2008-03-30
A tiro de piedra
No por mucho hablar se dice más
Hay por ahí un infectólogo metido a juzgador del catolicismo que, en ese afán, a menudo yerra y mete la pata cuando pretende sentar cátedra sobre cuestiones religiosas. Más que a la falta de dominio del tema, sus equivocaciones se deben a que no tiene ni la intención ni la voluntad de criticar el cristianismo estudiando la religión misma, sino basándose en otros que denigran la fe y la creencia en Dios.
Recuerdo que en la escuela nos decían que el método científico tenía, al menos, que cumplir con los pasos siguientes: observación, análisis, hipótesis, experimentación y conclusión o resultado final. Si al menos utilizara este método en su crítica, podríamos apreciar sus puntos de vista.
Vuelvo al infectólogo, que suele hablar mucho y decir poco. Vende la imagen de científico, con la que pretende dictar cátedra en otros campos; sin embargo, sus escritos sobre fe y religión no llegan siquiera al nivel de un análisis objetivo que busca la verdad. Sus planteamientos y argumentos denotan, tanto implícita como explícitamente, su animadversión hacia la religión y su desprecio hacia los creyentes y practicantes de alguna fe. Su rechazo hacia la religión y la fe es tan grande, que ubica como estúpidos e ignorantes a los creyentes. ¡Qué dichoso este hombre! De los mil millones de católicos en el mundo, de un número similar de musulmanes y de otros millones de cristianos ortodoxos y protestantes y profesantes de otros credos, no existe entre ellos un individuo más inteligente que él. Al menos eso es lo que deja ver en sus acostumbrados artículos.
Que no le guste la religión, eso lo entiendo; que pretenda estar por encima en inteligencia y entendimiento de miles de millones de personas creyentes en el mundo, eso no. Ojalá y nos explicara, científicamente, cómo es que él ha llegado a la conclusión de que es un ser superior. Hasta sus admiradores apreciarían esa explicación.
Preguntarse sobre la existencia de Dios es normal. Sentir duda en algún momento de la vida, también. Pero obsesionarse con demostrar que no existe, con base en palabrería hueca, no lo es. Si alguna vez el infectólogo de marras quisiera tener la experiencia de discutir sobre ciencia y fe con otros científicos, puede contactar a la Pontificia Academia de Ciencias de la Santa Sede, de la que forman parte hombres de ciencia creyentes y no creyentes, pero con el propósito común de encontrar la verdad. Allí, en un ambiente eminentemente científico, podrá demostrar su conocimiento del tema o, quizá, aprender algo útil sobre ciencia y fe.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
No por mucho hablar se dice más
Hay por ahí un infectólogo metido a juzgador del catolicismo que, en ese afán, a menudo yerra y mete la pata cuando pretende sentar cátedra sobre cuestiones religiosas. Más que a la falta de dominio del tema, sus equivocaciones se deben a que no tiene ni la intención ni la voluntad de criticar el cristianismo estudiando la religión misma, sino basándose en otros que denigran la fe y la creencia en Dios.
Recuerdo que en la escuela nos decían que el método científico tenía, al menos, que cumplir con los pasos siguientes: observación, análisis, hipótesis, experimentación y conclusión o resultado final. Si al menos utilizara este método en su crítica, podríamos apreciar sus puntos de vista.
Vuelvo al infectólogo, que suele hablar mucho y decir poco. Vende la imagen de científico, con la que pretende dictar cátedra en otros campos; sin embargo, sus escritos sobre fe y religión no llegan siquiera al nivel de un análisis objetivo que busca la verdad. Sus planteamientos y argumentos denotan, tanto implícita como explícitamente, su animadversión hacia la religión y su desprecio hacia los creyentes y practicantes de alguna fe. Su rechazo hacia la religión y la fe es tan grande, que ubica como estúpidos e ignorantes a los creyentes. ¡Qué dichoso este hombre! De los mil millones de católicos en el mundo, de un número similar de musulmanes y de otros millones de cristianos ortodoxos y protestantes y profesantes de otros credos, no existe entre ellos un individuo más inteligente que él. Al menos eso es lo que deja ver en sus acostumbrados artículos.
Que no le guste la religión, eso lo entiendo; que pretenda estar por encima en inteligencia y entendimiento de miles de millones de personas creyentes en el mundo, eso no. Ojalá y nos explicara, científicamente, cómo es que él ha llegado a la conclusión de que es un ser superior. Hasta sus admiradores apreciarían esa explicación.
Preguntarse sobre la existencia de Dios es normal. Sentir duda en algún momento de la vida, también. Pero obsesionarse con demostrar que no existe, con base en palabrería hueca, no lo es. Si alguna vez el infectólogo de marras quisiera tener la experiencia de discutir sobre ciencia y fe con otros científicos, puede contactar a la Pontificia Academia de Ciencias de la Santa Sede, de la que forman parte hombres de ciencia creyentes y no creyentes, pero con el propósito común de encontrar la verdad. Allí, en un ambiente eminentemente científico, podrá demostrar su conocimiento del tema o, quizá, aprender algo útil sobre ciencia y fe.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario