2007-07-29
Editorial
Represión
Hace unos días un contingente del Servicio de Protección Institucional (SPI) reprimió con violencia a un grupo de personas, entre ellas algunas afectadas por el jarabe venenoso del Seguro Social, que protestaban en reclamo por el trato que reciben por parte de los funcionarios encargados de atender su caso.
La disconformidad que los llevó a protestar, la ausencia de un funcionario del nivel que solicitaban para que les atendiera, y estado anímico colectivo que estalló al empujar algunos a los agentes que le bloqueaba el paso, se juntaron y soliviantó los ánimos. La consecuencia: golpes y palazos que hoy lamentamos.
Si algo se falló fue en dos cosas fundamentales: confiarle al SPI una tarea que no le corresponde; y descuidar la acción negociadora que debe ejercerse en esos casos. Aunque la SPI le corresponda custodiar la Presidencia, sus unidades no están plenamente capacitadas para controlar multitudes bajo el procedimiento policial. Aunque se ofrecía la presencia del viceministro de la presidencia, el hecho implicaba que un equipo negociador lograra que los manifestantes aceptaran dialogar con él u otro funcionario.
Nos resta aprender la lección, porque ya los golpes y las heridas no se pueden borrar. Y una vez aprendida, sepamos crear conciencia sobre la solución pacífica de los conflictos, y de auténtica cultura de paz y convivencia fraternal entre todos los panameños.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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viernes, 27 de julio de 2007
Represión
Etiquetas:
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