martes, 11 de noviembre de 2008

Los católicos y los judíos deben dar testimonio común del amor de Dios

2008-11-09
La Voz del Pastor
Los católicos y los judíos deben dar testimonio común del amor de Dios

Ofrecemos a continuación el texto íntegro del discurso del Papa Benedicto XVI a los miembros del International Jewish Committee on Interreligious Consultations, a quienes recibió hoy en la Sala de los Papas del Palacio Apostólico Vaticano.

Queridos amigos,
Estoy contento de dar la bienvenida a esta delegación del International Jewish Committee on Interreligious Consultations. Durante más de treinta años, su Comité y la Santa Sede han mantenido contactos regulares y fructíferos, que han contribuido a un mayor entendimiento y aceptación entre católicos y judíos. Aprovecho de buen grado esta ocasión para reafirmar el compromiso de la Iglesia en la realización de los principios sentados por la histórica declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II. Esta Declaración, que condena firmemente toda forma de antisemitismo, representa tanto un hito en la larga historia de las relaciones entre católicos y judíos, como también un emplazamiento a una renovada comprensión teológica de las relaciones entre la Iglesia y el Pueblo Judío.

Los cristianos hoy son cada vez más conscientes del patrimonio espiritual que comparten con el pueblo de la Torá, el pueblo elegido por Dios en su gracia inefable, un patrimonio que llama a una mayor apreciación, respeto y amor mutuos (cf. Nostra Aetate, 4). Los judíos tienen también el desafío de descubrir lo que tienen en común con todos los que creen en el Señor, el Dios de Israel, quien se reveló a sí mismo en primer lugar a través de su palabra poderosa y capaz de dar vida. Como nos recuerda el salmista, la palabra de Dios es una lámpara y una luz en nuestro camino; nos mantiene vivos y nos da nueva vida (cf. Sal 119,105). Esta palabra nos empuja a dar común testimonio del amor, la gracia y la verdad de Dios. Este es un servicio vital en nuestro tiempo, caracterizado por la pérdida de los valores morales y espirituales que garantizan la dignidad humana, la solidaridad, la justicia y la paz.

En nuestro atribulado mundo, marcado con tanta frecuencia por la pobreza, la violencia y la explotación, el diálogo entre las culturas y las religiones debería cada vez más y más verse como un deber sagrado que incumbe a todos aquellos que están comprometidos en la construcción de un mundo digno del hombre. La capacidad de aceptarnos y respetarnos unos a otro, y de decir la verdad en el amor, es esencial para superar las diferencias, prevenir las incomprensiones y evitar confrontaciones innecesarias. Como ustedes mismos han experimentado a través de los años en los encuentros del International Liaison Committee, el diálogo sólo es serio y honrado cuando respeta las diferencias y reconoce a los otros en su alteridad. Un diálogo sincero necesita tanto apertura como un firme sentido de identidad por ambas partes, en orden a enriquecerse mutuamente son los dones del otro.

En meses recientes, he tenido el placer de encontrar a las comunidades judías en Nueva York, en París y aquí en el Vaticano. Doy gracias a Dios por estos encuentros, y por el progreso de las relaciones entre católicos y judíos que reflejan. Con este espíritu, por tanto, les animo a perseverar en su importante labor con paciencia y con un compromiso renovado. Les ofrezco mis fervientes buenos deseos para la preparación del encuentro del mes que viene en Budapest entre su Comité y una delegación de la Comisión para las relaciones religiosas con los judíos de la Santa Sede, para hablar sobre el tema “La religión y la sociedad civil hoy”.

Con estos sentimientos, queridos amigos, pido al Todopoderoso que continúe velando sobre ustedes y sus familias, y guíe sus pasos por el camino de la paz.

S.S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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