lunes, 31 de marzo de 2008

Mensaje de Benedicto XVI: Pascua 2008

2008-03-30
La Voz del Pastor
Mensaje de Benedicto XVI: Pascua 2008

Mensaje de Pascua que pronunció Benedicto XVI a mediodía del domingo de Resurrección, 23 de Marzo de 2008, en la plaza de San Pedro
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«He resucitado, estoy siempre contigo».


Resurrexi, et adhuc tecum sum. Alleluia! He resucitado, estoy siempre contigo. ¡Aleluya! Queridos hermanos y hermanas, Jesús, crucificado y resucitado, nos repite hoy este anuncio gozoso: es el anuncio pascual. Acojámoslo con íntimo asombro y gratitud.

"Resurrexi et adhuc tecum sum". "He resucitado y aún y siempre estoy contigo". Estas palabras, entresacadas de una antigua versión del Salmo 138 (v.18b), resuenan al comienzo de la Santa Misa de hoy. En ellas, al surgir el sol de la Pascua, la Iglesia reconoce la voz misma de Jesús que, resucitando de la muerte, colmado de felicidad y amor, se dirige al Padre y exclama: Padre mío, ¡heme aquí! He resucitado, todavía estoy contigo y lo estaré siempre; tu Espíritu no me ha abandonado nunca. Así también podemos comprender de modo nuevo otras expresiones del Salmo: "Si escalo al cielo, allí estás tú, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro... Porque ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día; para ti las tinieblas son como luz" (Sal 138, 8.12). Es verdad: en la solemne vigilia de Pascua las tinieblas se convierten en luz, la noche cede el paso al día que no conoce ocaso. La muerte y resurrección del Verbo de Dios encarnado es un acontecimiento de amor insuperable, es la victoria del Amor que nos ha liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte. Ha cambiado el curso de la historia, infundiendo un indeleble y renovado sentido y valor a la vida del hombre.

"He resucitado y estoy aún y siempre contigo". Estas palabras nos invitan a contemplar a Cristo resucitado, haciendo resonar en nuestro corazón su voz. Con su sacrificio redentor Jesús de Nazaret nos ha hecho hijos adoptivos de Dios, de modo que ahora podemos introducirnos también nosotros en el diálogo misterioso entre Él y el Padre. Viene a la mente lo que un día dijo a sus oyentes: "Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27). En esta perspectiva, advertimos que la afirmación dirigida hoy por Jesús resucitado al Padre, - "Estoy aún y siempre contigo" - nos concierne también a nosotros, que somos hijos de Dios y coherederos con Cristo, si realmente participamos en sus sufrimientos para participar en su gloria (cf. Rm 8,17). Gracias a la muerte y resurrección de Cristo, también nosotros resucitamos hoy a la vida nueva, y uniendo nuestra voz a la suya proclamamos nuestro deseo de permanecer para siempre con Dios, nuestro Padre infinitamente bueno y misericordioso.

Entramos así en la profundidad del misterio pascual. El acontecimiento sorprendente de la resurrección de Jesús es esencialmente un acontecimiento de amor: amor del Padre que entrega al Hijo para la salvación del mundo; amor del Hijo que se abandona en la voluntad del Padre por todos nosotros; amor del Espíritu que resucita a Jesús de entre los muertos con su cuerpo transfigurado. Y todavía más: amor del Padre que "vuelve a abrazar" al Hijo envolviéndolo en su gloria; amor del Hijo que con la fuerza del Espíritu vuelve al Padre revestido de nuestra humanidad transfigurada. Esta solemnidad, que nos hace revivir la experiencia absoluta y única de la resurrección de Jesús, es un llamamiento a convertirnos al Amor; una invitación a vivir rechazando el odio y el egoísmo y a seguir dócilmente las huellas del Cordero inmolado por nuestra salvación, a imitar al Redentor "manso y humilde de corazón", que es descanso para nuestras almas (cf. Mt 11,29).

Hermanas y hermanos cristianos de todos los rincones del mundo, hombres y mujeres de espíritu sinceramente abierto a la verdad: que nadie cierre el corazón a la omnipotencia de este amor redentor. Jesucristo ha muerto y resucitado por todos: ¡Él es nuestra esperanza! Esperanza verdadera para cada ser humano. Hoy, como hizo en Galilea con sus discípulos antes de volver al Padre, Jesús resucitado nos envía también a todas partes como testigos de su esperanza y nos garantiza: Yo estoy siempre con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20). Fijando la mirada del alma en las llagas gloriosas de su cuerpo transfigurado, podemos entender el sentido y el valor del sufrimiento, podemos aliviar las múltiples heridas que siguen ensangrentando a la humanidad, también en nuestros días. En sus llagas gloriosas reconocemos los signos indelebles de la misericordia infinita del Dios del que habla al profeta: Él es quien cura las heridas de los corazones desgarrados, quien defiende a los débiles y proclama la libertad a los esclavos, quien consuela a todos los afligidos y ofrece su aceite de alegría en lugar del vestido de luto, un canto de alabanza en lugar de un corazón triste (cf. Is 61,1.2.3). Si nos acercamos a Él con humilde confianza, encontraremos en su mirada la respuesta al anhelo más profundo de nuestro corazón: conocer a Dios y entablar con Él una relación vital en una auténtica comunión de amor, que colme de su mismo amor nuestra existencia y nuestras relaciones interpersonales y sociales. Para esto la humanidad necesita a Cristo: en Él, nuestra esperanza, "fuimos salvados" (cf. Rm 8,24).

Cuántas veces las relaciones entre personas, grupos y pueblos, están marcadas por el egoísmo, la injusticia, el odio, la violencia, en vez de estarlo por el amor. Son las llagas de la humanidad, abiertas y dolientes en todos los rincones del planeta, aunque a veces ignoradas e intencionadamente escondidas; llagas que desgarran el alma y el cuerpo de innumerables hermanos y hermanas nuestros. Éstas esperan obtener alivio y ser curadas por las llagas gloriosas del Señor resucitado (cf. 1 P 2, 24-25) y por la solidaridad de cuantos, siguiendo sus huellas y en su nombre, realizan gestos de amor, se comprometen activamente en favor de la justicia y difunden en su alrededor signos luminosos de esperanza en los lugares ensangrentados por los conflictos y dondequiera que la dignidad de la persona humana continúe siendo denigrada y vulnerada. El anhelo es que precisamente allí se multipliquen los testimonios de benignidad y de perdón.

