viernes, 28 de noviembre de 2008

Criterios éticos para los trasplantes de órganos

2008-11-30
La Voz del Pastor
Criterios éticos para los trasplantes de órganos

La donación de órganos es una forma peculiar de testimonio de la caridad. En un período como el nuestro, con frecuencia marcado por diferentes formas de egoísmo, es cada vez más urgente comprender cómo es determinante, para una correcta concepción de la vida, entrar en la lógica de la gratuidad.

Existe, de hecho, una responsabilidad del amor y de la caridad que compromete a hacer de la propia vida un don para los demás, si se quiere verdaderamente la propia realización. Como nos enseñó el Señor Jesús, sólo quien da la propia vida podrá salvarla (Cf. Lucas 9, 24). Saludo a todos los presentes, en particular al senador Maurizio Sacconi, ministro de Trabajo, Salud y Políticas Sociales de Italia, y doy las gracias al arzobispo monseñor Rino Fisichella, presidente de la Academia Pontificia para la Vida por las palabras que me ha dirigido, ilustrando el profundo significado de este encuentro y presentando la síntesis de los trabajos del congreso.

Junto a él, doy las gracias también al presidente de la Federación Internacional de las Asociaciones Médicas Católicas y al director del Centro Nacional de Trasplantes, subrayando con aprecio el valor de la colaboración de estos organismos en un ámbito como el del trasplante de órganos, que ha sido argumento de vuestras jornadas de estudio y de debate.

La historia de la medicina muestra con evidencia los grandes progresos que se han podido realizar para permitir una vida cada vez más digna a toda persona que sufre. Los trasplantes de tejidos de órganos representan una gran conquista de la ciencia médica y son ciertamente un signo de esperanza para muchas personas que atraviesan graves y a veces extremas situaciones clínicas.

Si nuestra mirada se amplía al mundo entero, es fácil constatar los numerosos y complejos casos en los que, gracias a la técnica del trasplante de órganos, muchas personas han superado fases sumamente críticas y se les ha restituido a la alegría de vivir. Esto nunca hubiera podido suceder si el compromiso de los médicos y la competencia de los investigadores no hubieran podido contar con la generosidad y el altruismo de quienes han donado sus órganos. El problema de la disponibilidad de órganos vitales, por desgracia, no es teórico, sino dramáticamente práctico; se puede constatar en la larga lista de espera de muchos enfermos, cuyas únicas posibilidades de supervivencia están ligadas a las pocas donaciones, que no corresponden a las necesidades objetivas.

Es útil, sobre todo en el contexto actual, volver a reflexionar en esta conquista de la ciencia, para que la multiplicación de las peticiones de trasplantes no trastoque los principios éticos que constituyen su fundamento. Como dije en mi primera encíclica, el cuerpo nunca podrá ser considerado como un mero objeto (Cf. Deus caritas est, n. 5); de lo contrario se impondría la lógica del mercado. El cuerpo de toda persona, junto al espíritu que es dado a cada quien individualmente, constituye una unidad inseparable en la que está impresa la imagen del mismo Dios. Prescindir de esta dimensión lleva a caer en perspectivas incapaces de comprender la totalidad del misterio presente en cada hombre. Es necesario, por tanto, que en primer lugar se ponga el respeto por la dignidad de la persona y la defensa de la tutela de su identidad personal.

Por lo que se refiere a la técnica del trasplante de órganos, esto significa que sólo se puede hacer una donación si no se pone en serio peligro la propia salud y la propia identidad, y siempre por un motivo moralmente válido y proporcionado. Eventuales motivos de compra-venta de órganos, así como la adopción de criterios discriminadores o utilitaristas, desentonarían hasta tal punto con el mismo significado de la donación, que por sí mismos se pondrían fuera de juego, calificándose como actos moralmente ilícitos. Los abusos en los trasplantes y su tráfico, que con frecuencia afectan a personas inocentes, como los niños, tienen que encontrar el rechazo unido de la comunidad científica y médica por ser prácticas inaceptables. Por tanto, deben ser condenadas con decisión como abominables. El mismo principio ético debe ser subrayado cuando se quiere llegar a la creación y destrucción de embriones humanos destinados a objetivos terapéuticos. La misma idea de considerar el embrión como "material terapéutico" contradice los fundamentos culturales, civiles y éticos sobre los que se basa la dignidad de la persona.

S.S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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El 28 de Noviembre de 1821

2008-11-30
A tiro de piedra
El 28 de Noviembre de 1821

La fecha de nuestra independencia istmeña es el 28 de noviembre de 1821 y merece conmemorarse como tal. Con el Primer Grito en La Villa de Los Santos, el 10 de noviembre de ese año, respaldado en los días cercanos por las poblaciones de Natá, Penonomé, Ocú y Parita, se encendió la mecha independentista que estalló finalmente en la capital del Istmo.

Arduo y tortuoso fue el camino recorrido hasta la proclamación de la república el 3 de noviembre de 1903. Fueron 17 intentos de separación de una Colombia que había dejado de ser tal, tras la muerte de Simón Bolívar y la mutación de una Cundinamarca que pasa de ser una de las tres naciones que conformaban la Colombia original, junto a Venezuela y Quito, a Nueva Granada y, posteriormente, Colombia. A la primera Colombia nos unimos; a la segunda, nos mantuvieron unidos contra nuestra voluntad. Por las armas, algunas veces, y ofrecidos por Bogotá, cual matrimonio de conveniencia, a los Estados Unidos, por medio del Tratado Mallarino – Bidlack en 1846 y el Convenio Paredes – Stephens en 1855.

El 28 de Noviembre debe ser respetado por todos los panameños, y no traído a menos como un día de asueto, que se da como puente festivo, pero que aún no hace puente hacia el reencuentro con nuestra historia y nuestro patriotismo.

Es preciso recordar, en esta fecha, que aquel 28 de noviembre de 1821, la población de la capital, siguiendo el ejemplo de los pueblos interioranos, y a través de su Ayuntamiento, convocó a Cabildo Abierto y, en un acto solemne, ante las principales autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la época, declaró rotos los lazos que nos ataban a España. Loar debemos a todos aquellos istmeños, entre los que sobresalen, por enseñanza y memoria de la historia, el Señor Obispo de Panamá Ilustrísimo Don José Higinio Durán y Martell, el doctor Carlos de Icaza, don Mariano Arosemena, Juan de Herrera, Narciso de Urriola, José de Alba, Gregorio Gómez, Manuel María Ayala, Antonio Planas, Juan Pío Victorias, Antonio Bermejo, Gaspar Arosemena y Casimiro del Bal.

