jueves, 20 de noviembre de 2008

Finanzas y doctrina social de la Iglesia

2008-11-16
La Voz del Pastor
Finanzas y doctrina social de la Iglesia

La actual crisis financiera pareciera haber tomado por sorpresa a algunos. Otros, sin embargo, la venían anunciando desde hace buen tiempo. No pocos, además del anuncio, proponían reorientaciones de las finanzas y de la economía, y pedían intervenciones porque espontáneamente no se daría la corrección. Lo peor de las sorderas es que quienes siempre pagan más los platos rotos son los pobres y los programas de inversiones en mejora de sus condiciones de vida, que ofrezcan oportunidades de salir de la pobreza.

Adam Smith, referente imprescindible del liberalismo económico, también escribió la Teoría de los sentimientos morales y Max Weber estable-ció una relación entre los valores morales del trabajo y el avance del capitalismo. Un capitalismo respetuoso de la dignidad humana, del que habla Amartya Sen, requiere una intervención pública eficaz. La búsqueda del beneficio es clave en la economía de mercado, pero donde todo es mercantilizado, la cohesión social queda duramente golpea-da, la justicia social postergada y con ella la democracia integral detenida.

Las discusiones entre keynesianos y los seguidores de Friedrich von Hayek vuelven a la actualidad y el reciente Premio Nobel de economía alimenta las luces avanzando. No se discute sobre volver a un estatismo probadamente ineficiente, sino sobre tipos de economía liberal y grados de participación estatal. En cualquier caso, es imprescindible que salgamos de la danza de los millones de los especuladores financieros, aclaremos la vista y la conciencia y nos acordemos que lo que genera riqueza es el trabajo humano y que si éste es digno (usando expresión de la OIT), además de justo, como debe ser, las posibilidades de crecimiento y competitividad son mucho mejores y son salud para la democracia.

Indigna que el planeta entero esté sumido en una crisis provocada por el afán de lucro fácil de algunos y por la inadecuada regulación de los mercados de las economías más influyentes. Indigna la falta de conciencia sobre los costos que han sufrido los países con notable índice de pobreza, debidos al modelo económico y ecológico llevado adelante todos estos años, por parte de los países considerados más poderosos.

De la crisis se saldrá (ojalá para bien de la justicia y de la paz) porque los estudiosos en la materia y los que tienen en sus manos los poderes para las grandes decisiones en estos campos, se aplicarán en ello (ojalá tengan sentido de culpabilidad por no haber aplicado la misma energía para, al menos, alcanzar los “objetivos del milenio”). Sin embargo, como toda crisis es posibilidad de crecimiento, aprovechémosla para preguntarnos, como ya también el mismo papa Benedicto XVI, ha indicado, si no se está construyendo la “casa” sobre arena; qué humanidad estamos impulsando.

El siervo de Dios, Juan Pablo II, decía en una homilía el 1 de mayo de 2000: “Las nuevas realidades que se manifiestan con fuerza en el proceso productivo, como la globalización de las finanzas, de la economía, del comercio y del trabajo, jamás deben violar la dignidad de la centralidad de la persona humana, ni la libertad y la democracia de los pueblos. La solidaridad, la participación y la posibilidad de gestionar estos cambios radicales constituyen, sino la solución, ciertamente la necesaria garantía ética para que las personas y los pueblos no se conviertan en instrumentos, sino en protagonistas de su futuro. Todo esto puede realizarse y, dado que es posible, constituye un deber”.

Monseñor Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar

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