de hacerse miembros creadores, productivos y responsables de la sociedad. Una familia cristiana produce personas con temor de Dios y fieles miembros de la Iglesia.
La Pastoral de VIH/SIDA es una Pastoral de la Esperanza que no consiste en hacer creer al enfermo que, a pesar de todo, es posible una curación; o en decirle que este servicio pastoral es un gran “remedio prodigioso”; ni minimizar su situación actual ni prometerle sólo la salvación fuera de la muerte. Los enfermos de SIDA, tienen una necesidad imprescindible de verdad y claridad. Por eso han de encontrar en nosotros a personas sinceras y honestas con quien hablar de la realidad que tanto los humilla y que no nos limitemos a una simple consolación de poco valor. Necesitan conocer al Jesús misericordioso que los ama y acompaña con su gracia y su fuerza, por medio de su palabra y de los sacramentos.
El acompañar no es tarea fácil. La persona con VIH/SIDA necesita un fiel acompañante ante la resignación, la angustia, la depresión y el miedo a la muerte. Reconocemos la complejidad de este trabajo pastoral y de las múltiples dificultades que encontraremos en relación a la Pastoral de SIDA.
Animamos a los agentes pastorales que vienen trabajando a favor de los enfermos del VIH/SIDA y a las Organizaciones de la Sociedad Civil que desarrollan sus actividades a favor de la prevención y sensibilización de esta problemática, desde la perspectiva cristiana de respeto a la dignidad de la persona humana, para que sigan siendo los 'buenos samaritanos' y los 'apóstoles de la misericordia'.
Mons José Domingo Ulloa, o.s.a.
Obispo Auxiliar
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