viernes, 26 de diciembre de 2008

Balance de 2008 con la Jornada de Sydney como eje

2008-12-28
La Voz del Pastor
Balance de 2008 con la Jornada de Sydney como eje

Publicamos parte del discurso que Benedicto XVI dirigió el lunes 22 de diciembre a los miembros de la Curia Romana y de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano en el tradicional encuentro de intercambio de felicitaciones con motivo de la Navidad.

Señores cardenales, venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado, queridos hermanos y hermanas:

La Navidad del Señor está a las puertas. Cada familia siente el deseo de reunirse, para disfrutar la atmósfera única e irrepetible que esta fiesta es capaz de crear. También la familia de la Curia Romana se encuentra esta mañana, siguiendo una bella tradición, gracias a la cual tenemos la alegría de encontrarnos e intercambiarnos las felicitaciones navideñas en este particular clima espiritual. Dirijo a cada uno mi saludo cordial, lleno de reconocimiento por la apreciada colaboración prestada al sucesor de Pedro. (…)

El año que está a punto de terminar ha sido rico en miradas retrospectivas a fechas importantes de la historia reciente de la Iglesia, pero rico también en acontecimientos, que traen consigo señales de orientación para nuestro camino hacia el futuro. Hace cincuenta años moría el papa Pío XII, hace 50 años era elegido papa Juan XXIII. Han pasado cuarenta años de la publicación de la Encíclica Humanae vitae y treinta años de la muerte de su autor, el Papa Paolo VI.

El mensaje de estos acontecimientos ha sido recordado y meditado de muchas formas a lo largo del año, tanto que no quisiera detenerme nuevamente en ellos ahora.

La mirada de la memoria, sin embargo, se ha dirigido aún más atrás de los acontecimientos del siglo pasado, y precisamente así nos ha dirigido hacia el futuro: la noche del 28 de junio, en presencia del patriarca ecuménico Bartolomé I de Constantinopla y de representantes de muchas otras Iglesias y comunidades eclesiales pudimos inaugurar en la Basílica de San Pablo Extramuros el Año Paulino, en recuerdo del nacimiento del apóstol de los gentiles hace dos mil años. Pablo no es para nosotros una figura del pasado. (…)

Surgen particularmente ante los ojos tres acontecimiento específicos del año que está por concluir. Ha estado ante todo la Jornada Mundial de la Juventud en Australia, una gran fiesta de la fe, que ha reunido a más de 200.000 jóvenes de todas partes del mundo y les ha acercado no sólo externamente --en sentido geográfico-- sino, con su contagiante alegría de ser cristianos, también interiormente.

Junto a ello hubo dos viajes, uno a los Estados Unidos y otro a Francia, en los que la Iglesia se ha hecho visible ante el mundo y para el mundo como una fuerza espiritual que indica caminos de vida y, mediante el testimonio de la fe, trae la luz al mundo. Fueron días que irradiaban luminosidad, irradiaban confianza en el valor de la vida y en el empeño por el bien.

Por último, hay que recodar el Sínodo de los Obispos: pastores procedentes de todo el mundo se reunieron alrededor de la Palabra de Dios, que había sido alzada en medio de ellos; en torno a la palabra de Dios, cuya gran manifestación se encuentra en la Sagrada Escritura. (…)

Finalmente era importante experimentar que en la Iglesia hay un Pentecostés también hoy; es decir, que ésta habla en muchas lenguas, y esto no sólo en el aspecto exterior de que estén representadas en ella todas las grandes lenguas del mundo, sino aún más en su aspecto más profundo: en ella están presentes las múltiples formas de experiencia de Dios y del mundo, la riqueza de las culturas, y sólo así aparece la amplitud de la existencia humana y, a partir de ella, la amplitud de la Palabra de Dios.(…)

Los viajes pastorales de este año han hecho referencia a la presencia de la Palabra de Dios, a Dios mismo en el actual momento de la historia: su verdadero sentido sólo puede ser el de servir a esta presencia. En estas ocasiones la Iglesia se hace perceptible públicamente, con ella la fe, y por ello, al menos, la pregunta sobre Dios.

Esta manifestación en público de la fe llama en causa a todos aquellos que intentan entender el tiempo presente y las fuerzas que actúan en él. Especialmente el fenómeno de las Jornadas Mundiales de la Juventud se convierte cada vez más en un objeto de análisis, en el que se intenta entender esta especie, por así decirlo, de cultura juvenil. Australia nunca había visto tanta gente de todos los continentes como en la Jornada Mundial de la Juventud, ni siquiera durante las Olimpiadas. (…)

El espíritu misionero de la Iglesia no es más que el impulso por comunicar la alegría que se nos ha dado. Que siempre esté viva en nosotros y, después, que se irradie en el mundo en sus tribulaciones: este es mi auspicio para finales de este año. Junto con un sentido agradecimiento por todas vuestras fatigas y obras, os deseo a todos que esta alegría, que se deriva de Dios, se nos dé abundantemente también en el Año Nuevo.

Confío estos deseos a la intercesión de la Virgen María, Mater divinae gratiae, pidiéndola poder vivir las festividades navideñas en la alegría y en la paz del Señor. Con estos sentimientos, os imparto de corazón a todos vosotros y a la gran familia de la Curia Romana la bendición apostólica.

S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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Año electoral

2008-12-28
A tiro de piedra
Año electoral

En un par de días se nos viene encima el año 2009 cargado de actividades electorales, en el que muchos ponen su esperanza en un gobierno nuevo que produzca un cambio y, otros, en un gobierno viejo que les deje disfrutar de lo que hasta ahora han tenido. Un año de elecciones que promete mucho, pero cumple poco.

Por primera vez desde mi primera votación, me veo libre del ajetreo electoral. Bajo el período de la dictadura era la lucha contra el régimen y la defensa del voto opositor; en democracia, después de la invasión, el apoyo a la consolidación democrática. En esta ocasión no me gusta ningún candidato y, como me mudé y no hice cambio de residencia, estoy impedido de votar. Así que aprovecharé este tiempo sabático para ver los toros desde la barrera.

Si tuviera que analizar a los candidatos, me parece que Juan Carlos Varela es el más sano como persona y político. Tiene en su contra la poca o nula experiencia en el manejo del sector público, y la falta de apoyo y empuje que se nota en su partido. Es la prueba a superar, si quiere remontar los puntos que le dan las encuestas.

Guillermo Endara realizó un gobierno que se considera aceptable, pero dentro de una coyuntura diferente a la actual. Ya no tiene el respaldo mayoritario de entonces, ni las condiciones de reconstrucción del país que hicieron trabajar con entusiasmo a empresarios y trabajadores. Aunque su fuerte es su trayectoria presidencial anterior, los nuevos votantes recuerdan vagamente esa gestión y prefieren figuras con las que se sientan más identificados.

Balbina Herrera tiene el respaldo del partido político más fuerte, pero carga con el desgaste del gobierno y un pasado ligado al militarismo, que hace daño en términos de manejo de la opinión pública. Ve caer su porcentaje de aceptación vertiginosamente, y debe atender dos frentes: el interno de su partido, y el electoral frente a los otros candidatos.

Ricardo Martinelli es una figura insistente, con un equipo propagandístico sagaz y que saca provecho de los errores de sus adversarios. Ese, hasta ahora, es su fuerte. Sin embargo, carece de plataforma ideológica y de un partido cohesionado en cuanto a la filosofía partidista. Un número importante de sus candidatos provienen de otros colectivos, lo que da la impresión de oportunismo electorero que, en caso de triunfo, exigirán el “justo pago” por sus servicios.

Mientras se calienta el ambiente electoral, me buscaré un asiento en el palco de sombra, para observar esta faena que, como las corridas de toros, promete sol, sangre y arena. Y espero que la sangre sólo esté en las lágrimas.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Defender la familia

2008-12-28
Editorial
Defender la familia

Cada vez nos cuesta más proteger la institución familiar, porque los ataques del mundo se multiplican sin cesar. Con conceptos nuevos, aunque no tanto, que la desvirtúan, al menos en el lenguaje de uso común, se intenta separa la verdadera familia de las nuevas concepciones que, en el fondo, son vacías y carentes de sentido natural.

El hombre, como especie, está ligado al gregarismo. Es de esta condición que surgieron los clanes y tribus, hasta constituirse en la unidad familiar que conocemos hasta el presente. Familia es un hombre y una mujer que, unidos en alianza indisoluble, deciden pasar el resto de sus vidas en una expresión de amor que incluye la indispensable fidelidad mutua, los hijos e hijas producto de su amor, y el dejar una herencia en nombre, genes y valores espirituales y culturales.

Ahora se intenta separar la auténtica familia de la familia hecha a la medida y al capricho de cierta corriente mundana. A la verdadera familia se le llama tradicional, y a la otra moderna. ¿Qué modernismo existe donde no hay un padre y una madre? ¿Qué modernismo se tiene cuando conductas de grave desvío se proponen como modelo a seguir por los menores dentro de un supuesto hogar? ¿Qué modernismo puede alegarse al intentar darle el estado de matrimonio a una unión homosexual, que pretende ser lo que no es?

La corriente del mundo es fuerte y arrastra a muchos, pero difícilmente lo logrará con todos. La humanidad, en sus dolores de parto, tendrá que compartir espacio y tiempo con todos los seres humanos y sus mentalidades, pero ya, en algunos aspectos, se ha dado cuenta de algunos errores cometidos, al dejarse arrastrar y jugar a ser dios de sí misma.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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La Corona Merecida

2008-12-28
El Ojo del Profeta
La Corona Merecida

Todo creyente que libra el buen combate el Señor le tiene preparada una corona de gloria, como premio por su fidelidad y entrega total al Evangelio. Ninguno, aunque haya muerto en esta tierra, morirá para siempre. Esa es la promesa que hoy se cumple en la hermana Gladys Méndez, quien pasó a la casa del Padre hace unos días.

Muchos en la Iglesia que peregrina en Panamá hemos sido testigos de su donación, su coraje y su trabajo con los más pobres. Tenaz, entusiasta y humilde, la hermana Gladys deja una profunda huella entre quienes la conocieron. Vivió una vida provechosa y dedicada al prójimo, sin acumular nada terreno.

Ya entrada en el descanso de la dormición, en espera de la resurrección con Cristo, se anticipa a todos aquellos fieles que, como ella, lo han dejado todo para seguir a Cristo y dar fruto tras morir como el grano de trigo.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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martes, 23 de diciembre de 2008

Navidad fiesta cristiana

2008-12-21
La Voz del Pastor
Navidad fiesta cristiana

El título de esta reflexión parece una redundancia. Si la sociedad y, especialmente nosotros, los cristianos viviéramos estas festividades con el espíritu y la mística que nos propuso la Iglesia al instituirla, entonces sí fuera verdadera redundancia afirmar que la navidad es fiesta cristiana.

