2008-02-10
El Ojo del Profeta
Lo que nos dejo el carnaval
Todo en la vida tiene un propósito, y hay tiempo para todo en la vida. Una persona, un país, y una sociedad tienen una misión y una vocación. Descubrir lo que somos, y saber lo que queremos ser, es un ejercicio constante de discernimiento que nos ayuda en nuestro caminar personal y comunitario.
Ya pasó el carnaval, y es justo preguntarnos qué nos dejó. ¿Satisfacciones? ¿Progreso? ¿Luto? ¿Dolor? ¿Qué?. El jolgorio, las borracheras, el desenfreno, y la inmoralidad, convivieron con la inocencia de los niños, la alegría espontánea de algunos, y el esparcimiento de otros tantos. Unos resolvieron, por un rato, su necesidad económica; otros perdieron su diario sustento por la paralización de labores.
Ahora nos toca evaluar lo acontecido. ¿Valió la pena? ¿Tenemos que mejorar algo? ¿Qué cosas hemos de cambiar?. Respuestas a todo esto habrá, sin duda, para censurar o justificar lo hecho. Sin embargo, el reto verdadero está en saber diferenciar si ha sido sólo vanidad de vanidades, o el intento por darle el valor cultural que merece el carnaval, erradicando todo aquello que sobra y que incita a vivir esos días por el mero placer de dar rienda suelta a lo que sabemos es dañino para nosotros mismos como hijos de Dios y como nación.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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El Ojo del Profeta
Lo que nos dejo el carnaval
Todo en la vida tiene un propósito, y hay tiempo para todo en la vida. Una persona, un país, y una sociedad tienen una misión y una vocación. Descubrir lo que somos, y saber lo que queremos ser, es un ejercicio constante de discernimiento que nos ayuda en nuestro caminar personal y comunitario.
Ya pasó el carnaval, y es justo preguntarnos qué nos dejó. ¿Satisfacciones? ¿Progreso? ¿Luto? ¿Dolor? ¿Qué?. El jolgorio, las borracheras, el desenfreno, y la inmoralidad, convivieron con la inocencia de los niños, la alegría espontánea de algunos, y el esparcimiento de otros tantos. Unos resolvieron, por un rato, su necesidad económica; otros perdieron su diario sustento por la paralización de labores.
Ahora nos toca evaluar lo acontecido. ¿Valió la pena? ¿Tenemos que mejorar algo? ¿Qué cosas hemos de cambiar?. Respuestas a todo esto habrá, sin duda, para censurar o justificar lo hecho. Sin embargo, el reto verdadero está en saber diferenciar si ha sido sólo vanidad de vanidades, o el intento por darle el valor cultural que merece el carnaval, erradicando todo aquello que sobra y que incita a vivir esos días por el mero placer de dar rienda suelta a lo que sabemos es dañino para nosotros mismos como hijos de Dios y como nación.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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