viernes, 28 de septiembre de 2007

“Dame cuenta de tu administración”

2007-09-30
La Voz del Pastor
“Dame cuenta de tu administración”

En el loable empeño por promover una democracia participativa, va ganando terreno la costumbre de pedirles a los políticos transparencia en su gestión pública y rendición de cuentas. Pero, si de veras se aspira a construir una sociedad más justa, equitativa y fraterna, no podemos conformarnos con emplazar sólo a los políticos. Todo ciudadano debe asumir esta obligación, desde el ámbito de su propia actividad, donde disfruta de una cuota mínima de poder, que siempre ha de ejercer con responsabilidad, anteponiendo el bien común y duradero a las ventajas personales y pasajeras, en la familia, los oficios y profesiones, el mundo laboral, la política, en fin, en todo el rico mundo heterogéneo de la actividad cultural.

Esto es especialmente pertinente para los que nos preciamos de ser cristianos. Puesto que hemos sido ungidos con el Crisma del Espíritu de Jesús, somos otros “Cristos”, el pueblo de Dios.

Todo ello brota del hontanar del misterio pascual del Señor –su pasión, muerte, resurrección y glorificación. Participamos en él, por mediación de la Iglesia, a través de los sacramentos de iniciación cristiana: el bautismo, la confirmación y la eucaristía.

La Sagrada Escritura nos recuerda que el Espíritu nos hace hijos de Dios, llamados a ser testigos de Jesucristo en el mundo, que pasan por la vida, como Cristo, liberando a los oprimidos por el diablo, evangelizando a los pobres, devolviendo la vista a los ciegos, y anunciando universalmente el año de remisión de todas las deudas, sobre todo, la más radical, la del pecado.

Con el Espíritu, se nos comunica el Reino de Dios. En efecto, Dios viene a nosotros, como Padre y Soberano, por el Hijo, en el Espíritu.

La Iglesia es signo del Reino e instrumento para construirlo. Misterio de comunión con la Santísima Trinidad, hace posible la comunión entre los hombres, y tiene la misión de llamarlos a ella. El Espíritu es el gran protagonista de la misión de la Iglesia, que se extiende desde la ascensión o glorificación del Señor hasta su segunda venida o parusía.

Herederos y administradores del don de lo alto, el Espíritu Santo, debemos estar preparados en cada momento para dar cuenta de nuestra intendencia, como nos recuerda la parábola del administrador injusto (cf Lc 16). No es poco lo que Dios nos ha confiado: Nos ha entregado la creación entera para que la guardemos y la cultivemos en su nombre. Y no conforme con esto, nos ha entregado su propia vida, se ha autocomunicado , en el misterio de la redención, para que vivamos con la sagacidad de los hijos de Dios, entregando la vida por amor. Así ama el Padre, así ama Jesús, el primogénito entre muchos hermanos, llamados a alcanzar paulatinamente la madurez de Cristo.

Esta sagacidad exige obedecer con valentía al Espíritu, y resistir las insinuaciones del maligno y las seducciones de los ídolos. Uno de ellos es el afán desmedido de lucro, que llevó a los israelitas del siglo VIII a.C. a oprimir y vejar al pobre, comprarlo por un par de sandalias, soportar con impaciencia los días santos, aumentar los precios, disminuir las medidas y alterar las balanzas (cf Amos 8:5-8): Los ricos y poderosos demostraron manifiesta incapacidad para administrar la prosperidad que Dios les había confiado, explotando y atropellando a sus hermanos, por eso, Dios será para ello juez severísimo.

En nuestro siglo XXI, d.C., y en nuestro medio ambiente panameño, también estamos disfrutando de una prosperidad sin precedentes: una economía robusta, en pleno crecimiento, una vigorosa actividad inmobiliaria, un canal en crecimiento, en fin, un pais rico, con muchos pobres (40%) y una clase media menguante. En él mueren niños por desnutrición y falta de atención médica. A los cristianos se nos pedirá cuenta de lo que hemos hecho con el poder del Espíritu que todo lo renueva, para transformar radicalmente esta situación. Evidentemente, los ubicados en posiciones más encumbradas en la política, la economía, los oficios y profesiones tendremos que actuar con mayor transparencia y rendir cuenta de nuestra administración con mayor rigor que el resto, pero a todos se nos pedirá cuenta de nuestros hermanos más desafortunados.

Mons. Oscar Mario Brown
Obispo de Santiago

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