viernes, 18 de mayo de 2007

Id y bautizad a todas las gentes

2007-05-20
La Voz del Pastor
Id y bautizad a todas las gentes

Este fue el último mandato que nos dejó nuestro Señor Jesucristo por medio de sus discípulos antes de subir al cielo; estamos celebrando la fiesta de la Ascensión al cielo y eso nos recuerda que este mandato es de actualidad y debemos cumplirlo como cristianos que somos.

Deseo compartir con ustedes la experiencia vivida en el congreso que celebró los cincuenta años de la encíclica "FIDEI DONUM" del Papa Pío XII, quien en su momento exhortaba a la Iglesia entera a la evangelización desde el compromiso de los sacerdotes, llamados Fidei Donum para llevar la Buena Nueva de la Salvación en tierras de misión; el objetivo en aquel momento era el Continente africano. Sabemos y conocemos que toda la Iglesia es misionera y todo cristiano tiene la misión de ser portador del Evangelio para todos aquellos que no conocen a Jesucristo.

En esa perspectiva conocemos que en nuestros centros de formación seminarística se hace muy poco énfasis y casi nada sobre nuestra labor misionera; debemos tener conciencia que muchos laicos en nuestro mundo tienen un espíritu más misionero que nuestros propios sacerdotes y eso nos debe cuestionar mucho, ya que somos los primeros que tendríamos que salir adelante, en cuanto a disponibilidad, para ir a la misión ad gentes, que tanto nos pide la iglesia hoy. Sabemos y conocemos que las dos terceras partes de la humanidad no conoce a Jesucristo y eso debe cuestionar nuestra propia respuesta a la llamada del Señor.

A nuestro pueblo panameño debe ser de mucha apertura el poder vivir la experiencia del laicado Fidei Donum que se orienta a la evangelización en tierras de misión; en estos momentos en que la Iglesia latinoamericana vive su momento de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida es interesante interpelarnos sobre la cantidad de misioneros. Religiosos, religiosas, sacerdotes o laicos viven esa experiencia en otras latitudes del mundo y cómo se compromete la iglesia local en nuestra provincia eclesiástica para mantener vivo el espíritu de estas personas donde sea que se encuentren.

Sería lamentable reconocer que no tenemos personas capacitadas para llevar el Evangelio a otras latitudes del mundo por falta de generosidad o de disponibilidad para ir por el mundo entero y cumplir la misión que Cristo nos encomendó.

Según palabras del Papa Pío XII, él exhortaba a todos los cristianos a propagar agradecida y generosamente la fe recibida. Pero esta fe recibida se queda muchas veces en nuestro pueblo fiel en una fe encerrada en sí misma y temerosa, sin esa fuerza del Espíritu que nos impulsa a superar las barreras que el mundo quiera imponernos y salir con una fuerza arrolladora a convencer al mundo entero de la dinamicidad de nuestra fe que transforma y cambia los corazones débiles y agobiados por el peso de las angustias y sufrimientos de cada día.

En muchos momentos de nuestra historia damos la sensación de estar anclados en realidades del pasado y no ver el dinamismo que imprime el Espíritu del Señor que nos lleva hacia un amplio proceso teológico, pastoral y vital que aspira a lograr la madurez de nuestras iglesias, que el decreto Ad Gentes calificó de JOVENES. Aparte de eso, todos, sin excepción, somos responsables de la misión de la iglesia; esto quiere decir que no podemos quedarnos dentro de una realidad territorial, sino ver todo el contexto de nuestra iglesia universal y abrir los corazones para una misión que no se queda en lo folclórico de una realidad muy propia, por el contrario se abre a una realidad de amor y respeto a nuestras culturas, asumiéndolas desde la experiencia del amor que Cristo nos dejó como expresión de nuestra vivencia evangelizadora.

Es importante que nuestro pueblo panameño tome conciencia de su misión dentro de la catolicidad de la iglesia de Jesucristo y asumamos nuestra misión desde la experiencia de vida con un compromiso más estable de nuestra fe y un deseo de contribuir, dentro de la humanidad, a vivir aquellos valores que dignifican a la persona y la hacen partícipe de la gran expresión de ser imagen de un Dios que es amor, confianza, solidaridad y fraternidad.

Que el Dios de la vida y de nuestra historia nos haga superar las barreras que nos impiden vivir la fraternidad y el respeto entre nosotros y que nuestra Madre, bajo la advocación de Santa María la Antigua nos acompañe en nuestro caminar hacia la gran misión continental que trabajaremos desde las conclusiones de la reunión de Aparecida.

Mons. Pedro Hernández Cantarero
Obispo Apostólico de Darién

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