Varios meses antes del 25 de diciembre notamos mucho interés y entusiasmo, pero en el campo comercial. No pocas empresas ven esta época como la más importante del año, pues son tantas las ventas y negocios que se realizan, al punto de compensar con creces lo que no se ganó antes. De esta manera la navidad se convierte en la fiesta del consumismo y la época de derroche.

Ya Jesús afirmó que los hijos de las tinieblas son más hábiles que los hijos de la luz (Lc 16,8). Nuestra sociedad consumista se prepara con tiempo para lograr su objetivo: es decir el lucro desmedido.

Por otra parte, nosotros los cristianos somos hijos de la luz e hijos del día, por eso debemos prepararnos y celebrar este gran acontecimiento a la luz de esta fe (Efesios 5,8-9).

La Iglesia trata de prepararnos con su liturgia, durante cuatro semanas, presentándonos hermosos textos del Antiguo Testamento con el fin de que hagamos nuestros los anhelos y las esperanzas del pueblo de Israel, y muy especialmente el grito de los profetas que clamaban por la llegada del Mesías: “cielos destilad el rocío, nubes derramad al justo, ábrase la tierra y brote la salvación y con ella germine la justicia” (Is 45,8).

Hemos contemplado en este tiempo la persona fascinante de Juan Bautista que llamando a la conversión preparaba al pueblo en forma inmediata para acoger al Mesías Salvador. En este cuarto Domingo de Adviento vemos al Ángel Gabriel anunciando a María que ha llegado el momento esperado, Ella será la madre del Rey de Israel en el cual se cumplen todas las promesas. María, porque es humilde y fiel, acoge con fe y generosidad al Hijo de Dios no sólo en sus entrañas sino también en su mente y en su corazón.

Celebrar la Navidad es, ante todo, creer profundamente en Jesús, el Mesías esperado de todos los tiempos. Creer que él es el Hijo de Dios que al encarnarse entra en nuestra historia y asume nuestra realidad humana (menos el pecado) la eleva y dignifica. Navidad es el mismo Jesús, no esos horribles monigotes o estafermos introducidos por los enemigos del cristianismo para hacer olvidar al Niño Dios.

Jesús en el pesebre de Belén es el verdadero Emmanuel-el Dios con nosotros-, del que habla el profeta Isaías (Isaías 7, 14).

La fiesta del nacimiento de Jesucristo es esencialmente una fiesta litúrgica. No se trata simplemente de recordar con frialdad un acontecimiento del pasado que ya no existe. Celebrar bien navidad supone una profunda conversión interior (toda colina será rebajada y todo valle será rellenado) con el fin de acoger a Jesús por la fe en nuestra vida personal. Solo así Jesús nacerá místicamente en nuestro corazón. No podemos negar la posada al Salvador, pues en realidad Él está tocando a nuestra puerta, si le abrimos Él entrará y cenaremos juntos (Apoc. 3,20).

Navidad es la fiesta de la paz, de la reconciliación y de la unidad familiar. El anuncio de los Ángeles a los pastores sigue siendo la gran noticia. “Les traigo una gran noticia que será de alegría para todo el pueblo” (Lucas 2, 10). Hoy más que nunca estamos necesitando esa noticia que es Jesús, el príncipe de la paz. Nuestro mundo está saturado de problemas y los medios sólo nos ofrecen las malas noticias.

Celebremos con recogimiento la fiesta de Navidad, abramos nuestro corazón al amor y a la solidaridad, aprendamos de Jesús que vino, no a ser servido, sino a servir y a dar la vida por todos. Hagamos de la Navidad una fiesta cristiana.

Mons. José Dimas Cedeño Delgado
Arzobispo de Panamá

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La Nochebuena del Ñato

2008-12-21
A tiro de piedra
La Nochebuena del Ñato

El barrio de Santa Ana siempre ha tenido una serie de personajes populares muy pintorescos. Algunos, por su fama, han trascendido las fronteras del arrabal santanero. Políticos, poetas, abogados e intelectuales se cuentan entre sus más conspicuos lugareños. Otros, con trayectoria más modesta, apenas son conocidos dentro de sus límites.

Tal es el caso del Ñato, un hombre que pintaba escenas por las paredes ruinosas del vecindario. Además de dibujante, también era músico; o al menos lo fue en su juventud. Ya envejecido, y entregado al alcoholismo, dependía de la caridad pública: tanto para comer como para beber.

Una Nochebuena me lo encontré por la calle, en soledad y abandono. En esos, mis tiempos mozos, solía yo visitar a esos personajes de barrio en vísperas de Navidad. Me ponía a cantar villancicos con ellos, a hablarles del acontecimiento de Belén, y a compartir algo de comer. Esa Nochebuena sólo encontré al Ñato; estaba hambriento y triste. Charlamos un rato sobre la Navidad y, luego, me lo llevé a comprarle algo para comer.

Por aquellos años era común vestir ropa nueva para las celebraciones importantes, como fiestas patrias, Navidad y Año Nuevo. Yo iba trajeado; el Ñato vestido como visten los mendigos. Entramos a un restaurante chino en la Calle 15 Oeste, y pedí una comida completa. Ya pagada, el dueño se negaba a despachármela, porque se enteró que era para el Ñato. Tuve que rogarle, pero al fin me la vendió, con la condición de comerla fuera del local.

Yo estaba preocupado por la soledad en que el Ñato pasaría la Nochebuena, pero él me dijo que tenía un lugar donde le permitían pernoctar. Por insistencia mía, y para demostrarme que era cierto, me invitó a visitarlo: era un sitio debajo de una escalera, en la casa contigua al edificio donde estaba el restaurante. Entramos por el zaguán y vi a los vecinos reunidos en el patio. Pregunté si conocían al Ñato y si era cierta su historia que lo dejaban vivir bajo la escalera, lo cual corroboraron. Allí nos sentamos a hablar de la Navidad; cantamos y comimos. Al despedirme, me aseguraron que el Ñato no pasaría en soledad la Nochebuena.

Muchas historias de esos hombres y mujeres de la calle conocí; muchos dramas; muchas alegrías y tristezas. Algunos hasta tenían jubilación, pero duraba poco al intentar aplacar la sed de alcohol de la pandilla. Sin necesidad de caminar en los zapatos del pueblo, ni de escuchar pasivamente mientras hablan, ni de estar solamente de corazón, pude ver el lado humano de esa gente. Sin pretender nada, Dios nos dio la oportunidad de conocernos, saludarnos y experimentar, por varios años, esa vivencia de la Navidad que, aunque hecha ahora recuerdo, no la cambiaría por nada en el mundo.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Dios con nosotros

2008-12-21
Editorial
Dios con nosotros

El inmenso amor de Dios manifestado en su Hijo Unigénito, cuando lo envió a la tierra y lo entregó para ser crucificado y salvar, así, a la humanidad entera, es la más grande prueba de lo tanto que amó Dios al mundo. Y Jesús, desde sus primeros años, se hizo amigo de los hombres, hasta dar la vida por ellos.

Dentro de pocos días conmemoraremos su primera venida, con el pensamiento puesto en aquel pesebre pobre de Belén, en donde nació el Mesías Redentor. Un pequeño establo al que acudieron, en primer lugar, los pastores del campo cercano, después de escuchar el anuncio del ángel. Ellos lo acogieron con sencillez, porque, también, estaban a la intemperie y vivían libre del lujo y la ostentación que obnubila a quien se deja llevar por sus tentaciones.

Hoy como ayer, los que acogen a Jesús son los humildes y los que deponen todo orgullo y toda soberbia, para enternecerse con el anuncio de la Buena Noticia que les recuerda que Dios está con nosotros, habita entre nosotros, y se muestra en el rostro de los sufridos, los marginados y los perseguidos. Él está en el pobre, el hambriento, el enfermo, el encarcelado, el forastero. Lo que hagamos por cada uno de ellos, lo hacemos por Cristo mismo.

Fijémonos, pues, en la semejanza del ayer y del hoy. Discernamos sobre cómo recibimos al Niño Jesús esta Navidad, y cómo lo reciben aquellos que, a similitud de los pastores, están sin hogar o fuera de los suyos. Que el festejo mundano no nos impida ver el centro y el motivo de esta celebración: Dios hecho hombre y niño, en su Hijo, que viene a hacer morada entre nosotros.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Vivid alegres

2008-12-21
El Ojo del Profeta
Vivid alegres

Con esta frase las Escrituras nos invitan a preparar el corazón para recibir la Palabra del Señor y ponerla en práctica. Es más que una exhortación; es una palabra de esperanza que se hace realidad en el amor de Dios. Algunos sucumben ante la violencia y el caos que, a veces, reina en distintas partes del mundo. ¿Cómo se puede estar alegre ante tanta desgracia? Allí está, precisamente, el fondo del asunto: soportar las pruebas y superar las adversidades, por medio de la plena confianza en la acción de Dios.

La alegría a la que se nos invita está, más que en el contento pasajero, en el convencimiento que vamos al encuentro del Señor en cada experiencia de Dios que tengamos en nuestra vida. Es una alegría con base en la fe y en la confianza de la existencia de Dios, que nos impulsa a amarlo a Él y a amar al prójimo como a nosotros mismos. Vivir alegre es confiarse a Dios cada día, ver a los demás sin detenerse a pensar en sus defectos, y compartir aquellos dones espirituales y materiales que el Señor nos da, en un acto de donación libre de aprehensiones y cavilaciones que puedan desvirtuarlos. El Señor está cerca y ese, sin más, es el motivo de nuestra alegría.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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lunes, 15 de diciembre de 2008

Tener oído de discípulo

2008-12-14
La Voz del Pastor
Tener oído de discípulo

“Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente (…) ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo…” (Hebreos 1, 1-4). Tiempo de Adviento, tiempo de afinar el oído porque el Dios al que creemos y en el que creemos, nos habla y claramente (Salmo 19,9; Mt. 11, 25). Tanto, que nos ha entregado su propia Palabra: Cristo Jesús. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. No se trata de un Dios confuso o de espaldas a nuestras vidas. La revelación significa una invitación a la comunión y a la vida compartida, dirigida por Dios a las personas humanas.

Esta relación por la palabra es la que mejor manifiesta el infinito respeto de Dios por el hombre. De aquí el porqué de cuatro principios clave del pensamiento social de la Iglesia, que al mismo tiempo son espacio de encuentro con mujeres y hombres de buena voluntad, en sintonía con los ángeles de la Navidad: dignidad de la persona humana, destino universal de los bienes de esta tierra (bien común), subsidiaridad, y solidaridad.

