2007-10-28
A tiro de piedra
Las casas del Casco Viejo
Es un entorno de singular belleza y bordeado por las aguas del Pacífico, en el que se conjugan los estilos colonial y modernista, con algunas formas arquitectónicas de las escuelas italiana, americana, y del siglo veinte. Balcones llamativos y hermosas fachadas deslucidas por el deterioro y el descuido, forman parte del paisaje que exige del observador el ejercicio escrutador de la mirada.
Con el intento de aumentar su valor, declarado hace unos años como patrimonio histórico y cultural de la humanidad, el barrio ha experimentado la compra de propiedades, tanto para la especulación como para la restauración. El intento fallido de algunos por comerciar con sus edificios, mantiene en ruinas lo que un día adquirieron para ganar dinero, al no poder transformar las fachadas a su antojo. Otras edificaciones se derrumban, por quedar sus estructuras a la intemperie, o por el debilitamiento de ellas a causa de las vibraciones que se producen al instalar las fundaciones de las contiguas.
Las casas del Casco Viejo corren peligro por la erosión y la falta de experiencia al reconstruir su interior con técnicas de construcción distintas o incompatibles con las originales. Mucho tiempo han estado sin recibir el cuidado y el mantenimiento adecuado, como consecuencia de la política de vivienda oficial, que en la práctica impedía el aumento del canon de arrendamiento, y facilitaba a los inquilinos que permanecieran ocupándolas con una morosidad alta que a la postre provocaba su deterioro y condena por parte de las autoridades. A pesar de declarárseles inhabitables, las casas eran reparadas con materiales de baja calidad, se alteraba su diseño y distribución interior, y se permitía su ocupación bajo un régimen comunal que poco hacía por su conservación y cuidado.
Ahora el barrio es forzado a ser restaurado bajo el concepto de desalojo y remodelación, que reclama una fuerte inversión de dinero por parte del propietario, y hace inalcanzable la adquisición de los nuevos apartamentos para los antiguos inquilinos o la población de nivel socioeconómico medio bajo que solía habitar el barrio. De haber seguido su proceso natural de revaloración como bienes raíces, las propiedades habrían evolucionado de una manera ordenada hacia distintos tipos de edificio, que podrían albergar, como era antes, a personas de diversos estratos socioeconómicos. De haber sido así, la zona sería rica en diversidad y conservaría su identidad multicultural, libre de la característica excluyente y monosectorial que ya se anticipa.
San Felipe, y las áreas de El Chorrillo y Santa Ana que se encuentran dentro de los límites del Casco Viejo, sufrirá su transformación con el tiempo. La mayoría de sus casas conservará su fachada, pero el barrio perderá la riqueza cultural forjada durante siglos. Será, pero en un nuevo contexto, la división de los de afuera y los de adentro. ¡Qué lástima!
Y recuerde: Ni un busero más como diputado.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
Las casas del Casco Viejo
Es un entorno de singular belleza y bordeado por las aguas del Pacífico, en el que se conjugan los estilos colonial y modernista, con algunas formas arquitectónicas de las escuelas italiana, americana, y del siglo veinte. Balcones llamativos y hermosas fachadas deslucidas por el deterioro y el descuido, forman parte del paisaje que exige del observador el ejercicio escrutador de la mirada.
Con el intento de aumentar su valor, declarado hace unos años como patrimonio histórico y cultural de la humanidad, el barrio ha experimentado la compra de propiedades, tanto para la especulación como para la restauración. El intento fallido de algunos por comerciar con sus edificios, mantiene en ruinas lo que un día adquirieron para ganar dinero, al no poder transformar las fachadas a su antojo. Otras edificaciones se derrumban, por quedar sus estructuras a la intemperie, o por el debilitamiento de ellas a causa de las vibraciones que se producen al instalar las fundaciones de las contiguas.
Las casas del Casco Viejo corren peligro por la erosión y la falta de experiencia al reconstruir su interior con técnicas de construcción distintas o incompatibles con las originales. Mucho tiempo han estado sin recibir el cuidado y el mantenimiento adecuado, como consecuencia de la política de vivienda oficial, que en la práctica impedía el aumento del canon de arrendamiento, y facilitaba a los inquilinos que permanecieran ocupándolas con una morosidad alta que a la postre provocaba su deterioro y condena por parte de las autoridades. A pesar de declarárseles inhabitables, las casas eran reparadas con materiales de baja calidad, se alteraba su diseño y distribución interior, y se permitía su ocupación bajo un régimen comunal que poco hacía por su conservación y cuidado.
Ahora el barrio es forzado a ser restaurado bajo el concepto de desalojo y remodelación, que reclama una fuerte inversión de dinero por parte del propietario, y hace inalcanzable la adquisición de los nuevos apartamentos para los antiguos inquilinos o la población de nivel socioeconómico medio bajo que solía habitar el barrio. De haber seguido su proceso natural de revaloración como bienes raíces, las propiedades habrían evolucionado de una manera ordenada hacia distintos tipos de edificio, que podrían albergar, como era antes, a personas de diversos estratos socioeconómicos. De haber sido así, la zona sería rica en diversidad y conservaría su identidad multicultural, libre de la característica excluyente y monosectorial que ya se anticipa.
San Felipe, y las áreas de El Chorrillo y Santa Ana que se encuentran dentro de los límites del Casco Viejo, sufrirá su transformación con el tiempo. La mayoría de sus casas conservará su fachada, pero el barrio perderá la riqueza cultural forjada durante siglos. Será, pero en un nuevo contexto, la división de los de afuera y los de adentro. ¡Qué lástima!
Y recuerde: Ni un busero más como diputado.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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