2008-12-21
Editorial
Dios con nosotros
El inmenso amor de Dios manifestado en su Hijo Unigénito, cuando lo envió a la tierra y lo entregó para ser crucificado y salvar, así, a la humanidad entera, es la más grande prueba de lo tanto que amó Dios al mundo. Y Jesús, desde sus primeros años, se hizo amigo de los hombres, hasta dar la vida por ellos.
Dentro de pocos días conmemoraremos su primera venida, con el pensamiento puesto en aquel pesebre pobre de Belén, en donde nació el Mesías Redentor. Un pequeño establo al que acudieron, en primer lugar, los pastores del campo cercano, después de escuchar el anuncio del ángel. Ellos lo acogieron con sencillez, porque, también, estaban a la intemperie y vivían libre del lujo y la ostentación que obnubila a quien se deja llevar por sus tentaciones.
Hoy como ayer, los que acogen a Jesús son los humildes y los que deponen todo orgullo y toda soberbia, para enternecerse con el anuncio de la Buena Noticia que les recuerda que Dios está con nosotros, habita entre nosotros, y se muestra en el rostro de los sufridos, los marginados y los perseguidos. Él está en el pobre, el hambriento, el enfermo, el encarcelado, el forastero. Lo que hagamos por cada uno de ellos, lo hacemos por Cristo mismo.
Fijémonos, pues, en la semejanza del ayer y del hoy. Discernamos sobre cómo recibimos al Niño Jesús esta Navidad, y cómo lo reciben aquellos que, a similitud de los pastores, están sin hogar o fuera de los suyos. Que el festejo mundano no nos impida ver el centro y el motivo de esta celebración: Dios hecho hombre y niño, en su Hijo, que viene a hacer morada entre nosotros.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
Dios con nosotros
El inmenso amor de Dios manifestado en su Hijo Unigénito, cuando lo envió a la tierra y lo entregó para ser crucificado y salvar, así, a la humanidad entera, es la más grande prueba de lo tanto que amó Dios al mundo. Y Jesús, desde sus primeros años, se hizo amigo de los hombres, hasta dar la vida por ellos.
Dentro de pocos días conmemoraremos su primera venida, con el pensamiento puesto en aquel pesebre pobre de Belén, en donde nació el Mesías Redentor. Un pequeño establo al que acudieron, en primer lugar, los pastores del campo cercano, después de escuchar el anuncio del ángel. Ellos lo acogieron con sencillez, porque, también, estaban a la intemperie y vivían libre del lujo y la ostentación que obnubila a quien se deja llevar por sus tentaciones.
Hoy como ayer, los que acogen a Jesús son los humildes y los que deponen todo orgullo y toda soberbia, para enternecerse con el anuncio de la Buena Noticia que les recuerda que Dios está con nosotros, habita entre nosotros, y se muestra en el rostro de los sufridos, los marginados y los perseguidos. Él está en el pobre, el hambriento, el enfermo, el encarcelado, el forastero. Lo que hagamos por cada uno de ellos, lo hacemos por Cristo mismo.
Fijémonos, pues, en la semejanza del ayer y del hoy. Discernamos sobre cómo recibimos al Niño Jesús esta Navidad, y cómo lo reciben aquellos que, a similitud de los pastores, están sin hogar o fuera de los suyos. Que el festejo mundano no nos impida ver el centro y el motivo de esta celebración: Dios hecho hombre y niño, en su Hijo, que viene a hacer morada entre nosotros.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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