Apremiados por el temor de que la Corona recuperara el Istmo, nuestros próceres sopesaron unirse a Centroamérica o a Perú; finalmente lo hicieron con la Colombia bolivariana. Nueve años después, el 26 de septiembre de 1830, con José Domingo Espinar, intentamos separarnos. El 9 de julio del mismo año, con Juan Eligio Alzuru, también, aunque acabó fusilado por pretender ser dictador y perder el apoyo de los istmeños. El 18 de noviembre de 1840, tras una junta popular, declaramos el Estado del Istmo con Tomás Herrera. El 29 de septiembre de 1850 José Domingo Espinar lidera un nuevo intento de separación. El 27 de febrero de 1855, bajo la conducción de Justo Arosemena, mediante acto legislativo, el Congreso bogotano reconoce, constitucionalmente, el Estado Federal del Istmo de Panamá.

Hubo otros intentos más, en los 82 años de unión a las dos Colombia (la de Bolívar y la actual), consolidándose nuestra independencia el 3 de noviembre de 1903. Después no quedaría el ejercicio pleno de nuestra soberanía territorial, que se da el 31 de diciembre de 1999, cuando formalmente termina el matrimonio de conveniencia que nos impuso Colombia con los Estados Unidos. El 28 de Noviembre tiene su valor, nos toca rescatarlo ahora que, dentro de 13 años, cumplamos los 200 años de nuestra Independencia.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Solidaridad fraterna

2008-11-30
Editorial
Solidaridad fraterna

Los desastres naturales ocurridos en las provincias de Bocas del Toro y Chiriquí conmueven por la cantidad de personas pobres que han perdido sus posesiones, y que quedan en la más absoluta ruina. Para ellos, en este momento, el socorro de sus compatriotas es la única forma de mitigar la pérdida sufrida.

Duele, aún más, la muerte de aquellos que las corrientes y las ríadas arrancaron del lado de sus familiares. Su sitio quedará vacío, sin que pueda ser llenado por alguien más. Un bien perdido se repone; una vida, no. Por eso es importante, también, la asistencia a los que han quedado desprovistos del familiar que era responsable por su sustento; y esto va más allá de la asistencia momentánea que sucede a toda tragedia.

Como cristianos, igualmente, debemos ver toda esta situación desde la perspectiva del amor. Nuestra solidaridad, más que un gesto humanitario, debe surgir de la fraternidad; es decir: mirar al prójimo como a un hermano; un hermano en la fe y un hermano en la humanidad que compartimos, en la patria que nos acoge, y en la sociedad que nos encultura.

Que esta conmovedora actualidad nos mueva, también, a ser solidarios en otros aspectos como deponer la violencia, el gesto amenazante, el individualismo, y todo aquello que nos lleva a alejarnos del otro, a odiarlo, o a desearle el mal. Nos hace falta el amor que nos hermane, para construir un mundo más humano; y sólo con la conversión personal podremos lograr el cambio hacia una sociedad más justa y fraterna.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Agua y lodo

2008-11-30
El Ojo del Profeta
Agua y lodo

Las inundaciones y deslaves que han golpeado a los pobladores de Bocas del Toro y Chiriquí pone en evidencia cuán vulnerable son esas áreas; algunas sólo en lo geográfico, otras en lo social y económico. Los más afectados, más allá del daño material inmediato, son los pobres que no tienen los medios para resarcirse prontamente de las consecuencias de la tragedia.

A lo largo de nuestra historia republicana hemos visto situaciones parecidas, sin que hasta el momento tengamos un plan eficaz para estos eventos. Nuestro actuar depende más de la reacción, que de la previsión; más de la solidaridad popular, que de la planificación estatal.

Con las consecuencias del cambio climático, estos fenómenos naturales se hacen más frecuentes y perjudiciales, porque es nuestro descuido el que trastoca la naturaleza de una manera agresiva. Que la actual situación nos mueva, de manera decidida, a enmendar lo que hacemos mal y a dispensar el cuidado de prevención y socorro que tanta falta nos hace en esta hora.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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viernes, 21 de noviembre de 2008

Mi reino no es de este mundo

2008-11-23
La Voz del Pastor
Mi reino no es de este mundo

La solemnidad litúrgica de Jesucristo Rey del Universo pone punto final al ciclo litúrgico y, a la vez, nos permite asomarnos llenos de fe y esperanza a aquel Día que no conoce el ocaso, “cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz” (Gaudium et Spes, 39).

A nosotros, los creyentes, nos resulta en ocasiones difícil dar razón de nuestra fe, porque la misma ha sido transmitida en conceptos cargados de historia, de controversias entre hermanos y de esfuerzos por entablar un diálogo con quienes hacen de la razón y la evidencia el criterio último de la verdad. A veces, son conceptos acuñados en épocas pasadas y con reminiscencias a etapas del progreso humano ya superadas. Podríamos decir que el título de REY atribuido a Jesucristo constituye un buen ejemplo de lo anteriormente expresado, a pesar de que en el antiguo Israel la experiencia fracasada de la monarquía y la espera de un Mesías Rey en los últimos tiempos pueda ayudar a su comprensión (cfr. Isaías 11)

¿Luego, tú eres Rey?
En el proceso que se le sigue a Jesús ante el procurador romano Poncio Pilato sale a relucir como centro del debate el tema central de la predicación de Jesús: el Reino de Dios (cfr .Mc 1,14-15). Ya sus enemigos habían insinuado maliciosamente que ese Reino entraba en competencia con la autoridad del César. Pero Jesús declara con firmeza: “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18,36). No obstante, el procurador quiere escuchar de labios del acusado las pruebas de descargo a fin de determinar si es reo o no de lo que se le acusa. Poncio Pilato no conforme con la respuesta de Jesús, insiste: “Luego, tú eres rey” (Jn 18, 37). Al Señor Jesús no le queda otra que declarar su realeza: “Soy Rey, como tú dices” . No cabía otra respuesta, por honor a la verdad, a sabiendas del riesgo que corría ser malentendido y condenado por pretender sustraerse a la soberanía del César.

Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra
Al final del Evangelio de San Mateo (cfr. Mt 28,18), antes de subir a los Cielos, el Resucitado instruye a sus discípulos y reivindica para sí el auténtico poder, porque no se basa en el dominio que oprime, sino en la salvación que redime. Efectivamente, el Resucitado tiene el poder de Dios, porque antes, en cuanto Hijo, se ha sometido a la obediencia hasta la muerte, y muerte de Cruz (cfr. Flp. 2, 8-10).

En el tema que nos ocupa no solamente debemos aclarar la naturaleza del Reino, sino también explicar en qué sentido Jesucristo puede ser proclamado verdaderamente Rey del universo. Para eso resulta de gran ayuda, por su capacidad de síntesis y precisión, el libro que el Papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), en su condición de teólogo, ha escrito y que lleva por título Jesús de Nazaret. En el capítulo II de su obra, dedicado a las tentaciones de Jesús (pp. 49-71) llega a establecer la tesis de que es precisamente la tercera y última de las tentaciones (cfr. Mt 4,8, Lc 4, 5-8) la tentación fundamental, ya que enfrenta a Jesús ante la propuesta de Satanás de realizar su misión mesiánica por la vía de la exaltación del poder y la gloria propios de los reinos terrenales.

Fe y poder político
Hemos de reconocer que en su dilatada historia los hijos de la Iglesia no siempre han entendido este mensaje singular y peculiar de la realeza de Jesús y del Reino por El predicado. Como Simón Pedro, quisiéramos quitar de en medio el escándalo de la Cruz y lo que ella representa, y optar por el camino más fácil de acomodarnos a los mecanismos propios de los reinos de este mundo (cfr. Mt 16,22).

Durante la era inaugurada por el emperador Constantino (s.IV) y que puso fin a las persecuciones contra la Iglesia, se sucumbió a la seducción de la protección del Estado Romano que veía en la fe cristiana un factor de unificación imperial. El precio a pagar fue muy alto en términos de libertad para anunciar sin trabas, ni componendas con los poderosos, el Evangelio de Jesucristo. “En efecto, la fusión entre fe y poder político siempre tiene un precio: la fe se pone al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios” (J.Ratzinger. Jesús de Nazaret. p.65).

Cristo reina desde la Cruz
¿Cómo reina Cristo?. San Juan lo expresa admirablemente en su Evangelio en el capítulo 17 cuando habla de la glorificación de Jesús cuando llegue su hora, que no es otra que la de su pasión y muerte en la Cruz. Jesús es un Mesías que salva por el camino de la obediencia, del servicio y la humillación de la Cruz en la línea del siervo sufriente (cfr. Is 50,4-6).

En Jesús, mensajero del Reino, el Reino de Dios se hace presente (cfr. Mt 11,2-6) y en cierto modo, su persona, Él mismo es el Reino. Y a partir de la resurrección, cuando la predicación apostólica se centra en Cristo muerto y resucitado, la manifestación del reino acontece en aquellos que se convierten, y por la fe y el bautismo, pasan a ser morada de Dios. En este último sentido solamente se destacaría la dimensión espiritual, personal, mística, interior, del Reino de Dios en cada hombre creyente.

Por extensión de la interpretación anterior tenemos también la dimensión eclesiástica, según la cual el Reino de Dios se concreta o materializa en este mundo en la Iglesia. Y aquí para no incurrir en identificaciones absolutas entre el Reino de Dios y la Iglesia nada mejor que la doctrina conciliar (cfr. Lumen Gentium y Gaudium et Spes). Por último, podríamos añadir una dimensión escatológica del Reino de Dios, más allá del accionar y la presencia visible de la Iglesia. El Concilio lo expresa admirablemente en los siguientes términos cuando afirma que “los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna, y la libertad; en una palabra todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos, limpios y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal…El Reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección” (GS, 39).

Monseñor Aníbal Saldaña Santamaría
Obispo Prelado de Bocas del Toro

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Carlos Iván Zúñiga

2008-11-23
A tiro de piedra
Carlos Iván Zúñiga

Una de las figuras políticas de los últimos 50 años de la república es el doctor Carlos Iván Zúñiga, recientemente fallecido. Pertenece a un conglomerado de hombres públicos que, poco a poco, ha ido dejando la escena pública, llevándose con ellos el ejercicio de un liderazgo que muy poco se ve en la actualidad.

Lo conocí más por su trayectoria pública que por amistad. En muy pocas ocasiones crucé palabras con él, al coincidir en algún acto público o social. Como personaje político lo observé y escuché, pero fue como rector de la Universidad de Panamá que tuve una experiencia directa con él.

A finales de los años de 1970 y de la década de 1980 supe de su andar en la política nacional. Era yo un muchacho que apenas dejaba la adolescencia, y que me dedicaba a combatir la dictadura militar de entonces. Recuerdo que el doctor Zúñiga tenía contacto con el Movimiento Independiente Democrático, que se agitaba en el país por aquellos días. Tenían sus miembros un discurso que llamaba mi atención, pero no me decidí a entrar en sus filas. Después se creó el Partido Acción Popular (PAPO), del que Carlos Iván Zúñiga era su líder, aunque funcionaba sin reconocimiento del Tribunal Electoral. Se definía como social demócrata y me atraía su visión nacional, aunque yo no me sentía seguidor de esa ideología. Sin embargo, el doctor Carlos Iván Zúñiga se ganó mi respeto y admiración.

Pero, como dije, mi experiencia más cercana con él fue durante su gestión como rector de la Universidad. Había comprado yo un libro en la librería universitaria, y pedí que me dieran el cambio de cinco balboas en billetes de a uno; el empleado de la queja me lo negó, bajo el argumento que el director de la librería le tenía prohibido dar el cambio de esa manera. Le pregunté al empleado si estaba seguro de tal situación, y me dijo que sí. Me retiré del local y decidí enviarle una carta al rector.

Tras escribir mi nota la llevé a la rectoría y la entregué en el despacho del doctor Carlos Iván Zúñiga. Pocos días después recibí, por escrito, su respuesta: una disculpa en nombre de la Universidad de Panamá y la novedad que había ordenado el traslado del empleado de la librería a otra dependencia universitaria. No me parecía verdad tanta belleza, y decidí corroborar el hecho, con una comprobación positiva.

Ciertamente habrá quien tenga experiencias mucho más profundas que la mía; pero si en una nimiedad como una queja por el trato recibido en la librería de la universidad, el doctor Carlos Iván Zúñiga se dignó en contestarme, cuánto más lo haría en cuestiones trascendentales y decisivas.

