viernes, 24 de agosto de 2007

San Agustín, el teólogo del Papa

2007-08-26
La Voz del Pastor
San Agustín, el teólogo del Papa

Al visitar en abril del presente año Pavía, donde se encuentra la tumba de San Agustín, el Papa Benedicto XVI presentó a su maestro teólogo, Agustín de Hipona, como modelo de conversión para nuestros tiempos.

San Agustín, el más grande de los Padres de la Iglesia, es llamado doctor debido a las grandes ventajas que la Iglesia ha obtenido de su doctrina.

Por eso, a pesar del tiempo, San Agustín sigue siendo la más radiante luz de caminantes, clara voz de la inteligencia, fulgente estrella de la Iglesia y patrimonio común de la humanidad.

Asombra saber que en algunos círculos religiosos muy cualificados de Argelia, país con el 98% de confesión musulmana, han reconocido en san Agustín al más célebre representante de la Iglesia católica y de la literatura religiosa latina; al arquitecto de un partenón literario; al ciudadano de la entera humanidad, al más grande maestro de la Iglesia católica, después de los Apóstoles; subido elogio éste, y más subido aún, sabiendo que proviene de círculos islámicos.

El Papa Benedicto XVI -Joseph Ratzinger- quien dedicó su tesis doctoral, nos presenta que Agustín es un modelo en el camino de conversión, y lo ilustra con las tres conversiones que experimentó en su vida y que en realidad constituyen “una grande y única conversión en la búsqueda del Rostro de Cristo y del camino junto a Él”.

La primera conversión fundamental: Fue el camino interior hacia el cristianismo, hacia el sí de la fe y del Bautismo. Agustín siempre estaba atormentado por la cuestión de la verdad. Quería encontrar la verdad. Siempre había creído -a veces más bien vagamente, a veces de manera más clara- que Dios existe y que nos cuida. Pero la gran lucha interior de sus años juveniles consistió en conocer verdaderamente a este Dios y familiarizarse con Jesucristo, hasta llegar a decirle sí con todas las consecuencias.

La segunda conversión de San Agustín: Tuvo lugar después de su bautismo, en Hipona, África, cuando había fundado un pequeño monasterio, y fue consagrado sacerdote prácticamente por la fuerza, a petición popular. “El bonito sueño de la vida contemplativa se desvanecía, la vida de Agustín cambiaba fundamentalmente”. Ahora tenía que vivir con Cristo para todos. Y así tuvo que traducir sus conocimientos y sus sublimes pensamientos en el lenguaje de la gente sencilla de su ciudad. La gran obra filosófica de toda una vida, que había soñado, se quedó sin ser escrita. En su lugar, nos dio algo más precioso: el Evangelio traducido en el lenguaje de la vida cotidiana. Esta fue la segunda conversión de este hombre, que tuvo que realizar luchando y sufriendo: ponerse siempre al servicio de todos; en todo momento, junto con Cristo; entregar la propia vida para que los demás puedan encontrar en Él la verdadera Vida.

Por último, la tercera conversión de San Agustín: Fue cuando descubrió que "sólo uno es verdaderamente perfecto y que las palabras del Sermón de la Montaña", las Bienaventuranzas, "sólo se realizan totalmente en una persona: en el mismo Jesucristo". Descubrió que "toda la Iglesia, todos nosotros, incluidos los apóstoles, tenemos que rezar cada día: "perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores", escribía San Agustín. "Había aprendido un último nivel de humildad, no sólo la de introducir su gran pensamiento en la fe de la Iglesia, no sólo la de traducir sus grandes conocimientos en la sencillez del anuncio, sino también la humildad para reconocer que tanto él como toda la Iglesia peregrina necesitaban continuamente la bondad misericordiosa de un Dios que perdona". "Y nosotros -añadía- nos hacemos semejantes a Cristo, el Perfecto, en la medida más grande posible cuando nos convertimos, como Él, en personas de misericordia".

San Agustín sigue siendo, por eso y más, radiante luz de caminantes, clara voz de la inteligencia, fulgente estrella de la Iglesia y patrimonio común de la Humanidad.

¿Qué nos enseña su vida? Que a pesar de ser pecadores, Dios nos quiere y busca nuestra conversión. Que aunque tengamos pecados muy graves, Dios nos perdona si nos arrepentimos de corazón. Que el ejemplo y la oración de una madre dejan fruto en la vida de un hijo.

Mons. José Domingo Ulloa
Obispo Auxiliar

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El Muelle Fiscal

2007-08-26
A tiro de piedra
El Muelle Fiscal

El ejercicio de recuperar el valor del Casco Antiguo incluye la restauración o traslado del Muelle Fiscal, para que continúe prestando el servicio de atraque a las naves de cabotaje. Aún está por decidir si la estructura se queda en el sitio actual o si se traslada hacia el antiguo Muelle Inglés, aunque se nota una inclinación hacia el cambio de lugar.

