2007-10-14
Editorial
Altas autoridades
La misión de la autoridad dentro del estado es administrar el gobierno, procurar el bien común, impartir justicia, y velar por el respeto a la vida, honra y bienes de la población. Estas, al menos, son las funciones que deben ejercer con diligencia y honradez todas la autoridades que, en los distintos estamentos de la sociedad estatal, tienen mando y jurisdicción, o se les ha confiado esa tarea.
En nuestro país, sin embargo, la respuesta de la autoridad la sentimos distante, en tiempo y espacio, y en ocasiones sin real poder para ejercer el cargo que ocupa. Es una autoridad sin conexión directa con la comunidad, y mientras más abajo de la pirámide política está, el poder que le confiere la ley resulta, en la práctica, más nominal que verdadero.
A falta de ese poder real de las autoridades locales, la población debe recurrir a las llamadas “altas autoridades”. Tan altas están, que a cierta población le resulta inalcanzables, por lo que recurre a medidas de protesta, que por lo común afectan el libre tránsito y el derecho de terceros.
Necesitamos descentralizar el poder, y confiar a las autoridades, de manera plena y efectiva, la parte que le corresponda. Intentos se han hecho para lograrlo, pero aún no vemos ni palpamos sus efectos. Tiene que hacerse patente esta acción, para que el país cuente con autoridades que, altas o bajas, cumplan cabalmente la misión para la cual han sido instituidas.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
Altas autoridades
La misión de la autoridad dentro del estado es administrar el gobierno, procurar el bien común, impartir justicia, y velar por el respeto a la vida, honra y bienes de la población. Estas, al menos, son las funciones que deben ejercer con diligencia y honradez todas la autoridades que, en los distintos estamentos de la sociedad estatal, tienen mando y jurisdicción, o se les ha confiado esa tarea.
En nuestro país, sin embargo, la respuesta de la autoridad la sentimos distante, en tiempo y espacio, y en ocasiones sin real poder para ejercer el cargo que ocupa. Es una autoridad sin conexión directa con la comunidad, y mientras más abajo de la pirámide política está, el poder que le confiere la ley resulta, en la práctica, más nominal que verdadero.
A falta de ese poder real de las autoridades locales, la población debe recurrir a las llamadas “altas autoridades”. Tan altas están, que a cierta población le resulta inalcanzables, por lo que recurre a medidas de protesta, que por lo común afectan el libre tránsito y el derecho de terceros.
Necesitamos descentralizar el poder, y confiar a las autoridades, de manera plena y efectiva, la parte que le corresponda. Intentos se han hecho para lograrlo, pero aún no vemos ni palpamos sus efectos. Tiene que hacerse patente esta acción, para que el país cuente con autoridades que, altas o bajas, cumplan cabalmente la misión para la cual han sido instituidas.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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