2007-07-01
A tiro de piedra
El aborto
Recientemente se dio a conocer una cifra que revela la cantidad de abortos registrados en el último año en el país. Son 9,000 criaturas que no han podido nacer, por diversas razones, que las estadísticas, o al menos la noticia, no aclaran. Deja, por tanto, a la imaginación del lector, las causas de esos partos malogrados.
El peligro de una cifra tal está en ese “dejar a la imaginación”. Ante tal situación, es preciso hacer una reflexión acerca de lo que puede estar oculto tras esa información. A falta de datos que nos indiquen la causa de las muertes fetales, analizaremos las posibilidades y sacaremos nuestras conclusiones.
Lo primero que nos salta a la vista es la fuente de la información: la Contraloría General de la República. Luego, son datos oficiales que provienen de un registro, que sólo pueden proveer los hospitales, y, en grado menor, otras autoridades donde el hecho haya sido denunciado.
Si los datos provienen de los centros de salud, principalmente del estado, es poco probable que los abortos hayan sido objeto de los llamados “embarazos no deseados”; frase infeliz esta, porque implica que no se quiere ver nacer a un bebé: yo prefiero decir “embarazo no planificado”. Los 9,000 abortos registrados no son, posiblemente, ni totalmente ni en su mayoría producto de un método anticonceptivo. Ni siquiera consecuencia de violación, o de una acción terapéutica, porque la cifra de casos de violación, o de atención médica para decidir entre el bebé en gestación y la madre, no alcanza ese nivel de miles.
Tampoco podemos asegurar que todos los 9,000 abortos sean espontáneos, pero sí es probable que la mayoría lo sea. Aquí llegaríamos a otra interrogante: ¿qué provoca esos abortos?. Las posibles causas podrían estar en el grado de nutrición de la madre; la edad; y la falta de cuidado médico que le dé seguimiento al embarazo. Dos de ellas, al menos, son situaciones sociales que tienen su sostén en la pobre o nula educación al respecto.
Para poca gente es un secreto que son los pobres quienes más sufren esa tragedia del aborto. A ellos también se dirige el dedo de los que desean con vehemencia que se controle la natalidad y se legalice el aborto en todas sus formas. ¿De qué valdría, si el hambre y la pobreza continúan?. Lo propio es promover la familia fundada en el matrimonio, la responsabilidad de los cónyuges entre sí, la fidelidad, la paternidad y maternidad responsables, y la educación en estos y otros valores entre toda la población. Nos corresponde a los cristianos insistir en este tema, aunque nuestros adversarios nos critiquen y condenen por nuestras ideas y principios.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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A tiro de piedra
El aborto
Recientemente se dio a conocer una cifra que revela la cantidad de abortos registrados en el último año en el país. Son 9,000 criaturas que no han podido nacer, por diversas razones, que las estadísticas, o al menos la noticia, no aclaran. Deja, por tanto, a la imaginación del lector, las causas de esos partos malogrados.
El peligro de una cifra tal está en ese “dejar a la imaginación”. Ante tal situación, es preciso hacer una reflexión acerca de lo que puede estar oculto tras esa información. A falta de datos que nos indiquen la causa de las muertes fetales, analizaremos las posibilidades y sacaremos nuestras conclusiones.
Lo primero que nos salta a la vista es la fuente de la información: la Contraloría General de la República. Luego, son datos oficiales que provienen de un registro, que sólo pueden proveer los hospitales, y, en grado menor, otras autoridades donde el hecho haya sido denunciado.
Si los datos provienen de los centros de salud, principalmente del estado, es poco probable que los abortos hayan sido objeto de los llamados “embarazos no deseados”; frase infeliz esta, porque implica que no se quiere ver nacer a un bebé: yo prefiero decir “embarazo no planificado”. Los 9,000 abortos registrados no son, posiblemente, ni totalmente ni en su mayoría producto de un método anticonceptivo. Ni siquiera consecuencia de violación, o de una acción terapéutica, porque la cifra de casos de violación, o de atención médica para decidir entre el bebé en gestación y la madre, no alcanza ese nivel de miles.
Tampoco podemos asegurar que todos los 9,000 abortos sean espontáneos, pero sí es probable que la mayoría lo sea. Aquí llegaríamos a otra interrogante: ¿qué provoca esos abortos?. Las posibles causas podrían estar en el grado de nutrición de la madre; la edad; y la falta de cuidado médico que le dé seguimiento al embarazo. Dos de ellas, al menos, son situaciones sociales que tienen su sostén en la pobre o nula educación al respecto.
Para poca gente es un secreto que son los pobres quienes más sufren esa tragedia del aborto. A ellos también se dirige el dedo de los que desean con vehemencia que se controle la natalidad y se legalice el aborto en todas sus formas. ¿De qué valdría, si el hambre y la pobreza continúan?. Lo propio es promover la familia fundada en el matrimonio, la responsabilidad de los cónyuges entre sí, la fidelidad, la paternidad y maternidad responsables, y la educación en estos y otros valores entre toda la población. Nos corresponde a los cristianos insistir en este tema, aunque nuestros adversarios nos critiquen y condenen por nuestras ideas y principios.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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