Queridos hermanos y hermanas, dejémonos iluminar por la luz deslumbrante de este Día solemne; abrámonos con sincera confianza a Cristo resucitado, para que la fuerza renovadora del Misterio pascual se manifieste en cada uno de nosotros, en nuestras familias y nuestros Países. Se manifieste en todas las partes del mundo. No podemos dejar de pensar en este momento, de modo particular, en algunas regiones africanas, como Dafur y Somalia, en el martirizado Oriente Medio, especialmente en Tierra Santa, en Irak, en Líbano y, finalmente, en Tibet, regiones para las cuales aliento la búsqueda de soluciones que salvaguarden el bien y la paz. Invoquemos la plenitud de los dones pascuales por intercesión de María que, tras haber compartido los sufrimientos de la Pasión y crucifixión de su Hijo inocente, ha experimentado también la alegría inefable de su resurrección. Que, al estar asociada a la gloria de Cristo, sea Ella quien nos proteja y nos guíe por el camino de la solidaridad fraterna y de la paz. Éstos son mis anhelos pascuales, que transmito a los que estáis aquí presentes y a los hombres y mujeres de cada nación y continente unidos con nosotros a través de la radio y de la televisión.

¡Feliz Pascua!

Santo Padre Benedicto XVI
Obispo de Roma

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No por mucho hablar se dice más

2008-03-30
A tiro de piedra
No por mucho hablar se dice más

Hay por ahí un infectólogo metido a juzgador del catolicismo que, en ese afán, a menudo yerra y mete la pata cuando pretende sentar cátedra sobre cuestiones religiosas. Más que a la falta de dominio del tema, sus equivocaciones se deben a que no tiene ni la intención ni la voluntad de criticar el cristianismo estudiando la religión misma, sino basándose en otros que denigran la fe y la creencia en Dios.

Recuerdo que en la escuela nos decían que el método científico tenía, al menos, que cumplir con los pasos siguientes: observación, análisis, hipótesis, experimentación y conclusión o resultado final. Si al menos utilizara este método en su crítica, podríamos apreciar sus puntos de vista.

Vuelvo al infectólogo, que suele hablar mucho y decir poco. Vende la imagen de científico, con la que pretende dictar cátedra en otros campos; sin embargo, sus escritos sobre fe y religión no llegan siquiera al nivel de un análisis objetivo que busca la verdad. Sus planteamientos y argumentos denotan, tanto implícita como explícitamente, su animadversión hacia la religión y su desprecio hacia los creyentes y practicantes de alguna fe. Su rechazo hacia la religión y la fe es tan grande, que ubica como estúpidos e ignorantes a los creyentes. ¡Qué dichoso este hombre! De los mil millones de católicos en el mundo, de un número similar de musulmanes y de otros millones de cristianos ortodoxos y protestantes y profesantes de otros credos, no existe entre ellos un individuo más inteligente que él. Al menos eso es lo que deja ver en sus acostumbrados artículos.

Que no le guste la religión, eso lo entiendo; que pretenda estar por encima en inteligencia y entendimiento de miles de millones de personas creyentes en el mundo, eso no. Ojalá y nos explicara, científicamente, cómo es que él ha llegado a la conclusión de que es un ser superior. Hasta sus admiradores apreciarían esa explicación.

Preguntarse sobre la existencia de Dios es normal. Sentir duda en algún momento de la vida, también. Pero obsesionarse con demostrar que no existe, con base en palabrería hueca, no lo es. Si alguna vez el infectólogo de marras quisiera tener la experiencia de discutir sobre ciencia y fe con otros científicos, puede contactar a la Pontificia Academia de Ciencias de la Santa Sede, de la que forman parte hombres de ciencia creyentes y no creyentes, pero con el propósito común de encontrar la verdad. Allí, en un ambiente eminentemente científico, podrá demostrar su conocimiento del tema o, quizá, aprender algo útil sobre ciencia y fe.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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El hombre y el pecado

2008-03-30
Editorial
El hombre y el pecado

Hace poco las agencias de noticias difundieron las declaraciones de un obispo católico europeo, que se interpretaron de manera errónea y le atribuyeron una lista de supuestos "nuevos pecados" que conmocionaron a muchas sociedades en el planeta.

Ya se aclaró que no existen tales "nuevos pecados", sino que son la expresión contemporánea de los pecados que desde antiguo corrompen al hombre; los mismos pecados por los que Cristo murió para redimirnos y liberarnos de la esclavitud que le imponen al ser humano.

El hombre y el pecado coexisten en el mundo, y en esa coexistencia se plantea una lucha que tiene como escenario la conciencia del hombre. El mundo busca atraer al hombre por medio de sus debilidades; el hombre busca zafarse a través de la moral y, en el caso de los creyentes, por la práctica de la fe y la enseñanza religiosa.

Los pecados que dañan al hombre son los mismos ayer y hoy, pero no lo serán mañana si hacemos la voluntad de Dios, que es amarlo a él, creer en su Enviado y amar al prójimo como a nosotros mismos. Todo lo que atenta contra esto es pecado, y el pecado nos lleva a la muerte y a la perdición, tanto en la vida terrena como más allá de ella.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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El Gozo Pascual

2008-03-30
El Ojo del Profeta
El Gozo Pascual

Transcurrida una semana de la celebración de la Vigilia Pascual, muchos son los que han vuelto a su rutina. Para ellos, todo ha terminado, porque, como los peregrinos de Emaús, esperan por algo más que el testimonio de aquellos que se han encontrado al Señor.

Hoy recibimos el anuncio de la Resurrección de Jesucristo, que nos viene desde los discípulos que vieron al Señor Resucitado en el camino, al partir el pan; al atravesar las puertas de la casa en la que estaban escondidos; y a la orilla del lago de Galilea.

Dependemos de aquel testimonio y del de aquellos que han sentido a Cristo actuar en sus vidas. Dichosos los que han creído sin haber visto y que no pretenden, como Tomás, meter el dedo en las llagas o la mano en el costado, para tener fe. La Pascua apenas empieza y de nuestra creencia depende si continuamos experimentando el gozo pascual de la Resurrección.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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miércoles, 26 de marzo de 2008

La "Resurrección" de Cristo es nuestra victoria

2008-03-23
La Voz del Pastor
La "Resurrección" de Cristo es nuestra victoria

En la medida en que nos hemos compenetrado con los sufrimientos, la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo durante la celebración de esta Semana Mayor, podremos comprender mejor en la fe el valor y el significado de este acontecimiento único e inédito hasta ese día primero de la semana, la Resurrección de Jesús.

Con el salmo 117 debemos decir o mejor dicho gritar “éste es el día que ha hecho el Señor”... La obra creadora que salió del corazón amoroso de Dios y de su infinita sabiduría y que fue estropeada por la soberbia del maligno inoculada en el ser humano, ha sido ya restaurada. El hombre creado a imagen y semejanza de Dios, en justicia y santidad, pero que fue engañado y convertido en esclavo por la desobediencia, ha sido liberado por la obediencia, los sufrimientos y la muerte de Jesucristo. Con la resurrección nuestro Salvador ha hecho añicos las cadenas con que Satanás nos tenía atados y destinados al fuego eterno.

