viernes, 6 de junio de 2008

Dejemos a los niños un futuro de esperanza

2008-06-08
La Voz del Pastor
Dejemos a los niños un futuro de esperanza

"El trabajo es un derecho fundamental y un bien para el hombre" enseña el catecismo de la Iglesia Católica. Y añade el papa León XIII: Un bien útil, porque es idóneo para expresar y acrecentar la dignidad humana.

El trabajo es necesario para formar y mantener una familia, adquirir el derecho a la propiedad y contribuir al bien común de la familia humana. La consideración de las implicaciones morales que la cuestión del trabajo comporta en la vida social, lleva a la Iglesia a indicar la desocupación como una verdadera calamidad social.

El trabajo es un bien que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él. La "plena ocupación" es, por lo tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común.

El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social, por ello se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral. El reconocimiento y la tutela de los derechos de las mujeres dependen de la organización del trabajo que debe tener en cuenta la dignidad y la vocación de la mujer "Cuya promoción, enseña León XIII, exige que el trabajo se estructure de manera que no debe pagar su promoción con el abandono y perjuicio de la familia, en la que como madre tiene un papel insustituible".

Y también los niños deben tener su trabajo específico como todo ser humano; pero con todos los acondicionamientos que exige su tierna edad. Así por ejemplo, los mandatos de los papás, los recados de las personas mayores, las pequeñas faenas de la casa como el cuidado del jardín, la limpieza de algunas áreas domésticas, el cuidado de los animalitos domésticos, etc. Pero el trabajo específico de los niños está primordialmente en la escuela: desde los primeros escarceos en el kinder, pasando por la primaria, hasta las últimas facetas de la secundaria. Así, mientras el papá y la mamá se afanan en el trabajo, o tal vez en el trajín del hogar, los niños desarrollan sus deberes, su trabajo, en la escuela. Es necesario que todo ser humano, desde su más tierna edad, vaya tomando conciencia de su deber fundamental: "trabajarás la tierra con el sudor de tu frente". Y desde la más tierna edad hay que sensibilizar, en el corazón de los niños, sus deberes y sus derechos.

Desafortunadamente, el trabajo infantil y de menores en sus formas intolerables, constituye un tipo de violencia menos visible, pero no por ello menos intolerable. Una violencia que, más allá de todas las implicaciones políticas, económicas y jurídicas, sigue siendo esencialmente un problema moral. Ya el Papa León XIII advertía en famosa encíclica Rerum Novarum: "En cuanto a los niños se ha de evitar cuidadosamente y sobre todo, que entren en talleres antes de que la edad haya dado el suficiente desarrollo a su cuerpo a su inteligencia y a su alma. Puesto que la actividad precoz agota, como a las hierbas tiernas, las fuerzas que brotan de la infancia, con lo que la constitución de la niñez vendría a destruirse por completo".

La plaga del trabajo infantil, a más de cien años de distancia, todavía no ha sido eliminada.

Su Santidad Juan Pablo II, de feliz memoria, en su mensaje de paz del primero de enero de 1996, refiriéndose a los niños, decía: "he querido poner claramente de relieve las condiciones con frecuencia dramáticas en que viven muchos niños de hoy. Lo considero un deber: ellos serán los adultos del Tercer Milenio. Sin embargo no pretendo ceder al pesimismo, ni ignorar los elementos que invitan a la esperanza. Es sobre todo en casa donde, antes incluso de cualquier palabra, los pequeños deben experimentar, en el amor que los rodea, el amor de Dios por ellos, y aprender que El quiere paz y comprensión recíproca entre todos los seres humanos llamados a formar una única y gran familia".

Y concluía el Papa: ¡Unámonos todos para acabar con cualquier forma de violencia! ¡Creemos las condiciones para que los pequeños puedan recibir como herencia de nuestra generación un mundo más unido y solidario!

Mons. Carlos María Ariz, cmf.
Obispo Emérito de la Diócesis de Colón - Kuna Yala

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