El país necesita de personas probas, honestas y concientes de su deber individual y público. Las diferencias de partido, ideología y de otra índole no deben ser obstáculo para reconocer lo bueno y admirable que hay en los demás. Cada día quedan menos personajes públicos a quienes admirar, y el reto para los jóvenes, y adultos que aún están a tiempo, es recuperar las virtudes y el civismo que son dignos de admirar en cada hombre y mujer que procura vivir y actuar con integridad y honorabilidad.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Quejas contra jueces

2008-11-23
Editorial
Quejas contra jueces

Las más de cuatro mil quejas contra jueces y magistrados que ha recibido el presidente de la Corte Suprema, a lo largo de este año, es un indicio del descontento que siente la sociedad con los funcionarios judiciales de jerarquía. Es un secreto a voces que en muchos despachos de justicia se produce mora intencionada, se hace cabildeo y, en algunos casos, se paga a los funcionarios por interpuestas personas para agilizar los procesos.

El actual presidente del Órgano Judicial ha puesto su empeño en enderezar cosas torcidas y enmendar entuertos, más allá de su propio despacho, con cierto éxito hasta ahora. De ser imitado por otros magistrados y jueces superiores, la justicia panameña podría mejorar y recobrar la confianza y la credibilidad ciudadana.

Un instrumento eficaz para el desempeño de la labor de adecentar y agilizar la justicia es la fiscalización permanente, que se apoya en la auditoría de la gestión de negocios judiciales y en la sanción ejemplar de jueces y funcionarios que incurren en faltas o delitos. También, como forma de control social, debe hacerse público, y de manera oficial, el resultado de cada auditoría y el nombre y dictamen final de los sancionados.

Toda democracia tiene entre sus pilares a la administración de justicia, ejercitada con honradez y probidad, con estricto apego al derecho, y sin la dilación premeditada e innecesaria que abunda en muchos despachos en la actualidad.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Que sea para bien

2008-11-23
El Ojo del Profeta
Que sea para bien

Continúa el proceso de ampliación del Canal de Panamá, que la mayoría del pueblo panameño aprobó mediante referéndum, y a causa de la cual, suponemos, el canal será más competitivo y producirá ingresos que contribuirán al desarrollo del país. Esos ingresos, bien utilizados, sin duda podrían traer bienestar y progreso a lo largo del tiempo. Sólo es cuestión de saber cómo y en qué invertirlos, y desterrar todo vestigio de politiquería en su manejo y administración.

A pesar de que la ampliación del Canal de Panamá es un riesgo financiero, los cálculos están hechos para que salgamos airosos de tan importante empresa. Mientras haya ganancias, toda gestión en el uso de sus ingresos debe llevarse sabiamente y procurando establecer reservas para los tiempos malos que, como ley natural, algún día tocarán a nuestras puertas.

Deseamos que esta nueva etapa de la ampliación sea aprovechada, para bien del país y sus gentes. Que Dios nos ilumine para saber poner, primero, nuestra confianza en Él, y para hacer la tarea humana que nos corresponde, con inteligencia y discernimiento, de manera tal que podamos, en los años venideros, recordar este momento de nuestra historia con gratitud y ver hacia el futuro con esperanza.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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jueves, 20 de noviembre de 2008

Finanzas y doctrina social de la Iglesia

2008-11-16
La Voz del Pastor
Finanzas y doctrina social de la Iglesia

La actual crisis financiera pareciera haber tomado por sorpresa a algunos. Otros, sin embargo, la venían anunciando desde hace buen tiempo. No pocos, además del anuncio, proponían reorientaciones de las finanzas y de la economía, y pedían intervenciones porque espontáneamente no se daría la corrección. Lo peor de las sorderas es que quienes siempre pagan más los platos rotos son los pobres y los programas de inversiones en mejora de sus condiciones de vida, que ofrezcan oportunidades de salir de la pobreza.

Adam Smith, referente imprescindible del liberalismo económico, también escribió la Teoría de los sentimientos morales y Max Weber estable-ció una relación entre los valores morales del trabajo y el avance del capitalismo. Un capitalismo respetuoso de la dignidad humana, del que habla Amartya Sen, requiere una intervención pública eficaz. La búsqueda del beneficio es clave en la economía de mercado, pero donde todo es mercantilizado, la cohesión social queda duramente golpea-da, la justicia social postergada y con ella la democracia integral detenida.

Las discusiones entre keynesianos y los seguidores de Friedrich von Hayek vuelven a la actualidad y el reciente Premio Nobel de economía alimenta las luces avanzando. No se discute sobre volver a un estatismo probadamente ineficiente, sino sobre tipos de economía liberal y grados de participación estatal. En cualquier caso, es imprescindible que salgamos de la danza de los millones de los especuladores financieros, aclaremos la vista y la conciencia y nos acordemos que lo que genera riqueza es el trabajo humano y que si éste es digno (usando expresión de la OIT), además de justo, como debe ser, las posibilidades de crecimiento y competitividad son mucho mejores y son salud para la democracia.

Indigna que el planeta entero esté sumido en una crisis provocada por el afán de lucro fácil de algunos y por la inadecuada regulación de los mercados de las economías más influyentes. Indigna la falta de conciencia sobre los costos que han sufrido los países con notable índice de pobreza, debidos al modelo económico y ecológico llevado adelante todos estos años, por parte de los países considerados más poderosos.

De la crisis se saldrá (ojalá para bien de la justicia y de la paz) porque los estudiosos en la materia y los que tienen en sus manos los poderes para las grandes decisiones en estos campos, se aplicarán en ello (ojalá tengan sentido de culpabilidad por no haber aplicado la misma energía para, al menos, alcanzar los “objetivos del milenio”). Sin embargo, como toda crisis es posibilidad de crecimiento, aprovechémosla para preguntarnos, como ya también el mismo papa Benedicto XVI, ha indicado, si no se está construyendo la “casa” sobre arena; qué humanidad estamos impulsando.

El siervo de Dios, Juan Pablo II, decía en una homilía el 1 de mayo de 2000: “Las nuevas realidades que se manifiestan con fuerza en el proceso productivo, como la globalización de las finanzas, de la economía, del comercio y del trabajo, jamás deben violar la dignidad de la centralidad de la persona humana, ni la libertad y la democracia de los pueblos. La solidaridad, la participación y la posibilidad de gestionar estos cambios radicales constituyen, sino la solución, ciertamente la necesaria garantía ética para que las personas y los pueblos no se conviertan en instrumentos, sino en protagonistas de su futuro. Todo esto puede realizarse y, dado que es posible, constituye un deber”.