Hoy los procesos económicos, tomados en sí mismos, parecen regir la vida, el destino, los afanes y los ideales de los hombres y mujeres concretos. La cultura dominante ha convertido al éxito personal en una nueva religión, cuyas virtudes cardinales son la excelencia, la productividad y la competitividad, al margen de la necesidad de los demás. Frente a ello, urge subrayar al desarrollo humano, a la persona, a la solidaridad y la justicia, como el centro de todo esfuerzo de la humanidad, como el sentido más auténtico de toda fórmula económica, de todo régimen político. Ahí es donde la educación está llamada, también, a contribuir en la transformación social; en definitiva, la transformación cultural.

El mercado y la política por sí solos no generan valores ni ideales. Una sociedad polarizada por la búsqueda del dinero fácil, del éxito inmediato, de la fama a cualquier precio, no da herramientas para educar a las nuevas generaciones a una mayor fidelidad a los reclamos de la justicia y de la solidaridad, del “amarás a tu prójimo”. Se constata en el día a día de tanta gente, una ruptura entre los valores que se dicen profesar y lo que aparece en las conductas dominantes. Hasta el último informe del PNUD sobre el desarrollo humano en Panamá pone el dedo en esta llaga. ¿Es esto fatal? Volver a mirar y a escuchar a Cristo Jesús es camino de salvación.

¿Qué lazos pueden unir a panameñas y panameños, como un pueblo, para que no siga creciendo la tendencia a no mirar más que por los intereses individuales, a replegarse en un individualismo estrecho en el que toda virtud pública queda sofocada? En esto, la subsidiaridad, una de cuyas expresiones es el fomento de la participación ciudadana, puede ser de una inmensa ayuda. Resulta sorprendente que a estas alturas de nuestro caminar democrático todavía haya personas que teman a la participación ciudadana y quieran encerrarse en aquello de que sólo los que han sido elegidos por el voto pueden hacer. Basta con dar una mirada a experiencias como las norteamericanas o suizas, para comprobar que no se trata de desconocer los procesos electorales, ni de sinónimos de anarquía.

Las decisiones políticas llevan consigo decisiones éticas previas. Si aquellas son competencia del Gobierno legítimo, éstas sin embargo deben ser analizadas por los ciudadanos también. Pero no sólo las cuestiones éticas. Se dice que se quiere establecer una descentralización en el país. ¿Qué va a ser de ella si no hay participación ciudadana? Somos, felizmente, un pueblo que gusta de participar cada cinco años en elecciones, pero si no se amplían los espacios de participación real, si no seguimos trabajando para que la concertación pueda expresarse en los “cómo” y no sólo en los “qué”, la percepción de promesas no cumplidas y de quejas no escuchadas puede ir en aumento y, con ello, el riesgo de crecimiento del individualismo o de prestar oídos a cantos de sirena populistas. Se trata de la dignidad de la persona. La lectura del Documento de Aparecida número 406, anima a no decaer en estas cosas.

En nuestra confesión de fe, domingo a domingo, no sólo para Navidad, afirmamos y celebramos un “extraño” acontecimiento: Dios se hizo hombre, frágil; inmenso tesoro confiado a María y José, a los que le fueron acompañando. ¿Cómo cuidamos de nuestra dignidad humana?

Mons. Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar

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La Navidad que se fue

2008-12-14
A tiro de piedra
La Navidad que se fue

Cuando repaso la forma en que los panameños celebrábamos la Navidad, me doy cuenta de cuánto hemos perdido. No se trata de que el tiempo pasado fue mejor, sino de aquello que hemos matado sin darnos cuenta: el carácter alegre y el amor y el respeto por el otro.

Después del Día de la Madre Panamá se llenaba de luces y se cantaba por todas partes. Casi en cada casa había un arreglo navideño y, en las más pobres, al menos brillaba una luz. Las estaciones de radio sonaban, constantemente, música popular y villancicos navideños. Los enemigos se reconciliaban y, con muchos días de anticipación, se deseaba feliz Navidad a todo el que se nos cruzara en el camino. En ese aspecto éramos más humanos.

Ahora dirán que la cuenta de luz es costosa, pero es sólo excusa, porque los adornos se pueden poner con pocas luces o prescindiendo de ellas totalmente. Ya se dice que la Navidad es para los “pelaos”, para los niños. ¡Mentira! Cristo vino al mundo por todos, sin discriminar entre adulto y niño; viejo y joven; o hombre y mujer. La Navidad es para todos, especialmente para los que creen en la venido del Hijo de Dios al mundo.

Recuerdo que en los patios de las casas se reunían las familias y los vecinos, para celebrar. Se sacaban los instrumentos, la mayoría de percusión, y se cantaban las canciones navideñas mientras los niños jugaban con sus juguetes nuevos. La mayoría no eran costosos, pero habían sido escogidos con mucho esmero y cariño por nuestras madres y abuelas, principalmente, y por otros parientes. Muchos de nuestros familiares y amigos no nos daban regalo, pero con su presencia y un abrazo nos hacían felices. Cómo nos alegrábamos cuando veíamos a toda la familia reunida: tíos y tías, primos y primas, y aquellos amigos de la familia que eran como hermanos de nuestros padres y parientes.

Ninguno pasaba la Nochebuena en soledad, porque algún vecino lo acogía con placer. Toda la vecindad compartía la comida de Navidad, por muy humilde que fuera. Tamales, dulces, arroz con pollo, ron ponche, jamón, ensalada, y frutas de toda clase. En cada casa se comía un poco, y los grandes bebían licor, pero a ningún niño le era permitido. Vestíamos ropa nueva, que se habían abonado o sacado en un club de mercancías en los almacenes de la Central. La Navidad era un acontecimiento grande e importante, y así se celebraba.

Esa actitud y ese sentido de la fiesta se ha abandonado. ¿Por qué? No lo sé; pero tampoco me digan que es anticuado, porque el amor, la amistad y el aprecio y el respeto hacia el vecino no pasan de moda. Somos nosotros, Panamá, los que nos hemos dejado llevar por un modernismo mal entendido por el utilitarismo y el hedonismo. Los que conservamos esas tradiciones de Navidad, lo seguiremos haciendo; y el que quiera recuperarlas, que se decida a hacerlo este año. De seguro ganaremos más, que aquello que podamos perder.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Administrar bien

2008-12-14
Editorial
Administrar bien

La costumbre de comprar y gastar que se ha impuesto en el mes de diciembre, aupada por la publicidad, empuja a muchas personas a actuar como compradores compulsivos. El sistema económico provee de bonificaciones, ingresos extraordinarios y ahorros de ocasión incitados con el fin de gastarlos al final del año.

Ante el mencionado hábito se impone el discernimiento de las personas, para evitar el despilfarro del ingreso extra que se recibe, o del esfuerzo de todo un año para ahorrar una cantidad de dinero que bien podría resolver necesidades familiares que son más importantes que los regalos o los artículos suntuarios que suelen comprarse con esa plata.

Saber administrar el ingreso personal y familiar es de sabios; malgastarlo, de necios. Si se desea hacer buen uso del dinero adicional que se recibe por estos días, lo primero que debe hacerse es una lista de aquello en que se piensa gastar o invertir, separando una parte para las necesidades y otra, para las compras de ocasión. Después de calcular bien, entonces se procede a usar el dinero como conviene y sin excederse de la capacidad que se tiene realmente.

Navidad no es gastar alocadamente, sino una actitud de vida y un escrutinio espiritual que nos ayuda a ser mejores y a enderezar lo que en nosotros está torcido. No es el regalo más costoso el que da muestra de mayor amor, ni el derroche de suntuosidad en el arreglo de la casa lo que dice más de nosotros. Lo que en realidad perdura es el don de gentes, el trato afable y fraterno hacia el prójimo, y la práctica de valores y virtudes que nos hacen más humanos y nos acercan a Dios. Sepamos, pues, administrar bien: no sólo el dinero, sino nuestra propia manera de ser y vivir.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Visión turística

2008-12-14
El Ojo del Profeta
Visión turística

El desarrollo del turismo en el país abre grandes oportunidades a la población, porque es una actividad que alcanza a un gran número de personas en sus beneficios y su participación. La población pobre puede beneficiarse si los programas de capacitación llegan a ella, para mejorar su producción de alimentos, artesanías y los servicios que se adecúen a las necesidades y exigencias del sector turismo.

Hay que cuidar con mucho celo la buena atención que se pueda prodigar a los turistas y, sobre todo, el ambiente de higiene y seguridad públicas que son pieza clave en la actividad turística.

La superación individual también es importante. Corresponde al Estado proveer los medios para facilitar la educación, el desarrollo de empresas familiares, y la gestión local para explotar los recursos y las ventajas que cada región puede ofrecer al turismo. Aprovechar esos medios y facilidades es responsabilidad de cada quien que desee mejorar su situación socio económica, con la base en el esfuerzo de un trabajo honrado y la superación personal.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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jueves, 11 de diciembre de 2008

Adviento, tiempo de esperanza

2008-12-07
La Voz del Pastor
Adviento, tiempo de esperanza

Publicamos parte de la homilía que pronunció Benedicto XVI el sábado 29 de noviembre, al presidir la celebración de las vísperas del primer domingo de Adviento en la Basílica de san Pedro del Vaticano.

Queridos hermanos y hermanas:

Con esta liturgia vespertina, comenzamos el camino de un nuevo año litúrgico, entrando en su primer tiempo: el Adviento. En la lectura bíblica que acabamos de escuchar, tomada de la primera Carta a los Tesalonicenses, el apóstol Pablo utiliza precisamente esta palabra: "venida", que en griego es "parusía" y en latín "adventus" (1 Tesalonicenses 5,23). Según la traducción común de este texto, Pablo exhorta a los cristianos de Tesalónica a mantenerse irreprensibles "para la venida" del Señor. Pero en el texto original se lee "en la venida", como si el adviento del Señor fuera, más que un punto futuro en el tiempo, un lugar espiritual en el que hay que caminar ya en el presente, durante la espera, y en el que es posible quedar preservados perfectamente en toda la dimensión personal. De hecho, esto es precisamente lo que vivimos en la liturgia: al celebrar los tiempos litúrgicos, actualizamos el misterio --en este caso la venida del Señor-- para poder "caminar en él", por así decir, hacia su plena realización, al final de los tiempos, pero recibiendo ya la virtud santificadora, pues los tiempos últimos ya han comenzando con la muerte y resurrección de Cristo.

