2008-02-03
La Voz del Pastor
Ustedes son del mundo; pero no del todo
Al finalizar el pasado año litúrgico, el 30 de noviembre del 2007, fiesta de san Andrés, Su Santidad Benedicto XVI nos sorprendió con una hermosa carta encíclica sobre la esperanza. Nos decía el Papa: "El Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza, vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva".
En estos momentos difíciles por los que atraviesa nuestro mundo, nada más oportuno que este mensaje de esperanza.
Nos encontramos en plenos carnavales donde el "rey Momo", es decir: el "libertinaje" se apodera de nuestras calles en un derroche que rebasa todos los instintos humanos, a campo abierto, en busca de una hipotética felicidad que se espera y anhela; pero que, cuando nos parece alcanzarla, se esfuma dejándonos un vacío en lo más profundo de nuestro ser.
El Papa cita un texto de san Gregorio Nacianceno profundamente orientador. "En el mismo momento en que los Magos, guiados por la estrella, adoraron al nuevo Rey, Cristo, llegó el fin para la astrología, porque, desde entonces, las estrellas giran según la órbita establecida por Cristo". Entonces, sigue diciendo el Santo Padre, "el inexorable poder de los elementos materiales ya no es la última estancia; ya no somos esclavos del universo y de sus leyes, ahora somos libres. El cielo no está vacío. La vida no es el amplio producto de las leyes y de la casualidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que, en Jesús, se ha revelado como Amor". Amor del Buen Pastor: "El Señor es mi pastor nada me falta, aunque camine por cañadas oscuras nada temo porque tú vas conmigo". (Sal 22, 1-4).
Saber que existe Aquel que me acompaña, incluso en la muerte y que con "su vara y su cayado me sosiega", de modo que "nada temo" era la nueva esperanza que brotaba en la vida de todos los creyentes.
Los cristianos, como seres humanos vivimos en el mundo, pero, nos dice el evangelio de Juan. "No sois de este mundo" Si pertenecierais al mundo, el mundo os querría como a cosa suya, pero como no pertenecéis al mundo sino que, al elegirlos yo, os saqué del mundo, por eso el mundo os odia" (Juan 15, 18-19).
En realidad, sí somos de este mundo porque nacimos y vivimos en él. Pero, como decía un eminente teólogo: "Somos del mundo, pero no del todo", y esta es una diferencia, tal vez pequeña, pero sustancial.
El cristiano que se siente verdadero hijo de Dios y, por ende, heredero del Reino de los Cielos, debe pisar la tierra, pero poniendo los ojos en el cielo; porque todo lo terreno: riqueza, fama, diversión, es caduco y pasa; en cambio, el reino de Dios permanece para siempre.
Y así, el poeta José María Pemán describía ese ideal de sencillez y esperanza en "El elogio de la vida sencilla".
"No voy de la gloria en pos
ni torpe ambición me afana
y, al nacer cada mañana,
tan sólo le pido a Dios:
casa limpia en que albergar,
pan tierno para comer,
un libro para leer
y un Cristo para rezar.
Que el se afana y se agita
nada encuentra que le llene
y el que menos necesita
tiene más que el que más tiene".
Mons. Carlos María Ariz
Obispo Emérito de la Diócesis de Colón - Kuna Yala
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La Voz del Pastor
Ustedes son del mundo; pero no del todo
Al finalizar el pasado año litúrgico, el 30 de noviembre del 2007, fiesta de san Andrés, Su Santidad Benedicto XVI nos sorprendió con una hermosa carta encíclica sobre la esperanza. Nos decía el Papa: "El Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza, vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva".
En estos momentos difíciles por los que atraviesa nuestro mundo, nada más oportuno que este mensaje de esperanza.
Nos encontramos en plenos carnavales donde el "rey Momo", es decir: el "libertinaje" se apodera de nuestras calles en un derroche que rebasa todos los instintos humanos, a campo abierto, en busca de una hipotética felicidad que se espera y anhela; pero que, cuando nos parece alcanzarla, se esfuma dejándonos un vacío en lo más profundo de nuestro ser.
El Papa cita un texto de san Gregorio Nacianceno profundamente orientador. "En el mismo momento en que los Magos, guiados por la estrella, adoraron al nuevo Rey, Cristo, llegó el fin para la astrología, porque, desde entonces, las estrellas giran según la órbita establecida por Cristo". Entonces, sigue diciendo el Santo Padre, "el inexorable poder de los elementos materiales ya no es la última estancia; ya no somos esclavos del universo y de sus leyes, ahora somos libres. El cielo no está vacío. La vida no es el amplio producto de las leyes y de la casualidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que, en Jesús, se ha revelado como Amor". Amor del Buen Pastor: "El Señor es mi pastor nada me falta, aunque camine por cañadas oscuras nada temo porque tú vas conmigo". (Sal 22, 1-4).
Saber que existe Aquel que me acompaña, incluso en la muerte y que con "su vara y su cayado me sosiega", de modo que "nada temo" era la nueva esperanza que brotaba en la vida de todos los creyentes.
Los cristianos, como seres humanos vivimos en el mundo, pero, nos dice el evangelio de Juan. "No sois de este mundo" Si pertenecierais al mundo, el mundo os querría como a cosa suya, pero como no pertenecéis al mundo sino que, al elegirlos yo, os saqué del mundo, por eso el mundo os odia" (Juan 15, 18-19).
En realidad, sí somos de este mundo porque nacimos y vivimos en él. Pero, como decía un eminente teólogo: "Somos del mundo, pero no del todo", y esta es una diferencia, tal vez pequeña, pero sustancial.
El cristiano que se siente verdadero hijo de Dios y, por ende, heredero del Reino de los Cielos, debe pisar la tierra, pero poniendo los ojos en el cielo; porque todo lo terreno: riqueza, fama, diversión, es caduco y pasa; en cambio, el reino de Dios permanece para siempre.
Y así, el poeta José María Pemán describía ese ideal de sencillez y esperanza en "El elogio de la vida sencilla".
"No voy de la gloria en pos
ni torpe ambición me afana
y, al nacer cada mañana,
tan sólo le pido a Dios:
casa limpia en que albergar,
pan tierno para comer,
un libro para leer
y un Cristo para rezar.
Que el se afana y se agita
nada encuentra que le llene
y el que menos necesita
tiene más que el que más tiene".
Mons. Carlos María Ariz
Obispo Emérito de la Diócesis de Colón - Kuna Yala
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