La misma creación que gime con dolores de parto porque fue herida por la desobediencia de aquel a quien Dios encomendó su dominio, también ha sido dignificada. Los derechos del Dios santo y eterno que fueron pisoteados por el pecado han sido reivindicados. El hijo de Dios que tomó nuestra carne ha hecho justicia. El ha pagado por nuestros pecados. El fruto de nuestra desobediencia, es decir la muerte, ha sido vencida, la herencia perdida, es decir la vida ha sido restaurada, con Jesucristo que sufre y muere por amor ha triunfado la vida. “Donde está muerte tu aguijón? Donde está muerte tu victoria?”.

La resurrección de Cristo es el punto culminante de la historia de nuestra salvación. Con este acontecimiento adquieren su sentido genuino todas las profecías del Antiguo Testamento.

Toda la historia llena de gloria y de dolor a la vez del antiguo pueblo de Israel tiene su feliz desenlace con el triunfo de Jesús. Con sus dolores vence al maligno, vence el pecado, vence la muerte y vence el infierno. Tenemos que dar infinitas gracias a Dios porque este acontecimiento, el más importante y glorioso de todos los siglos, es el triunfo de la humanidad. Ya no seremos más esclavos sino hijos y hemos sido sentados con Jesucristo a la derecha del Padre.

Todos nuestros temores, sobre todo al que consideramos el máximo de los males, la muerte, tienen que desaparecer. La existencia humana, aunque ésta se desarrolle en el marco de nuestras miseria y tentaciones, aun siendo peregrinos, adquiere una nueva dimensión, es decir, la vida, la nueva vida que nos da Cristo para disfrutarla por toda la eternidad. Para eso hemos sido creados, para la vida y para la felicidad en el sentido más pleno de la palabra.

Al celebrar este acontecimiento renovemos nuestro bautismo, nuestra fe en el Cristo vivo y victorioso a tenor de la enseñanza del Apóstol Pablo en su carta a los Romanos: “por el bautismo fuimos sepultados con Cristo y morimos para ser resucitados y vivir una vida nueva, así como Cristo fue resucitado por el glorioso poder del Padre “(Rom. 6, 4). “Si nos hemos unido a Cristo en una muerte como la suya, también nos uniremos a él en su resurrección (Rom. 6,5).

Mons. José Dimas Cedeño Delgado
Arzobispo Metropolitano de Panamá

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Lo más importante

2008-03-23
A tiro de piedra
Lo más importante

La religiosidad y la devoción de nuestro pueblo cristiano aún es notoria, cuando de las celebraciones religiosas se trata. Jueves y Viernes Santo convocan a miles de personas a los templos, para rendir tributo y ofrecer alguna manda por los favores recibidos por Dios o para obtener alguna gracia divina.

Mucho se critica de esa actitud popular, porque se considera una fe inmadura o vacía de formación y práctica cristiana más comprometida. Sin embargo, cuando veo la multitud que se acerca con devoción a los altares, pienso en el funcionario de la reina Candace de Etiopía, que recitaba las escrituras sin entenderlas, hasta que Felipe se le acercó y se las explicó. Así me lucen estos hermanos y hermanas que suben a los templos y que parecen como ovejas sin pastor. Más que criticarlos, deberíamos esforzarnos por evangelizarlos más profundamente.

Es fundamental que les hagamos saber lo más importante en la celebración de los días santos, como anticipo de la fiesta pascual. Cristo Resucitado es el centro y el motivo de toda esta alegría y conmemoración. Nuestra misión ante aquel gentío es proclamar la Resurrección de Jesucristo como Buena Nueva. ¡Ay de nosotros! si no evangelizamos y si los dejamos marchar con el incienso o el artículo que compran a los mercaderes que están a las puertas de nuestros templos, quienes, por cierto, también necesitan del anuncio de la Buena Noticia.

Cada parroquia puede aprovechar la ocasión para instruir a sus colaboradores más cercanos en el oficio de recibir y guiar a los visitantes, explicándoles cómo orar, qué hacer ante el Santísimo cuando está expuesto, el sentido de la Hora Santa o la liturgia que se esté celebrando, el porqué de la Vigilia Pascual y la importancia de asistir a la Misa de Resurrección el domingo.

Otro tiempo que podemos aprovechar es el de los domingos de Pascua, con reuniones de catequesis y cursos bíblicos que abarquen ese tiempo y que estén dirigidos a quienes tengan esa experiencia por primera vez. Hasta podría dictarse un tema por cada domingo agrupando a niños, jóvenes, hombres, mujeres, ancianos y matrimonios; de esta manera sería una sola jornada de sábado en la mañana o la tarde, según convenga, y se culminaría con la Eucaristía dominical y un ágape al final de la misa. Todas son ideas que alguna persona osada puede realizar en su parroquia.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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¡Resucitó!

2008-03-23
Editorial
¡Resucitó!

Cristo ha resucitado y con él también hemos resucitado nosotros para la Vida Eterna. En su Pasión, Muerte y Resurrección gloriosa nos ha redimido y nos ha dado la salvación. Cristo ha pagado, con su sacrificio y con su sangre, el precio de nuestra liberación.

La memoria que hacemos en estos días de su entrega en la cruz, no significa que Cristo vuelve a morir; Cristo ya no muere más, porque resucitó definitivamente. Lo que hacemos es recordar todos esos acontecimientos, como parte de nuestra profesión de fe y como mandamiento de celebrar estos misterios hasta su segunda venida en la gloria de Dios Padre.

Nuestra celebración en estos días es el anticipo para la Pascua de Resurrección, que festejamos con regocijo este domingo. Más que tristeza, la Pasión y Muerte de Jesucristo la vivimos en la meditación, la oración profunda y en las obras de misericordia que se incrementan en esta época. La austeridad, la abstinencia y el ayuno de alimento y de goce terrenal nos ayudan en nuestra purificación, nuestra conversión y en hacernos uno con el prójimo necesitado.

¡Resucitó! Es la única verdad que debe acompañarnos hoy. Jesucristo nos libró de la muerte; la venció y aniquiló al amo de este mundo. Con Cristo y en Cristo vencemos y con él renacemos y nos dejamos transformar día a día por las manos amorosas del Padre en la imagen de su Hijo amado.

¡Feliz Pascua!

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Hossanna al Hijo de David

2008-03-23
El Ojo del Profeta
Hossanna al Hijo de David

Con esta aclamación inauguramos la Semana Santa, en un ambiente multitudinario en las diversas parroquias y capillas del país. Los fieles se aglomeraban con palmas en las manos y otros, que suelen aparecer para estos actos religiosos cada año, buscaban afanosamente conseguir un ramito de penca para llevar a casa.

Nuestros templos se ven atestados de gente el Viernes Santo, pero para el sábado y la Vigilia Pascual sólo perseveran aquellos que tienen una conciencia más clara del acontecimiento que celebramos: la Resurrección de Cristo.

El Señor fue dejado solo en la Cruz por aquellos que tenían miedo de las autoridades judías y por los decepcionados que esperaban ver un Mesías poderoso y justiciero; ahora también es dejado solo en el memorial de su Resurrección por ignorancia, indiferencia o falta de fe. En verdad, muchos son los llamados y pocos los escogidos.