Soy de opinión que el muelle puede trasladarse hacia las cercanías del Mercado del Marisco, pero que debe conservarse la estructura actual y someterla a un proceso de restauración, para albergar en ella a artesanos, artistas populares, e instalar algunos cafés y un balcón al extremo que sirva de mirador para los visitantes. De hacerse así, el muelle sería un complemento para la plaza que se construirá en el lote que ocupaba el Mercado Público.

La zona del Casco Antiguo está llena de historias y sus edificios, calles y rincones son piezas que dan testimonio de los acontecimientos ocurridos en ella. Por eso es importante conservar las estructuras y espacios del área, como el Muelle Fiscal. No hay razón para destruirlo. El uso del muelle puede cambiar, pero jamás debe permitirse su destrucción. Eso sería un atentado contra nuestra historia y nuestro patrimonio cultural.

Panamá y su bahía pueden ser un sitio de ensueño, una vez saneada de la contaminación y concluidas las obras de la Cinta Costera y la construcción del nuevo Muelle Fiscal. Conservar y restaurar la actual estructura del muelle es obligante, si queremos preservar el conjunto arquitectónico de lo que ha sido y es nuestra ciudad capital. El Casco Antiguo sin su muelle centenario, sería como París sin la Torre Eiffel, o México sin su Angel, o Quito sin su Panecillo. Quedaríamos como Nueva York sin las Torres Gemelas, destruidas por unos terroristas en 2001. ¿Quiénes serían los terroristas que destruirían nuestro Muelle Fiscal?

Ojalá el emprendedor Alcalde que tenemos en este momento, y la pujante Alianza Pro Ciudad, que se ha constituido en estandarte conservacionista de nuestra urbe, aúnen esfuerzos para que nuestro Muelle Fiscal se conserve y continúe siendo un monumento emblemático de nuestro Casco Antiguo y de nuestra encantadora bahía.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Optemos por la esperanza

2007-08-26
Editorial
Optemos por la esperanza

La vida en una nación está conformada por las aspiraciones comunes, la fe, el trabajo, y la lucha diaria de cada uno de sus habitantes, que, en su conjunto, dan sentido a la sociedad y la conducen hacia metas de progreso y realización de los ideales que hacen la patria a cada instante.

Somos un pueblo de esperanza, tanto en lo individual como en lo colectivo, que aspira a ser y vivir mejor. Esta esperanza la vemos en el hombre y la mujer que trabajan de sol a sol, el estudiante que se esfuerza por aprender y avanzar en la vida, en el funcionario que realiza su labor con firme sentido de servicio y responsabilidad, y en todo panameño y panameña que de manera honesta y con firme convicción asume su deber cívico y moral fudamentados en los principios y valores que compartimos como pueblo y nación.

Vivimos un momento de malestar social de un lado, y de un fuerte deseo por construir, del otro. Nuestra opción, en esta hora, debe ser la esperanza. La esperanza de resolver nuestros problemas en el diálogo fraternal, en la confianza de la ley y la justicia, pero, sobre todo, en la fe en Dios y el amor a la Patria.

Es con fe, coraje e ideas sanas que podemos construir el país de trabajo, pan y progreso que deseamos. Rompamos las cadenas de la violencia, el sectarismo, y la inútil lucha ideológica que divide y fomenta odios y rencores. Panamá se merece mejores días y mejores hijos e hijas; esa es nuestra esperanza, y esa nuestra meta. ¡Adelante!

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Protestas

2007-08-26
El ojo del profeta
Protestas

Las diversas protestas que se han dado en el país en los últimos días, difieren en cuanto a su motivación y su método. Unas resultan pacíficas y respetan el derecho del resto de la población a transitar libremente; otras, aunque pacíficas, conculcan el derecho de libre circulación; y el resto, las menos, no da muestra de pacifismo ni de respeto al derecho ajeno.

Todos los ciudadanos tenemos el derecho de protestar y de expresar nuestras ideas, pero siempre bajo la obligación moral y legal del respeto hacia el resto de la comunidad. Una protesta violenta y que violente el derecho ajeno, aunque tenga razón de ser, se desvirtúa y provoca el rechazo a causa de esa violencia y esa violación del derecho que le asiste a los demás.

Nada justifica la violencia ni la afectación a otros; mucho menos cuando esa violencia es irracional y la conculcación del derecho ajeno afecta al inocente. Convenzámonos que la violencia sólo trae más violencia, y que sólo será respetado nuestro derecho cuando actuemos en reciprocidad con los demás.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Se necesita un progreso social y económico armonioso y de

2007-08-19
La Voz del Pastor
Se necesita un progreso social y económico armonioso y de dimensión realmente humana

Extracto del Discurso del Santo Padre Benedicto XVI en el congreso Internacional organizado por la Fundación "Centesimus annus, Pro Pontifice", el 19 de mayo del 2007, en la Sala Clementina.

