2007-07-15
El Ojo del Profeta
La niñez, esperanza del país
Nos dice el Evangelio que para entrar en el Reino de los Cielos tenemos que hacernos como niños, imitando su humildad, su capacidad de amar, de confiar, de olvidar la ofensa y el daño, y de agacharse para entrar por la puerta estrecha.
La niñez del país sufre la falta de amor, de realización dentro de un hogar completo, de estímulo para asumir los valores y principios morales, éticos y cívicos que le permita alcanzar la meta espiritual y ciudadana en concordancia con la fe y la razón, además del conocimiento de Dios y de la ciencia y la tecnología que le ayuden a edificar la sociedad y transformar el mundo.
En términos de consecuencias, es carencia individual y colectiva, se traduce en pobreza, desnutrición, hogar disfuncional, ambiente de vivienda insano, pobre educación, y empleo malamente remunerado o inalcanzable.
Si queremos que la niñez realmente sea nuestra esperanza como país, aboquémonos a darle lo que necesita para su realización integral como persona humana, libre de las mezquindades ideológicas y sectarias que afloran en algunos sectores que intentan arrogarse el derecho de imponer lo suyo sobre el resto de sus compatriotas.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
El Ojo del Profeta
La niñez, esperanza del país
Nos dice el Evangelio que para entrar en el Reino de los Cielos tenemos que hacernos como niños, imitando su humildad, su capacidad de amar, de confiar, de olvidar la ofensa y el daño, y de agacharse para entrar por la puerta estrecha.
La niñez del país sufre la falta de amor, de realización dentro de un hogar completo, de estímulo para asumir los valores y principios morales, éticos y cívicos que le permita alcanzar la meta espiritual y ciudadana en concordancia con la fe y la razón, además del conocimiento de Dios y de la ciencia y la tecnología que le ayuden a edificar la sociedad y transformar el mundo.
En términos de consecuencias, es carencia individual y colectiva, se traduce en pobreza, desnutrición, hogar disfuncional, ambiente de vivienda insano, pobre educación, y empleo malamente remunerado o inalcanzable.
Si queremos que la niñez realmente sea nuestra esperanza como país, aboquémonos a darle lo que necesita para su realización integral como persona humana, libre de las mezquindades ideológicas y sectarias que afloran en algunos sectores que intentan arrogarse el derecho de imponer lo suyo sobre el resto de sus compatriotas.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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