La palabra que mejor resume este estado particular, en el que se espera algo que tiene que manifestarse, pero que al mismo tiempo se entrevé y comienza a experimentar es "esperanza". El Adviento es por excelencia la estación espiritual de la esperanza y en él la Iglesia entera está llamada a convertirse en esperanza, para ella misma y para el mundo. Todo el organismo espiritual del Cuerpo místico asume, por así decir, el "color" de la esperanza. Todo el pueblo de Dios se pone en marcha atraído por este misterio: nuestro Dios es el "Dios que llega" y nos llama a salir a su encuentro. ¿Cómo? Ante todo con esa forma universal de esperanza y de la espera que es la oración, que encuentra su expresión eminente en los Salmos, palabras humanas en las que el mismo Dios ha puesto y pone continuamente en los labios y en los corazones de los creyentes la invocación de su venida. Detengámonos, por tanto, unos instantes en los dos Salmos que acabamos de rezar y que aparecen consecutivamente en el libro bíblico: el 141 y el 142, según la numeración judía. "Señor, te estoy llamando, ven de prisa, escucha mi voz cuando te llamo. Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde" (Salmo 141,1-2). Así inicia el primer salmo de las primeras vísperas de la primera semana del Salterio: palabras que al inicio de Adviento cobran un nuevo "color", pues el Espíritu Santo hace que resuenen siempre de nuevo en nuestro interior, en la Iglesia en camino entre el tiempo de Dios y los tiempos de los hombres. "Señor..., ven de prisa" (v. 1). Es el grito de una persona que se siente en grave peligro, pero es también el grito de la Iglesia que entre las múltiples insidias que la circundan, que amenazan a su santidad, esa integridad irreprensible de la que habla el apóstol Pablo, pero que sin embargo debe ser conservada para la venida del Señor. En esta invocación resuena también el grito de todos los justos, de todos los que quieren resistir al mal, a las seducciones de un bienestar inicuo, de placeres que ofenden a la dignidad humana y a la condición de los pobres. Al inicio de Adviento, la liturgia de la Iglesia lanza nuevamente este grito, y lo eleva a Dios "como incienso" (v. 2).

La ofrenda vespertina del incienso es, de hecho, símbolo de la oración, de la efusión de los corazones orientados a Dios, al Altísimo, así como "el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde" (v. 2). En la Iglesia ya no se ofrecen sacrificios materiales, como sucedía también en el templo de Jerusalén, sino que se eleva la ofrenda espiritual de la oración, en unión con la de Jesucristo, que es al mismo tiempo Sacrificio y Sacerdote de la nueva y eterna Alianza. En el grito del Cuerpo místico, reconocemos la voz misma de la Cabeza: el Hijo de Dios que ha cargado con nuestras pruebas y tentaciones para darnos la gracia de su victoria.

Esta identificación de Cristo con el salmista es particularmente evidente en el segundo Salmo (142). En él, cada palabra, cada invocación, hace pensar en Jesús durante la pasión, en particular su oración al Padre en Getsemaní. En su primera venida con la encarnación, el Hijo de Dios quiso compartir plenamente nuestra condición humana. Naturalmente no compartió el pecado, pero por nuestra salvación padeció todas las consecuencias. Al rezar el Salmo 142, la Iglesia revive cada vez la gracia de esta compasión, de esta "venida" del Hijo de Dios en la angustia humana hasta tocar fondo. El grito de esperanza de Adviento expresa, entonces, desde el inicio y de la manera más fuerte, toda la gravedad de nuestro estado, la extrema necesidad de salvación. Es como decir: nosotros no esperamos al Señor como una hermosa decoración en un mundo ya salvado, sino como un camino único de liberación de un peligro mortal. Y nosotros sabemos que Él mismo, el Liberador, ha tenido que sufrir y morir para sacarnos de esta prisión (Cf. v. 8).

En definitiva, estos dos Salmos nos ponen a salvo de cualquier tentación de evasión y de fuga de la realidad; nos preservan de una falsa esperanza, que querría pasar el Adviento y entrar en Navidad olvidando el carácter dramático de nuestra existencia personal y colectiva. De hecho, una esperanza digna de confianza y que no engaña sólo puede ser una esperanza "pascual", como nos recuerda cada sábado por la noche el cántico de la Carta a los Filipenses, con el que alabamos a Cristo encarnado, crucificado, resucitado y Señor universal.

Hacia Él dirigimos la mirada y el corazón, en unión espiritual con la Virgen María, nuestra señora del Adviento. Démosle la mano y entremos con alegría en este nuevo tiempo de gracia que Dios regala a su Iglesia para el bien de toda la humanidad. Como María y con su maternal ayuda, seamos dóciles a la acción del Espíritu Santo para que el Dios de la paz nos santifique plenamente y la Iglesia se convierta en signo e instrumento de esperanza para todos los hombres. ¡Amén!

S.S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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Signos navideños

2008-12-07
A tiro de piedra
Signos navideños

La Iglesia nos ofrece una serie de signos para cada tiempo litúrgico, con el fin de ayudarnos a vivir de manera activa nuestra manifestación de la fe y para que, también, sirvan a otros en la comprensión de la enseñanza religiosa. Es una rica tradición que, a través de los siglos, se ha visto enriquecida con el aporte de las diversas culturas que componen el mundo cristiano.

El tiempo litúrgico de la Navidad, precedido por el de Adviento, presenta una simbología que es preciso distinguir de aquella del mundo. Entre los signos navideños que acepta el cristianismo está, en primer lugar, el Pesebre de Belén con la familia de Nazaret, iluminado por la estrella y acompañado por los ángeles, la mula y el buey; es decir, el niño Jesús nacido pobre acompañado de María y José. Esta es la más sublime y profunda representación de la Navidad: Dios que viene al mundo en su Hijo hecho hombre verdadero y engendrado en el vientre de María, por obra y gracia del Espíritu Santo.

Antes de continuar es preciso aclarar que estos signos nos recuerdan los acontecimientos de la historia de la Salvación. La importancia está en esa historia, y no en las imágenes o representaciones, que sólo nos sirven de ayuda material para recordar, comprender y testimoniar la Buena Nueva que constituye la natividad de Cristo Jesús al hacerse humano como nosotros.

Otro signo es la figura de los Magos, o Reyes Magos, como los conocemos popularmente, que emprendieron un largo camino tras la estrella que los condujo al portal de Belén, en donde encontraron al Mesías Redentor envuelto en pañales. Es una representación que ha sido relegada, porque la actividad mercantilista cierra su “estación navideña” el 25 de diciembre. Con la caja llena, ya para los comerciantes “pasó la Navidad” cuando, en realidad, el tiempo litúrgico de la Navidad empieza con la Nochebuena y concluye con la Solemnidad del Bautismo de Jesús, aunque algunos suelen quitar los signos tras la celebración de la Epifanía o manifestación a los Magos.

Fuera de los signos mencionados, que son tomados directamente del relato evangélico, tenemos otros aceptados o tolerados por la Iglesia. La Corona de Adviento, por ejemplo, conlleva una celebración familiar que hace más activa la “espera” por el nacimiento de Jesús. Aunque su nacimiento es un hecho ya verificado, conmemoramos este acontecimiento de manera espiritual porque, según san Bernardo Abad, está esa tercera venida intermedia, entre la primera y la que se verificará al final de los tiempos, y que se produce cuando, por la fe, el Padre y el Hijo hacen morada en nosotros; en nuestros corazones.

Un signo popular es el árbol de Navidad, que la Iglesia no rechaza, pero que forma parte del aporte cultural del mundo cristiano. Hay otro semejante, que gana terreno en los últimos años: el tronco de Jesé, con un sentido más bíblico. También están los pastorcitos y pastorcitas, las posadas o pastorelas, y la recreación del humilde pueblo de Belén. Las comidas navideñas dependen de cada región, por lo que no existe uniformidad en este sentido. Pero lo más importante como signo es el amor y la paz que, en nombre de Cristo Redentor, damos a los demás. Navidad, pues, es una fiesta eminentemente cristiana, que se ha extendido al resto de la humanidad y cuyos signos y tradiciones auténticamente navideños merecen ser conservados y respetados por creyentes y no creyentes.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Proyecto de ley 442

2008-12-07
Editorial
Proyecto de ley 442

La suspensión de la discusión del polémico proyecto legislativo sobre educación y salud sexual reproductiva, conocido como Proyecto de Ley 442, puede ser aprovechada para reflexionar acerca del querer y el sentir de la sociedad panameña representada en los grupos y asociaciones que, a favor y en contra, se manifestaron sobre la propuesta.

El rechazo por el cúmulo de frases y conceptos, manifestado por gran parte de los representantes de la comunidad panameña, no debe excluirse de cualquier nuevo intento de darle al país una legislación sobre la educación sexual. Si en algo coinciden todos los grupos y asociaciones de ambos sectores que participaron es, sin lugar a duda, el hecho de estar de acuerdo con una ley de educación sexual. La diferencia está en los añadidos que, ya sea de manera explícita o solapada, intentan echarnos a una corriente de sexualidad, aupada por algunos organismos del mundo, que es cuestionable por las consecuencias y repercusiones que provoca.

Si la mayoría de nuestra sociedad está en contra, ¿por qué insistir en las ideas de esa corriente? ¿Acaso no podemos prescindir de ellas, en el tema de la educación sexual? Si hay algo perjudicial para la población, en materia de la práctica sexual que propaga enfermedades y provoca el embarazo precoz, es la sexualidad irresponsable. Allí está la raíz del mal; allí es donde debemos incrementar los esfuerzos para erradicarla o minimizarla.

Mientras se intente resolver el problema excluyendo el aspecto moral y de responsabilidad de conciencia que le cabe a cada ser humano, todo esfuerzo será en vano. El asunto parte del interior de la persona y, para llegar allí, le guste o no a algunos, la vía idónea es el cambio en la mentalidad y la inculcación de particulares valores morales y éticos.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Apertura del Torneo Electoral

2008-12-07
El Ojo del Profeta
Apertura del Torneo Electoral

El miércoles 3 de diciembre quedó oficialmente abierto el torneo electoral de 2009, aunque desde hace varios meses, casi un año, los partidos políticos decidieron abocarse a realizar sus campañas electorales y procurar ganar adeptos para sus candidatos.

Hemos vivido, como nunca antes, en ambiente electoral plagado de propaganda y agitación partidista, que satura y cansa. Comprendemos que dentro de toda democracia resulta sano, y a veces conveniente, que los partidos, constantemente, actúen y coadyuven en la tarea de vigorizar el régimen democrático. Sin embargo, los panameños precisamos distinguir entre el accionar de los partidos, tanto en funciones de gobierno como en oposición, de la expresión electoral de los colectivos partidistas.