Durante vuestra reunión de este año habéis reflexionado sobre el compromiso fundamental que caracteriza a la Fundación Centesimus annus, pro Pontifice, es decir, profundizar los aspectos más actuales de la doctrina social de la Iglesia con referencia a los problemas y los desafíos más urgentes del mundo actual. En segundo lugar, habéis venido a presentar al Papa el fruto de vuestra generosidad, a fin de que disponga de él para responder a las numerosas peticiones de ayuda que le llegan de todas las partes del mundo. Y, os aseguro que verdaderamente son muchas. Así pues, gracias por vuestra contribución, gracias por lo que hacéis y por el empeño con que os dedicáis a las actividades de vuestra asociación, querida por mi venerado predecesor Juan Pablo II.

Aprovecho esta ocasión para ofrecer a vuestra consideración algunas breves reflexiones sobre el tema social, amplio y estimulante, que os ha ocupado durante vuestros trabajos. En efecto, habéis analizado desde el punto de vista económico y social el cambio que se está produciendo en los países "emergentes", con sus repercusiones de carácter cultural y religioso. En particular, habéis fijado vuestra atención en las naciones de Asia, caracterizadas por fuertes dinámicas de crecimiento económico, pero que no siempre implican un desarrollo social real, y las de África, donde, por desgracia, el crecimiento económico y el desarrollo social encuentran muchos obstáculos y desafíos.

Lo que estos pueblos necesitan, como por lo demás los de todas las partes de la tierra, es sin duda alguna un progreso social y económico armonioso y de dimensión realmente humana. A este propósito, me complace citar un incisivo pasaje de la encíclica Centesimus annus del amado Juan Pablo II, donde afirma que «el desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión humana integral». Y añade que «no se trata solamente de elevar a todos los pueblos al nivel del que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo solidario una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad de responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios» (n. 29).

Encontramos aquí una enseñanza constante de la doctrina social de la Iglesia, reafirmada en numerosas ocasiones por mis predecesores durante estos últimos decenios. Precisamente este año se celebra el 40° aniversario de la publicación de una gran encíclica social del siervo de Dios Pablo VI, la Populorum progressio. En ese texto, citado muchas veces en los documentos sucesivos, aquel gran Pontífice ya afirmaba con fuerza que «el desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico», pues, «para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre» (n. 14).

La atención a las verdaderas exigencias del ser humano, el respeto a la dignidad de toda persona y la búsqueda sincera del bien común son los principios inspiradores que se han de tener presentes cuando se proyecta el desarrollo de una nación. Pero, por desgracia, esto no siempre sucede. En la sociedad actual globalizada se registran a menudo desequilibrios paradójicos y dramáticos. En efecto, cuando se considera el incremento sostenido de los índices de crecimiento económico, cuando se analizan las problemáticas relacionadas con el progreso moderno, sin excluir la elevada contaminación y el consumo irresponsable de los recursos naturales y ambientales, resulta evidente que sólo un proceso de globalización atento a las exigencias de la solidaridad puede garantizar a la humanidad un futuro de auténtico bienestar y de paz estable para todos.

Queridos amigos, sé que vosotros, profesionales y fieles laicos activamente comprometidos en el mundo, queréis contribuir a resolver estas problemáticas a la luz de la doctrina social de la Iglesia. Otro de vuestros objetivos es promover la cultura de la solidaridad y favorecer un desarrollo económico atento a las expectativas reales de las personas y de los pueblos. A la vez que os animo a proseguir vuestro compromiso, quisiera reafirmar que sólo de la unión ordenada de los tres niveles irrenunciables del desarrollo -económico, social y humano- puede nacer una sociedad libre y solidaria.

Comparto de buen grado, en esta circunstancia, lo que el Papa Montini expresó con claridad apasionada en su ya citada encíclica Populorum progressio: «Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada vez en mayor número, para este mismo desarrollo se exige más todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación» (n. 20).

Esta es vuestra misión; esta es la tarea que el Señor os encomienda al servicio de la Iglesia y de la sociedad, y sé que la estáis realizando con celo y generosidad. Al respecto, he sabido con placer que vuestra Fundación está extendiendo su presencia en diversos países de Europa y América. Me alegra verdaderamente. Sobre vosotros y sobre vuestras iniciativas, así como sobre vuestras familias, invoco la abundante bendición de Dios.

S. S. Benedicto XVI
Vicario de Cristo

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Pancho Pistolas

2007-08-19
A tiro de piedra
Pancho Pistolas

El personaje es un dibujo animado que representa a un gallo buscapleitos, que todo lo resuelve repartiendo balazos con los dos revólveres que lleva al cinto. Pancho Pistolas, así se llama el personaje, es de muy pocas pulgas y no se aguanta nada. Su mejor arma es la fama de matón, que atemoriza y le guarda de cualquiera que desee hacerle frente.

