2009-05-24
A tiro de piedra
Nos dejaron sin plata
Desde que tengo uso de razón, en cada cambio de gobierno el entrante se queja que el saliente no le dejó plata. Parece ser una regla política, que no tiene “acabadero”. Por estos días volvemos a escuchar ese canto, lo que indica que poco cambio veremos en ese sentido.
Antes de continuar debo aclarar, o más bien recordar, porque lo escribí antes de las elecciones, que ni me declaré loco, ni cholo, ni chocho. A ninguno le di mi voto, porque ninguno era de mi preferencia para el cargo presidencial. Así que nada me une ni me mueve a odiar a quien ganó, o a quienes perdieron; ni tengo razón para defender ni justificar las acciones de ninguna de las partes.
Cuando Marco Robles terminó su presidencia, le dijeron que hasta las vajillas de Palacio se llevó. Yo era un niño de primaria, pero recuerdo algunas cosas y hechos, aunque no los haya comprendido del todo. Fueron las elecciones de 1968. Mucha convulsión, disparos, robo de urnas, disturbios. Mucha arenga en la radio y acusaciones de toda clase. Alegría desbordante cuando Arnulfo Arias se “sentó en la silla”. A los pocos días, ya no teníamos presidente. Muy pocos alumnos llegamos a la escuela aquel día del golpe; quizá porque antes, la escuela siempre quedaba cerca de la casa de uno. La Guardia Nacional en la calle, armada hasta los dientes. Se hablaba bajito, como para que no supieran que se estaba en contra de la “tumbada de Arnulfo”. Después, los largos años de dictadura, y la lucha juvenil desde la escuela secundaria, hasta la invasión de 1989. La metamorfosis de “hijo predilecto” a “sedicioso”.
Al subir Guillermo Endara, todos sabíamos que el país estaba sin plata. Mucho desempleo, empresas quebradas o descapitalizadas, exiliados, golpeados, perseguidos, arruinados. Los billetes apenas podían tocarse, porque se deshacían en las manos. Cuentas bancarias restringidas a un retiro de 25%. Nada comparable a lo de hoy. Pero Endara no se quejó; trabajó. Ese sí que no tenía plata, pero no se quejó. ¿Por qué se quejan los que suben ahora?
Otro que no escuché quejarse por plata fue Ernesto Pérez Balladares. El Toro le dio continuidad a muchos de los proyectos que dejó Endara, aunque sí culpó al gobierno de éste de otros males.
Mireya Moscoso se quejó que el Toro no le dejó plata, y que se la había gastado en obras públicas, que estaban mal hechas. Cuando subió Martín Torrijos, también éste se quejó que Mireya no le dejó dinero. Le recriminó que inauguró obras sin concluir. Ahora que se va, los ministros designados por Ricardo Martinelli, se quejan que no le dejan plata. También hay quejas sobre las obras que avanzan a tambor batiente, para inaugurarse rápido.
¿Qué ha cambiado de nuestra política? ¿De nuestra clase partidista? Repito, por ninguno voté para presidente, pero espero que el gobierno, como institución, se dedique a trabajar y no a quejarse. Al fin y al cabo fue elegido para cambiar las cosas; y, con plata o no, tiene que cumplir sus promesas. Está por empezar y poco podemos decir ahora; pero, en un par de años, cuando los locos recuperen la cordura, aplaudirán o empezarán a pasar factura. Entonces, posiblemente, los cuerdos volveremos a ser más.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
Nos dejaron sin plata
Desde que tengo uso de razón, en cada cambio de gobierno el entrante se queja que el saliente no le dejó plata. Parece ser una regla política, que no tiene “acabadero”. Por estos días volvemos a escuchar ese canto, lo que indica que poco cambio veremos en ese sentido.
Antes de continuar debo aclarar, o más bien recordar, porque lo escribí antes de las elecciones, que ni me declaré loco, ni cholo, ni chocho. A ninguno le di mi voto, porque ninguno era de mi preferencia para el cargo presidencial. Así que nada me une ni me mueve a odiar a quien ganó, o a quienes perdieron; ni tengo razón para defender ni justificar las acciones de ninguna de las partes.
Cuando Marco Robles terminó su presidencia, le dijeron que hasta las vajillas de Palacio se llevó. Yo era un niño de primaria, pero recuerdo algunas cosas y hechos, aunque no los haya comprendido del todo. Fueron las elecciones de 1968. Mucha convulsión, disparos, robo de urnas, disturbios. Mucha arenga en la radio y acusaciones de toda clase. Alegría desbordante cuando Arnulfo Arias se “sentó en la silla”. A los pocos días, ya no teníamos presidente. Muy pocos alumnos llegamos a la escuela aquel día del golpe; quizá porque antes, la escuela siempre quedaba cerca de la casa de uno. La Guardia Nacional en la calle, armada hasta los dientes. Se hablaba bajito, como para que no supieran que se estaba en contra de la “tumbada de Arnulfo”. Después, los largos años de dictadura, y la lucha juvenil desde la escuela secundaria, hasta la invasión de 1989. La metamorfosis de “hijo predilecto” a “sedicioso”.
Al subir Guillermo Endara, todos sabíamos que el país estaba sin plata. Mucho desempleo, empresas quebradas o descapitalizadas, exiliados, golpeados, perseguidos, arruinados. Los billetes apenas podían tocarse, porque se deshacían en las manos. Cuentas bancarias restringidas a un retiro de 25%. Nada comparable a lo de hoy. Pero Endara no se quejó; trabajó. Ese sí que no tenía plata, pero no se quejó. ¿Por qué se quejan los que suben ahora?
Otro que no escuché quejarse por plata fue Ernesto Pérez Balladares. El Toro le dio continuidad a muchos de los proyectos que dejó Endara, aunque sí culpó al gobierno de éste de otros males.
Mireya Moscoso se quejó que el Toro no le dejó plata, y que se la había gastado en obras públicas, que estaban mal hechas. Cuando subió Martín Torrijos, también éste se quejó que Mireya no le dejó dinero. Le recriminó que inauguró obras sin concluir. Ahora que se va, los ministros designados por Ricardo Martinelli, se quejan que no le dejan plata. También hay quejas sobre las obras que avanzan a tambor batiente, para inaugurarse rápido.
¿Qué ha cambiado de nuestra política? ¿De nuestra clase partidista? Repito, por ninguno voté para presidente, pero espero que el gobierno, como institución, se dedique a trabajar y no a quejarse. Al fin y al cabo fue elegido para cambiar las cosas; y, con plata o no, tiene que cumplir sus promesas. Está por empezar y poco podemos decir ahora; pero, en un par de años, cuando los locos recuperen la cordura, aplaudirán o empezarán a pasar factura. Entonces, posiblemente, los cuerdos volveremos a ser más.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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