viernes, 28 de septiembre de 2007

Santa María La Antigua

2007-09-09
A tiro de piedra
Santa María La Antigua

Hace 5 siglos aproximadamente se erigió la primera Iglesia Católica de tierra firme en el continente americano, localizada en la población de Santa María La Antigua del Darién, advocación y nombre que también tomó la diócesis primada del territorio continental, y que hoy conocemos como la Arquidiócesis de Panamá, de la que ha nacido el resto de las circunscripciones eclesiásticas de nuestro suelo patrio.

Aquel 9 de septiembre de 1513 marcó el inicio de la evangelización desde el primero de los pueblos de la América que se colonizó más allá del Caribe insular. Van ya 494 años de cristianismo y de historia eclesiástica en Panamá, que debemos apreciar y honrar en sus esperanzas y desesperanzas, con lo bueno que viene de Dios y los yerros humanos que, en el arrepentimiento, la conversión, y el propósito de enmienda, nos hacen reevaluar el pasado con coraje para pensar con fe en el futuro que queremos construir.

La Iglesia panameña es parte de la historia de nuestra nación, a la que ha acompañado en los momentos decisivos, y acuerpado en el día a día en el vivir cotidiano de su población. Nuestra Iglesia ha dado su cuota de esfuerzo en el pensamiento, la formación, la asistencia caritativa, la educación, el arte, la ciencia, y mucho más, en la construcción de la patria y el país; y la sigue dando en el diario quehacer del presente panameño. Por eso, estos 494 años de existencia como Iglesia local alcanzan más allá de la mera conmemoración eclesial; son pieza integral de la nación y el país mismo.

Cada orden y congregación religiosa, cada cristiano, cada ministro y seglar comprometido ha contribuido, aún con su propia vida en ocasiones, a forjar la sociedad panameña a lo largo de estos casi 500 años. Detenerse solamente a ver los logros, sin ver los fracasos, es desconocer esa otra parte nuestra. Concentrarse sólo en ver las fallas y los abusos, sin ver los aciertos y el bien hecho, también es ignorar y traer a menos esa otra parte de la realidad. Asumamos lo que somos, sin ocultar nada. Es en el balance de una y otra parte donde podremos encontrar, sin duda alguna, el ser panameño cuya herencia está marcada por aquello de aborígen, europeo conquistador, y negro esclavo, que llevamos dentro, ya sea en la piel, en la sangre, o en la cultura.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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