Las aspiraciones de las autoridades electorales y los políticos de partido, en cuanto a acortar y respetar el plazo de campaña electoral, debe ser una labor de inmediata realización. La mayoría lo reconoce, pero está en duda la voluntad de querer realizarlo. Con tanta tecnología mediática en la actualidad resulta inadecuado, por decir lo menos, que la población sea sometida a tanta agresión propagandista.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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viernes, 28 de noviembre de 2008

Criterios éticos para los trasplantes de órganos

2008-11-30
La Voz del Pastor
Criterios éticos para los trasplantes de órganos

La donación de órganos es una forma peculiar de testimonio de la caridad. En un período como el nuestro, con frecuencia marcado por diferentes formas de egoísmo, es cada vez más urgente comprender cómo es determinante, para una correcta concepción de la vida, entrar en la lógica de la gratuidad.

Existe, de hecho, una responsabilidad del amor y de la caridad que compromete a hacer de la propia vida un don para los demás, si se quiere verdaderamente la propia realización. Como nos enseñó el Señor Jesús, sólo quien da la propia vida podrá salvarla (Cf. Lucas 9, 24). Saludo a todos los presentes, en particular al senador Maurizio Sacconi, ministro de Trabajo, Salud y Políticas Sociales de Italia, y doy las gracias al arzobispo monseñor Rino Fisichella, presidente de la Academia Pontificia para la Vida por las palabras que me ha dirigido, ilustrando el profundo significado de este encuentro y presentando la síntesis de los trabajos del congreso.

Junto a él, doy las gracias también al presidente de la Federación Internacional de las Asociaciones Médicas Católicas y al director del Centro Nacional de Trasplantes, subrayando con aprecio el valor de la colaboración de estos organismos en un ámbito como el del trasplante de órganos, que ha sido argumento de vuestras jornadas de estudio y de debate.

La historia de la medicina muestra con evidencia los grandes progresos que se han podido realizar para permitir una vida cada vez más digna a toda persona que sufre. Los trasplantes de tejidos de órganos representan una gran conquista de la ciencia médica y son ciertamente un signo de esperanza para muchas personas que atraviesan graves y a veces extremas situaciones clínicas.

Si nuestra mirada se amplía al mundo entero, es fácil constatar los numerosos y complejos casos en los que, gracias a la técnica del trasplante de órganos, muchas personas han superado fases sumamente críticas y se les ha restituido a la alegría de vivir. Esto nunca hubiera podido suceder si el compromiso de los médicos y la competencia de los investigadores no hubieran podido contar con la generosidad y el altruismo de quienes han donado sus órganos. El problema de la disponibilidad de órganos vitales, por desgracia, no es teórico, sino dramáticamente práctico; se puede constatar en la larga lista de espera de muchos enfermos, cuyas únicas posibilidades de supervivencia están ligadas a las pocas donaciones, que no corresponden a las necesidades objetivas.

Es útil, sobre todo en el contexto actual, volver a reflexionar en esta conquista de la ciencia, para que la multiplicación de las peticiones de trasplantes no trastoque los principios éticos que constituyen su fundamento. Como dije en mi primera encíclica, el cuerpo nunca podrá ser considerado como un mero objeto (Cf. Deus caritas est, n. 5); de lo contrario se impondría la lógica del mercado. El cuerpo de toda persona, junto al espíritu que es dado a cada quien individualmente, constituye una unidad inseparable en la que está impresa la imagen del mismo Dios. Prescindir de esta dimensión lleva a caer en perspectivas incapaces de comprender la totalidad del misterio presente en cada hombre. Es necesario, por tanto, que en primer lugar se ponga el respeto por la dignidad de la persona y la defensa de la tutela de su identidad personal.

Por lo que se refiere a la técnica del trasplante de órganos, esto significa que sólo se puede hacer una donación si no se pone en serio peligro la propia salud y la propia identidad, y siempre por un motivo moralmente válido y proporcionado. Eventuales motivos de compra-venta de órganos, así como la adopción de criterios discriminadores o utilitaristas, desentonarían hasta tal punto con el mismo significado de la donación, que por sí mismos se pondrían fuera de juego, calificándose como actos moralmente ilícitos. Los abusos en los trasplantes y su tráfico, que con frecuencia afectan a personas inocentes, como los niños, tienen que encontrar el rechazo unido de la comunidad científica y médica por ser prácticas inaceptables. Por tanto, deben ser condenadas con decisión como abominables. El mismo principio ético debe ser subrayado cuando se quiere llegar a la creación y destrucción de embriones humanos destinados a objetivos terapéuticos. La misma idea de considerar el embrión como "material terapéutico" contradice los fundamentos culturales, civiles y éticos sobre los que se basa la dignidad de la persona.

S.S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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El 28 de Noviembre de 1821

2008-11-30
A tiro de piedra
El 28 de Noviembre de 1821

La fecha de nuestra independencia istmeña es el 28 de noviembre de 1821 y merece conmemorarse como tal. Con el Primer Grito en La Villa de Los Santos, el 10 de noviembre de ese año, respaldado en los días cercanos por las poblaciones de Natá, Penonomé, Ocú y Parita, se encendió la mecha independentista que estalló finalmente en la capital del Istmo.

Arduo y tortuoso fue el camino recorrido hasta la proclamación de la república el 3 de noviembre de 1903. Fueron 17 intentos de separación de una Colombia que había dejado de ser tal, tras la muerte de Simón Bolívar y la mutación de una Cundinamarca que pasa de ser una de las tres naciones que conformaban la Colombia original, junto a Venezuela y Quito, a Nueva Granada y, posteriormente, Colombia. A la primera Colombia nos unimos; a la segunda, nos mantuvieron unidos contra nuestra voluntad. Por las armas, algunas veces, y ofrecidos por Bogotá, cual matrimonio de conveniencia, a los Estados Unidos, por medio del Tratado Mallarino – Bidlack en 1846 y el Convenio Paredes – Stephens en 1855.

El 28 de Noviembre debe ser respetado por todos los panameños, y no traído a menos como un día de asueto, que se da como puente festivo, pero que aún no hace puente hacia el reencuentro con nuestra historia y nuestro patriotismo.

Es preciso recordar, en esta fecha, que aquel 28 de noviembre de 1821, la población de la capital, siguiendo el ejemplo de los pueblos interioranos, y a través de su Ayuntamiento, convocó a Cabildo Abierto y, en un acto solemne, ante las principales autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la época, declaró rotos los lazos que nos ataban a España. Loar debemos a todos aquellos istmeños, entre los que sobresalen, por enseñanza y memoria de la historia, el Señor Obispo de Panamá Ilustrísimo Don José Higinio Durán y Martell, el doctor Carlos de Icaza, don Mariano Arosemena, Juan de Herrera, Narciso de Urriola, José de Alba, Gregorio Gómez, Manuel María Ayala, Antonio Planas, Juan Pío Victorias, Antonio Bermejo, Gaspar Arosemena y Casimiro del Bal.

Apremiados por el temor de que la Corona recuperara el Istmo, nuestros próceres sopesaron unirse a Centroamérica o a Perú; finalmente lo hicieron con la Colombia bolivariana. Nueve años después, el 26 de septiembre de 1830, con José Domingo Espinar, intentamos separarnos. El 9 de julio del mismo año, con Juan Eligio Alzuru, también, aunque acabó fusilado por pretender ser dictador y perder el apoyo de los istmeños. El 18 de noviembre de 1840, tras una junta popular, declaramos el Estado del Istmo con Tomás Herrera. El 29 de septiembre de 1850 José Domingo Espinar lidera un nuevo intento de separación. El 27 de febrero de 1855, bajo la conducción de Justo Arosemena, mediante acto legislativo, el Congreso bogotano reconoce, constitucionalmente, el Estado Federal del Istmo de Panamá.

Hubo otros intentos más, en los 82 años de unión a las dos Colombia (la de Bolívar y la actual), consolidándose nuestra independencia el 3 de noviembre de 1903. Después no quedaría el ejercicio pleno de nuestra soberanía territorial, que se da el 31 de diciembre de 1999, cuando formalmente termina el matrimonio de conveniencia que nos impuso Colombia con los Estados Unidos. El 28 de Noviembre tiene su valor, nos toca rescatarlo ahora que, dentro de 13 años, cumplamos los 200 años de nuestra Independencia.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Solidaridad fraterna

2008-11-30
Editorial
Solidaridad fraterna

Los desastres naturales ocurridos en las provincias de Bocas del Toro y Chiriquí conmueven por la cantidad de personas pobres que han perdido sus posesiones, y que quedan en la más absoluta ruina. Para ellos, en este momento, el socorro de sus compatriotas es la única forma de mitigar la pérdida sufrida.

Duele, aún más, la muerte de aquellos que las corrientes y las ríadas arrancaron del lado de sus familiares. Su sitio quedará vacío, sin que pueda ser llenado por alguien más. Un bien perdido se repone; una vida, no. Por eso es importante, también, la asistencia a los que han quedado desprovistos del familiar que era responsable por su sustento; y esto va más allá de la asistencia momentánea que sucede a toda tragedia.

Como cristianos, igualmente, debemos ver toda esta situación desde la perspectiva del amor. Nuestra solidaridad, más que un gesto humanitario, debe surgir de la fraternidad; es decir: mirar al prójimo como a un hermano; un hermano en la fe y un hermano en la humanidad que compartimos, en la patria que nos acoge, y en la sociedad que nos encultura.

Que esta conmovedora actualidad nos mueva, también, a ser solidarios en otros aspectos como deponer la violencia, el gesto amenazante, el individualismo, y todo aquello que nos lleva a alejarnos del otro, a odiarlo, o a desearle el mal. Nos hace falta el amor que nos hermane, para construir un mundo más humano; y sólo con la conversión personal podremos lograr el cambio hacia una sociedad más justa y fraterna.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Agua y lodo

2008-11-30
El Ojo del Profeta
Agua y lodo

Las inundaciones y deslaves que han golpeado a los pobladores de Bocas del Toro y Chiriquí pone en evidencia cuán vulnerable son esas áreas; algunas sólo en lo geográfico, otras en lo social y económico. Los más afectados, más allá del daño material inmediato, son los pobres que no tienen los medios para resarcirse prontamente de las consecuencias de la tragedia.

A lo largo de nuestra historia republicana hemos visto situaciones parecidas, sin que hasta el momento tengamos un plan eficaz para estos eventos. Nuestro actuar depende más de la reacción, que de la previsión; más de la solidaridad popular, que de la planificación estatal.