Ojalá cada año veamos crecer la fe de nuestro pueblo, para que pueda vivir la celebración de la Resurrección del Señor con el mismo entusiasmo que le hace ir tras las palmas benditas o la procesión del Santo Sepulcro.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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lunes, 17 de marzo de 2008

Poner la otra mejilla

2008-03-16
La Voz del Pastor
Poner la otra mejilla

Cuando Jesús nos habla en el Ev. de San Mateo 5,39 de poner la otra mejilla nos hace un llamado a superar la ley del talión y comenzar una vida nueva desde una sociedad más justa y humana. Todos somos conocedores de esta ley del talión como una experiencia muy antigua y siempre actual en todos los ámbitos de la sociedad. Como experiencia de esto tenemos la cámara de gas, la silla eléctrica y otro tipo de castigos que van contra la dignidad de la persona humana. La misma indiferencia y exclusión atentan contra el mandato del Señor Jesús que nos invita a sobrepasar en ansia de venganza y deseo de confrontación que tiene el ser humano como modo especial de superación en la vida ordinaria.

Jesús nos hace una invitación especial a superar la lógica normal del ser humano que como buscador constante de valores positivos está el de querer estar por encima de todo tipo de expresión negativa que lleve a la humillación y represión de la persona en lo más digno de su ser. Por eso Jesús nos pide amar a nuestros enemigos. Normalmente todos aman a los amigos; sólo los cristianos aman a los enemigos. Esta es la diferencia de la persona que desea vivir la propuesta de Jesús a radicalidad. Esto aparece como verdadera y característica síntesis del Evangelio: si toda la ley se sintetiza en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo (Mc 12,28-33; Rm 13, 8-10; Sant 2,8), la vida según el Evangelio encuentra su cumplimiento en las palabras y en los gestos de Jesús que establecen en el amor al enemigo el horizonte de la praxis cristiana. Nos dice Jesús: "aman a sus enemigos, hagan el bien a los que les odian" (Lc 6,27; cf. 6,28-29; Mt 5,43-48), y toda su vida certifica este amor incondicional, dirigido también a quienes le condenaban y lo crucificaron; llega hasta la oración por sus verdugos (Lc 23,33-34). El cristiano, llamado a hacer suyo el sentir, el pensar, el querer de Cristo mismo (flp 2,5), se encuentra, por tanto, siempre con esta exigencia.

Ya en el Antiguo Testamento existe una invitación al israelita de amar al prójimo como a sí mismo, para esto se propone una especie de itinerario: no cultivar odio hacia su hermano; corregir al prójimo, así no te cargarás con su pecado. No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de su pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Primeramente se nos pide la adhesión de fe a aquel que es el Señor; a continuación se exhorta al israelita a que impida crecer en sí mismo sentimientos de odio; después se invita a corregir a quien hace mal, prohibiéndose tomar la venganza por su mano y amando al prójimo. Al amor se llega a través de un ejercicio. Esto quiere decir que el amor no es una realidad espontánea: requiere disciplina, ascesis, lucha contra el instinto de la cólera y contra la tentación del odio. Así se alcanzará la responsabilidad de quien tiene el coraje de practicar una determinada corrección fraterna denunciando "constructivamente" el mal cometido por otros. No hay que confundir el amor al enemigo con la complicidad con el pecador. Al contrario, la libertad de quien sabe corregir y avisar a quien realiza el mal, nace de la profundidad de la fe y de un amor por el Señor, que son la premisa necesaria para el amor al enemigo. Quien no conserva rencor y no se venga, sino que corrige al hermano, está de hecho también en situación de perdonar. Y el perdón es la misteriosa madurez de la fe y del amor por la que el ofendido escoge libremente renunciar a su propio derecho ante aquel que ya ha pisoteado sus justos derechos. quien perdona sacrifica una relación jurídica a favor de una relación de gracia.

Jesús mismo, cuando pide amar al enemigo, sitúa al creyente en una tensión, en un proceso. Partiendo del esfuerzo por superar siempre la ley del talión, es decir, la tentación de devolver el mal que se ha recibido, el creyente debe llegar a no oponerse al malvado, a contraponer al mal la activísima pasividad de la no violencia, confiando en el Dios único, Señor y Juez de los corazones y de las acciones de toda persona. Más todavía, movidos por la convicción de que el enemigo es nuestro principal maestro, el que puede verdaderamente desvelar lo que habita nuestro corazón y que no aparece cuando estamos en buenas relaciones con los otros, los creyentes pueden obedecer las palabras de su Señor, palabras que invitan a poner la otra mejilla, a entregar también la túnica a quien quiere quitarnos la capa...

Pero para que todo esto sea posible, es indispensable lo que nos recuerda siempre el Evangelio junto al mandamiento de amar a los enemigos, o sea, la oración por los perseguidores, la intercesión por los adversarios: "Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores" (Mt 5,44). Si no asumimos al otro en la oración, en particular al otro que se ha convertido en nuestro enemigo, que nos contradice, que nos hostiga, que nos calumnia, si no se aprende a verle con los ojos de Dios, en el misterio de su persona y de su vocación, no se podrá llegar jamás a amarle. Pero debe quedar bien claro que el amor al enemigo es cuestión de profundidad de fe, de inteligencia de nuestro corazón, de riqueza interior, de amor al Señor, y no simplemente tener una buena voluntad.

Pidamos al Señor que nos ayude en este tiempo de cuaresma a tener un espíritu abierto al cambio y descubrir las fuentes necesarias para superar todo egoísmo que exista en nuestras vidas, poner en práctica el mandamiento del amor y trabajar para que nuestra sociedad supere el ansia de poder y de tener y busque caminos de reconciliación desde una dimensión no violenta y trabajemos para superar el juega vivo y amemos de corazón nuestras acciones y propuestas que lleven a construir un mundo mejor desde el aporte de cada uno de nosotros al bien de los demás y de nuestra historia. Que María, nuestra Madre, nos acompañe en nuestro caminar con actitud positiva y encomiable al bien de nuestra patria y de quienes la habitamos.

Mons. Pedro Hernández Cantarero
Obispo del Vicariato Apostólico de Darién

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El tesoro de la Semana Santa

2008-03-16
A tiro de piedra
El tesoro de la Semana Santa

La liturgia de Semana Santa es un antiguo tesoro que la Iglesia conserva desde hace siglos. De todas las celebraciones litúrgicas, quizá las de estos días poco han cambiado desde los primeros años del cristianismo, especialmente la del Viernes Santo.

Desde los años infantiles muchos hemos vivido este tiempo entre tradiciones y religiosidad, hasta descubrir una manera diferente de experimentar este hermoso tiempo litúrgico que la Iglesia nos regala. Lo que en principio era un momento de tristeza y recogimiento por tradición, con la formación y la práctica consciente ha desembocado en una participación más rica y gozosa.