Monseñor Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar

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Tristeza, dolor y enojo

2008-11-16
A tiro de piedra
Tristeza, dolor y enojo

Con estas palabras el Señor Arzobispo José Dimas Cedeño Delgado expresó el sentir de quienes trabajamos en el Arzobispado, al presidir la misa de exequias de Alexis Rodríguez, hombre que laboraba como guardia de seguridad para la empresa que brinda ese servicio en el edificio de nuestras oficinas principales. Tenía alrededor de siete años de estar asignado aquí, y siempre se distinguió por su don de gentes y su actitud servicial.

El pasado 10 de noviembre, en la madrugada, lo asesinaron a tiros. Le sobreviven su viuda, tres hijas, un niño en gestación, sus padres y hermanos. Nada le llevaron, excepto el arma, que aparentemente deseaban sus asesinos. Todos los que le conocimos y tratamos, como un compañero más, a pesar de trabajar para otra empresa que no es la Arquidiócesis, quedamos consternados con la fatídica noticia.

A pesar de estar ubicado en un barrio peligroso, el Arzobispado no había tenido la experiencia de un guardia de seguridad asesinado. Antes de mudarnos a Carrasquilla, un vigilante resultó herido, también para robarle el arma, cuando estábamos en El Marañón hace más de 15 años. Por lo demás, los sustos no habían pasado de unos cuantos hurtos y balaceras allende a nuestros predios.

Truncar una vida de un hombre joven, honrado y trabajador es un crimen doblemente cruel. Primero, el crimen en sí mismo, que es detestable contra cualquier vida humana; segundo, porque Alexis era un hombre amable que, difícilmente, sacaría su arma para amenazar a otra persona. Por lo que pudimos ver, sus asesinos le negaron hasta la oportunidad de someterse a sus amenazas o siquiera defenderse. Lo sorprendieron a tiros, así sin más.

Sentimos tristeza, como dijo el Arzobispo, por el asesinato de un hijo de Dios que considerábamos como de nuestra propia familia arzobispal. Sentimos dolor, por la manera tan vil en que fue occiso. Sentimos enojo, por la impotencia y la constante violencia a la que estamos sometidos los habitantes del país, por parte de la delincuencia que parece actuar en la más completa impunidad.

Unos días después de su muerte, la inmobiliaria donde tramitaba la compra de una vivienda nos llamó, para contactar a sus familiares cercanos y devolverle el dinero de enganche que había entregado, ya que una de nuestras compañeras le había servido como persona de referencia. Otros miembros del personal del Arzobispado han ofrecido su ayuda, para orientar a su viuda y a la familia en algunos aspectos legales.

No nos cabe duda que Alexis Rodríguez se ganó el aprecio de muchos, tanto en el Arzobispado como en el vecindario. Acompañamos a sus familiares en el servicio funerario. El rito de exequias fue concelebrado por los dos obispos auxiliares, los vicarios de la Arquidiócesis, y presidida por el Arzobispo Metropolitano. Vecinos del lugar también acudieron al sepelio, y hablaban bien de él; yo, personalmente, nunca le escuché una palabra inadecuada ni una expresión de enojo. Alexis era un buen hombre y, de seguro, se ha ganado el cielo y la Vida Eterna.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Alto a la violencia

2008-11-16
Editorial
Alto a la violencia

Los últimos días se han caracterizado por hechos violentos, con saldo de más o menos una docena de personas muertas a tiros. Nosotros mismos, aquí en el Arzobispado, hemos vivido de cerca esta experiencia. Pareciera que no hay freno ni quien pueda ponerlo.

Grande es el clamor por la sensación de inseguridad, por tanta muerte sin mayor motivo ni razón, y por el poco castigo que reciben los culpables de la sangre derramada en aras de nada que la justifique. Aparentemente es el síndrome de Caín que se desata contra un Abel representado en los muertos, muchos de ellos en la persona de infantes, ancianos, y hombres y mujeres inocentes que se cruzan en el camino de las balas asesinas.

Hace muchos años advertimos de las consecuencias que traería el negocio de la venta de armas, de la violencia ensalzada por los medios de comunicación, y de la cultura de la muerte que se propagaba a través de cierta modalidad y lenguaje social. De poco sirvieron las advertencias de entonces, pero que ahora hacen otros que, en su momento, nos tildaban de conservadores, anticuados y beatos.

Nuestra realidad, actualmente, es de inseguridad y hasta de caos, en cierto modo. Tenemos que retomar, con fuerza, la inculcación de principios y valores que tengan por bien preciado el respeto, la honestidad, la tolerancia, el civismo y la fe. Tenemos que recuperar el amor como sentimiento y lazo fuerte entre la familia y la comunidad, para construir un mundo mejor. En fin, nos hace falta practicar, enseñar y defender la cultura de la vida, para cambiar y superar este ambiente de violencia. Esperamos que, ahora, se abran los oídos y, finalmente, que este llamado sea escuchado.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Armas y drogas

2008-11-16
El Ojo del Profeta
Armas y drogas

La combinación de armas y drogas golpea fuertemente a Panamá y al mundo, en una vorágine que amenaza gravemente las estructuras de la sociedad. Es tal la incidencia de la acción criminal en el campo del tráfico de ambas, que obliga a dedicar amplios recursos a su persecución y represión.

Nuestras calles a diario se ven convertidas en escenario de pleitos territoriales y ejecuciones, como nunca antes estábamos acostumbrados a ver. Al menos, cada día, hay un muerto relacionado con el uso de armas ilegales o el negocio de la droga. Se ha perdido todo sentido por el valor de la vida y por las virtudes, porque el poder y el dinero fácil se imponen sobre el honor y el altruismo.

