2007-10-21
Editorial
El Cristo Negro
Portobelo es una población con más de 400 años de existencia, cuyas riquezas humana y natural poco han sido desarrolladas comparadas con su centenaria vida. Es un pueblo con fuerte tradición de religiosidad y manifestación cultural, que por estos días celebra la fiesta del Cristo Negro Nazareno.
Centenares de penitentes acuden en romería en pos de los favores del Santo Cristo, o para agradecerle la gracia recibida en algún momento de tribulación o angustia. Algunos de ellos, más allá del auténtico sacrificio evangélico, se adentran a ofrecer ofrendas y holocaustos que, aunque tolerados, no siempre coinciden con la enseñanza y el catecismo de la Santa Madre Iglesia.
Dios es compasivo y misericordioso, y tanto amó al mundo, que envió a su Hijo para redimirnos con su sacrificio en la cruz. Cristo Jesús pagó el precio por nuestros pecados con su sangre, y nos abrió el camino hacia la Vida Eterna con su gloriosa resurrección. Por eso, lo que mejor podemos ofrecerle como salvador nuestro, es un corazón contrito y humillado, que ni Él ni el Padre rechazan.
La fe poco instruida de algunos penitentes debe ser respetada, sin duda, y jamás traída a menos, porque es el Señor quien ve los corazones. Sin embargo, es nuestro deber cristiano orientar e invitar al hermano a buscar la verdadera vida cristiana, para que pueda pasar de ese estado de religiosidad a la santidad y la eternidad con Cristo.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
El Cristo Negro
Portobelo es una población con más de 400 años de existencia, cuyas riquezas humana y natural poco han sido desarrolladas comparadas con su centenaria vida. Es un pueblo con fuerte tradición de religiosidad y manifestación cultural, que por estos días celebra la fiesta del Cristo Negro Nazareno.
Centenares de penitentes acuden en romería en pos de los favores del Santo Cristo, o para agradecerle la gracia recibida en algún momento de tribulación o angustia. Algunos de ellos, más allá del auténtico sacrificio evangélico, se adentran a ofrecer ofrendas y holocaustos que, aunque tolerados, no siempre coinciden con la enseñanza y el catecismo de la Santa Madre Iglesia.
Dios es compasivo y misericordioso, y tanto amó al mundo, que envió a su Hijo para redimirnos con su sacrificio en la cruz. Cristo Jesús pagó el precio por nuestros pecados con su sangre, y nos abrió el camino hacia la Vida Eterna con su gloriosa resurrección. Por eso, lo que mejor podemos ofrecerle como salvador nuestro, es un corazón contrito y humillado, que ni Él ni el Padre rechazan.
La fe poco instruida de algunos penitentes debe ser respetada, sin duda, y jamás traída a menos, porque es el Señor quien ve los corazones. Sin embargo, es nuestro deber cristiano orientar e invitar al hermano a buscar la verdadera vida cristiana, para que pueda pasar de ese estado de religiosidad a la santidad y la eternidad con Cristo.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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