El tesoro de la Semana Santa se lleva, parodiando a san Pablo, "en vasos de barro" tan frágiles que, en un descuido de nuestra parte, caen y se rompen echando a perder su contenido. Esa riqueza la podemos disfrutar participando plenamente de la liturgia del Domingo de Ramos, el Jueves Santo, la Pasión y la adoración de la Cruz el Viernes Santo y la Vigilia Pascual. Previamente debemos prepararnos con el Sacramento de la Reconciliación, y si es posible en comunidad; escoger lecturas para la meditación; orar en casa y en familia; practicar la caridad e imponernos una semana de austeridad, para recibir la Pascua con alegría y celebración gozosa.

Nuestra fe debe expresarse conforme a la vida individual que busca la santidad y en la celebración como comunidad eclesial en la parroquia o en el grupo o movimiento en el que solemos caminar. Eso le da sentido a cada tiempo litúrgico que la Iglesia nos presenta. La Semana Santa no es para pasear o irse al río o a la playa; para eso tenemos el resto del año. Esta época es para reconciliarnos con Dios y con el prójimo, redescubrirnos como creyentes y renovar nuestra fe haciendo memoria de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Si desea hacer algo diferente este año, acompañe a su comunidad parroquial en todos los actos litúrgicos de estos días. No se arrepentirá. Y no olvide la meditación personal con alguna lectura bíblica o algún libro que hable sobre la historia de la Iglesia, los tiempos de Jesús o la vida de los santos. Nada perdemos con hacer esta experiencia; al contrario, lo que ganemos incrementará ese tesoro que, año con año, se acrecienta y nos ayuda a crecer en nuestra fe y nuestra vida cristiana.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Salud sexual y reproductiva

2008-03-16
Editorial
Salud sexual y reproductiva

Una vez más se presenta un anteproyecto de ley sobre ese tema, con diversos aspectos que alimentan el debate público. A pesar de algunos aspectos positivos de la propuesta, aún subyacen, en otras partes del documento, intenciones que atentan contra la procreación, la familia y la libertad humana, que se deducen de expresiones, términos y conceptos que tienen un significado distinto al que comúnmente se pudiera interpretar.

Es, precisamente, en esa terminología donde está el peligro de una ley sobre salud sexual y reproductiva que no aclare verdaderamente lo que significa cada término, expresión o palabra en cuestión. El problema, más que en la letra de una ley así, está en la interpretación presente y futura que le venga dada.

Pareciera que con el afán que tienen algunos de "modernizarnos" o de hacernos dar el "salto hacia el primer mundo", a fuerza de sexo por placer y de muerte prenatal, no fuéramos capaces de reflexionar y aprender de la experiencia de ese "primer mundo" que ahora sirve de pretexto para pintarnos un futuro de bienestar, placer y riqueza; futuro que, por cierto, está en entredicho, porque ese "primer mundo" ya paga las consecuencias de esas políticas sexuales y reproductivas con ancianos abandonados y gente que se niega a procrear para no perder su "felicidad" y que mata poco a poco sus sociedades por la ausencia del reemplazo generacional que necesitan para su supervivencia.

La vida hay que defenderla en todas sus etapas. Esto es un punto no negociable e irrenunciable. Lo que veladamente se propone en el anteproyecto de ley, traerá más desgracia que bienestar, y la prometida salud sexual y reproductiva nunca la veremos; especialmente mientras persista el atentado contra la vida y la familia que se oculta tras la terminología empleada en algunas partes de la propuesta.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Ambiente y Desarrollo

2008-03-16
El Ojo del profeta
Ambiente y Desarrollo

La vida en el planeta debe mantener un sano equilibrio entre la naturaleza y las actividades humanas. Ambas, hombre y creación, se complementan y hacen una unidad a partir de los designios de Dios. No puede el hombre realizar su misión de dominar la tierra si la destruye o daña por avaricia, desidia o placer; eso sería atentar contra Dios y desobedecer su voluntad. Así como el hombre fue hecho para poblar y dominar la tierra, la tierra fue creada para que el hombre sacara de ella el sustento y le sirviera para vivir feliz bajo los mandatos del Creador.

Nuestro terruño, Panamá, sufre las consecuencias de un mal manejo de los recursos naturales, por la contaminación, la destrucción de la naturaleza, la codicia por toda clase de terrenos ribereños o contiguos a las áreas de belleza natural y la explotación indiscriminada, como se dan casos, de la minería, la generación de energía y el llamado turismo residencial.

Como en otras ocasiones, repetimos el llamado para mejorar la legislación existente y garantizar primero a los indígenas y a los campesinos la tenencia y el uso de la tierra que forman parte de su existencia. El desarrollo sólo es posible con equidad y preservación de la vida natural y la dignidad humana de los que tienen la tierra como parte de su diario vivir. Permitir lo contrario es atentar contra la vida; y todo atentado contra la vida, es un atentado contra Dios.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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miércoles, 12 de marzo de 2008

Ética y política

2008-03-09
La Voz del Pastor
Ética y política

Las ciencias sociales suelen considerar que el punto de partida más adecuado para acercarse a lo que es la política es el hecho de que la sociedad no es homogénea. Su heterogeneidad se manifiesta a muchos niveles: existen diferencias raciales y culturales; otras tienen su origen en factores socioeconómicos, y son también dignas de mención las diferencias de mentalidad o ideológicas que expresan en formas distintas de entender el mundo o indiferentes sistemas de valores que pueden tener una connotación religiosa o carecer de ella.

Pues bien, la política consiste en el esfuerzo por encauzar la solución de todos esos conflictos. Más en concreto, lo que se pretende es evitar que los mismos se resuelvan por la fuerza y la violencia: es decir, que en esas luchas sociales, que son inevitables, no termine imponiéndose la ley del más fuerte. La política no aspira, por consiguiente, a negar el conflicto, sino a encauzarlo. A conducirlo a una salida donde impere alguna forma de racionalidad para que no tenga que imponerse simplemente la fuerza.

En concreto, la política podría definirse come el conjunto de actividades encaminada a la creación, modificación o mantenimiento de un orden global de convivencia mediante el uso o la conquista del poder.

La necesidad del poder político ha sido reconocida desde antiguo, porque el ser humano ha vivido bajo la amenaza de sus semejantes. La autoridad del gobernante se convertía en la garantía de paz y seguridad, por eso, la ética política se construía esencialmente en torno a las relaciones de la autoridad y el deber de obediencia hacia ella. Era frecuentemente incluso que se equiparara al gobernante con el padre de familia y se tomara a la familia como modelo de la sociedad.

Pero hoy el tema del poder se enfoca de forma diferente, y este enfoque nuevo es una consecuencia de esa experiencia frecuente en la historia: la facilidad con que el poder político pierde el sentido de su función y se convierte en un poder despótico que abusa de los ciudadanos. De ahí que se plantee la necesidad que tiene el ciudadano de defenderse del poder, defensa que únicamente puede proporcionarla por medio de una efectiva ética política.

