2008-12-28
La Voz del Pastor
Balance de 2008 con la Jornada de Sydney como eje
Publicamos parte del discurso que Benedicto XVI dirigió el lunes 22 de diciembre a los miembros de la Curia Romana y de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano en el tradicional encuentro de intercambio de felicitaciones con motivo de la Navidad.
Señores cardenales, venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado, queridos hermanos y hermanas:
La Navidad del Señor está a las puertas. Cada familia siente el deseo de reunirse, para disfrutar la atmósfera única e irrepetible que esta fiesta es capaz de crear. También la familia de la Curia Romana se encuentra esta mañana, siguiendo una bella tradición, gracias a la cual tenemos la alegría de encontrarnos e intercambiarnos las felicitaciones navideñas en este particular clima espiritual. Dirijo a cada uno mi saludo cordial, lleno de reconocimiento por la apreciada colaboración prestada al sucesor de Pedro. (…)
El año que está a punto de terminar ha sido rico en miradas retrospectivas a fechas importantes de la historia reciente de la Iglesia, pero rico también en acontecimientos, que traen consigo señales de orientación para nuestro camino hacia el futuro. Hace cincuenta años moría el papa Pío XII, hace 50 años era elegido papa Juan XXIII. Han pasado cuarenta años de la publicación de la Encíclica Humanae vitae y treinta años de la muerte de su autor, el Papa Paolo VI.
El mensaje de estos acontecimientos ha sido recordado y meditado de muchas formas a lo largo del año, tanto que no quisiera detenerme nuevamente en ellos ahora.
La mirada de la memoria, sin embargo, se ha dirigido aún más atrás de los acontecimientos del siglo pasado, y precisamente así nos ha dirigido hacia el futuro: la noche del 28 de junio, en presencia del patriarca ecuménico Bartolomé I de Constantinopla y de representantes de muchas otras Iglesias y comunidades eclesiales pudimos inaugurar en la Basílica de San Pablo Extramuros el Año Paulino, en recuerdo del nacimiento del apóstol de los gentiles hace dos mil años. Pablo no es para nosotros una figura del pasado. (…)
Surgen particularmente ante los ojos tres acontecimiento específicos del año que está por concluir. Ha estado ante todo la Jornada Mundial de la Juventud en Australia, una gran fiesta de la fe, que ha reunido a más de 200.000 jóvenes de todas partes del mundo y les ha acercado no sólo externamente --en sentido geográfico-- sino, con su contagiante alegría de ser cristianos, también interiormente.
Junto a ello hubo dos viajes, uno a los Estados Unidos y otro a Francia, en los que la Iglesia se ha hecho visible ante el mundo y para el mundo como una fuerza espiritual que indica caminos de vida y, mediante el testimonio de la fe, trae la luz al mundo. Fueron días que irradiaban luminosidad, irradiaban confianza en el valor de la vida y en el empeño por el bien.
Por último, hay que recodar el Sínodo de los Obispos: pastores procedentes de todo el mundo se reunieron alrededor de la Palabra de Dios, que había sido alzada en medio de ellos; en torno a la palabra de Dios, cuya gran manifestación se encuentra en la Sagrada Escritura. (…)
Finalmente era importante experimentar que en la Iglesia hay un Pentecostés también hoy; es decir, que ésta habla en muchas lenguas, y esto no sólo en el aspecto exterior de que estén representadas en ella todas las grandes lenguas del mundo, sino aún más en su aspecto más profundo: en ella están presentes las múltiples formas de experiencia de Dios y del mundo, la riqueza de las culturas, y sólo así aparece la amplitud de la existencia humana y, a partir de ella, la amplitud de la Palabra de Dios.(…)
Los viajes pastorales de este año han hecho referencia a la presencia de la Palabra de Dios, a Dios mismo en el actual momento de la historia: su verdadero sentido sólo puede ser el de servir a esta presencia. En estas ocasiones la Iglesia se hace perceptible públicamente, con ella la fe, y por ello, al menos, la pregunta sobre Dios.
Esta manifestación en público de la fe llama en causa a todos aquellos que intentan entender el tiempo presente y las fuerzas que actúan en él. Especialmente el fenómeno de las Jornadas Mundiales de la Juventud se convierte cada vez más en un objeto de análisis, en el que se intenta entender esta especie, por así decirlo, de cultura juvenil. Australia nunca había visto tanta gente de todos los continentes como en la Jornada Mundial de la Juventud, ni siquiera durante las Olimpiadas. (…)
El espíritu misionero de la Iglesia no es más que el impulso por comunicar la alegría que se nos ha dado. Que siempre esté viva en nosotros y, después, que se irradie en el mundo en sus tribulaciones: este es mi auspicio para finales de este año. Junto con un sentido agradecimiento por todas vuestras fatigas y obras, os deseo a todos que esta alegría, que se deriva de Dios, se nos dé abundantemente también en el Año Nuevo.
Confío estos deseos a la intercesión de la Virgen María, Mater divinae gratiae, pidiéndola poder vivir las festividades navideñas en la alegría y en la paz del Señor. Con estos sentimientos, os imparto de corazón a todos vosotros y a la gran familia de la Curia Romana la bendición apostólica.
