2008-08-17
Editorial
Campaña electoral
El período electoral empezó antes del calendario programado por el Tribunal Electoral, porque algunos consideran que así les irá mejor. Antes que pensar en el país, se pensó en el interés partidista y en alcanzar el poder. El clima que se percibe es de saturación, por la excesiva propaganda, y de críticas y ataques al adversario en detrimento de los planes y programas de buen gobierno que deben presentarse para la consideración de los ciudadanos.
La propaganda de los candidatos y partidos se enfoca, pues, en la persona propia y del otro; en su fidelidad y linaje partidario; y en lo supuestamente positivo y negativo de un pasado político que ha sido sacado del arcón de los recuerdos, para legitimar o descalificar a una u otra candidatura. Se pierde, lamentablemente, la visión de aprender del pasado para mirar con esperanza hacia el futuro, a partir de lo que podamos construir en el presente.
Vemos una campaña electoral pobre en propuestas, y rica en ataques personales. ¿Es eso lo que nos ayudará a cambiar la situación actual? ¿Acaso así se logrará alcanzar el poder y mantener un clima de gobernabilidad? ¿Nos garantiza esa actitud un escenario de competencia electoral en fraternidad y en un ambiente de respeto por las ideas del otro? Es cosa para meditar y reflexionar profundamente.
Todavía el calendario electoral, que por cierto los propios partidos políticos acordaron, no ha pasado de las elecciones primarias partidarias. Aún hay tiempo de enderezar lo torcido y allanar las cimas del propio ego y el ataque artero hacia el contrario. Que sea, en primer lugar, la sociedad política la que dé el ejemplo de civismo, honradez y respeto que necesitamos, para que las próximas elecciones sean un acto político de altura y cónsono con el país democrático y civilizado que todos queremos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
Campaña electoral
El período electoral empezó antes del calendario programado por el Tribunal Electoral, porque algunos consideran que así les irá mejor. Antes que pensar en el país, se pensó en el interés partidista y en alcanzar el poder. El clima que se percibe es de saturación, por la excesiva propaganda, y de críticas y ataques al adversario en detrimento de los planes y programas de buen gobierno que deben presentarse para la consideración de los ciudadanos.
La propaganda de los candidatos y partidos se enfoca, pues, en la persona propia y del otro; en su fidelidad y linaje partidario; y en lo supuestamente positivo y negativo de un pasado político que ha sido sacado del arcón de los recuerdos, para legitimar o descalificar a una u otra candidatura. Se pierde, lamentablemente, la visión de aprender del pasado para mirar con esperanza hacia el futuro, a partir de lo que podamos construir en el presente.
Vemos una campaña electoral pobre en propuestas, y rica en ataques personales. ¿Es eso lo que nos ayudará a cambiar la situación actual? ¿Acaso así se logrará alcanzar el poder y mantener un clima de gobernabilidad? ¿Nos garantiza esa actitud un escenario de competencia electoral en fraternidad y en un ambiente de respeto por las ideas del otro? Es cosa para meditar y reflexionar profundamente.
Todavía el calendario electoral, que por cierto los propios partidos políticos acordaron, no ha pasado de las elecciones primarias partidarias. Aún hay tiempo de enderezar lo torcido y allanar las cimas del propio ego y el ataque artero hacia el contrario. Que sea, en primer lugar, la sociedad política la que dé el ejemplo de civismo, honradez y respeto que necesitamos, para que las próximas elecciones sean un acto político de altura y cónsono con el país democrático y civilizado que todos queremos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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