2007-08-19
Editorial
La muerte como medio
Una vez más la muerte se impone sobre el diálogo y la ley, durante la reciente disputa entre dos grupos sindicales de la construcción. La fuerza y la violencia han dado los únicos premios que son capaces: el dolor y la muerte. Una vida se ha perdido; la de un padre, hijo y compañero. ¿Quién la reemplazará?
En este caso resalta la ausencia de autoridad legal y moral, según la condición de las partes. Se acusa a la autoridad, de parte y parte, y se desconfía de ella. Se recurre a la violencia, so pretexto de reclamar derechos y defenderlos, según el cristal con que se mira, y se deja de lado la búsqueda de la justicia y de la ley, porque no hay confianza y credibilidad en ellas, o porque se confía más en las propias fuerzas para prevalecer y hacerse valer de esa manera.
Sin duda hay una crisis, tanto en valores como en lo institucional; crisis que se ahonda y hace metástasis en el tejido social. Ahora se culpará de la muerte al otro, pero no se asumirá la responsabilidad propia, a causa de principios ideológicos y de manejo político que no permiten claudicar ni reconocer la propia responsabilidad, o irresponsabilidad, en el hecho sangriento.
Que la muerte del obrero asesinado no sea en vano. Que ayude a reflexionar a sus compañeros, a sus adversarios, y a las autoridades competentes en materia de sindicalización y de orden público. En un régimen democrático y libre, al menos debe funcionar un par de cosas: la libertad de todos a asociarse, y el estado de derecho. Conculcar la primera y desconocer el segundo, ya sea de obra u omisión, es un acto inadmisible y peligroso para la sociedad; acto que ya no tiene cabida en la humanidad actual.
Editorial
La muerte como medio
Una vez más la muerte se impone sobre el diálogo y la ley, durante la reciente disputa entre dos grupos sindicales de la construcción. La fuerza y la violencia han dado los únicos premios que son capaces: el dolor y la muerte. Una vida se ha perdido; la de un padre, hijo y compañero. ¿Quién la reemplazará?
En este caso resalta la ausencia de autoridad legal y moral, según la condición de las partes. Se acusa a la autoridad, de parte y parte, y se desconfía de ella. Se recurre a la violencia, so pretexto de reclamar derechos y defenderlos, según el cristal con que se mira, y se deja de lado la búsqueda de la justicia y de la ley, porque no hay confianza y credibilidad en ellas, o porque se confía más en las propias fuerzas para prevalecer y hacerse valer de esa manera.
Sin duda hay una crisis, tanto en valores como en lo institucional; crisis que se ahonda y hace metástasis en el tejido social. Ahora se culpará de la muerte al otro, pero no se asumirá la responsabilidad propia, a causa de principios ideológicos y de manejo político que no permiten claudicar ni reconocer la propia responsabilidad, o irresponsabilidad, en el hecho sangriento.
Que la muerte del obrero asesinado no sea en vano. Que ayude a reflexionar a sus compañeros, a sus adversarios, y a las autoridades competentes en materia de sindicalización y de orden público. En un régimen democrático y libre, al menos debe funcionar un par de cosas: la libertad de todos a asociarse, y el estado de derecho. Conculcar la primera y desconocer el segundo, ya sea de obra u omisión, es un acto inadmisible y peligroso para la sociedad; acto que ya no tiene cabida en la humanidad actual.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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