martes, 23 de diciembre de 2008

Navidad fiesta cristiana

2008-12-21
La Voz del Pastor
Navidad fiesta cristiana

El título de esta reflexión parece una redundancia. Si la sociedad y, especialmente nosotros, los cristianos viviéramos estas festividades con el espíritu y la mística que nos propuso la Iglesia al instituirla, entonces sí fuera verdadera redundancia afirmar que la navidad es fiesta cristiana.

Varios meses antes del 25 de diciembre notamos mucho interés y entusiasmo, pero en el campo comercial. No pocas empresas ven esta época como la más importante del año, pues son tantas las ventas y negocios que se realizan, al punto de compensar con creces lo que no se ganó antes. De esta manera la navidad se convierte en la fiesta del consumismo y la época de derroche.

Ya Jesús afirmó que los hijos de las tinieblas son más hábiles que los hijos de la luz (Lc 16,8). Nuestra sociedad consumista se prepara con tiempo para lograr su objetivo: es decir el lucro desmedido.

Por otra parte, nosotros los cristianos somos hijos de la luz e hijos del día, por eso debemos prepararnos y celebrar este gran acontecimiento a la luz de esta fe (Efesios 5,8-9).

La Iglesia trata de prepararnos con su liturgia, durante cuatro semanas, presentándonos hermosos textos del Antiguo Testamento con el fin de que hagamos nuestros los anhelos y las esperanzas del pueblo de Israel, y muy especialmente el grito de los profetas que clamaban por la llegada del Mesías: “cielos destilad el rocío, nubes derramad al justo, ábrase la tierra y brote la salvación y con ella germine la justicia” (Is 45,8).

Hemos contemplado en este tiempo la persona fascinante de Juan Bautista que llamando a la conversión preparaba al pueblo en forma inmediata para acoger al Mesías Salvador. En este cuarto Domingo de Adviento vemos al Ángel Gabriel anunciando a María que ha llegado el momento esperado, Ella será la madre del Rey de Israel en el cual se cumplen todas las promesas. María, porque es humilde y fiel, acoge con fe y generosidad al Hijo de Dios no sólo en sus entrañas sino también en su mente y en su corazón.

Celebrar la Navidad es, ante todo, creer profundamente en Jesús, el Mesías esperado de todos los tiempos. Creer que él es el Hijo de Dios que al encarnarse entra en nuestra historia y asume nuestra realidad humana (menos el pecado) la eleva y dignifica. Navidad es el mismo Jesús, no esos horribles monigotes o estafermos introducidos por los enemigos del cristianismo para hacer olvidar al Niño Dios.

Jesús en el pesebre de Belén es el verdadero Emmanuel-el Dios con nosotros-, del que habla el profeta Isaías (Isaías 7, 14).

La fiesta del nacimiento de Jesucristo es esencialmente una fiesta litúrgica. No se trata simplemente de recordar con frialdad un acontecimiento del pasado que ya no existe. Celebrar bien navidad supone una profunda conversión interior (toda colina será rebajada y todo valle será rellenado) con el fin de acoger a Jesús por la fe en nuestra vida personal. Solo así Jesús nacerá místicamente en nuestro corazón. No podemos negar la posada al Salvador, pues en realidad Él está tocando a nuestra puerta, si le abrimos Él entrará y cenaremos juntos (Apoc. 3,20).

Navidad es la fiesta de la paz, de la reconciliación y de la unidad familiar. El anuncio de los Ángeles a los pastores sigue siendo la gran noticia. “Les traigo una gran noticia que será de alegría para todo el pueblo” (Lucas 2, 10). Hoy más que nunca estamos necesitando esa noticia que es Jesús, el príncipe de la paz. Nuestro mundo está saturado de problemas y los medios sólo nos ofrecen las malas noticias.

Celebremos con recogimiento la fiesta de Navidad, abramos nuestro corazón al amor y a la solidaridad, aprendamos de Jesús que vino, no a ser servido, sino a servir y a dar la vida por todos. Hagamos de la Navidad una fiesta cristiana.

Mons. José Dimas Cedeño Delgado
Arzobispo de Panamá

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