2008-03-16
A tiro de piedra
El tesoro de la Semana Santa
La liturgia de Semana Santa es un antiguo tesoro que la Iglesia conserva desde hace siglos. De todas las celebraciones litúrgicas, quizá las de estos días poco han cambiado desde los primeros años del cristianismo, especialmente la del Viernes Santo.
Desde los años infantiles muchos hemos vivido este tiempo entre tradiciones y religiosidad, hasta descubrir una manera diferente de experimentar este hermoso tiempo litúrgico que la Iglesia nos regala. Lo que en principio era un momento de tristeza y recogimiento por tradición, con la formación y la práctica consciente ha desembocado en una participación más rica y gozosa.
El tesoro de la Semana Santa se lleva, parodiando a san Pablo, "en vasos de barro" tan frágiles que, en un descuido de nuestra parte, caen y se rompen echando a perder su contenido. Esa riqueza la podemos disfrutar participando plenamente de la liturgia del Domingo de Ramos, el Jueves Santo, la Pasión y la adoración de la Cruz el Viernes Santo y la Vigilia Pascual. Previamente debemos prepararnos con el Sacramento de la Reconciliación, y si es posible en comunidad; escoger lecturas para la meditación; orar en casa y en familia; practicar la caridad e imponernos una semana de austeridad, para recibir la Pascua con alegría y celebración gozosa.
Nuestra fe debe expresarse conforme a la vida individual que busca la santidad y en la celebración como comunidad eclesial en la parroquia o en el grupo o movimiento en el que solemos caminar. Eso le da sentido a cada tiempo litúrgico que la Iglesia nos presenta. La Semana Santa no es para pasear o irse al río o a la playa; para eso tenemos el resto del año. Esta época es para reconciliarnos con Dios y con el prójimo, redescubrirnos como creyentes y renovar nuestra fe haciendo memoria de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Si desea hacer algo diferente este año, acompañe a su comunidad parroquial en todos los actos litúrgicos de estos días. No se arrepentirá. Y no olvide la meditación personal con alguna lectura bíblica o algún libro que hable sobre la historia de la Iglesia, los tiempos de Jesús o la vida de los santos. Nada perdemos con hacer esta experiencia; al contrario, lo que ganemos incrementará ese tesoro que, año con año, se acrecienta y nos ayuda a crecer en nuestra fe y nuestra vida cristiana.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
El tesoro de la Semana Santa
La liturgia de Semana Santa es un antiguo tesoro que la Iglesia conserva desde hace siglos. De todas las celebraciones litúrgicas, quizá las de estos días poco han cambiado desde los primeros años del cristianismo, especialmente la del Viernes Santo.
Desde los años infantiles muchos hemos vivido este tiempo entre tradiciones y religiosidad, hasta descubrir una manera diferente de experimentar este hermoso tiempo litúrgico que la Iglesia nos regala. Lo que en principio era un momento de tristeza y recogimiento por tradición, con la formación y la práctica consciente ha desembocado en una participación más rica y gozosa.
El tesoro de la Semana Santa se lleva, parodiando a san Pablo, "en vasos de barro" tan frágiles que, en un descuido de nuestra parte, caen y se rompen echando a perder su contenido. Esa riqueza la podemos disfrutar participando plenamente de la liturgia del Domingo de Ramos, el Jueves Santo, la Pasión y la adoración de la Cruz el Viernes Santo y la Vigilia Pascual. Previamente debemos prepararnos con el Sacramento de la Reconciliación, y si es posible en comunidad; escoger lecturas para la meditación; orar en casa y en familia; practicar la caridad e imponernos una semana de austeridad, para recibir la Pascua con alegría y celebración gozosa.
Nuestra fe debe expresarse conforme a la vida individual que busca la santidad y en la celebración como comunidad eclesial en la parroquia o en el grupo o movimiento en el que solemos caminar. Eso le da sentido a cada tiempo litúrgico que la Iglesia nos presenta. La Semana Santa no es para pasear o irse al río o a la playa; para eso tenemos el resto del año. Esta época es para reconciliarnos con Dios y con el prójimo, redescubrirnos como creyentes y renovar nuestra fe haciendo memoria de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Si desea hacer algo diferente este año, acompañe a su comunidad parroquial en todos los actos litúrgicos de estos días. No se arrepentirá. Y no olvide la meditación personal con alguna lectura bíblica o algún libro que hable sobre la historia de la Iglesia, los tiempos de Jesús o la vida de los santos. Nada perdemos con hacer esta experiencia; al contrario, lo que ganemos incrementará ese tesoro que, año con año, se acrecienta y nos ayuda a crecer en nuestra fe y nuestra vida cristiana.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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