2007-07-29
A tiro de piedra
¿Prisionero de Guerra?
La defensa legal de Manuel Antonio Noriega se ha expresado de manera insultante hacia el país, en su afán de protagonismo y táctica publicitaria para que se hable de su cliente. No me ocuparé ahora de sus abogados, sino de su defendido, al que insisten en presentar como un prisionero de guerra.
Que yo recuerde, aquí no hubo guerra; hubo una invasión. Así se le llamó desde el principio. Los pocos panameños que pelearon, tanto uniformados como civiles, lo hicieron por su convicción personal. El país no se involucró masivamente, porque en ningún momento la mayoría sintió la necesidad ni el sentimiento de enfrentar a un ejército extranjero que nos invadió para ajustar cuenta con su empleado bajo planilla de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) de los Estados Unidos. Los panameños y las panameñas que murieron, lamentablemente, fallecieron por combatir, por estar en la línea de fuego siendo inocentes, y algunos por dedicarse al robo y al saqueo. La guerra sólo estuvo en la declaración que el emplanillado de la CIA y sus seguidores hicieran unos meses antes del 20 de diciembre de 1989, buscando el apoyo de un pueblo que no comió del cuento.
Una vez consumada la invasión, y con la instalación del gobierno legitimamente elegido por los ciudadanos, en el mes de mayo de 1989, se adoptaron cierta medidas contra Noriega, que ahora parecen olvidadas. Al menos dos de ellas lo descalificarían como prisionero de guerra: se le degradó, y le dio de baja. ¿De cuál fuerza armada es ese prisionero de guerra? ¿Quién le ha conferido el rango de general que luce en su uniforme de prisionero? ¿Dónde está el armisticio que ha puesto fin a la guerra que supuestamente libró?
Noriega y sus abogados podrán manipular los términos “prisionero de guerra” y “general”, pero para muchos panameños tales cosas ni existen ni existieron jamás. No hubo guerra: hubo invasión. Nunca fue general, porque ese grado se lo dio él mismo, a través de la impuesta Ley 20 que creó las fuerzas de defensa. Nunca se ganó ese rango; lo usurpó. Nunca fue leal a Panamá, sino un traidor que estaba al servicio de un estado extranjero como empleado de la CIA.
Soy de opinión que debemos buscar el documento en donde se le dio de baja y se le degradó, para probar que fue antes de su juicio en los Estados Unidos. Sin rango y sin pertenencia a un ejército o fuerza armada, queda reducido al estado de delincuente común. Así debe tratársele, sin contemplación alguna. Y si osa venir aquí, que lo encierren, aunque tenga la edad que diga o pueda tener, ya que, por motivo de interés social y orden público, podemos crear una ley que lo obligue a estar en prisión todos los años que le correspondan por los delitos cometidos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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A tiro de piedra
¿Prisionero de Guerra?
La defensa legal de Manuel Antonio Noriega se ha expresado de manera insultante hacia el país, en su afán de protagonismo y táctica publicitaria para que se hable de su cliente. No me ocuparé ahora de sus abogados, sino de su defendido, al que insisten en presentar como un prisionero de guerra.
Que yo recuerde, aquí no hubo guerra; hubo una invasión. Así se le llamó desde el principio. Los pocos panameños que pelearon, tanto uniformados como civiles, lo hicieron por su convicción personal. El país no se involucró masivamente, porque en ningún momento la mayoría sintió la necesidad ni el sentimiento de enfrentar a un ejército extranjero que nos invadió para ajustar cuenta con su empleado bajo planilla de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) de los Estados Unidos. Los panameños y las panameñas que murieron, lamentablemente, fallecieron por combatir, por estar en la línea de fuego siendo inocentes, y algunos por dedicarse al robo y al saqueo. La guerra sólo estuvo en la declaración que el emplanillado de la CIA y sus seguidores hicieran unos meses antes del 20 de diciembre de 1989, buscando el apoyo de un pueblo que no comió del cuento.
Una vez consumada la invasión, y con la instalación del gobierno legitimamente elegido por los ciudadanos, en el mes de mayo de 1989, se adoptaron cierta medidas contra Noriega, que ahora parecen olvidadas. Al menos dos de ellas lo descalificarían como prisionero de guerra: se le degradó, y le dio de baja. ¿De cuál fuerza armada es ese prisionero de guerra? ¿Quién le ha conferido el rango de general que luce en su uniforme de prisionero? ¿Dónde está el armisticio que ha puesto fin a la guerra que supuestamente libró?
Noriega y sus abogados podrán manipular los términos “prisionero de guerra” y “general”, pero para muchos panameños tales cosas ni existen ni existieron jamás. No hubo guerra: hubo invasión. Nunca fue general, porque ese grado se lo dio él mismo, a través de la impuesta Ley 20 que creó las fuerzas de defensa. Nunca se ganó ese rango; lo usurpó. Nunca fue leal a Panamá, sino un traidor que estaba al servicio de un estado extranjero como empleado de la CIA.
Soy de opinión que debemos buscar el documento en donde se le dio de baja y se le degradó, para probar que fue antes de su juicio en los Estados Unidos. Sin rango y sin pertenencia a un ejército o fuerza armada, queda reducido al estado de delincuente común. Así debe tratársele, sin contemplación alguna. Y si osa venir aquí, que lo encierren, aunque tenga la edad que diga o pueda tener, ya que, por motivo de interés social y orden público, podemos crear una ley que lo obligue a estar en prisión todos los años que le correspondan por los delitos cometidos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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