martes, 11 de noviembre de 2008

Rufina Alfaro

2008-11-09
A tiro de piedra
Rufina Alfaro

La gesta ocurrida en la heroica Villa de Los Santos el 10 de noviembre de 1821 es un hecho real e irrefutable, al igual que la participación de personajes y figuras del pueblo, cuyos nombres no todos aparecen en los documentos y testimonios escritos de la historia. Eso no quiere decir que algún hombre o mujer del lugar haya dejado de existir, por no haber sido mencionado en un papel.

Tal es el caso de la heroína Rufina Alfaro, que algunos ahora intentan desconocer. Que no aparezcan sus documentos en los Archivos Nacionales no es prueba contundente. Hace poco leí que hurtaron de los propios Archivos el documento original del incidente de la Tajada de Sandía; ¿podríamos aceptar que dentro de 30 ó 50 años alguien nos diga que el asunto fue inventado, porque no hay un documento que lo respalde? Sería absurdo desconocer esa parte de la historia, como absurdo considero que es tratar de desconocer a Rufina Alfaro.

A Rufina se le menciona en escritos del mismo siglo XIX. No es cosa de ahora ni invento. Personas que participaron de la gesta del 10 de Noviembre nunca desmintieron ni refutaron su existencia. Bien pudieron haberlo hecho, pero no fue así. Si se piden documentos, ¿por qué no muestran alguno que diga que no existió? Esas cosas no se inventan, y menos en un pueblo chico. Es un asunto muy grave, y reciente, por añadidura, para que se lo inventen los moradores de La Villa.

Hay muchas razones por las cuales desaparecían los registros oficiales, entre ellos la desidia de autoridades y pobladores, que no registraban los nacimientos. Cuando se cumplía la mayoría de edad, entonces aparecían los problemas. Si Rufina era una muchacha, posiblemente menor de edad, porque la mayoría se adquiría a los 21 años, no podía firmar documento alguno. Por su condición de mujer, también era poco probable que le tomara en cuenta para participar oficialmente como firmante de nuestra emancipación de España. En aquel tiempo, tampoco la mujer ejercía derechos plenos de ciudadanía. Ni siquiera votaban en los cabildos, porque la política era “cosa de hombres”.

Otra situación común, y que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos, cuánto más Rufina, era que muchos padres, sobre todo en el campo, le daban, cuando lo hacía, el apellido a los hijos en su mayoría de edad. ¿Y si Rufina fue inscrita con otro apellido en los registros? Es una situación muy probable, que crea una duda razonable en cuanto a aceptar el argumento taxativo de su inexistencia.

Como bien dijo un lugareño de La Villa, cuando un periodista le preguntó, para meterlo en aprietos, ¿Usted sabe que Rufina Alfaro no existió? El campesino, con la sabiduría y la respuesta pronta de los habitantes de la región, contestó al fuereño: ¿Cómo que no? Vaya al parque y véala. Y esa respuesta, que remite a la plaza del pueblo, es contundente: ¿Qué pueblo le haría un homenaje tal a una hija, con base en una historia inexistente, y lo respaldaría unánimemente? La falta de un papel no es suficiente, para decir y aceptar que no existió. Rufina Alfaro es tan real como el incidente de la Tajada de Sandía, y como las esculturas que se perdieron en el Parque Omar, aunque falten papeles y documentos. ¡Viva Rufina Alfaro! ¡Viva La Villa de Los Santos! ¡Viva el 10 de Noviembre! Y, punto.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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