Sin embargo, aún no renunciamos a la esperanza. La esperanza en Dios, para vivir conforme a su voluntad; y la esperanza en la niñez, que necesita ser encauzada hacia nobles ideales. Necesitamos una respuesta contundente como sociedad que responda, a la par de la administración de justicia y el mantenimiento del orden público, al desafío inmediato de formar y educar a los futuros hombres y mujeres en un ambiente de edificante mentalidad y particulares valores.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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martes, 11 de noviembre de 2008

Los católicos y los judíos deben dar testimonio común del amor de Dios

2008-11-09
La Voz del Pastor
Los católicos y los judíos deben dar testimonio común del amor de Dios

Ofrecemos a continuación el texto íntegro del discurso del Papa Benedicto XVI a los miembros del International Jewish Committee on Interreligious Consultations, a quienes recibió hoy en la Sala de los Papas del Palacio Apostólico Vaticano.

Queridos amigos,
Estoy contento de dar la bienvenida a esta delegación del International Jewish Committee on Interreligious Consultations. Durante más de treinta años, su Comité y la Santa Sede han mantenido contactos regulares y fructíferos, que han contribuido a un mayor entendimiento y aceptación entre católicos y judíos. Aprovecho de buen grado esta ocasión para reafirmar el compromiso de la Iglesia en la realización de los principios sentados por la histórica declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II. Esta Declaración, que condena firmemente toda forma de antisemitismo, representa tanto un hito en la larga historia de las relaciones entre católicos y judíos, como también un emplazamiento a una renovada comprensión teológica de las relaciones entre la Iglesia y el Pueblo Judío.

Los cristianos hoy son cada vez más conscientes del patrimonio espiritual que comparten con el pueblo de la Torá, el pueblo elegido por Dios en su gracia inefable, un patrimonio que llama a una mayor apreciación, respeto y amor mutuos (cf. Nostra Aetate, 4). Los judíos tienen también el desafío de descubrir lo que tienen en común con todos los que creen en el Señor, el Dios de Israel, quien se reveló a sí mismo en primer lugar a través de su palabra poderosa y capaz de dar vida. Como nos recuerda el salmista, la palabra de Dios es una lámpara y una luz en nuestro camino; nos mantiene vivos y nos da nueva vida (cf. Sal 119,105). Esta palabra nos empuja a dar común testimonio del amor, la gracia y la verdad de Dios. Este es un servicio vital en nuestro tiempo, caracterizado por la pérdida de los valores morales y espirituales que garantizan la dignidad humana, la solidaridad, la justicia y la paz.

En nuestro atribulado mundo, marcado con tanta frecuencia por la pobreza, la violencia y la explotación, el diálogo entre las culturas y las religiones debería cada vez más y más verse como un deber sagrado que incumbe a todos aquellos que están comprometidos en la construcción de un mundo digno del hombre. La capacidad de aceptarnos y respetarnos unos a otro, y de decir la verdad en el amor, es esencial para superar las diferencias, prevenir las incomprensiones y evitar confrontaciones innecesarias. Como ustedes mismos han experimentado a través de los años en los encuentros del International Liaison Committee, el diálogo sólo es serio y honrado cuando respeta las diferencias y reconoce a los otros en su alteridad. Un diálogo sincero necesita tanto apertura como un firme sentido de identidad por ambas partes, en orden a enriquecerse mutuamente son los dones del otro.

En meses recientes, he tenido el placer de encontrar a las comunidades judías en Nueva York, en París y aquí en el Vaticano. Doy gracias a Dios por estos encuentros, y por el progreso de las relaciones entre católicos y judíos que reflejan. Con este espíritu, por tanto, les animo a perseverar en su importante labor con paciencia y con un compromiso renovado. Les ofrezco mis fervientes buenos deseos para la preparación del encuentro del mes que viene en Budapest entre su Comité y una delegación de la Comisión para las relaciones religiosas con los judíos de la Santa Sede, para hablar sobre el tema “La religión y la sociedad civil hoy”.

Con estos sentimientos, queridos amigos, pido al Todopoderoso que continúe velando sobre ustedes y sus familias, y guíe sus pasos por el camino de la paz.

S.S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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Rufina Alfaro

2008-11-09
A tiro de piedra
Rufina Alfaro

La gesta ocurrida en la heroica Villa de Los Santos el 10 de noviembre de 1821 es un hecho real e irrefutable, al igual que la participación de personajes y figuras del pueblo, cuyos nombres no todos aparecen en los documentos y testimonios escritos de la historia. Eso no quiere decir que algún hombre o mujer del lugar haya dejado de existir, por no haber sido mencionado en un papel.

Tal es el caso de la heroína Rufina Alfaro, que algunos ahora intentan desconocer. Que no aparezcan sus documentos en los Archivos Nacionales no es prueba contundente. Hace poco leí que hurtaron de los propios Archivos el documento original del incidente de la Tajada de Sandía; ¿podríamos aceptar que dentro de 30 ó 50 años alguien nos diga que el asunto fue inventado, porque no hay un documento que lo respalde? Sería absurdo desconocer esa parte de la historia, como absurdo considero que es tratar de desconocer a Rufina Alfaro.

A Rufina se le menciona en escritos del mismo siglo XIX. No es cosa de ahora ni invento. Personas que participaron de la gesta del 10 de Noviembre nunca desmintieron ni refutaron su existencia. Bien pudieron haberlo hecho, pero no fue así. Si se piden documentos, ¿por qué no muestran alguno que diga que no existió? Esas cosas no se inventan, y menos en un pueblo chico. Es un asunto muy grave, y reciente, por añadidura, para que se lo inventen los moradores de La Villa.

Hay muchas razones por las cuales desaparecían los registros oficiales, entre ellos la desidia de autoridades y pobladores, que no registraban los nacimientos. Cuando se cumplía la mayoría de edad, entonces aparecían los problemas. Si Rufina era una muchacha, posiblemente menor de edad, porque la mayoría se adquiría a los 21 años, no podía firmar documento alguno. Por su condición de mujer, también era poco probable que le tomara en cuenta para participar oficialmente como firmante de nuestra emancipación de España. En aquel tiempo, tampoco la mujer ejercía derechos plenos de ciudadanía. Ni siquiera votaban en los cabildos, porque la política era “cosa de hombres”.

Otra situación común, y que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos, cuánto más Rufina, era que muchos padres, sobre todo en el campo, le daban, cuando lo hacía, el apellido a los hijos en su mayoría de edad. ¿Y si Rufina fue inscrita con otro apellido en los registros? Es una situación muy probable, que crea una duda razonable en cuanto a aceptar el argumento taxativo de su inexistencia.

