lunes, 3 de diciembre de 2007

Diciembre

2007-12-02
Editorial
Diciembre

Empieza el mes de diciembre, último del año, en el que importantes fiestas o celebraciones nos enmarcan en la dimensión de nuestra humanidad. Es el calendario en que la Iglesia celebra la natividad de Cristo Jesús y la Inmaculada Concepción de la Virgen María; es el mes en que el país rinde tributo a la figura de la madre, y el mundo hace memoria de la Declaración de los Derechos Humanos.

Dentro de esa dimensión humana, en donde criatura y Creador se encuentran, y en donde lo individual se junta con lo familiar y la universalidad del ser humano, nos vemos compelidos a reflexionar sobre nuestra existencia. Nuestra existencia como seres dotados de cuerpo y espíritu; como seres que tenemos alma y conciencia; y como individuos y miembros de una sociedad comunitaria, nacional y planetaria.

Si diciembre con sus fiestas y memorias nos mueve a estar más abiertos hacia el prójimo, a expresar el amor que sentimos por los demás, y a deponer actitudes de gesto amenazante y violencia, ¿por qué no han de movernos perennemente nuestro espíritu y nuestra conciencia? ¿por qué no hemos de procurar practicar la conversión de día a día? Ese porqué es el que debemos respondernos en nuestra vida individual y nuestra vida colectiva, para construir un mundo mejor.

Dios está presente en medio de nosotros. Dios vino a visitar a su pueblo en el Verbo Encarnado, Cristo Jesús. Dios está allí, esperando que, en nuestro libre albedrío, demos el paso hacia él para que nos ayude a amar al prójimo como a nosotros mismos, a vivir en paz, pero, sobre todo, a hacer su voluntad que es amarlo a El y creer en Aquel que nos ha enviado: su hijo amado, Cristo Enmanuel.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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