Con las consecuencias del cambio climático, estos fenómenos naturales se hacen más frecuentes y perjudiciales, porque es nuestro descuido el que trastoca la naturaleza de una manera agresiva. Que la actual situación nos mueva, de manera decidida, a enmendar lo que hacemos mal y a dispensar el cuidado de prevención y socorro que tanta falta nos hace en esta hora.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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viernes, 21 de noviembre de 2008

Mi reino no es de este mundo

2008-11-23
La Voz del Pastor
Mi reino no es de este mundo

La solemnidad litúrgica de Jesucristo Rey del Universo pone punto final al ciclo litúrgico y, a la vez, nos permite asomarnos llenos de fe y esperanza a aquel Día que no conoce el ocaso, “cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz” (Gaudium et Spes, 39).

A nosotros, los creyentes, nos resulta en ocasiones difícil dar razón de nuestra fe, porque la misma ha sido transmitida en conceptos cargados de historia, de controversias entre hermanos y de esfuerzos por entablar un diálogo con quienes hacen de la razón y la evidencia el criterio último de la verdad. A veces, son conceptos acuñados en épocas pasadas y con reminiscencias a etapas del progreso humano ya superadas. Podríamos decir que el título de REY atribuido a Jesucristo constituye un buen ejemplo de lo anteriormente expresado, a pesar de que en el antiguo Israel la experiencia fracasada de la monarquía y la espera de un Mesías Rey en los últimos tiempos pueda ayudar a su comprensión (cfr. Isaías 11)

¿Luego, tú eres Rey?
En el proceso que se le sigue a Jesús ante el procurador romano Poncio Pilato sale a relucir como centro del debate el tema central de la predicación de Jesús: el Reino de Dios (cfr .Mc 1,14-15). Ya sus enemigos habían insinuado maliciosamente que ese Reino entraba en competencia con la autoridad del César. Pero Jesús declara con firmeza: “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18,36). No obstante, el procurador quiere escuchar de labios del acusado las pruebas de descargo a fin de determinar si es reo o no de lo que se le acusa. Poncio Pilato no conforme con la respuesta de Jesús, insiste: “Luego, tú eres rey” (Jn 18, 37). Al Señor Jesús no le queda otra que declarar su realeza: “Soy Rey, como tú dices” . No cabía otra respuesta, por honor a la verdad, a sabiendas del riesgo que corría ser malentendido y condenado por pretender sustraerse a la soberanía del César.

Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra
Al final del Evangelio de San Mateo (cfr. Mt 28,18), antes de subir a los Cielos, el Resucitado instruye a sus discípulos y reivindica para sí el auténtico poder, porque no se basa en el dominio que oprime, sino en la salvación que redime. Efectivamente, el Resucitado tiene el poder de Dios, porque antes, en cuanto Hijo, se ha sometido a la obediencia hasta la muerte, y muerte de Cruz (cfr. Flp. 2, 8-10).

En el tema que nos ocupa no solamente debemos aclarar la naturaleza del Reino, sino también explicar en qué sentido Jesucristo puede ser proclamado verdaderamente Rey del universo. Para eso resulta de gran ayuda, por su capacidad de síntesis y precisión, el libro que el Papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), en su condición de teólogo, ha escrito y que lleva por título Jesús de Nazaret. En el capítulo II de su obra, dedicado a las tentaciones de Jesús (pp. 49-71) llega a establecer la tesis de que es precisamente la tercera y última de las tentaciones (cfr. Mt 4,8, Lc 4, 5-8) la tentación fundamental, ya que enfrenta a Jesús ante la propuesta de Satanás de realizar su misión mesiánica por la vía de la exaltación del poder y la gloria propios de los reinos terrenales.

Fe y poder político
Hemos de reconocer que en su dilatada historia los hijos de la Iglesia no siempre han entendido este mensaje singular y peculiar de la realeza de Jesús y del Reino por El predicado. Como Simón Pedro, quisiéramos quitar de en medio el escándalo de la Cruz y lo que ella representa, y optar por el camino más fácil de acomodarnos a los mecanismos propios de los reinos de este mundo (cfr. Mt 16,22).

Durante la era inaugurada por el emperador Constantino (s.IV) y que puso fin a las persecuciones contra la Iglesia, se sucumbió a la seducción de la protección del Estado Romano que veía en la fe cristiana un factor de unificación imperial. El precio a pagar fue muy alto en términos de libertad para anunciar sin trabas, ni componendas con los poderosos, el Evangelio de Jesucristo. “En efecto, la fusión entre fe y poder político siempre tiene un precio: la fe se pone al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios” (J.Ratzinger. Jesús de Nazaret. p.65).

Cristo reina desde la Cruz
¿Cómo reina Cristo?. San Juan lo expresa admirablemente en su Evangelio en el capítulo 17 cuando habla de la glorificación de Jesús cuando llegue su hora, que no es otra que la de su pasión y muerte en la Cruz. Jesús es un Mesías que salva por el camino de la obediencia, del servicio y la humillación de la Cruz en la línea del siervo sufriente (cfr. Is 50,4-6).

En Jesús, mensajero del Reino, el Reino de Dios se hace presente (cfr. Mt 11,2-6) y en cierto modo, su persona, Él mismo es el Reino. Y a partir de la resurrección, cuando la predicación apostólica se centra en Cristo muerto y resucitado, la manifestación del reino acontece en aquellos que se convierten, y por la fe y el bautismo, pasan a ser morada de Dios. En este último sentido solamente se destacaría la dimensión espiritual, personal, mística, interior, del Reino de Dios en cada hombre creyente.

Por extensión de la interpretación anterior tenemos también la dimensión eclesiástica, según la cual el Reino de Dios se concreta o materializa en este mundo en la Iglesia. Y aquí para no incurrir en identificaciones absolutas entre el Reino de Dios y la Iglesia nada mejor que la doctrina conciliar (cfr. Lumen Gentium y Gaudium et Spes). Por último, podríamos añadir una dimensión escatológica del Reino de Dios, más allá del accionar y la presencia visible de la Iglesia. El Concilio lo expresa admirablemente en los siguientes términos cuando afirma que “los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna, y la libertad; en una palabra todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos, limpios y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal…El Reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección” (GS, 39).

Monseñor Aníbal Saldaña Santamaría
Obispo Prelado de Bocas del Toro

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Carlos Iván Zúñiga

2008-11-23
A tiro de piedra
Carlos Iván Zúñiga

Una de las figuras políticas de los últimos 50 años de la república es el doctor Carlos Iván Zúñiga, recientemente fallecido. Pertenece a un conglomerado de hombres públicos que, poco a poco, ha ido dejando la escena pública, llevándose con ellos el ejercicio de un liderazgo que muy poco se ve en la actualidad.

Lo conocí más por su trayectoria pública que por amistad. En muy pocas ocasiones crucé palabras con él, al coincidir en algún acto público o social. Como personaje político lo observé y escuché, pero fue como rector de la Universidad de Panamá que tuve una experiencia directa con él.

A finales de los años de 1970 y de la década de 1980 supe de su andar en la política nacional. Era yo un muchacho que apenas dejaba la adolescencia, y que me dedicaba a combatir la dictadura militar de entonces. Recuerdo que el doctor Zúñiga tenía contacto con el Movimiento Independiente Democrático, que se agitaba en el país por aquellos días. Tenían sus miembros un discurso que llamaba mi atención, pero no me decidí a entrar en sus filas. Después se creó el Partido Acción Popular (PAPO), del que Carlos Iván Zúñiga era su líder, aunque funcionaba sin reconocimiento del Tribunal Electoral. Se definía como social demócrata y me atraía su visión nacional, aunque yo no me sentía seguidor de esa ideología. Sin embargo, el doctor Carlos Iván Zúñiga se ganó mi respeto y admiración.

Pero, como dije, mi experiencia más cercana con él fue durante su gestión como rector de la Universidad. Había comprado yo un libro en la librería universitaria, y pedí que me dieran el cambio de cinco balboas en billetes de a uno; el empleado de la queja me lo negó, bajo el argumento que el director de la librería le tenía prohibido dar el cambio de esa manera. Le pregunté al empleado si estaba seguro de tal situación, y me dijo que sí. Me retiré del local y decidí enviarle una carta al rector.

Tras escribir mi nota la llevé a la rectoría y la entregué en el despacho del doctor Carlos Iván Zúñiga. Pocos días después recibí, por escrito, su respuesta: una disculpa en nombre de la Universidad de Panamá y la novedad que había ordenado el traslado del empleado de la librería a otra dependencia universitaria. No me parecía verdad tanta belleza, y decidí corroborar el hecho, con una comprobación positiva.

Ciertamente habrá quien tenga experiencias mucho más profundas que la mía; pero si en una nimiedad como una queja por el trato recibido en la librería de la universidad, el doctor Carlos Iván Zúñiga se dignó en contestarme, cuánto más lo haría en cuestiones trascendentales y decisivas.

El país necesita de personas probas, honestas y concientes de su deber individual y público. Las diferencias de partido, ideología y de otra índole no deben ser obstáculo para reconocer lo bueno y admirable que hay en los demás. Cada día quedan menos personajes públicos a quienes admirar, y el reto para los jóvenes, y adultos que aún están a tiempo, es recuperar las virtudes y el civismo que son dignos de admirar en cada hombre y mujer que procura vivir y actuar con integridad y honorabilidad.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Quejas contra jueces

2008-11-23
Editorial
Quejas contra jueces

Las más de cuatro mil quejas contra jueces y magistrados que ha recibido el presidente de la Corte Suprema, a lo largo de este año, es un indicio del descontento que siente la sociedad con los funcionarios judiciales de jerarquía. Es un secreto a voces que en muchos despachos de justicia se produce mora intencionada, se hace cabildeo y, en algunos casos, se paga a los funcionarios por interpuestas personas para agilizar los procesos.

El actual presidente del Órgano Judicial ha puesto su empeño en enderezar cosas torcidas y enmendar entuertos, más allá de su propio despacho, con cierto éxito hasta ahora. De ser imitado por otros magistrados y jueces superiores, la justicia panameña podría mejorar y recobrar la confianza y la credibilidad ciudadana.

Un instrumento eficaz para el desempeño de la labor de adecentar y agilizar la justicia es la fiscalización permanente, que se apoya en la auditoría de la gestión de negocios judiciales y en la sanción ejemplar de jueces y funcionarios que incurren en faltas o delitos. También, como forma de control social, debe hacerse público, y de manera oficial, el resultado de cada auditoría y el nombre y dictamen final de los sancionados.

