2007-09-30
Editorial
Empresarios sin corazón
La actividad empresarial reclama de quien la ejerce un profundo sentido de la justicia y de la función social que le corresponde a su empresa. Aunque ella se emprende con el propósito de ganar dinero, tal objetivo no la exime del compromiso ético y la licitud, con respecto al orden moral y jurídico de la sociedad en que se desarrolla.
Por eso, el engaño de algunos comerciantes de arroz, al ofrecer un producto de menor calidad al precio del que es mayor, es un pecado ante Dios y un delito ante la ley de los hombres. El afán de hacer dinero, no importa cómo, es un acto inmoral y una conducta criminal, que no tiene justificación ni excusa alguna.
Ser empresario a carta cabal está en contraposición al sentido de serlo por amor al dinero. El buen empresario atiende los dictados de su conciencia y su corazón; el otro, en cambio, presta atención a su egoísmo y su avaricia. El primero comparte su riqueza pagando salarios justos, haciendo obras filantrópicas, y poniendo a circular su dinero de manera que ayude a preservar el bien común. El segundo, por lo contrario, sólo piensa en su propio interés y en pagar lo menos posible para acrecentar sus posesiones.
Necesitamos empresario de verdad; dispuestos a serlo sin olvidar su compromiso moral y el respeto debido a las leyes. Los que actúan de manera opuesta, no merecen ser llamados empresarios. Y en el caso del engaño con el arroz, los responsables deben recordar que serán los hombres, sus hermanos, quienes primero les pedirán cuenta por su torcido proceder.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
Empresarios sin corazón
La actividad empresarial reclama de quien la ejerce un profundo sentido de la justicia y de la función social que le corresponde a su empresa. Aunque ella se emprende con el propósito de ganar dinero, tal objetivo no la exime del compromiso ético y la licitud, con respecto al orden moral y jurídico de la sociedad en que se desarrolla.
Por eso, el engaño de algunos comerciantes de arroz, al ofrecer un producto de menor calidad al precio del que es mayor, es un pecado ante Dios y un delito ante la ley de los hombres. El afán de hacer dinero, no importa cómo, es un acto inmoral y una conducta criminal, que no tiene justificación ni excusa alguna.
Ser empresario a carta cabal está en contraposición al sentido de serlo por amor al dinero. El buen empresario atiende los dictados de su conciencia y su corazón; el otro, en cambio, presta atención a su egoísmo y su avaricia. El primero comparte su riqueza pagando salarios justos, haciendo obras filantrópicas, y poniendo a circular su dinero de manera que ayude a preservar el bien común. El segundo, por lo contrario, sólo piensa en su propio interés y en pagar lo menos posible para acrecentar sus posesiones.
Necesitamos empresario de verdad; dispuestos a serlo sin olvidar su compromiso moral y el respeto debido a las leyes. Los que actúan de manera opuesta, no merecen ser llamados empresarios. Y en el caso del engaño con el arroz, los responsables deben recordar que serán los hombres, sus hermanos, quienes primero les pedirán cuenta por su torcido proceder.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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