Al parecer tenemos entre nosotros a varios personajes, demasiados, diría yo, que emulan a ese gallito de la Walt Disney, pero con armas y balas de verdad. Hace un par de semanas mataron a un niño que, lleno de terror, no pudo huir de la balacera injustificada que protagonizó un grupo de pandilleros en Patio Pinel, Corregimiento de Santa Ana de la Capital. Sin motivo ni amenaza alguna, el niño de 10 años recibió un balazo en la cabeza, para que la próxima vez aprendiera a correr. Para él, dolorosamente, no hubo próxima vez; para su asesino, el propósito era escarmentar e intimidar a otros a costa de la vida de su indefensa víctima.

Sin que se apisone aún la tierra de la tumba del niño, ya han surgido otros Pancho Pistolas. Los hubo en los enfrentamientos sindicales de San Francisco y Chilibre, y en la disputa entre dos viejos militantes del partido político que tiene como inspiración a un líder ya muerto, quien a su vez participó en el derrocamiento armado de un presidente de nuestro país en la década de 1930.

De toda esta vorágine pistolera, la conclusión lógica es que aquí más de cuatro se creen con el derecho de imponerse a sangre y fuego sobre los demás. Ojalá se le ocurriera al gobierno soltarle las manos y los pies a la policía, y mandarla a desarmar a esos siete machos que tenemos por allí. Con una sanción ejemplar, y la humillación de verse esposados y conducidos ante los jueces, los Pancho Pistolas criollos podrían entrar en razón, o al menos tener la certeza de que existe castigo para su criminal comportamiento.

Necesitamos recuperar el control social que emana del rechazo de la población hacia el que delinque. Que los abogados decentes se nieguen a defenderlos, para que lo hagan los de otra calaña; que la autoridad de policía pueda actuar sin ser mediatizada; que los jueces hagan justicia rápida, efectiva y ejemplar. Eso es lo que se impone, ante que a los Pancho Pistolas comiencen a salirle los justicieros que toman el lugar de la autoridad y de la ley.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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La muerte como medio

2007-08-19
Editorial
La muerte como medio

Una vez más la muerte se impone sobre el diálogo y la ley, durante la reciente disputa entre dos grupos sindicales de la construcción. La fuerza y la violencia han dado los únicos premios que son capaces: el dolor y la muerte. Una vida se ha perdido; la de un padre, hijo y compañero. ¿Quién la reemplazará?

En este caso resalta la ausencia de autoridad legal y moral, según la condición de las partes. Se acusa a la autoridad, de parte y parte, y se desconfía de ella. Se recurre a la violencia, so pretexto de reclamar derechos y defenderlos, según el cristal con que se mira, y se deja de lado la búsqueda de la justicia y de la ley, porque no hay confianza y credibilidad en ellas, o porque se confía más en las propias fuerzas para prevalecer y hacerse valer de esa manera.

Sin duda hay una crisis, tanto en valores como en lo institucional; crisis que se ahonda y hace metástasis en el tejido social. Ahora se culpará de la muerte al otro, pero no se asumirá la responsabilidad propia, a causa de principios ideológicos y de manejo político que no permiten claudicar ni reconocer la propia responsabilidad, o irresponsabilidad, en el hecho sangriento.

Que la muerte del obrero asesinado no sea en vano. Que ayude a reflexionar a sus compañeros, a sus adversarios, y a las autoridades competentes en materia de sindicalización y de orden público. En un régimen democrático y libre, al menos debe funcionar un par de cosas: la libertad de todos a asociarse, y el estado de derecho. Conculcar la primera y desconocer el segundo, ya sea de obra u omisión, es un acto inadmisible y peligroso para la sociedad; acto que ya no tiene cabida en la humanidad actual.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Contraste centenario

2007-08-19
El ojo del profeta
Contraste centenario

Mientras la Ciudad de Panamá conmemoraba sus 488 años dos bandos sindicales protagonizaban una disputa, que se saldó con la muerte uno de sus militantes. Notorio contraste entre las espada y el arcabuz que afianzaba la conquista, y el palo, la varilla y el revólver que pretende defender la hegemonía sindical.

Además del dolor y el luto que trae la muerte, vemos con estupor el acto vergonzoso e irracional que representa la pelea entre obreros de la construcción. Si ese es el ejemplo que dan a sus compañeros y al resto de la comunidad, ¿qué esperanza tenemos de ver algún día un movimiento obrero capaz de dialogar y coadyuvar en el mejoramiento integral de la actividad laboral del país?