Toda democracia tiene entre sus pilares a la administración de justicia, ejercitada con honradez y probidad, con estricto apego al derecho, y sin la dilación premeditada e innecesaria que abunda en muchos despachos en la actualidad.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Que sea para bien

2008-11-23
El Ojo del Profeta
Que sea para bien

Continúa el proceso de ampliación del Canal de Panamá, que la mayoría del pueblo panameño aprobó mediante referéndum, y a causa de la cual, suponemos, el canal será más competitivo y producirá ingresos que contribuirán al desarrollo del país. Esos ingresos, bien utilizados, sin duda podrían traer bienestar y progreso a lo largo del tiempo. Sólo es cuestión de saber cómo y en qué invertirlos, y desterrar todo vestigio de politiquería en su manejo y administración.

A pesar de que la ampliación del Canal de Panamá es un riesgo financiero, los cálculos están hechos para que salgamos airosos de tan importante empresa. Mientras haya ganancias, toda gestión en el uso de sus ingresos debe llevarse sabiamente y procurando establecer reservas para los tiempos malos que, como ley natural, algún día tocarán a nuestras puertas.

Deseamos que esta nueva etapa de la ampliación sea aprovechada, para bien del país y sus gentes. Que Dios nos ilumine para saber poner, primero, nuestra confianza en Él, y para hacer la tarea humana que nos corresponde, con inteligencia y discernimiento, de manera tal que podamos, en los años venideros, recordar este momento de nuestra historia con gratitud y ver hacia el futuro con esperanza.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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jueves, 20 de noviembre de 2008

Finanzas y doctrina social de la Iglesia

2008-11-16
La Voz del Pastor
Finanzas y doctrina social de la Iglesia

La actual crisis financiera pareciera haber tomado por sorpresa a algunos. Otros, sin embargo, la venían anunciando desde hace buen tiempo. No pocos, además del anuncio, proponían reorientaciones de las finanzas y de la economía, y pedían intervenciones porque espontáneamente no se daría la corrección. Lo peor de las sorderas es que quienes siempre pagan más los platos rotos son los pobres y los programas de inversiones en mejora de sus condiciones de vida, que ofrezcan oportunidades de salir de la pobreza.

Adam Smith, referente imprescindible del liberalismo económico, también escribió la Teoría de los sentimientos morales y Max Weber estable-ció una relación entre los valores morales del trabajo y el avance del capitalismo. Un capitalismo respetuoso de la dignidad humana, del que habla Amartya Sen, requiere una intervención pública eficaz. La búsqueda del beneficio es clave en la economía de mercado, pero donde todo es mercantilizado, la cohesión social queda duramente golpea-da, la justicia social postergada y con ella la democracia integral detenida.

Las discusiones entre keynesianos y los seguidores de Friedrich von Hayek vuelven a la actualidad y el reciente Premio Nobel de economía alimenta las luces avanzando. No se discute sobre volver a un estatismo probadamente ineficiente, sino sobre tipos de economía liberal y grados de participación estatal. En cualquier caso, es imprescindible que salgamos de la danza de los millones de los especuladores financieros, aclaremos la vista y la conciencia y nos acordemos que lo que genera riqueza es el trabajo humano y que si éste es digno (usando expresión de la OIT), además de justo, como debe ser, las posibilidades de crecimiento y competitividad son mucho mejores y son salud para la democracia.

Indigna que el planeta entero esté sumido en una crisis provocada por el afán de lucro fácil de algunos y por la inadecuada regulación de los mercados de las economías más influyentes. Indigna la falta de conciencia sobre los costos que han sufrido los países con notable índice de pobreza, debidos al modelo económico y ecológico llevado adelante todos estos años, por parte de los países considerados más poderosos.

De la crisis se saldrá (ojalá para bien de la justicia y de la paz) porque los estudiosos en la materia y los que tienen en sus manos los poderes para las grandes decisiones en estos campos, se aplicarán en ello (ojalá tengan sentido de culpabilidad por no haber aplicado la misma energía para, al menos, alcanzar los “objetivos del milenio”). Sin embargo, como toda crisis es posibilidad de crecimiento, aprovechémosla para preguntarnos, como ya también el mismo papa Benedicto XVI, ha indicado, si no se está construyendo la “casa” sobre arena; qué humanidad estamos impulsando.

El siervo de Dios, Juan Pablo II, decía en una homilía el 1 de mayo de 2000: “Las nuevas realidades que se manifiestan con fuerza en el proceso productivo, como la globalización de las finanzas, de la economía, del comercio y del trabajo, jamás deben violar la dignidad de la centralidad de la persona humana, ni la libertad y la democracia de los pueblos. La solidaridad, la participación y la posibilidad de gestionar estos cambios radicales constituyen, sino la solución, ciertamente la necesaria garantía ética para que las personas y los pueblos no se conviertan en instrumentos, sino en protagonistas de su futuro. Todo esto puede realizarse y, dado que es posible, constituye un deber”.

Monseñor Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar

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Tristeza, dolor y enojo

2008-11-16
A tiro de piedra
Tristeza, dolor y enojo

Con estas palabras el Señor Arzobispo José Dimas Cedeño Delgado expresó el sentir de quienes trabajamos en el Arzobispado, al presidir la misa de exequias de Alexis Rodríguez, hombre que laboraba como guardia de seguridad para la empresa que brinda ese servicio en el edificio de nuestras oficinas principales. Tenía alrededor de siete años de estar asignado aquí, y siempre se distinguió por su don de gentes y su actitud servicial.

El pasado 10 de noviembre, en la madrugada, lo asesinaron a tiros. Le sobreviven su viuda, tres hijas, un niño en gestación, sus padres y hermanos. Nada le llevaron, excepto el arma, que aparentemente deseaban sus asesinos. Todos los que le conocimos y tratamos, como un compañero más, a pesar de trabajar para otra empresa que no es la Arquidiócesis, quedamos consternados con la fatídica noticia.

A pesar de estar ubicado en un barrio peligroso, el Arzobispado no había tenido la experiencia de un guardia de seguridad asesinado. Antes de mudarnos a Carrasquilla, un vigilante resultó herido, también para robarle el arma, cuando estábamos en El Marañón hace más de 15 años. Por lo demás, los sustos no habían pasado de unos cuantos hurtos y balaceras allende a nuestros predios.

Truncar una vida de un hombre joven, honrado y trabajador es un crimen doblemente cruel. Primero, el crimen en sí mismo, que es detestable contra cualquier vida humana; segundo, porque Alexis era un hombre amable que, difícilmente, sacaría su arma para amenazar a otra persona. Por lo que pudimos ver, sus asesinos le negaron hasta la oportunidad de someterse a sus amenazas o siquiera defenderse. Lo sorprendieron a tiros, así sin más.

Sentimos tristeza, como dijo el Arzobispo, por el asesinato de un hijo de Dios que considerábamos como de nuestra propia familia arzobispal. Sentimos dolor, por la manera tan vil en que fue occiso. Sentimos enojo, por la impotencia y la constante violencia a la que estamos sometidos los habitantes del país, por parte de la delincuencia que parece actuar en la más completa impunidad.

Unos días después de su muerte, la inmobiliaria donde tramitaba la compra de una vivienda nos llamó, para contactar a sus familiares cercanos y devolverle el dinero de enganche que había entregado, ya que una de nuestras compañeras le había servido como persona de referencia. Otros miembros del personal del Arzobispado han ofrecido su ayuda, para orientar a su viuda y a la familia en algunos aspectos legales.

No nos cabe duda que Alexis Rodríguez se ganó el aprecio de muchos, tanto en el Arzobispado como en el vecindario. Acompañamos a sus familiares en el servicio funerario. El rito de exequias fue concelebrado por los dos obispos auxiliares, los vicarios de la Arquidiócesis, y presidida por el Arzobispo Metropolitano. Vecinos del lugar también acudieron al sepelio, y hablaban bien de él; yo, personalmente, nunca le escuché una palabra inadecuada ni una expresión de enojo. Alexis era un buen hombre y, de seguro, se ha ganado el cielo y la Vida Eterna.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Alto a la violencia

2008-11-16
Editorial
Alto a la violencia

Los últimos días se han caracterizado por hechos violentos, con saldo de más o menos una docena de personas muertas a tiros. Nosotros mismos, aquí en el Arzobispado, hemos vivido de cerca esta experiencia. Pareciera que no hay freno ni quien pueda ponerlo.

Grande es el clamor por la sensación de inseguridad, por tanta muerte sin mayor motivo ni razón, y por el poco castigo que reciben los culpables de la sangre derramada en aras de nada que la justifique. Aparentemente es el síndrome de Caín que se desata contra un Abel representado en los muertos, muchos de ellos en la persona de infantes, ancianos, y hombres y mujeres inocentes que se cruzan en el camino de las balas asesinas.

Hace muchos años advertimos de las consecuencias que traería el negocio de la venta de armas, de la violencia ensalzada por los medios de comunicación, y de la cultura de la muerte que se propagaba a través de cierta modalidad y lenguaje social. De poco sirvieron las advertencias de entonces, pero que ahora hacen otros que, en su momento, nos tildaban de conservadores, anticuados y beatos.

Nuestra realidad, actualmente, es de inseguridad y hasta de caos, en cierto modo. Tenemos que retomar, con fuerza, la inculcación de principios y valores que tengan por bien preciado el respeto, la honestidad, la tolerancia, el civismo y la fe. Tenemos que recuperar el amor como sentimiento y lazo fuerte entre la familia y la comunidad, para construir un mundo mejor. En fin, nos hace falta practicar, enseñar y defender la cultura de la vida, para cambiar y superar este ambiente de violencia. Esperamos que, ahora, se abran los oídos y, finalmente, que este llamado sea escuchado.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Armas y drogas

2008-11-16
El Ojo del Profeta
Armas y drogas

La combinación de armas y drogas golpea fuertemente a Panamá y al mundo, en una vorágine que amenaza gravemente las estructuras de la sociedad. Es tal la incidencia de la acción criminal en el campo del tráfico de ambas, que obliga a dedicar amplios recursos a su persecución y represión.

Nuestras calles a diario se ven convertidas en escenario de pleitos territoriales y ejecuciones, como nunca antes estábamos acostumbrados a ver. Al menos, cada día, hay un muerto relacionado con el uso de armas ilegales o el negocio de la droga. Se ha perdido todo sentido por el valor de la vida y por las virtudes, porque el poder y el dinero fácil se imponen sobre el honor y el altruismo.

