2007-05-06
A Tiro de Piedra
A Tiro de Piedra
Las Bóvedas
El complejo amurallado al extremo del viejo barrio de San Felipe aún conserva esa magia cautivadora para propios y extraños. En uno de mis acostumbrados paseos por el Casco Antiguo de la ciudad, ya no tan frecuentes como antes, veo los vientos de cambio. Artesanos, buhoneros, cantantes populares, un muchacho indígena con un mono tití al hombro, y un vendedor de pinturas que habla resueltamente en inglés con los turistas. Apacible en ratos, concurrido en otros momentos, el monumento guarda los recuerdos de nuestra historia colonial y republicana, y la memoria de quienes vivimos nuestra niñez en el viejo barrio.
Me asomo por una de sus barandas, que antiguamente arrullaban los cañones que defendían la ciudad, y veo la formación rocosa sobre la cual se asienta la fortaleza. Rocas color ocre que quedan al descubierto con la marea seca. Son las mismas por las que caminó mi padre y mis tíos en su niñez, al igual que mis hermanos y yo. Bajo ellas encontrábamos cangrejos, caracoles, y otras criaturas marinas. Hacia mi derecha, la "pocita chiricana", donde tantos muchachos practicamos las primeras brazadas aprovechando la bajamar. A lo lejos, Amador, con su nuevos edificios; verdaderos esperpentos que afean el paisaje. Hubiera sido mejor construir con el estilo canalero, y preservar el paisaje arquitectónico del lugar. La calzada cambia, y ya no es aquella que veía desde el último piso de mi escuela Nicolás Pacheco, y que miraba con el deseo de recorrerla un día, porque en aquellos tiempos se impedía el paso por causa de la base militar estadounidense que allí operaba.
Las Bóvedas, o Plaza de Francia, es un rincón de la ciudad encantador. Las viejas celdas de cuando era la Cárcel de Chiriquí, albergan ahora un restaurante y tiendas de curiosidades. El gallo sobre el obelisco nos recuerda el esfuerzo francés por construir el Canal de Panamá. En el arco techado, y labrado en piedra, la historia de la vía acuática. La estatua de Pablo Arosemena preside, por tamaño, el resto de los bustos de los personajes que el sitio rememora. El antiguo edificio de la Corte Suprema, y que sirvió de Asamblea Nacional, alberga ahora al Instituto de Cultura, cuya entrada está custodiada por dos antiguos cañones coloniales. Al frente, la embajada francesa, a cuyo costado hay una galería o salón cultural que no pude visitar en esta ocasión.
Por los alrededores de Las Bóvedas, pequeños restaurantes le dan hospitalidad a los visitantes. Las casas y los edificios restaurados contrastan con los que todavía necesitan ese auxilio. Y lo más importante, el resto de nuestro pueblo que aún permanece en el área, entre la incertidumbre y la nostalgia de la inminente partida de un pedazo de ciudad que de lo popular se transmuta en zona de habitantes ricos, que le traerá el aburrimiento de los zaguanes cerrados y el silencio de aquellos que, por su "buena" educación, reprimen el grito y el bullicio de una panameñidad populachera poco instruida, pero llena de vida y alegría desbordante.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
El complejo amurallado al extremo del viejo barrio de San Felipe aún conserva esa magia cautivadora para propios y extraños. En uno de mis acostumbrados paseos por el Casco Antiguo de la ciudad, ya no tan frecuentes como antes, veo los vientos de cambio. Artesanos, buhoneros, cantantes populares, un muchacho indígena con un mono tití al hombro, y un vendedor de pinturas que habla resueltamente en inglés con los turistas. Apacible en ratos, concurrido en otros momentos, el monumento guarda los recuerdos de nuestra historia colonial y republicana, y la memoria de quienes vivimos nuestra niñez en el viejo barrio.
Me asomo por una de sus barandas, que antiguamente arrullaban los cañones que defendían la ciudad, y veo la formación rocosa sobre la cual se asienta la fortaleza. Rocas color ocre que quedan al descubierto con la marea seca. Son las mismas por las que caminó mi padre y mis tíos en su niñez, al igual que mis hermanos y yo. Bajo ellas encontrábamos cangrejos, caracoles, y otras criaturas marinas. Hacia mi derecha, la "pocita chiricana", donde tantos muchachos practicamos las primeras brazadas aprovechando la bajamar. A lo lejos, Amador, con su nuevos edificios; verdaderos esperpentos que afean el paisaje. Hubiera sido mejor construir con el estilo canalero, y preservar el paisaje arquitectónico del lugar. La calzada cambia, y ya no es aquella que veía desde el último piso de mi escuela Nicolás Pacheco, y que miraba con el deseo de recorrerla un día, porque en aquellos tiempos se impedía el paso por causa de la base militar estadounidense que allí operaba.
Las Bóvedas, o Plaza de Francia, es un rincón de la ciudad encantador. Las viejas celdas de cuando era la Cárcel de Chiriquí, albergan ahora un restaurante y tiendas de curiosidades. El gallo sobre el obelisco nos recuerda el esfuerzo francés por construir el Canal de Panamá. En el arco techado, y labrado en piedra, la historia de la vía acuática. La estatua de Pablo Arosemena preside, por tamaño, el resto de los bustos de los personajes que el sitio rememora. El antiguo edificio de la Corte Suprema, y que sirvió de Asamblea Nacional, alberga ahora al Instituto de Cultura, cuya entrada está custodiada por dos antiguos cañones coloniales. Al frente, la embajada francesa, a cuyo costado hay una galería o salón cultural que no pude visitar en esta ocasión.
Por los alrededores de Las Bóvedas, pequeños restaurantes le dan hospitalidad a los visitantes. Las casas y los edificios restaurados contrastan con los que todavía necesitan ese auxilio. Y lo más importante, el resto de nuestro pueblo que aún permanece en el área, entre la incertidumbre y la nostalgia de la inminente partida de un pedazo de ciudad que de lo popular se transmuta en zona de habitantes ricos, que le traerá el aburrimiento de los zaguanes cerrados y el silencio de aquellos que, por su "buena" educación, reprimen el grito y el bullicio de una panameñidad populachera poco instruida, pero llena de vida y alegría desbordante.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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