2007-08-19
A tiro de piedra
Pancho Pistolas
El personaje es un dibujo animado que representa a un gallo buscapleitos, que todo lo resuelve repartiendo balazos con los dos revólveres que lleva al cinto. Pancho Pistolas, así se llama el personaje, es de muy pocas pulgas y no se aguanta nada. Su mejor arma es la fama de matón, que atemoriza y le guarda de cualquiera que desee hacerle frente.
Al parecer tenemos entre nosotros a varios personajes, demasiados, diría yo, que emulan a ese gallito de la Walt Disney, pero con armas y balas de verdad. Hace un par de semanas mataron a un niño que, lleno de terror, no pudo huir de la balacera injustificada que protagonizó un grupo de pandilleros en Patio Pinel, Corregimiento de Santa Ana de la Capital. Sin motivo ni amenaza alguna, el niño de 10 años recibió un balazo en la cabeza, para que la próxima vez aprendiera a correr. Para él, dolorosamente, no hubo próxima vez; para su asesino, el propósito era escarmentar e intimidar a otros a costa de la vida de su indefensa víctima.
Sin que se apisone aún la tierra de la tumba del niño, ya han surgido otros Pancho Pistolas. Los hubo en los enfrentamientos sindicales de San Francisco y Chilibre, y en la disputa entre dos viejos militantes del partido político que tiene como inspiración a un líder ya muerto, quien a su vez participó en el derrocamiento armado de un presidente de nuestro país en la década de 1930.
De toda esta vorágine pistolera, la conclusión lógica es que aquí más de cuatro se creen con el derecho de imponerse a sangre y fuego sobre los demás. Ojalá se le ocurriera al gobierno soltarle las manos y los pies a la policía, y mandarla a desarmar a esos siete machos que tenemos por allí. Con una sanción ejemplar, y la humillación de verse esposados y conducidos ante los jueces, los Pancho Pistolas criollos podrían entrar en razón, o al menos tener la certeza de que existe castigo para su criminal comportamiento.
Necesitamos recuperar el control social que emana del rechazo de la población hacia el que delinque. Que los abogados decentes se nieguen a defenderlos, para que lo hagan los de otra calaña; que la autoridad de policía pueda actuar sin ser mediatizada; que los jueces hagan justicia rápida, efectiva y ejemplar. Eso es lo que se impone, ante que a los Pancho Pistolas comiencen a salirle los justicieros que toman el lugar de la autoridad y de la ley.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
Pancho Pistolas
El personaje es un dibujo animado que representa a un gallo buscapleitos, que todo lo resuelve repartiendo balazos con los dos revólveres que lleva al cinto. Pancho Pistolas, así se llama el personaje, es de muy pocas pulgas y no se aguanta nada. Su mejor arma es la fama de matón, que atemoriza y le guarda de cualquiera que desee hacerle frente.
Al parecer tenemos entre nosotros a varios personajes, demasiados, diría yo, que emulan a ese gallito de la Walt Disney, pero con armas y balas de verdad. Hace un par de semanas mataron a un niño que, lleno de terror, no pudo huir de la balacera injustificada que protagonizó un grupo de pandilleros en Patio Pinel, Corregimiento de Santa Ana de la Capital. Sin motivo ni amenaza alguna, el niño de 10 años recibió un balazo en la cabeza, para que la próxima vez aprendiera a correr. Para él, dolorosamente, no hubo próxima vez; para su asesino, el propósito era escarmentar e intimidar a otros a costa de la vida de su indefensa víctima.
Sin que se apisone aún la tierra de la tumba del niño, ya han surgido otros Pancho Pistolas. Los hubo en los enfrentamientos sindicales de San Francisco y Chilibre, y en la disputa entre dos viejos militantes del partido político que tiene como inspiración a un líder ya muerto, quien a su vez participó en el derrocamiento armado de un presidente de nuestro país en la década de 1930.
De toda esta vorágine pistolera, la conclusión lógica es que aquí más de cuatro se creen con el derecho de imponerse a sangre y fuego sobre los demás. Ojalá se le ocurriera al gobierno soltarle las manos y los pies a la policía, y mandarla a desarmar a esos siete machos que tenemos por allí. Con una sanción ejemplar, y la humillación de verse esposados y conducidos ante los jueces, los Pancho Pistolas criollos podrían entrar en razón, o al menos tener la certeza de que existe castigo para su criminal comportamiento.
Necesitamos recuperar el control social que emana del rechazo de la población hacia el que delinque. Que los abogados decentes se nieguen a defenderlos, para que lo hagan los de otra calaña; que la autoridad de policía pueda actuar sin ser mediatizada; que los jueces hagan justicia rápida, efectiva y ejemplar. Eso es lo que se impone, ante que a los Pancho Pistolas comiencen a salirle los justicieros que toman el lugar de la autoridad y de la ley.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario