2009-08-02
A tiro de piedra
Conversación en tiempo de generaciones
Un famoso cantante popular en los tiempos de mi padre, interpretaba una canción titulada “Conversación en tiempo de bolero”. Lo que más me llamaba la atención de la letra de la melodía era una parte que decía, “porque contigo no se puede hablar”. El intérprete se quejaba de no poder dialogar con su mujer debido a una evidente falta de entendimiento.
Igual ocurre con las distintas generaciones de la familia, cuando no se practica el diálogo. Son innumerables las veces que he tenido la oportunidad de observar discusiones familiares, o ser protagonista de ellas. Por lo general, las discusiones comienzan con el consabido “en mi tiempo era mejor", o "no era así”, o “esta juventud está perdida”, y cosas por el estilo.
Veamos, en tono de cuento, cómo sería una discusión entre un joven de 14 años, su padre de 40 y su abuelo que ronda los 65. Los tres están sentados frente al televisor viendo el partido de fútbol, mientras el joven, eufórico y fanático, alardea sobre las habilidades de Messi. Su padre, ni corto ni perezoso, recuerda a Maradona, como el más grande entre los grandes. El abuelo, que todavía tiene el temple de quién toda la vida ha trabajado duro, saca a relucir, del empolvado baúl de los recuerdos, al rey Pelé. De esta forma comienza la discusión, que, después del segundo tiempo, acabará criticando la música y la manera de vestir del mozuelo.
Hijo mío, le recrimina el Padre. En mi tiempo no vestíamos esos trapos que ustedes se ponen hoy. Tampoco escuchábamos esa música estridente ni llegábamos tan tarde a casa. Ustedes son una generación pérdida. En eso, interrumpe el abuelo y dice:
Esos nombrecitos de sus conjuntos, con esas muchachitas semivestidas y esos tipos mamarrachos, no están en nada. En mi época, el Gran Combo o la Fania hubieran acabado con cualquiera de esos. El padre regresa a escena y añade, hasta en el baile están despistados. La pareja por un lado, y ustedes por el otro. La discusión avanza, hasta el punto en que la autoridad de los mayores se impone. Aquí no hay penales ni tiempo suplementario. Los padres son los padres, y punto.
El jovenzuelo se retira con el rabo entre las piernas. La venganza, como una represalia a su bisoña erudición futbolística, se ha consumado. En su mente afloran los argumentos, que celosamente guarda en secreto. Qué puede criticar el abuelo cuando, según las anécdotas familiares, bailó bomba, twist y go-go y sé colaba en los quinceaños. Y papá…bien que movió su cuerpo al ritmo de la lambada y aún hasta suspira por mamá cuando escucha una canción de Menudo o Air Supply . Y del vestido, ni hablar. Nada tiene de diferente las faldas de medio paso que vio mi abuelo, con los pantaloncitos del tiempo de papá y las minis de mis amigas.
Realmente, sólo cambia la forma. Las películas de vaqueros se trocaron en las de guerra, después Rambo, y ahora tienen su expresión en Matrix. Los tragos y los cigarrillos son de la misma marca. Lo único que cambia son el escenario y los actores.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
Conversación en tiempo de generaciones
Un famoso cantante popular en los tiempos de mi padre, interpretaba una canción titulada “Conversación en tiempo de bolero”. Lo que más me llamaba la atención de la letra de la melodía era una parte que decía, “porque contigo no se puede hablar”. El intérprete se quejaba de no poder dialogar con su mujer debido a una evidente falta de entendimiento.
Igual ocurre con las distintas generaciones de la familia, cuando no se practica el diálogo. Son innumerables las veces que he tenido la oportunidad de observar discusiones familiares, o ser protagonista de ellas. Por lo general, las discusiones comienzan con el consabido “en mi tiempo era mejor", o "no era así”, o “esta juventud está perdida”, y cosas por el estilo.
Veamos, en tono de cuento, cómo sería una discusión entre un joven de 14 años, su padre de 40 y su abuelo que ronda los 65. Los tres están sentados frente al televisor viendo el partido de fútbol, mientras el joven, eufórico y fanático, alardea sobre las habilidades de Messi. Su padre, ni corto ni perezoso, recuerda a Maradona, como el más grande entre los grandes. El abuelo, que todavía tiene el temple de quién toda la vida ha trabajado duro, saca a relucir, del empolvado baúl de los recuerdos, al rey Pelé. De esta forma comienza la discusión, que, después del segundo tiempo, acabará criticando la música y la manera de vestir del mozuelo.
Hijo mío, le recrimina el Padre. En mi tiempo no vestíamos esos trapos que ustedes se ponen hoy. Tampoco escuchábamos esa música estridente ni llegábamos tan tarde a casa. Ustedes son una generación pérdida. En eso, interrumpe el abuelo y dice:
Esos nombrecitos de sus conjuntos, con esas muchachitas semivestidas y esos tipos mamarrachos, no están en nada. En mi época, el Gran Combo o la Fania hubieran acabado con cualquiera de esos. El padre regresa a escena y añade, hasta en el baile están despistados. La pareja por un lado, y ustedes por el otro. La discusión avanza, hasta el punto en que la autoridad de los mayores se impone. Aquí no hay penales ni tiempo suplementario. Los padres son los padres, y punto.
El jovenzuelo se retira con el rabo entre las piernas. La venganza, como una represalia a su bisoña erudición futbolística, se ha consumado. En su mente afloran los argumentos, que celosamente guarda en secreto. Qué puede criticar el abuelo cuando, según las anécdotas familiares, bailó bomba, twist y go-go y sé colaba en los quinceaños. Y papá…bien que movió su cuerpo al ritmo de la lambada y aún hasta suspira por mamá cuando escucha una canción de Menudo o Air Supply . Y del vestido, ni hablar. Nada tiene de diferente las faldas de medio paso que vio mi abuelo, con los pantaloncitos del tiempo de papá y las minis de mis amigas.
Realmente, sólo cambia la forma. Las películas de vaqueros se trocaron en las de guerra, después Rambo, y ahora tienen su expresión en Matrix. Los tragos y los cigarrillos son de la misma marca. Lo único que cambia son el escenario y los actores.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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