La anhelada unidad de los trabajadores que tanto hemos soñado debe darse, no en el centralismo de las organizaciones sino en la diversidad de ellas. Es vital el respeto mutuo, la acción libre de las diversas corrientes, y el firme convencimiento de que los ideales y aspiraciones comunes pueden alcanzarse a través de la colaboración el entendimiento de las diversas corrientes que, cual la suma de diferentes miembros, al final sean capaces de integrar un mismo cuerpo.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Aparecida y desarrollo

2007-08-12
La Voz del Pastor
Aparecida y desarrollo

Dentro de pocos días estará ya a la venta en las librerías católicas de Panamá, la edición impresa del Documento de Aparecida con lo que será más asequible para todos los fieles. Su lectura meditativa dará frutos de relanzamiento de nuestra vida cristiana, de revisión creativa de nuestra manera de vivir el Evangelio y de practicarlo a través de acciones pastorales y otras. Hay que dar gracias al Señor porque quienes participaron en la V Conferencia y aportaron en sus trabajos lo que habían escuchado de sus pueblos en la consulta realizada el año anterior, y por el don del Espíritu Santo que experimentaron durante sus reuniones. El Señor hace grandes cosas.

Dice el Evangelio de Juan: "Para que tengan vida en abundancia" (Jn 10, 10). En el título que el Papa puso a la Conferencia se decía “… para que nuestros pueblos en El tengan vida”. Precisamente por esta misma preocupación, uno de cuyos componentes son las condiciones de vida social, política y económica, de nuestro pueblo, especialmente de los más pobres, la Conferencia Episcopal Panameña desde hace años ha planteado la necesidad de un desarrollo integral de nuestro país.

La categoría de “desarrollo integral” introducida por Juan XXIII en Mater et Magistra, desarrollada por Pablo VI (Populorum Progressio) y Juan Pablo II (Sollicitudo rei Sociali), así como la inseparable noción de bien común, “el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 193), resultan particularmente iluminadoras para una acción a favor de una economía al servicio de todos los hombres y de todo el hombre, así como de una justicia social más efectiva; exigencia inherente a nuestra condición de discípulos del Señor. Decía recientemente el Papa Benedicto XVI, en su discurso a Cáritas Internationalis: «Los grandes desafíos a los que se enfrenta el mundo actual, como la globalización, los abusos contra los derechos humanos o las estructuras injustas, no pueden ser afrontados y superados a menos que la atención se dirija hacia las necesidades más profundas de la persona: la promoción de la dignidad humana, de su bienestar y, en último término, la salvación eterna» (08.06.07).

Cuando el año pasado, en el escenario del debate sobre la ampliación de nuestra vía Interoceánica, laicos católicos y personas de buena voluntad fueron planteando que era el momento para lograr un plan para el desarrollo nacional, los obispos inmediatamente lo apoyamos, como también hemos apoyado y animado en la acción que, ya encomendada al PNUD para su facilitación, pasó a llamarse “Concertación” (obviamente para quiénes, qué y cómo desarrollo). Dice ahora el Documento de Aparecida: “Apoyar la participación de la sociedad civil para la reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política. Por ello son muy importantes los espacios de participación de la sociedad civil para la vigencia de la democracia, una verdadera economía solidaria y un desarrollo integral, solidario y sustentable”. (Aparecida 406)

Estamos llegando al final de esta etapa de la “Concertación”. No perfecta, pero con resultados realizables y perfeccionables en distintos plazos, se necesitarán una gran divulgación, un seguimiento de todas y de todos, y un ejercicio de ciudadanía para velar muy de cerca e insistentemente sobre el cumplimiento de los acuerdos. En las políticas públicas, por ejemplo.

No va a ser fácil. Tampoco para el gobierno. El Ministerio de Economía y Finanzas podrá plantear un escenario posible y efectivamente lo será, pero también dependerá de las acciones de otros, como qué política internacional va a seguir el país, qué conducta van a tener los agentes económicos, qué pasará en el escenario internacional, etc. Es un ejemplo. Tarea compleja y al mismo tiempo ética porque hablar de desarrollo implica relación entre ética y economía.

Decía el Papa Juan Pablo II hace dos décadas: “si la cuestión social ha adquirido dimensión mundial, es porque la exigencia de justicia puede ser satisfecha únicamente en este mismo plano. No atender a dicha exigencia podría favorecer el surgir de una tentación de respuesta violenta por parte de las víctimas de la injusticia, como acontece al origen de muchas guerras. Las poblaciones excluidas de la distribución equitativa de los bienes, destinados en origen a todos, podrían preguntarse: ¿por qué no responder con la violencia a los que, en primer lugar, nos tratan con violencia?” (SRS 10). Trabajemos todas y todos a favor de la paz, fruto de la justicia.