Toda institución política tiene una fundamentación ética en la medida en que pretende salvaguardar el valor de garantizar un orden global de convivencia y permita, al mismo tiempo, que el sujeto humano viva en libertad.

Pero también podemos hablar de una ética civil, una ética que es perfectamente coherente con la sociedad democrática, si entendemos ésta no sólo como una forma de organización social. sino como el modelo que mejor responde a las condiciones del pluralismo moderno y a las aspiraciones del hombre de nuestro tiempo. Por eso algunos la consideran como el compendio de las reglas de juego que necesita la sociedad democrática para hacer viable la convivencia y la participación. Dichas reglas pretenden, en primer término, sacar al sujeto de su egoísmo consumista y de su desinterés por lo que afecta a la sociedad como un todo y, en una palabra, hacerlo auténtico ciudadano. Suelen citarse como virtudes características de la ética civil así concebida, la tolerancia. la responsabilidad, los buenos modales, la profesionalidad.

Sin duda, la más acabada formulación de la ética civil es la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Su alcance es verdaderamente universal. Desborda, por tanto, las fronteras nacionales y raciales, y aspira a convertirse en espíritu común de todos los pueblos de la tierra.

Por lo que se refiere a la Iglesia, ¿qué aporta la fe a esta tarea, en qué sentido puede contribuir a enriquecer esta ética sin pretender restringirla de forma exclusiva a nuestros planteamientos de fe? En realidad, esta contribución no ha estado nunca ausente del discurso moral de la Iglesia. En concreto, el magisterio eclesial siempre ha querido que su doctrina moral tuviera una racionalidad que la hiciera aceptable a todo entendimiento humano. Y esto no es más que una exigencia de nuestra fe que no renuncia a ser razonable y por eso quiere mantenerse en diálogo constante con la razón humana. Esto pertenece a lo más íntimo de la tradición teológica cristiana.

Toda la doctrina social de la Iglesia, sin ir más lejos, ha tenido desde el principio una preocupación evidente por fundamentar sus grandes afirmaciones, no precisamente a partir de principios cristianos, sino de la ley natural. Pensemos, por ejemplo, en la doctrina de la propiedad privada, una caso paradigmático por la importancia que tiene, sobre todo en toda la primera etapa de la Doctrina Social: es llamativo el esfuerzo que hace León XIII en la carta encíclica Rerum Novarum (1891) por mostrar cómo el derecho a la propiedad privada deriva de la naturaleza especifica del hombre.

En definitiva, "La Iglesia cumple su misión de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas, y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina".

Mons. Carlos María Ariz
Obisp Emérito de la Diócesis de Colón -- Kuna Yala

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Del cero al nueve

2008-03-09
A tiro de piedra
Del cero al nueve

Muchos panameños sentimos disconformidad con el servicio de transporte selectivo y colectivo, especialmente el que se brinda en la capital de la república. Las regatas y la manía de dejar al pasajero fuera de la parada, que con tanto entusiasmo practican los conductores de autobús, y el consabido “no voy” de los taxistas y su costumbre de subir otros pasajeros al taxi, sin el consentimiento del primer usuario, son situaciones que distinguen a los que prestan ese servicio público. La sensación de impunidad e irrespeto a la ley, al menos en los casos mencionados, está bien ganada por parte del gremio transportista aludido. Para buen número de ellos, simplemente, no hay dios no ley.

Con el cercano vencimiento del plazo para pintar los taxis de amarillo, aparecen algunos bellacos y oportunistas, que tratan de anular la medida o lograr un aplazamiento más de su aplicación. Tiempo han tenido; y de sobra. Mientras los taxistas respetuosos han acatado la reglamentación, los otros la ignoran, desprecian y tratan de eliminarla. ¿Cederá la Autoridad de Tránsito a esas pretensiones? Si lo hace, ¿dónde quedará su “autoridad”?

Estoy convencido que si le niegan la prórroga y le aplican la ley, esos aprovechados e irresponsables tendrán que acatarla, aunque provoquen los tranques y la suspensión del servicio que suelen usar como arma para chantajear y doblegar a las autoridades. Y digo que no les quedará otro recurso que someterse, porque casi ninguno de ellos soporta varios días sin recibir la plata que están acostumbrados a tener en sus manos a diario.

Si la Autoridad de Tránsito les cuenta del cero al nueve, entre mayo y julio, puede controlarlos y obligarlos a cumplir la disposición de pintar el vehículo de color amarillo. En mayo, por ejemplo, se impediría la circulación de los taxis que no estén pintados con el color obligatorio y cuya placa termina en los números cero, uno, dos y tres. En junio les tocaría a los anteriores y a los que tengan terminación del 4 al 6. El siguiente mes se completaría con los taxis cuya placa termina entre el 7 y el 9. Así, al terminar el mes de julio, una buena cantidad de vehículos llevaría el color amarillo y, de manera ordenada y controlada, se impondría el orden y habría taxis disponibles para los usuarios sin el trauma de sacarlos de circulación a todos al mismo tiempo; cosa difícil de lograr por la logística que implica.

Queda en manos de la Autoridad de Tránsito acoger la idea o aplicar una mejor. Lo importante es que la ley se haga respetar y se comience a meter en cintura a los irresponsables y aprovechados que dañan los gremios y, de paso, perjudican a miles de personas.

“Ni un busero más para diputado”.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Alto en el camino

2008-03-09
Editorial
Alto en el camino

En cada carrera de la vida conviene hacer un alto, para reflexionar y evaluar el camino recorrido. En este tiempo de Cuaresma, en el que nos desprendemos de nuestras comodidad, ambición, egoísmo y búsqueda exclusiva del propio interés, esa parada nos ayuda a crecer y a mirar al otro como prójimo y no como enemigo.

Nuestra vida comunitaria, como pueblo y nación, luce agitada y desesperanzadora, a ratos. La violencia, las protestas, la corrupción, la desatención, la indolencia y el oportunismo, nos matan a diario. Lo bueno, lo edificante, lo laborioso, lo honesto y el trabajo honrado, es superado en el sentir y en el decir; en la comunicación privada y la colectiva. Unos no tienen ni desean tener esperanza; otros se esfuerzan por mantenerla viva; y, otros más, simplemente aprovechan la situación para alcanzar sus fines utilizando la falacia y la astucia como medio.

Los pocos días que nos faltan para la Semana Santa y la celebración de la Pascua del Señor, queremos que nos sirvan para detenernos en nuestros afanes y voltear la mirada hacia los demás. Que la protesta dé paso a la reflexión; que la violencia ceda ante el diálogo; que la carrera política se detenga, para hacerle lugar a la crítica responsable y capaz de dar soluciones.

Hacer ese alto por un par de semanas no es mucho pedir; lo que sí ha de costar, en virtud de la naturaleza humana, es deponer el gesto amenazante, la soberbia, la tozudez y el querer “ganar yo” y “siempre yo”. Allí está el reto, ¿quién lo afrontará?

