2008-02-03
A tiro de piedra
Desabastecimiento de combustible
La escasez en el aprovisionamiento de gasolina al público provocado por una petrolera, nos ha dejado con un sabor amargo. A pesar de las explicaciones de la empresa y de la autoridad competente, las dudas quedan y la sensación de desprotección, también. El asunto empeora cuando ocurre, justamente, en el momento en que el precio al consumidor disminuye.
El abastecimiento de combustible, y del resto de la energía, es una actividad estratégica para todo estado. Dejarla totalmente en manos de los particulares, o con un endeble o ausente control estatal, es provocar el caos en un momento crítico. En el caso de Panamá, la autoridad transita entre el poco poder coercitivo y la actitud blandengue; lo que deja en la indefensión a los concesionarios independientes y al consumidor.
Cuando escuchamos que no habrá multa, porque la empresa Shell tenía en inventario combustible, más indefensos nos sentimos. Tener el combustible y no surtir a sus estaciones de gasolina es, en la práctica, como si no tuviera el inventario. Se supone, o al menos eso cree el consumidor, que la reserva de combustible que debe tener la distribuidora es para garantizarle al público el aprovisionamiento. Si no hubo aprovisionamiento, ¿de qué vale el carburante en los tanques de almacenamiento?
Hay, en esta situación, algunas prácticas de las empresas petroleras que perjudican al consumidor. No mantener los tanques de las gasolineras con el combustible suficiente, como aparentemente ha sido el caso que nos ocupa, es un atentado contra el consumidor. Una cosa es el barco que se retrasó; y otra, que no hayan cargado el combustible desde el punto de su reserva, en Colón, hasta las estaciones de gasolina. Que yo sepa, los barcos navegan en el mar, y no se desplazan por vía terrestre.
Otra práctica de monopolio disfrazado es el control sobre las gasolineras, la mayoría propiedad de las petroleras. Con esto son, al mismo tiempo, distribuidoras y expendedoras al por menor. El control del mercado lo completan con los contratos que hacen firmar a los concesionarios independientes, negándose a abastecerlos cuando quieren quebrarlos, amparándose en un pacto que les da toda la ventaja a las petroleras. ¿Dónde queda el principio de libre competencia? Si esto no es monopolio, ¿qué es?
Así están las cosas en lo referente al abastecimiento de combustible. Cuando sube el precio, todo marcha perfectamente; cuando baja, mil y una excusas para reconocerle al consumidor lo rebajado.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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A tiro de piedra
Desabastecimiento de combustible
La escasez en el aprovisionamiento de gasolina al público provocado por una petrolera, nos ha dejado con un sabor amargo. A pesar de las explicaciones de la empresa y de la autoridad competente, las dudas quedan y la sensación de desprotección, también. El asunto empeora cuando ocurre, justamente, en el momento en que el precio al consumidor disminuye.
El abastecimiento de combustible, y del resto de la energía, es una actividad estratégica para todo estado. Dejarla totalmente en manos de los particulares, o con un endeble o ausente control estatal, es provocar el caos en un momento crítico. En el caso de Panamá, la autoridad transita entre el poco poder coercitivo y la actitud blandengue; lo que deja en la indefensión a los concesionarios independientes y al consumidor.
Cuando escuchamos que no habrá multa, porque la empresa Shell tenía en inventario combustible, más indefensos nos sentimos. Tener el combustible y no surtir a sus estaciones de gasolina es, en la práctica, como si no tuviera el inventario. Se supone, o al menos eso cree el consumidor, que la reserva de combustible que debe tener la distribuidora es para garantizarle al público el aprovisionamiento. Si no hubo aprovisionamiento, ¿de qué vale el carburante en los tanques de almacenamiento?
Hay, en esta situación, algunas prácticas de las empresas petroleras que perjudican al consumidor. No mantener los tanques de las gasolineras con el combustible suficiente, como aparentemente ha sido el caso que nos ocupa, es un atentado contra el consumidor. Una cosa es el barco que se retrasó; y otra, que no hayan cargado el combustible desde el punto de su reserva, en Colón, hasta las estaciones de gasolina. Que yo sepa, los barcos navegan en el mar, y no se desplazan por vía terrestre.
Otra práctica de monopolio disfrazado es el control sobre las gasolineras, la mayoría propiedad de las petroleras. Con esto son, al mismo tiempo, distribuidoras y expendedoras al por menor. El control del mercado lo completan con los contratos que hacen firmar a los concesionarios independientes, negándose a abastecerlos cuando quieren quebrarlos, amparándose en un pacto que les da toda la ventaja a las petroleras. ¿Dónde queda el principio de libre competencia? Si esto no es monopolio, ¿qué es?
Así están las cosas en lo referente al abastecimiento de combustible. Cuando sube el precio, todo marcha perfectamente; cuando baja, mil y una excusas para reconocerle al consumidor lo rebajado.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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