Mons. Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar

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La otra educación sexual

2007-08-12
A tiro de piedra
La otra educación sexual

El tema de actualidad en diversos círculos sociales es la educación sexual, especialmente la que se desea impartir en la escuela. Personalmente estoy de acuerdo con su inclusión dentro del programa escolar, aunque difiero con algunos contenidos. Pero en esta ocasión no me referiré a la instrucción formal en el sistema educativo, sino a la otra educación sexual; la que se aprende y se enseña en los sectores populares y el campo; la educación que heredamos de las abuelas y los mayores.

Nuestros barrios y barriadas populares tienen un rasgo común: la promiscuidad en el hogar y en la vecindad. Los cuartos en donde cohabitan revueltos adultos e infantes; hombres y mujeres. Casas de vecindad en donde los baños y los sanitarios son de uso comunal; donde falta privacidad. Lugares en los que el vecino sabe qué comemos, qué hablamos, y cuándo entramos y salimos. Sitios en los que la querida y el querido, las andanzas del muchacho y la muchacha, y la escasez o abundancia de dinero y bienes son “vox populi”.

Allá, en esos lugares, la malicia impera; malicia que lleva a la lujuria, al destape de la curiosidad, y que obliga a la estricta supervisión de los hijos. Hay oportunidad para todo, pero no es para todos que hay oportunidad. Allá, en esos sitios, el que quiere criar bien a sus chiquillos debe luchar contra el acoso de los pervertidos, que están al acecho para ser los primeros en tener sexo con las niñas, o para atraer a su círculo de drogadictos y maleantes a los niños. También están la mujeres, veinte o treintañeras, que se desviven por sentir el placer sexual con los muchachos adolescentes, y que poseen un gran repertorio de artimañas para conquistar a unos jóvenes cuyas neuronas y hormonas andan locas y a velocidades que superan las de un cohete espacial.

Nuestros campos tampoco escapan a esta realidad. Camino de la quebrada o del río; detrás de las grandes rocas o bajo un árbol frondoso, también se tejen historias similares. Sólo cambia el escenario, y la condición de hacinamiento vecinal, aunque sí persiste la promiscuidad hogareña.

Dentro de un ambiente como aquellos, ¿quién puede esperar a la enseñanza de la escuela? ¿quién puede confiar en otra persona que no sea uno mismo? ¿quién puede exigirle a las madres y a las abuelas que no le enseñen a sus hijos y nietos que dejarse tocar los genitales es malo? Sé el valor de la educación, de su ciencia y de su tecnología; pero también sé que la otra educación sexual, la del pueblo, es válida y útil en un entorno plagado de riesgos. No traigamos a menos ni condenemos esos valores populares. Bastante desgracia hay ya, en esos sitios, para despojarlos de una fórmula que ha pasado de generación en generación, y que ha salvado a muchos de la criminalidad, la droga, la prostitución, y todas aquellas consecuencias que se derivan de los placeres y los goces del sexo y el vicio.

La educación formal debe complementarse con la formación real de la sociedad. Si no en todo, al menos hagámoslo en el campo de la sexualidad.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Muerte al inocente

2007-08-12
Editorial
Muerte al inocente

Hace unos días un niño de 10 años fue muerto a tiros por un jovencito que se mantiene prófugo. No hubo motivo ni riña ni alguna otra cosa que, en apariencia, justificara ese acto inhumano o criminal. Sólo fue la acción de matar a un infante temeroso, que se acurrucó en un rincón cuando la pandilla entró disparando al patio en el que jugaba junto a otros pequeños.

La violencia armada que campea en ciertas zonas de la capital y otras ciudades del interior, se cobra con cientos de vidas al año. Unos de la misma calaña de los delincuentes; otros que resultan víctima de sus asesinos, sólo por el hecho de encontrarse en su camino.

Desde hace mucho advertimos, en este mismo espacio, del peligro que representa la proliferación de armas, tanto legales como ilegales. Caso omiso se hizo, y al pasar los años, las consecuencias que predecíamos, lastimosamente, se han producido.

Es necesario un mayor control sobre la posesión de armas, y sanciones ejemplares por su mal uso o pertenencia ilegal, sea quien sea el que incurra en tal falta o delito. La consigna de muerte al inocente que dictan algunos debe erradicarse, y solamente es posible hacerlo con leyes y autoridades capaces de frenar tan inhumana práctica.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Nuestra población indigena

2007-08-12
El Ojo del Profeta
Nuestra población indigena

Durante siglos nuestra población indígena ha sufrido la marginación y el despojo de sus tierras y sus recursos. Antes fue la conquista y la colonización europea; después la instauración de las naciones independientes. De los 500 años que llevamos como sociedad americana, al menos durante 200 han estado bajo nuestra responsabilidad como estado nacional.

La situación de las poblaciones indígenas, en la actualidad, es achacable a nuestros países y sus gobiernos; a nadie más. Lo que hemos hecho, o hagamos, es decisión y acción nuestra como sociedad. Querer justificarnos con el pasado colonial, o con gobernantes anteriores, es demagogia pura.

