2008-03-02
A tiro de piedra
Mandarín
El año pasado se presentó la propuesta legislativa de enseñar el idioma mandarín en todas las escuelas del país, so pretexto del crecimiento de China y de las oportunidades que supuestamente podemos tener con el dominio de ese idioma y el intercambio comercial con la potencia asiática. La idea no es mala; lo errado es intentar que todos los panameños, de aquí en adelante, hablemos mandarín y que el uso de ese idioma nos llenará de dinero.
Si los chinos están aprendiendo inglés y español, para comunicarse con el resto del mundo, ¿para qué pretender que todos hablemos mandarín? Sería mejor, y más sensato, crear un instituto de lenguas extranjeras como opción educativa posbachillerato e incorporar en menos tiempo al mercado de trabajo a nuestra juventud. Con los fondos que nos gastaríamos aprendiendo mandarín en todas las escuelas y el esfuerzo logístico que ello implica, abrimos extensiones del instituto en las principales ciudades del país y aprendemos inglés, francés, mandarín, ruso, indio y portugués, entre otros.
La lógica de la legislación propuesta es la de ampliar el horizonte económico de Panamá, fuera de las otras bondades que invoca. Por eso se dirige a lo que en la actualidad se llama “economías emergentes”; entre las que destacan países como el líder China, India, Rusia y Brasil. Cerrarse en el mandarín es un error; seguir con la lógica de un idioma cada vez que hay una oportunidad económica, también nos llevaría a incluir otras lenguas y, al final, abarcaremos mucho y apretaremos poco.
Otro obstáculo con el proyecto mandarín, y con la práctica de un idioma extra, es la cantidad de docentes calificados que necesitaríamos y que, al menos, sería de 9 por cada escuela básica y de tres por cada secundaria, multiplicada por las miles de escuelas del país. Es un proyecto costoso y, en el aspecto logístico, extremadamente difícil de llevarse a la realidad: Ni siquiera con los maestros chinos que, supuestamente, ha ofrecido China; los que, por supuesto, tendrían que dominar el idioma español.
A Panamá, como país de servicios, le conviene tener una fuerza laboral altamente calificada; una población que pueda comunicarse en varias lenguas; y crear oportunidades de trabajo para su gente, con el fin de lograr el pleno empleo. Eso se consigue con decisiones sabias e inteligentes y no solo con el deseo y la buena voluntad de hacerlo. Olvidémonos del mandarín en todas las escuelas y de otras lenguas extranjeras, fuera del inglés, como curso obligatorio. Conviene un instituto superior para ese fin y el reforzamiento, actualización y aprovechamiento de la educación y los recursos humanos. El resto sobra.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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A tiro de piedra
Mandarín
El año pasado se presentó la propuesta legislativa de enseñar el idioma mandarín en todas las escuelas del país, so pretexto del crecimiento de China y de las oportunidades que supuestamente podemos tener con el dominio de ese idioma y el intercambio comercial con la potencia asiática. La idea no es mala; lo errado es intentar que todos los panameños, de aquí en adelante, hablemos mandarín y que el uso de ese idioma nos llenará de dinero.
Si los chinos están aprendiendo inglés y español, para comunicarse con el resto del mundo, ¿para qué pretender que todos hablemos mandarín? Sería mejor, y más sensato, crear un instituto de lenguas extranjeras como opción educativa posbachillerato e incorporar en menos tiempo al mercado de trabajo a nuestra juventud. Con los fondos que nos gastaríamos aprendiendo mandarín en todas las escuelas y el esfuerzo logístico que ello implica, abrimos extensiones del instituto en las principales ciudades del país y aprendemos inglés, francés, mandarín, ruso, indio y portugués, entre otros.
La lógica de la legislación propuesta es la de ampliar el horizonte económico de Panamá, fuera de las otras bondades que invoca. Por eso se dirige a lo que en la actualidad se llama “economías emergentes”; entre las que destacan países como el líder China, India, Rusia y Brasil. Cerrarse en el mandarín es un error; seguir con la lógica de un idioma cada vez que hay una oportunidad económica, también nos llevaría a incluir otras lenguas y, al final, abarcaremos mucho y apretaremos poco.
Otro obstáculo con el proyecto mandarín, y con la práctica de un idioma extra, es la cantidad de docentes calificados que necesitaríamos y que, al menos, sería de 9 por cada escuela básica y de tres por cada secundaria, multiplicada por las miles de escuelas del país. Es un proyecto costoso y, en el aspecto logístico, extremadamente difícil de llevarse a la realidad: Ni siquiera con los maestros chinos que, supuestamente, ha ofrecido China; los que, por supuesto, tendrían que dominar el idioma español.
A Panamá, como país de servicios, le conviene tener una fuerza laboral altamente calificada; una población que pueda comunicarse en varias lenguas; y crear oportunidades de trabajo para su gente, con el fin de lograr el pleno empleo. Eso se consigue con decisiones sabias e inteligentes y no solo con el deseo y la buena voluntad de hacerlo. Olvidémonos del mandarín en todas las escuelas y de otras lenguas extranjeras, fuera del inglés, como curso obligatorio. Conviene un instituto superior para ese fin y el reforzamiento, actualización y aprovechamiento de la educación y los recursos humanos. El resto sobra.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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