viernes, 25 de enero de 2008

La Navidad en Panamá

2007-12-23
La Voz del Pastor
La Navidad en Panamá

Estamos iniciando un nuevo año litúrgico con la celebración del Adviento, en su etapa final y el tiempo de Navidad, un momento especial para encontrarse en familia y superar todos aquellos momentos de amargura, resentimientos, odios, rencores y cuantos aspectos negativos nos han tenido atados a situaciones superables en nuestra existencia.

Sabemos y conocemos que este año 2007 ha pasado para muchos sin pena ni gloria; los momentos se nos han ido y la vida continúa sin dejar huellas maravillosas de amor y esperanza. Eso no tiene que condicionarnos para pensar que la vida seguirá igual; debemos asumir un nuevo compromiso cristiano, sabiendo que el Dios de la Vida, que viene a salvarnos hoy desea nacer en nuestros corazones y espera de nosotros una puerta abierta para quedarse y construir en nuestra existencia una nueva realidad, donde impere el amor, la justicia, la paz y la libertad entre nosotros. Pero para poder quedarse pide de nuestra parte un deseo ardiente de cambio, donde no existan las excusas, ni aquello que pueda oscurecer nuestro vivir y actuar.

Cada persona humana, desde su realidad cultural y entorno social debe ubicarse con una actitud positiva, confirmando la razón de la llegada del Mesías a nuestra tierra. El sigue llegando a nosotros y desea quedarse en medio de nuestros pueblos; pero es necesario que nos encuentre en actitud de espera, siendo sencillos, generosos y con un espíritu acogedor en estos tiempos, donde la realidad nos interpela con el paso de tantos migrantes y refugiados que tocan nuestras puertas del amor y la amistad. También es bueno tener presente la realidad de pobreza e inestabilidad en muchos aspectos de la vida; a todo esto el Dios con nosotros quiere sentirse acogido, amado y servido por cada uno de nosotros; pero que lo hagamos sin servilismos ni expresiones que lleven a querer hacernos ver y sentir por los demás; sino con expresiones simples, pero profundas que lleguen al corazón de las personas más necesitadas, donde no surjan quejas por las atenciones dadas, sino más bien, manifestaciones que hagan vivir el valor de la fraternidad, la comprensión y la ternura de un Dios amor, que siempre se preocupa de nosotros.

Vivir la Navidad y recordar que somos miembros de la gran familia de Dios, donde podemos y debemos superar los rencores y resentimientos que apagan esas bellas luces de bondad y amor que pueden surgir de nuestros corazones.

Navidad es vivir el valor del encuentro con nuestro Padre Dios que nos ha amado desde siempre y ha tenido la gran preocupación de buscar nuestra salvación integral; no queramos aplacar nuestras conciencias con pequeñas expresiones que no cambian el mundo; luchemos por cambiar nosotros y hagamos que el Jesús niño se posesione de nuestra existencia y nos haga personas nuevas; recordemos que la luz que manifestemos a los demás servirá para iniciar un nuevo año lleno de fe y esperanza.

Este tiempo es un momento de encuentro con la persona de María y toda la familia de Nazareth. Sería bueno recordar que María como madre supo vivir esos momentos de encuentro con Jesús y salió adelante en sus momentos más contemplativos para leer los signos que aquel Hijo amado le manifestaba a cada momento. Para nosotros, en estos momentos, donde el valor de la observación se ha perdido mucho, solamente existe cuando nos mueve un interés utilitarista, sería bueno que pongamos nuestros sentidos a vivir el valor de la contemplación y descubramos en las pequeñeces de cada día, cómo el Señor se hace realidad y nos invita a la alegría para llenar el mundo de una nueva expresión de bondad y caridad.

Trabajemos para crear una nueva atmósfera en nuestros ambientes cercanos y lejanos, donde los demás descubran que somos mensajeros de paz, felicidad y amor. Que cada persona que venga a nuestro encuentro descubra que de verdad vivimos la realidad de la Navidad, siempre alegres y con deseos de cambiar nuestro existir, para que los demás crean que Jesús vive entre nosotros y quiere quedarse en cada corazón disponible y abierto.

Que el Dios de la Vida bendiga nuestro caminar y nos ayude a iniciar un año nuevo lleno de esperanza y con firme propósito de cambiar para bien en toda la realidad nacional.

Mons. Pedro Hernández Cantarero
Obispo Vicariato de Darién

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