Ayudar a salir de la marginación a nuestros hermanos indígenas, de quienes la mayoría de los habitantes de América llevamos algo de su sangre, implica evaluar lo realizado hasta ahora, eliminar los prejuicios culturales y sociales, y consultar con ellos hacia donde quieren caminar como pueblo indígena y como integrantes de los estados nacionales. Esa ruta es difícil, por las diferencias políticas, económicas, sociales y culturales que podamos tener, pero es la que, al final, nos dará la oportunidad de alcanzar la igualdad para todos los hijos e hijas de América.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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miércoles, 15 de agosto de 2007

Y la homofilia ¿qué?

2007-08-05
A tiro de piedra
Y la homofilia ¿qué?

El debate que poco a poco se acrecienta en cuanto a la homosexualidad nos trae la figura de la homofobia, con la que algunos promotores del homosexualismo nos quieren etiquetar a los que no aceptamos sus intentos de querer imponernos la aceptación de ciertas actitudes, que igual son condenables entre los heterosexuales. Me refiero a los escándalos públicos y la licenciosa vida de placer y sexo que nos quieren ofrecer como algo bueno y normal.

La homofobia, en lenguaje moderno, es la aversión o rechazo violento y desmedido hacia las personas homosexuales. Al endilgarle el mote de homofóbico u homofóbica a alguien, se aseguran de someterlo a la marginación y a la discriminación social, obligándolo a callarse o a abstenerse de dar su opinión sobre el tema. Ese es el propósito de tan vieja y malsana práctica; la que fue utilizada por los fascistas, los comunistas, los fundamentalistas religiosos, y ahora por los favorecedores del homosexualismo. Términos como reaccionario, sedicioso, sionista, cristiano, imperialista, conservador, y otros, antes y ahora, fueron acuñados para cumplir la misión de neutralizar y perseguir socialmente a sus adversarios.

Si los promotores del homosexualismo, agrupados en el movimiento gay, se han dedicado a usar la homofobia como arma, bien podemos, en legítima defensa, poner en evidencia su homofilia. Y es esto último a lo que nos oponemos: al apetito sexual que demuestran hacia las personas de su mismo sexo. Así como nos impacta la actitud del machista que golpea a su mujer, del borracho que llega con su escándalo, y del vecino o la vecina con su vocabulario soez, nos ocurre igual con la persona homosexual que hace alarde de sus preferencias sexuales y exagera el disfrute de sus placeres delante de nuestros hijos e hijas y de nosotros mismos. El problema no es que sean homosexuales, sino su conducta y su actitud hacia el resto de la sociedad, y la intención actual de imponernos su estilo de vida como algo bueno y normal.

De lo que he observado, el movimiento gay vive de la usurpación. El color arco iris del cooperativismo es ahora un símbolo gay. El matrimonio también quieren hacerlo suyo. Niegan ser hombre o mujer, pero roban el género ajeno que por naturaleza no le es dado. Y, así, otras tantas cosas.

Frente al sistemático ataque del movimiento gay, el resto de la humanidad tiene el legítimo derecho de aclarar conceptos y situaciones. Derechos no tienen más allá de los que tenemos todos los seres humanos por igual. Y cuando vienen con su torcida homofobia, es valedero preguntarles: y la homofilia ¿qué?

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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«¡Nunca más la guerra!», «matanza inútil»

2007-08-05
La Voz del Pastor
«¡Nunca más la guerra!», «matanza inútil»

(ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI el domingo 22 de julio al rezar la oración mariana del Ángelus en Lorenzago de Cadore, la localidad de los Dolomitas italianos en la que transcurre las vacaciones de verano.

Queridos hermanos y hermanas:

En estos días de descanso que, gracias a Dios, estoy disfrutando aquí, en Cadore, experimento aún más intensamente el impacto de las noticias que me llegan sobre enfrentamientos sangrientos y episodios de violencia que se verifican en muchas partes del mundo. Esto me lleva a reflexionar una vez más sobre el drama de la libertad humana en el mundo. La belleza de la naturaleza nos recuerda que Dios nos ha puesto para «cultivar y custodiar» este «jardín», la Tierra (Cf. Génesis 2, 8-17). Si los hombres vivieran en paz con Dios y entre sí, la Tierra se parecería verdaderamente a un «paraíso». El pecado, por desgracia, ha arruinado este proyecto divino, engendrando divisiones y haciendo que entre la muerte en el mundo. De este modo, los hombres ceden a las tentaciones del Maligno y se hacen la guerra mutuamente. La consecuencia es que, en este estupendo «jardín», que es el mundo, se abren espacios de «infierno».

La guerra, con su estela de luto y destrucción, es considerada siempre y con razón una calamidad que atenta contra el proyecto de Dios, quien lo creó todo para que exista y que, en particular, quiere hacer del género humano una familia.