S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma
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Balance de 2008 con la Jornada de Sydney como eje
Publicamos parte del discurso que Benedicto XVI dirigió el lunes 22 de diciembre a los miembros de la Curia Romana y de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano en el tradicional encuentro de intercambio de felicitaciones con motivo de la Navidad.
Señores cardenales, venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado, queridos hermanos y hermanas:
La Navidad del Señor está a las puertas. Cada familia siente el deseo de reunirse, para disfrutar la atmósfera única e irrepetible que esta fiesta es capaz de crear. También la familia de la Curia Romana se encuentra esta mañana, siguiendo una bella tradición, gracias a la cual tenemos la alegría de encontrarnos e intercambiarnos las felicitaciones navideñas en este particular clima espiritual. Dirijo a cada uno mi saludo cordial, lleno de reconocimiento por la apreciada colaboración prestada al sucesor de Pedro. (…)
El año que está a punto de terminar ha sido rico en miradas retrospectivas a fechas importantes de la historia reciente de la Iglesia, pero rico también en acontecimientos, que traen consigo señales de orientación para nuestro camino hacia el futuro. Hace cincuenta años moría el papa Pío XII, hace 50 años era elegido papa Juan XXIII. Han pasado cuarenta años de la publicación de la Encíclica Humanae vitae y treinta años de la muerte de su autor, el Papa Paolo VI.
El mensaje de estos acontecimientos ha sido recordado y meditado de muchas formas a lo largo del año, tanto que no quisiera detenerme nuevamente en ellos ahora.
La mirada de la memoria, sin embargo, se ha dirigido aún más atrás de los acontecimientos del siglo pasado, y precisamente así nos ha dirigido hacia el futuro: la noche del 28 de junio, en presencia del patriarca ecuménico Bartolomé I de Constantinopla y de representantes de muchas otras Iglesias y comunidades eclesiales pudimos inaugurar en la Basílica de San Pablo Extramuros el Año Paulino, en recuerdo del nacimiento del apóstol de los gentiles hace dos mil años. Pablo no es para nosotros una figura del pasado. (…)
Surgen particularmente ante los ojos tres acontecimiento específicos del año que está por concluir. Ha estado ante todo la Jornada Mundial de la Juventud en Australia, una gran fiesta de la fe, que ha reunido a más de 200.000 jóvenes de todas partes del mundo y les ha acercado no sólo externamente --en sentido geográfico-- sino, con su contagiante alegría de ser cristianos, también interiormente.
Junto a ello hubo dos viajes, uno a los Estados Unidos y otro a Francia, en los que la Iglesia se ha hecho visible ante el mundo y para el mundo como una fuerza espiritual que indica caminos de vida y, mediante el testimonio de la fe, trae la luz al mundo. Fueron días que irradiaban luminosidad, irradiaban confianza en el valor de la vida y en el empeño por el bien.
Por último, hay que recodar el Sínodo de los Obispos: pastores procedentes de todo el mundo se reunieron alrededor de la Palabra de Dios, que había sido alzada en medio de ellos; en torno a la palabra de Dios, cuya gran manifestación se encuentra en la Sagrada Escritura. (…)
Finalmente era importante experimentar que en la Iglesia hay un Pentecostés también hoy; es decir, que ésta habla en muchas lenguas, y esto no sólo en el aspecto exterior de que estén representadas en ella todas las grandes lenguas del mundo, sino aún más en su aspecto más profundo: en ella están presentes las múltiples formas de experiencia de Dios y del mundo, la riqueza de las culturas, y sólo así aparece la amplitud de la existencia humana y, a partir de ella, la amplitud de la Palabra de Dios.(…)
Los viajes pastorales de este año han hecho referencia a la presencia de la Palabra de Dios, a Dios mismo en el actual momento de la historia: su verdadero sentido sólo puede ser el de servir a esta presencia. En estas ocasiones la Iglesia se hace perceptible públicamente, con ella la fe, y por ello, al menos, la pregunta sobre Dios.
Esta manifestación en público de la fe llama en causa a todos aquellos que intentan entender el tiempo presente y las fuerzas que actúan en él. Especialmente el fenómeno de las Jornadas Mundiales de la Juventud se convierte cada vez más en un objeto de análisis, en el que se intenta entender esta especie, por así decirlo, de cultura juvenil. Australia nunca había visto tanta gente de todos los continentes como en la Jornada Mundial de la Juventud, ni siquiera durante las Olimpiadas. (…)
El espíritu misionero de la Iglesia no es más que el impulso por comunicar la alegría que se nos ha dado. Que siempre esté viva en nosotros y, después, que se irradie en el mundo en sus tribulaciones: este es mi auspicio para finales de este año. Junto con un sentido agradecimiento por todas vuestras fatigas y obras, os deseo a todos que esta alegría, que se deriva de Dios, se nos dé abundantemente también en el Año Nuevo.
Confío estos deseos a la intercesión de la Virgen María, Mater divinae gratiae, pidiéndola poder vivir las festividades navideñas en la alegría y en la paz del Señor. Con estos sentimientos, os imparto de corazón a todos vosotros y a la gran familia de la Curia Romana la bendición apostólica.
S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma
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