2007-07-08
La Voz del Pastor
Responsabilidad en la carretera
En nuestros días, en ciertos ambientes, es frecuente oír hablar de responsabilidad social empresarial o de responsabilidad de los educadores. Muy bien. ¿Y nosotros todos? La noción de responsabilidad y la práctica de la responsabilidad es inherente a la condición misma de la vida humana. En la medida en que se renuncia a la responsabilidad, la persona degenera en mero objeto, “cosa”, o bien se vuelve masa, en rebaño anónimo. Podríamos decir que la mayoría de los males son casos de irresponsabilidad.
A la hora de opinar, hablar a la ligera y escribir sin pensar lo que se hace o sin informarse debidamente, por conveniencia, por pereza, por mero repetir lo que otros dicen, sin comprobar, hay una irresponsabilidad respecto a la verdad y respecto al prójimo, pues se puede ser fuente de muchos males al condicionar o dañar la visión de otros; irresponsabilidad moral.
El fanatismo es fuente de irresponsabilidad. Casi todas las grandes atrocidades de la historia han tenido ese origen, y no faltan en el presente. Al cabo de los años -o de algunos siglos-, lo que ha tenido plena aceptación y reconocimiento, ha sido defendido, respetado, legislado, parece después simplemente una monstruosidad. Así, la esclavitud o la tortura judicial. En nuestro tiempo, el ejemplo más claro y notorio es la aceptación social del aborto.
En el campo de la política se falta a la responsabilidad cuando se da por supuesto que en este dominio la mentira es lícita o, lo que es peor, inevitable; cuando se hacen reproches o descalificaciones globales, que se atribuyen al partidismo. Lo eficaz sería el análisis veraz de lo que los políticos dicen, de sus declaraciones, discursos o propuestas, para mostrar en concreto y con la mayor precisión posible que algo es falso y se puede comprobar así.
Podríamos seguir sumando campos y ejemplos, pero ¿tenemos la misma conciencia de responsabilidad humana y de responsabilidad moral cuando se trata de conducir un vehículo por nuestras carreteras? Así como en otros campos exigimos o vamos tomando conciencia de que debemos exigir, ¿exigimos y nos exigimos cuando, como decimos familiarmente, manejamos un carro? Si confesamos como Señor a Cristo Jesús, que quiere que tengamos vida y vida en abundancia, esta ausencia de responsabilidad o de conciencia de ella, se vuelve particularmente grave.
Carretera Panamá-Colón. Larga y procesional fila. Línea continua indicando no pasar muy presente a lo largo del trayecto, por razones que saltan a la vista dado el estado y ancho actual de la vía. La tentación de no respetar la línea es muy fuerte. A veces se ven casos de caer en la tentación que hacen pensar si el conductor buscaba suicidarse, con el agravante del daño a otros que sí quisieran vivir. Es un ejemplo de los tantos que se dan en el sistema vial del país. Sin embargo, mucho más grave resulta la intoxicada autoconfianza de quien ha ingerido bebidas alcohólicas y piensa que esto no afecta su dominio del volante.
Amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo es pedido para toda circunstancia de la vida. Ámense como yo les he amado, manda Jesús. Al tomar un volante e iniciar la marcha de un vehículo esto también está en juego. No basta con tener una medalla de San Cristóbal o una estampa o un verso de la Escritura; sea en transporte público o en vehículo particular. La responsabilidad personal, el respeto a los derechos humanos, el rendir cuentas de lo que hacemos en los demás, entran en juego. Y en la fe católica, si somos discípulos y misioneros del Señor.
Recientemente el organismo vaticano que promueve la pastoral de la movilidad humana ha publicado un orientador documento sobre la responsabilidad en la carretera. Meditemos su decálogo.
Mons. Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar de Panamá
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Responsabilidad en la carretera
En nuestros días, en ciertos ambientes, es frecuente oír hablar de responsabilidad social empresarial o de responsabilidad de los educadores. Muy bien. ¿Y nosotros todos? La noción de responsabilidad y la práctica de la responsabilidad es inherente a la condición misma de la vida humana. En la medida en que se renuncia a la responsabilidad, la persona degenera en mero objeto, “cosa”, o bien se vuelve masa, en rebaño anónimo. Podríamos decir que la mayoría de los males son casos de irresponsabilidad.
A la hora de opinar, hablar a la ligera y escribir sin pensar lo que se hace o sin informarse debidamente, por conveniencia, por pereza, por mero repetir lo que otros dicen, sin comprobar, hay una irresponsabilidad respecto a la verdad y respecto al prójimo, pues se puede ser fuente de muchos males al condicionar o dañar la visión de otros; irresponsabilidad moral.
El fanatismo es fuente de irresponsabilidad. Casi todas las grandes atrocidades de la historia han tenido ese origen, y no faltan en el presente. Al cabo de los años -o de algunos siglos-, lo que ha tenido plena aceptación y reconocimiento, ha sido defendido, respetado, legislado, parece después simplemente una monstruosidad. Así, la esclavitud o la tortura judicial. En nuestro tiempo, el ejemplo más claro y notorio es la aceptación social del aborto.
En el campo de la política se falta a la responsabilidad cuando se da por supuesto que en este dominio la mentira es lícita o, lo que es peor, inevitable; cuando se hacen reproches o descalificaciones globales, que se atribuyen al partidismo. Lo eficaz sería el análisis veraz de lo que los políticos dicen, de sus declaraciones, discursos o propuestas, para mostrar en concreto y con la mayor precisión posible que algo es falso y se puede comprobar así.
Podríamos seguir sumando campos y ejemplos, pero ¿tenemos la misma conciencia de responsabilidad humana y de responsabilidad moral cuando se trata de conducir un vehículo por nuestras carreteras? Así como en otros campos exigimos o vamos tomando conciencia de que debemos exigir, ¿exigimos y nos exigimos cuando, como decimos familiarmente, manejamos un carro? Si confesamos como Señor a Cristo Jesús, que quiere que tengamos vida y vida en abundancia, esta ausencia de responsabilidad o de conciencia de ella, se vuelve particularmente grave.
Carretera Panamá-Colón. Larga y procesional fila. Línea continua indicando no pasar muy presente a lo largo del trayecto, por razones que saltan a la vista dado el estado y ancho actual de la vía. La tentación de no respetar la línea es muy fuerte. A veces se ven casos de caer en la tentación que hacen pensar si el conductor buscaba suicidarse, con el agravante del daño a otros que sí quisieran vivir. Es un ejemplo de los tantos que se dan en el sistema vial del país. Sin embargo, mucho más grave resulta la intoxicada autoconfianza de quien ha ingerido bebidas alcohólicas y piensa que esto no afecta su dominio del volante.
Amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo es pedido para toda circunstancia de la vida. Ámense como yo les he amado, manda Jesús. Al tomar un volante e iniciar la marcha de un vehículo esto también está en juego. No basta con tener una medalla de San Cristóbal o una estampa o un verso de la Escritura; sea en transporte público o en vehículo particular. La responsabilidad personal, el respeto a los derechos humanos, el rendir cuentas de lo que hacemos en los demás, entran en juego. Y en la fe católica, si somos discípulos y misioneros del Señor.
Recientemente el organismo vaticano que promueve la pastoral de la movilidad humana ha publicado un orientador documento sobre la responsabilidad en la carretera. Meditemos su decálogo.
Mons. Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar de Panamá
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