viernes, 15 de febrero de 2008

Protestas

2008-02-17
A tiro de piedra
Protestas

Desde mi época escolar y universitaria he insistido en la forma pacífica de protesta, y me he opuesto a las manifestaciones violentas, porque considero que eso desvirtúa el reclamo que hacemos. La única ocasión en que recuerdo haber lanzado una piedra, fue en 1976, cuando el entonces ministro de Hacienda, Ernesto Pérez Balladares, encabezaba el establecimiento del impuesto de transferencia de bienes muebles conocido como el 5 por ciento. En la euforia juvenil, lanzamos ladrillos a un pelotón de policías que querían llevarse presos a uno de los nuestros que había resbalado y caído a la calle.

Fuera de aquella experiencia, participé en muchas marchas y protestas, siempre y cuando no se tornaran violentas. No comparto esa forma de reclamar. Tampoco estoy de acuerdo con el cierre de calles. Esta posición me buscaba problemas en la universidad, porque no era compartida por los grupos que tradicionalmente dirigen las protestas en la Universidad de Panamá.

El largo camino recorrido en protestas, desde la escuela, la universidad, la lucha contra la dictadura, y la militancia gremial, me han permitido ver algunas cosas como, por ejemplo: los agitadores que provocan la violencia, la conexión entre grupos que aparentan ser independientes unos de otros, la ejecución de tácticas del pequeño grupo que comanda, y la intención oculta que algunos llevan a las manifestaciones. Por eso, tanto la represión de la policía como la violencia de los agitadores profesionales, son cosa casi segura en aquellas protestas que convocan ciertos sectores en particular.

Los ciudadanos debemos exigir que toda protesta o manifestación se realice de manera pacífica. Nada de violencia. Nada de agitadores. Nada de represión innecesaria. No nos dejemos conmover por sentimentalismos ni afectivismo; procuremos discernir. Ningún reclamo ni ninguna defensa del estado de derecho justifica una muerte; ni ninguna muerte justifica más violencia y más muertes. Tan responsable es el que sacrifica la vaca, como el que le amarra la pata.

Razón tienen los obreros del Suntracs en reclamar el reglamento de seguridad que ayude a prevenir accidentes. También estaría justificada una huelga o paralización de labores en los sitios de construcción. Pero salir a la calle a afectar a otros que no tienen que ver con el asunto ni pueden solucionarlo, es un acto censurable e injustificado. Si escogieran el camino correcto, de seguro otros los apoyaríamos. Si eligen el rumbo equivocado, entonces tenemos que censurarlos.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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