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Soberanía y compromiso internacional

2008-03-09
El Ojo del Profeta
Soberanía y compromiso internacional

En la edición anterior señalamos que las fronteras entre países sirven para mantener la convivencia pacífica entre estados y advertíamos del peligro que representa su violación, tanto por organismos oficiales como por fuerzas irregulares. El caso entre Ecuador y Colombia, en que este último país violó el territorio soberano del primero, en combate con guerrilleros de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), es claro ejemplo de lo que mencionábamos.

La violación del territorio ecuatoriano no entraña duda alguna. De hecho, el gobierno colombiano la ha reconocido. Donde sí hay dudas, que deben esclarecerse por el bien de la paz, es en el apoyo que supuestamente brinda el gobierno del Ecuador a las FARC, tolerando el establecimiento de campamentos de la guerrilla dentro de su frontera y permitiendo que desde allí se planifiquen las operaciones que terminan en secuestro, muerte y destrucción del lado colombiano.

Colombia debe excusarse oficialmente ante el Ecuador y este país, a su vez, debe asegurarse de que las FARC no operen desde su territorio. El compromiso internacional de respetar la integridad territorial ajena debe cumplirse a carta cabal. Eso incluye evitar que desde el propio territorio se atente contra un estado vecino. También existen compromisos internacionales contra el terrorismo, plasmados en más de 25 tratados y convenios mundiales, y muchos suscritos por Colombia y Ecuador. Que cada país asuma su responsabilidad y se evite, a toda costa, una guerra entre ambos que a nada bueno llevará.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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lunes, 3 de marzo de 2008

Las Obras de San Agustín

2008-03-02
La Voz del Pastor
Las Obras de San Agustín

Extracto de la Catequeisis del Papa en la Audiencia en el Vaticano del 20 de febrero de 2008.

Hoy volvemos a presentar la gran figura de san Agustín, sobre el que ya he hablado varias veces en las catequesis del miércoles. Es el Padre de la Iglesia que ha dejado el mayor número de obras, y de ellas quiero hablar hoy brevemente. Algunos de los escritos de san Agustín son de fundamental importancia, no sólo para la historia del cristianismo, sino también para la formación de toda la cultura occidental: el ejemplo más claro son las Confesiones, sin duda uno de los libros de la antigüedad cristiana más leídos todavía hoy. Al igual que varios Padres de la Iglesia de los primeros siglos, aunque en una medida incomparablemente más amplia, también el obispo de Hipona ejerció una influencia amplia y persistente, como lo demuestra la sobreabundante tradición manuscrita de sus obras, que son realmente numerosas.

Él mismo las revisó algunos años antes de morir en las Retractationes y poco después de su muerte fueron cuidadosamente registradas en el Indiculus ("índice") añadido por su fiel amigo Posidio a la biografía de san Agustín, Vita Augustini. La lista de las obras de san Agustín fue realizada con el objetivo explícito de salvaguardar su memoria mientras la invasión de los vándalos se extendía por toda el África romana y contabiliza mil treinta escritos numerados por su autor, junto con otros "que no pueden numerarse porque no les puso ningún número".

Posidio, obispo de una ciudad cercana, dictaba estas palabras precisamente en Hipona, donde se había refugiado y donde había asistido a la muerte de su amigo, y casi seguramente se basaba en el catálogo de la biblioteca personal de san Agustín. Hoy han sobrevivido más de trescientas cartas del obispo de Hipona, y casi seiscientas homilías, pero estas originalmente eran muchas más, quizá entre tres mil y cuatro mil, fruto de cuatro décadas de predicación del antiguo retórico, que había decidido seguir a Jesús, dejando de hablar a los grandes de la corte imperial para dirigirse a la población sencilla de Hipona.

En años recientes, el descubrimiento de un grupo de cartas y de algunas homilías ha enriquecido nuestro conocimiento de este gran Padre de la Iglesia. "Entre la producción literaria de san Agustín —por tanto, más de mil publicaciones subdivididas en escritos filosóficos, apologéticos, doctrinales, morales, monásticos, exegéticos y contra los herejes, además de las cartas y homilías— destacan algunas obras excepcionales de gran importancia teológica y filosófica. Ante todo, hay que recordar las Confesiones, antes mencionadas, escritas en trece libros entre los años 397 y 400 para alabanza de Dios. Son una especie de autobiografía en forma de diálogo con Dios. Este género literario refleja precisamente la vida de san Agustín, que no estaba cerrada en sí misma, dispersa en muchas cosas, sino vivida esencialmente como un diálogo con Dios y, de este modo, una vida con los demás.

El título Confesiones indica ya lo específico de esta autobiografía. En el latín cristiano desarrollado por la tradición de los Salmos, la palabra confesiones tiene dos significados, que se entrecruzan. Confesiones indica, en primer lugar, la confesión de las propias debilidades, de la miseria de los pecados; pero al mismo tiempo, confesiones significa alabanza a Dios, reconocimiento de Dios. Ver la propia miseria a la luz de Dios se convierte en alabanza a Dios y en acción de gracias porque Dios nos ama y nos acepta, nos transforma y nos eleva hacia sí mismo.

Sobre estas Confesiones, que tuvieron gran éxito ya en vida de san Agustín, escribió él mismo: "Han ejercido sobre mí un gran influjo mientras las escribía y lo siguen ejerciendo todavía cuando las vuelvo a leer. Menos difundidas, aunque igualmente originales y muy importantes son, también, las Retractationes, redactadas en dos libros en torno al año 427, en las que san Agustín, ya anciano, realiza una labor de "revisión" (retractatio) de toda su obra escrita, dejando así un documento literario singular y sumamente precioso, pero también una enseñanza de sinceridad y de humildad intelectual.

De civitate Dei, obra imponente y decisiva para el desarrollo del pensamiento político occidental y para la teología cristiana de la historia, fue escrita entre los años 413 y 426 en veintidós libros. La ocasión fue el saqueo de Roma por parte de los godos en el año 410. Muchos paganos de entonces, y también muchos cristianos, habían dicho: Roma ha caído, ahora el Dios cristiano y los apóstoles ya no pueden proteger la ciudad. Durante la presencia de las divinidades paganas, Roma era caput mundi, la gran capital, y nadie podía imaginar que caería en manos de los enemigos. Ahora, con el Dios cristiano, esta gran ciudad ya no parecía segura. Por tanto, el Dios de los cristianos no protegía, no podía ser el Dios a quien convenía encomendarse. A esta objeción, que también tocaba profundamente el corazón de los cristianos, responde san Agustín con esta grandiosa obra, De civitate Dei, aclarando qué es lo que debían esperarse de Dios y qué es lo que no podían esperar de él, cuál es la relación entre la esfera política y la esfera de la fe, de la Iglesia. Este libro sigue siendo una fuente para definir bien la auténtica laicidad y la competencia de la Iglesia, la grande y verdadera esperanza que nos da la fe.