Como bien dijo un lugareño de La Villa, cuando un periodista le preguntó, para meterlo en aprietos, ¿Usted sabe que Rufina Alfaro no existió? El campesino, con la sabiduría y la respuesta pronta de los habitantes de la región, contestó al fuereño: ¿Cómo que no? Vaya al parque y véala. Y esa respuesta, que remite a la plaza del pueblo, es contundente: ¿Qué pueblo le haría un homenaje tal a una hija, con base en una historia inexistente, y lo respaldaría unánimemente? La falta de un papel no es suficiente, para decir y aceptar que no existió. Rufina Alfaro es tan real como el incidente de la Tajada de Sandía, y como las esculturas que se perdieron en el Parque Omar, aunque falten papeles y documentos. ¡Viva Rufina Alfaro! ¡Viva La Villa de Los Santos! ¡Viva el 10 de Noviembre! Y, punto.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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¿Quién dice la verdad?

2008-11-09
Editorial
¿Quién dice la verdad?

Hace unos días apareció en un diario local, a manera de propuesta, un inserto sobre la proyectada Ley Integral de Salud Sexual y Reproductiva. Su contenido obedece al pensamiento y opinión de sus promotores, los que respetamos, aunque no compartamos en su totalidad. De igual manera esperamos que la posición de la Iglesia, aunque no se comparta, sea respetada.

Nos llama la atención, de manera especial, que el inserto en cuestión presenta al público la siguiente pregunta: “¿Quiere saber quién dice la verdad sobre este proyecto?” Sin embargo, en su interior no explica cuál es la verdad que, supuestamente se dice; más bien deja al arbitrio del lector entender cuál es la verdad, al resaltar en letras rojas, azules y subrayado amarillo las propuestas, aprobaciones y modificaciones de quienes participaron en su discusión en la Comisión Nacional de Salud Sexual y Reproductiva.

Desde hace un tiempo algunas personas defensoras del Proyecto de Ley en mención, se han dedicado a decir que la Iglesia y sus jerarcas mienten con respecto al proyecto. En el inserto no está, pero se da a entender. Bien clara ha sido la Iglesia en decir que algunas partes del proyecto, tal como se discute en la Asamblea Nacional, atentan contra nuestra doctrina y contra la familia, como la concibe la doctrina de la Iglesia y la tradición del pueblo panameño. Nunca ha dicho que está en contra de una legislación sobre el tema, pero sí en oposición con aquello que atenta contra nuestra fe y doctrina.

Si el inserto no aclara cuál es la verdad que se dice, sí da a entender que hay una mentira; y esa mentira, por insinuación y pretéritas opiniones en los medios de comunicación, se le endilgan a la Iglesia Católica y a su jerarquía. Ante tal panorama, bien vale repreguntarnos: ¿Quién dice la verdad?

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Loor a la Patria

2008-11-09
El Ojo del Profeta
Loor a la Patria

Miles de personas contemplaron las delegaciones estudiantiles y cívicas que desfilaron los días patrios en distintos lugares del país. La participación fue entusiasta, para rendir loor a la patria panameña con lo mejor que cada una le podía ofrendar. Sin embargo, muy poco nos cuestionamos acerca del resto de las acciones que hacen patria a diario.

La patria se construye desde la persona misma y su proyección hacia la comunidad. De que nos vale el repique de un tambor o la estridencia de una corneta, si en el corazón y en la conciencia existe un hoyo profundo que ahoga toda voluntad de ser honesto y respetable, y de ganarse el pan honradamente. De qué nos sirve sacrificar tantos días de trabajo, para dedicarlo, supuestamente, a rendirle honor a la patria, si pensamos que la mejor forma de celebrarla es tostándonos al sol, o emborrachándonos en casa, o en una, dizque, diana que termina en balacera y en violencia.

Es tiempo de definir nuestra meta como pueblo y como nación, para trazar el derrotero que nos lleve a la reconstrucción moral y cívica como país. Si continuamos por el camino actual, aciagos días nos esperan. Es preciso trabajar arduamente por el cambio, tanto en la población infantil y juvenil, como en la adulta. La patria la hacemos todos, y si todos nos esforzamos en construirla cada día, en la misma medida podemos sentirla y vivirla todos con el corazón henchido cuando nuestros labios pronuncien todas las veces la palabra patria.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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“Nos han precedido en la fe y duermen el sueño de la paz”

2008-11-02
La Voz del Pastor
“Nos han precedido en la fe y duermen el sueño de la paz”

La conmemoración de los fieles difuntos canta la victoria de Cristo y del cristiano sobre la muerte. El cristiano recibe de su Señor y Maestro el alimento que ya en esta tierra es alimento de vida eterna: la Eucaristía pan de vida, anticipación de la vida con Dios después de la muerte.

La realidad más dramática de la existencia humana es tener que morir, teniendo en el alma sed de inmortalidad. Esa muerte no es sólo dramática, también en no pocas ocasiones tiene la apariencia de absurda: cuando viene segada una vida joven y prometedora, cuando pagar el salario de la muerte una vida inocente, cuando la muerte llega inesperada, cuando troncha un porvenir magnífico, cuando crea un agudo problema en la familia, cuando...

El dramatismo aumenta cuando se carece de fe o ésta está casi completamente apagada. En este caso, todo se derrumba, porque se vive como quien no tiene esperanza. En ese caso, la muerte lleva en su mano la palma de la victoria y la vida termina bajo la losa de un sepulcro, dejando a los vivos en la desesperación y en la angustia sin sentido.

La fe cristiana, en cambio, nos dice que la muerte es un tránsito que termina en un nuevo mundo de luz y de vida esplendorosas. La fe cristiana nos dice que la muerte es ciertamente una pérdida, por parte de quien se va (pierde su relación con el mundo) y por parte de quien se queda (pierde un ser querido), pero una pérdida que Dios es capaz de transformar, de forma a nosotros desconocida, en ganancia, porque la muerte del hombre como en el caso de la crisálida desemboca en vida.

En Cristo resucitado, vencedor de la muerte, todos hemos ya comenzado, en cierta manera, a vencer la muerte mediante la participación en su resurrección.

El cristiano, como cualquier otro ser humano, siente día a día el paso del tiempo sobre su cuerpo, el acercarse del encuentro definitivo con la realidad de la muerte, la llamada constante de la tierra. El cristiano no está exento de todo lo que eso significa existencialmente para todo hombre, en su unidad psicosomática.