En este momento, no puedo dejar de recordar una fecha significativa: el 1 de agosto de 1917 --hace 90 años-- mi venerado predecesor, el Papa Benedicto XV, publicó su famosa «Nota a las potencias beligerantes», pidiendo que acabaran con la primera guerra mundial (Cf. AAS 9 [1917], 417-420). Cuando arreciaba aquel enorme conflicto, el Papa tuvo el valor de afirmar que se trataba de una «matanza inútil». Esta expresión suya se ha grabado en la historia. Estaba justificada por la situación concreta de aquel verano de 1917, especialmente en este frente véneto. Pero aquellas palabras, «matanza inútil», tienen también un valor más amplio, profético, y se pueden aplicar a otros muchos conflictos que han desgajado innumerables vidas humanas.

Precisamente estas tierras en las que nos encontramos, que de por sí hablan de paz y de armonía, fueron escenario de la primera guerra mundial, como siguen evocando muchos testimonios y algunos conmovedores cantos de los alpinos. ¡Son hechos que no hay que olvidar! Es necesario aprender de las experiencias negativas que por desgracia sufrieron nuestros padres para no repetirlas.

La «Nota» del Papa Benedicto XV no se limitaba a condenar la guerra; indicaba, a nivel jurídico, los caminos para construir una paz justa y duradera: la fuerza moral del derecho, el desarme balanceado y controlado, el arbitraje en las controversias, la libertad de los mares, la condonación recíproca de los gastos bélicos, la restitución de los territorios ocupados y negociaciones justas para dirimir las cuestiones.

La propuesta de la Santa Sede estaba orientada al futuro de Europa y del mundo, según un proyecto de inspiración cristiana, pero que puede ser compartido por todos, pues se fundamenta en el derecho de gentes.

Este es el mismo planteamiento que siguieron los siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo II en sus memorables discursos ante la Asamblea de las Naciones Unidas, repitiendo en nombre de la Iglesia: «¡Nunca más la guerra!».

Desde este lugar de paz, en el que se experimentan más aún como inaceptables los horrores de las «matanzas inútiles», renuevo el llamamiento a seguir con tenacidad el camino del derecho, a rechazar con determinación la carrera de armamentos, a oponerse más en general a la tentación de afrontar nuevas situaciones con viejos sistemas.

Con estos pensamientos y auspicios en el corazón, elevemos ahora una oración especial por la paz en el mundo, encomendándola a María santísima, reina de la paz.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Ausencia de amor

2007-08-05
Editorial
Ausencia de amor

Los miles de casos por violencia doméstica que reposan en los despachos judiciales son, entre otras cosas, el reflejo de dos situaciones: la falta de amor entre las parejas, y la valentía de las mujeres panameñas para denunciar el maltrato de que son víctimas, dejando atrás el tiempo del silencio ante tal atrocidad y pecado.

Esa ausencia de amor que aludimos, también tiene sus consecuencias en la violencia intrafamiliar que afecta a la niñez y a las personas ancianas, en muchos casos la población más vulnerable por el estado extremo de indefensión que por su realidad padecen.

Quien golpea y maltrata no ama; si amara, jamás haría daño a su prójimo, y mucho menos a los seres que le son cercanos. Panamá necesita urgentemente educar para el amor, y hacerlo a todos los niveles de la sociedad. La erradicación de la violencia, especialmente la intrafamiliar, es un objetivo que debemos esforzarnos por alcanzar.

Urge la realización de campañas contra la violencia en las escuelas, las oficinas, y los vecindarios, para coadyuvar en la transformación de nuestra sociedad. El amor y la paz son parte de la cultura de la vida que nos corresponde asumir y promover si queremos un país en el que la fraternidad y la concordia imperen. ¿Sabremos asumir este desafío?

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Seguridad Laboral

2007-08-05
El Ojo del Profeta
Seguridad Laboral

Lamentable y dolorosa resulta la muerte de cuatro trabajadores de una obra en construcción, que quedaron sepultados tras un deslizamiento de tierra en el lugar donde laboraban. Ellos se suman a otros once fallecidos durante este año, en diversos accidentes de trabajo en tareas similares.

Desde hace algún tiempo persiste la queja por la inadecuada seguridad laboral en las obras que se construyen, especialmente en las de gran altura. A pesar de las reuniones y las medidas adoptadas, aún ocurren accidentes fatales que bien pueden evitarse.

Es urgente una real y efectiva inspección en los sitios de trabajo, y que todas las partes, autoridades, empresarios y trabajadores, cumplan con las medidas de seguridad que están pensadas para crear un ambiente laboral seguro y salvaguardar la vida de quienes trabajan en las obras. Ya es tiempo de deponer, también, las actitudes que llevan a hacerse los de la vista gorda, o que intentan imponer, a palo, varilla, y soborno, el criterio y el poder de los que quieren prevalecer sobre los demás.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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