Este gran libro es una presentación de la historia de la humanidad gobernada por la divina Providencia, pero actualmente dividida en dos amores. Y este es el designio fundamental, su interpretación de la historia, la lucha entre dos amores: el amor a sí mismo "hasta el desprecio de Dios" y el amor a Dios "hasta el desprecio de sí mismo", (De civitate Dei, XIV, 28), hasta la plena libertad de sí mismo para los demás a la luz de Dios. Igualmente importante es el De Trinitate, obra en quince libros sobre el núcleo principal de la fe cristiana, la fe en el Dios trino, escrita en dos tiempos: entre los años 399 y 412 los primeros doce libros, publicados sin saberlo san Agustín, el cual hacia el año 420 los completó y revisó toda la obra. En ella reflexiona sobre el rostro de Dios y trata de comprender este misterio de Dios, que es único, el único creador del mundo, de todos nosotros: precisamente este Dios único es trinitario, un círculo de amor. Trata de comprender el misterio insondable: precisamente su ser trinitario, en tres Personas, es la unidad más real y profunda del único Dios.

El libro De doctrina christiana es, en cambio, una auténtica introducción cultural a la interpretación de la Biblia y, en definitiva, al cristianismo mismo, y tuvo una importancia decisiva en la formación de la cultura occidental.

Con gran humildad, san Agustín fue ciertamente consciente de su propia talla intelectual. Pero para él era más importante llevar el mensaje cristiano a los sencillos que redactar grandes obras de elevado nivel teológico. Esta intención profunda, que le guió durante toda su vida, se manifiesta en una carta escrita a su colega Evodio, en la que le comunica la decisión de dejar de dictar por el momento los libros del De Trinitate, "pues son demasiados densos y creo que son pocos los que los pueden entender; urgen más textos que esperamos sean útiles a muchos" (Epistulae, 169, 1, 1). Por tanto, para él era más útil comunicar la fe de manera comprensible para todos, que escribir grandes obras teológicas.

Su Santidad Benedicto XVI

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Mandarín

2008-03-02
A tiro de piedra
Mandarín

El año pasado se presentó la propuesta legislativa de enseñar el idioma mandarín en todas las escuelas del país, so pretexto del crecimiento de China y de las oportunidades que supuestamente podemos tener con el dominio de ese idioma y el intercambio comercial con la potencia asiática. La idea no es mala; lo errado es intentar que todos los panameños, de aquí en adelante, hablemos mandarín y que el uso de ese idioma nos llenará de dinero.

Si los chinos están aprendiendo inglés y español, para comunicarse con el resto del mundo, ¿para qué pretender que todos hablemos mandarín? Sería mejor, y más sensato, crear un instituto de lenguas extranjeras como opción educativa posbachillerato e incorporar en menos tiempo al mercado de trabajo a nuestra juventud. Con los fondos que nos gastaríamos aprendiendo mandarín en todas las escuelas y el esfuerzo logístico que ello implica, abrimos extensiones del instituto en las principales ciudades del país y aprendemos inglés, francés, mandarín, ruso, indio y portugués, entre otros.

La lógica de la legislación propuesta es la de ampliar el horizonte económico de Panamá, fuera de las otras bondades que invoca. Por eso se dirige a lo que en la actualidad se llama “economías emergentes”; entre las que destacan países como el líder China, India, Rusia y Brasil. Cerrarse en el mandarín es un error; seguir con la lógica de un idioma cada vez que hay una oportunidad económica, también nos llevaría a incluir otras lenguas y, al final, abarcaremos mucho y apretaremos poco.

Otro obstáculo con el proyecto mandarín, y con la práctica de un idioma extra, es la cantidad de docentes calificados que necesitaríamos y que, al menos, sería de 9 por cada escuela básica y de tres por cada secundaria, multiplicada por las miles de escuelas del país. Es un proyecto costoso y, en el aspecto logístico, extremadamente difícil de llevarse a la realidad: Ni siquiera con los maestros chinos que, supuestamente, ha ofrecido China; los que, por supuesto, tendrían que dominar el idioma español.

A Panamá, como país de servicios, le conviene tener una fuerza laboral altamente calificada; una población que pueda comunicarse en varias lenguas; y crear oportunidades de trabajo para su gente, con el fin de lograr el pleno empleo. Eso se consigue con decisiones sabias e inteligentes y no solo con el deseo y la buena voluntad de hacerlo. Olvidémonos del mandarín en todas las escuelas y de otras lenguas extranjeras, fuera del inglés, como curso obligatorio. Conviene un instituto superior para ese fin y el reforzamiento, actualización y aprovechamiento de la educación y los recursos humanos. El resto sobra.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Vindicta pública

2008-03-02
Editorial
Vindicta pública

La detención de un diputado suplente junto a otras personas, por encontrarse dentro de un vehículo que transportaba drogas, vuelve a poner sobre el tapete la limitación de investigar que tiene el Ministerio Público a los miembros de la Asamblea Nacional, aunque se trate de delito común.

El papel que la ley le asigna al Órgano Judicial, de convertirse en instancia de investigación cuando de diputados se trata, debe revisarse y debatirse profundamente para saber si es conveniente para la democracia y para la propia Corte. ¿Puede haber real separación entre los poderes, si es el Órgano Judicial el que investiga a los diputados? ¿Acaso puede existir administración de justicia de manera imparcial, si el que investiga es el mismo que juzga?

Tenemos ante nosotros una situación que, en forma y fondo, luce turbia y anormal desde el ser de la jurisprudencia. Ni siquiera parece haber diferencia entre el delito político, que eventualmente pueda cometer un diputado, y el delito común que ninguna relación guarda con la actuación legislativa. Es, pues, una cuestión que plantea un grave dilema en lo jurídico, lo político y, sobre todo, lo ético.

Volver al cauce de los principios de la democracia y la jurisprudencia implica, para la nación entera, un replanteamiento de los valores que, en letra y en espíritu, deben inspirar nuestra Constitución. Y, entre ellos, el correcto equilibrio entre tribunales y vindicta pública.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Soberanía en la frontera

2008-03-02
El Ojo del Profeta
Soberanía en la frontera

Las divisiones limítrofes contribuyen a mantener la paz y las buenas relaciones entre países vecinos. Cuando ellas se traspasan, o de alguna manera algún acto extranjero vulnera la soberanía ajena, la coexistencia pacífica entre estados fronterizos se lesiona o se rompe.

Por eso es de especial cuidado las acciones de la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), cuando penetran el territorio nacional de Panamá; acto que pone en peligro la integridad de la población darienita y crea el desasosiego entre los habitantes del Darién, incluidas las comarcas indígenas.

Velar por nuestra soberanía en la frontera con Colombia, proteger a la población que habita en esa zona del lado panameño y garantizar la seguridad pública allí, es una ingente tarea, pero no por eso imposible de realizar. La reciente captura de irregulares colombianos, tras un tiroteo, así lo demuestra y esperamos que, en su labor de vigilancia y cuidado de nuestra frontera, la Policía Nacional reciba todo el apoyo de las autoridades, la oposición política y la población en general.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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