Sin embargo, aún no renunciamos a la esperanza. La esperanza en Dios, para vivir conforme a su voluntad; y la esperanza en la niñez, que necesita ser encauzada hacia nobles ideales. Necesitamos una respuesta contundente como sociedad que responda, a la par de la administración de justicia y el mantenimiento del orden público, al desafío inmediato de formar y educar a los futuros hombres y mujeres en un ambiente de edificante mentalidad y particulares valores.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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martes, 11 de noviembre de 2008

Los católicos y los judíos deben dar testimonio común del amor de Dios

2008-11-09
La Voz del Pastor
Los católicos y los judíos deben dar testimonio común del amor de Dios

Ofrecemos a continuación el texto íntegro del discurso del Papa Benedicto XVI a los miembros del International Jewish Committee on Interreligious Consultations, a quienes recibió hoy en la Sala de los Papas del Palacio Apostólico Vaticano.

Queridos amigos,
Estoy contento de dar la bienvenida a esta delegación del International Jewish Committee on Interreligious Consultations. Durante más de treinta años, su Comité y la Santa Sede han mantenido contactos regulares y fructíferos, que han contribuido a un mayor entendimiento y aceptación entre católicos y judíos. Aprovecho de buen grado esta ocasión para reafirmar el compromiso de la Iglesia en la realización de los principios sentados por la histórica declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II. Esta Declaración, que condena firmemente toda forma de antisemitismo, representa tanto un hito en la larga historia de las relaciones entre católicos y judíos, como también un emplazamiento a una renovada comprensión teológica de las relaciones entre la Iglesia y el Pueblo Judío.

Los cristianos hoy son cada vez más conscientes del patrimonio espiritual que comparten con el pueblo de la Torá, el pueblo elegido por Dios en su gracia inefable, un patrimonio que llama a una mayor apreciación, respeto y amor mutuos (cf. Nostra Aetate, 4). Los judíos tienen también el desafío de descubrir lo que tienen en común con todos los que creen en el Señor, el Dios de Israel, quien se reveló a sí mismo en primer lugar a través de su palabra poderosa y capaz de dar vida. Como nos recuerda el salmista, la palabra de Dios es una lámpara y una luz en nuestro camino; nos mantiene vivos y nos da nueva vida (cf. Sal 119,105). Esta palabra nos empuja a dar común testimonio del amor, la gracia y la verdad de Dios. Este es un servicio vital en nuestro tiempo, caracterizado por la pérdida de los valores morales y espirituales que garantizan la dignidad humana, la solidaridad, la justicia y la paz.

En nuestro atribulado mundo, marcado con tanta frecuencia por la pobreza, la violencia y la explotación, el diálogo entre las culturas y las religiones debería cada vez más y más verse como un deber sagrado que incumbe a todos aquellos que están comprometidos en la construcción de un mundo digno del hombre. La capacidad de aceptarnos y respetarnos unos a otro, y de decir la verdad en el amor, es esencial para superar las diferencias, prevenir las incomprensiones y evitar confrontaciones innecesarias. Como ustedes mismos han experimentado a través de los años en los encuentros del International Liaison Committee, el diálogo sólo es serio y honrado cuando respeta las diferencias y reconoce a los otros en su alteridad. Un diálogo sincero necesita tanto apertura como un firme sentido de identidad por ambas partes, en orden a enriquecerse mutuamente son los dones del otro.

En meses recientes, he tenido el placer de encontrar a las comunidades judías en Nueva York, en París y aquí en el Vaticano. Doy gracias a Dios por estos encuentros, y por el progreso de las relaciones entre católicos y judíos que reflejan. Con este espíritu, por tanto, les animo a perseverar en su importante labor con paciencia y con un compromiso renovado. Les ofrezco mis fervientes buenos deseos para la preparación del encuentro del mes que viene en Budapest entre su Comité y una delegación de la Comisión para las relaciones religiosas con los judíos de la Santa Sede, para hablar sobre el tema “La religión y la sociedad civil hoy”.

Con estos sentimientos, queridos amigos, pido al Todopoderoso que continúe velando sobre ustedes y sus familias, y guíe sus pasos por el camino de la paz.

S.S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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Rufina Alfaro

2008-11-09
A tiro de piedra
Rufina Alfaro

La gesta ocurrida en la heroica Villa de Los Santos el 10 de noviembre de 1821 es un hecho real e irrefutable, al igual que la participación de personajes y figuras del pueblo, cuyos nombres no todos aparecen en los documentos y testimonios escritos de la historia. Eso no quiere decir que algún hombre o mujer del lugar haya dejado de existir, por no haber sido mencionado en un papel.

Tal es el caso de la heroína Rufina Alfaro, que algunos ahora intentan desconocer. Que no aparezcan sus documentos en los Archivos Nacionales no es prueba contundente. Hace poco leí que hurtaron de los propios Archivos el documento original del incidente de la Tajada de Sandía; ¿podríamos aceptar que dentro de 30 ó 50 años alguien nos diga que el asunto fue inventado, porque no hay un documento que lo respalde? Sería absurdo desconocer esa parte de la historia, como absurdo considero que es tratar de desconocer a Rufina Alfaro.

A Rufina se le menciona en escritos del mismo siglo XIX. No es cosa de ahora ni invento. Personas que participaron de la gesta del 10 de Noviembre nunca desmintieron ni refutaron su existencia. Bien pudieron haberlo hecho, pero no fue así. Si se piden documentos, ¿por qué no muestran alguno que diga que no existió? Esas cosas no se inventan, y menos en un pueblo chico. Es un asunto muy grave, y reciente, por añadidura, para que se lo inventen los moradores de La Villa.

Hay muchas razones por las cuales desaparecían los registros oficiales, entre ellos la desidia de autoridades y pobladores, que no registraban los nacimientos. Cuando se cumplía la mayoría de edad, entonces aparecían los problemas. Si Rufina era una muchacha, posiblemente menor de edad, porque la mayoría se adquiría a los 21 años, no podía firmar documento alguno. Por su condición de mujer, también era poco probable que le tomara en cuenta para participar oficialmente como firmante de nuestra emancipación de España. En aquel tiempo, tampoco la mujer ejercía derechos plenos de ciudadanía. Ni siquiera votaban en los cabildos, porque la política era “cosa de hombres”.

Otra situación común, y que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos, cuánto más Rufina, era que muchos padres, sobre todo en el campo, le daban, cuando lo hacía, el apellido a los hijos en su mayoría de edad. ¿Y si Rufina fue inscrita con otro apellido en los registros? Es una situación muy probable, que crea una duda razonable en cuanto a aceptar el argumento taxativo de su inexistencia.

Como bien dijo un lugareño de La Villa, cuando un periodista le preguntó, para meterlo en aprietos, ¿Usted sabe que Rufina Alfaro no existió? El campesino, con la sabiduría y la respuesta pronta de los habitantes de la región, contestó al fuereño: ¿Cómo que no? Vaya al parque y véala. Y esa respuesta, que remite a la plaza del pueblo, es contundente: ¿Qué pueblo le haría un homenaje tal a una hija, con base en una historia inexistente, y lo respaldaría unánimemente? La falta de un papel no es suficiente, para decir y aceptar que no existió. Rufina Alfaro es tan real como el incidente de la Tajada de Sandía, y como las esculturas que se perdieron en el Parque Omar, aunque falten papeles y documentos. ¡Viva Rufina Alfaro! ¡Viva La Villa de Los Santos! ¡Viva el 10 de Noviembre! Y, punto.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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¿Quién dice la verdad?

2008-11-09
Editorial
¿Quién dice la verdad?

Hace unos días apareció en un diario local, a manera de propuesta, un inserto sobre la proyectada Ley Integral de Salud Sexual y Reproductiva. Su contenido obedece al pensamiento y opinión de sus promotores, los que respetamos, aunque no compartamos en su totalidad. De igual manera esperamos que la posición de la Iglesia, aunque no se comparta, sea respetada.

Nos llama la atención, de manera especial, que el inserto en cuestión presenta al público la siguiente pregunta: “¿Quiere saber quién dice la verdad sobre este proyecto?” Sin embargo, en su interior no explica cuál es la verdad que, supuestamente se dice; más bien deja al arbitrio del lector entender cuál es la verdad, al resaltar en letras rojas, azules y subrayado amarillo las propuestas, aprobaciones y modificaciones de quienes participaron en su discusión en la Comisión Nacional de Salud Sexual y Reproductiva.

Desde hace un tiempo algunas personas defensoras del Proyecto de Ley en mención, se han dedicado a decir que la Iglesia y sus jerarcas mienten con respecto al proyecto. En el inserto no está, pero se da a entender. Bien clara ha sido la Iglesia en decir que algunas partes del proyecto, tal como se discute en la Asamblea Nacional, atentan contra nuestra doctrina y contra la familia, como la concibe la doctrina de la Iglesia y la tradición del pueblo panameño. Nunca ha dicho que está en contra de una legislación sobre el tema, pero sí en oposición con aquello que atenta contra nuestra fe y doctrina.

Si el inserto no aclara cuál es la verdad que se dice, sí da a entender que hay una mentira; y esa mentira, por insinuación y pretéritas opiniones en los medios de comunicación, se le endilgan a la Iglesia Católica y a su jerarquía. Ante tal panorama, bien vale repreguntarnos: ¿Quién dice la verdad?

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Loor a la Patria

2008-11-09
El Ojo del Profeta
Loor a la Patria

Miles de personas contemplaron las delegaciones estudiantiles y cívicas que desfilaron los días patrios en distintos lugares del país. La participación fue entusiasta, para rendir loor a la patria panameña con lo mejor que cada una le podía ofrendar. Sin embargo, muy poco nos cuestionamos acerca del resto de las acciones que hacen patria a diario.

La patria se construye desde la persona misma y su proyección hacia la comunidad. De que nos vale el repique de un tambor o la estridencia de una corneta, si en el corazón y en la conciencia existe un hoyo profundo que ahoga toda voluntad de ser honesto y respetable, y de ganarse el pan honradamente. De qué nos sirve sacrificar tantos días de trabajo, para dedicarlo, supuestamente, a rendirle honor a la patria, si pensamos que la mejor forma de celebrarla es tostándonos al sol, o emborrachándonos en casa, o en una, dizque, diana que termina en balacera y en violencia.

Es tiempo de definir nuestra meta como pueblo y como nación, para trazar el derrotero que nos lleve a la reconstrucción moral y cívica como país. Si continuamos por el camino actual, aciagos días nos esperan. Es preciso trabajar arduamente por el cambio, tanto en la población infantil y juvenil, como en la adulta. La patria la hacemos todos, y si todos nos esforzamos en construirla cada día, en la misma medida podemos sentirla y vivirla todos con el corazón henchido cuando nuestros labios pronuncien todas las veces la palabra patria.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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