viernes, 15 de febrero de 2008

Los frutos de la violencia

2008-02-17
Editorial
Los frutos de la violencia

Los recientes disturbios ocurridos en la capital y varias ciudades del país, cuyos principales protagonistas han sido los obreros del sindicato de trabajadores de la construcción y la policía nacional, ponen de manifiesto que el diálogo y la negociación son superados, en este caso, por lo que se considera el derecho de protestar cerrando calles e impidiendo el paso, y por lo que se entiende como legitimidad del uso de la fuerza.

Ambas actitudes desembocan en violencia, independientemente del concepto o la justificación que se argumente. Y esa violencia no soluciona ni aprovecha; más bien divide y alimenta rencores. Esa violencia se salda, como en este caso, con la sangre de los muertos y heridos que ha dejado. Sangre que es del mismo color para uno y otro bando, derramada por la convicción de defender un derecho y por la obligación de preservar el orden público.

El conjunto de palos, bloques, llantas incendiadas, trozos de muro, perdigones, gases lacrimógenos, balazos, y varillas utilizados como arma, ¿de qué han servido? Esos instrumentos en manos de sus usuarios ¿qué fruto han dado? Ni unos ni otros son culpables, desde el punto de vista de su razón. Pero tampoco son del todo inocentes. Ya sea por defender un derecho, o por preservar el orden público, ningún acto de violencia está plenamente justificado.

Hacemos, desde aquí, un llamado a la cordura y a la concordia. Que hagamos del diálogo y la negociación, la vía usual de resolver las diferencias y todo conflicto. Al final eso es lo único que quedará por hacer, y es mejor abocarse a ello primero, que hacerlo después con la carga de los frutos que produce la violencia.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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