Mientras se va acercando al atardecer de la vida, el cristiano experimenta, sin embargo, a un nivel profundo la llamada de la vida divina, la voz del Padre que le dice: ¡Ven! Esta experiencia se hace, sin lugar a duda, en la oración personal en que cada uno habla de corazón a corazón con el Padre que llama, con el Hijo que salva, con el Espíritu que vivifica. Esta experiencia se profundiza en la recepción del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo en la Eucaristía.

El ansia de inmortalidad y de vida eterna que anida en cada uno de los hombres y mujeres del planeta viene satisfecha, lenta pero de modo continuo y eficaz, por la extraordinaria experiencia de vida nueva que va apoderándose del hombre al contacto frecuente con la Eucaristía.

“Quien cree en Ti, Señor, no morirá para siempre”. Cristo, el Viviente, nos espera con los brazos abiertos.

Monseñor Fernando Torres Durán
Obispo de la Diócesis de Chitré

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Patriotismo

2008-11-02
A tiro de piedra
Patriotismo

El sentido de pertenencia a un pueblo que comparte una tierra y una historia comunes lo conocemos como patriotismo. Pero, ¿qué es la patria? ¿Quién es un patriota? Patria es la tierra y lo que contiene en lo tangible y lo intangible. Patriota es aquella persona que ama a su patria y procura su bien. Se podemos nacer en una patria, pero eso no nos hace patriotas.

Durante los próximos días celebraremos las fechas patrias, cuya principal manifestación es el ruido de los tambores de las bandas escolares y, por cierto fenómeno cultural, el de las bandas independientes. Lástima que en estas últimas aún no se supera el golpe de tambor, malabarismo de bombos y sopladura de clarines y cornetas.

La patria lo abarca todo. La fe en Dios, la enseñanza de los padres, las tradiciones y las costumbres. Es la cultura popular, los triunfos y los fracasos, la paz y la guerra, la historia individual y colectiva. La patria es la familia y el origen de ella en la tierra que compartimos; es el barrio y el recuerdo que se lleva dentro; el sentimiento que se convierte el llanto al ver la bandera ondear, al escuchar el himno, o alguna canción que nos la recuerda. Dios y Patria: con ambos, todo; sin los dos, nada.

Por estos días unos irán a ver el desfile, a beber tragos, a pasear y a disfrutar del asueto; otros sufrirán al ver la bandera hecha plástico tirada al suelo, al escuchar que jóvenes y viejos ni siquiera saben el porqué de cada fecha. Por eso digo: la patria somos todos, pero no todos somos la patria. A la patria la aman todos sus hijos, pero no todos sus hijos aman a la patria.

Me desagrada ver a esos que se arropan con la bandera y la zarandean como cualquier trapo. ¡Que irreverencia! Eso no es amor por ella, sino incultura y bajeza. Es una muestra de patriotismo muy particular, que no comparto. Ojalá y podamos ver la luz en este sentido, y descubramos nuestra vocación patriótica, más allá de euforias vanas y actitudes sin sentido.

Como homenaje al mes de la patria, comparto con ustedes unos versos de mi autoría:

<<Al mes de Noviembre>>

No soy yo quien te ha elegido
para celebrar en ti
la Patria, el Niño, los muertos
y la tierra en que nací.

Te eligió desde lo alto
aquel que reina en los cielos.
Mes de Noviembre que llevas
de la Patria los recuerdos.

En la bandera cobijas
de sus hijos los anhelos
al igual que el Primer Grito
que desde Los Santos dieron.

Noviembre, Mes de la Patria
hoy te quiero saludar
desde el fondo de mi alma
con un verso y un cantar.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Fieles difuntos

2008-11-02
Editorial
Fieles difuntos

En esta fecha la Iglesia hace memoria de los fieles difuntos, como parte de la Asamblea de los Santos que alabarán a Dios. Es un recordatorio que nos conecta con la historia del Pueblo de Dios, y que nos une con todos aquellos que duermen en la esperanza de la resurrección.

Cada vida creada por Dios no pasa en vano por esta tierra, porque hay un propósito para cada uno de nosotros: conocer a Dios y a su Enviado. Esa es la voluntad de Dios, según nos dice san Juan. Vivir en la esperanza de la Vida Eterna, bajo la alabanza constante y la oración es llevar una vida llena de satisfacciones, porque es el Señor quien la da y en abundancia. Hacer lo contrario es una vida inútil, aunque se posea todo lo que el mundo da.

Ninguno que haya muerto en la fe morirá para siempre, porque al creer en Jesucristo la propia muerte y resurrección de Cristo se verificará en él. La muerte terrena es, para los fieles, el anticipo de la vida gloriosa que se manifestará frente al Padre y al Hijo el día final. Y felices aquellos que creen, porque irán a gozar de la presencia de Dios eternamente.

Por Cristo sabemos que Dios es Dios de vivos y no de muertos; por eso hacemos memoria de todos aquellos que nos han precedido y que han compartido con nosotros el credo en el Padre, en el Hijo, en el Espíritu Santo, y en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica. Que las almas de todos los fieles difuntos descansen en paz, en espera del encuentro definitivo con el Creador.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Promoción de Talentos

2008-11-02
El Ojo del Profeta
Promoción de Talentos

Las habilidades del ser humano no son más que el carisma que Dios le da para su realización y la edificación de sus semejantes. Ningún carisma tiene propósito individual, sino que está en función colectiva aunque se haya suscitado desde lo personal. El hombre, como especie y ser espiritual, sólo puede alcanzar su plenitud de cara a sus congéneres, porque nada le aprovecha ni puede hacer para sí y por sí mismo.

Por eso es indispensable, tanto en el núcleo familiar y vecinal como en el ámbito social y estatal, promover el talento que cada uno de sus miembros posea. Desarrollar la capacidad y la habilidad en el arte, la ciencia, la tecnología, el intelecto y la vocación en diferentes campos que explore el ser humano es indispensable para el progreso de la sociedad. Es una tarea que en lo personal y familiar corresponde a la superación, pero que en lo social es atinente al desarrollo cultural como pueblo y como nación.

Llevar adelante esta labor como país reclama, por parte del sistema educativo, primordialmente, un serio y firme compromiso de transformar la sociedad panameña sobre la base de particulares valores, que la conduzcan hacia la formación integral de mejores ciudadanos y ciudadanas, porque sólo con personas nuevas, en su espíritu y su conciencia, podremos construir una nueva sociedad.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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