lunes, 4 de mayo de 2009

El Buen Pastor

2009-05-03
La Voz del Pastor
El Buen Pastor

Amados hermanos y hermanas en el Señor, hoy día del Buen Pastor, nos han solicitado reflexionar sobre la figura del Buen Pastor en nuestro tiempo. Es importante tomar consciencia de los procesos que lleva nuestro mundo y en todos los ámbitos de la sociedad y de la cultura se ha ido asumiendo en lenguaje y la literatura eclesiástica para dar a conocer aspectos que son propios de la vida laical en términos eclesiales. Es por esto que debemos tener cuidado, a la hora de asumir nuestro propio lenguaje de situarlo en el verdadero contexto eclesial y vivirlo desde lo que Dios nos propone cada día.

La figura del Buen Pastor la asumió Jesús, desde el Antiguo Testamento, como una realidad y figura muy propia de su persona. Jesús, desde el momento de su encarnación, es, actúa y vive como protagonista y consorte de toda la historia humana. Las diversas analogías empleadas por Él para indicar su propia realidad se pueden resumir en la de Buen Pastor. Esta figura indica su ser más profundo de Hijo de Dios hecho hombre, “ungido” y “enviado” por el Padre y por el Espíritu Santo. El obra como Buen Pastor: llamando, guiando, conduciendo a buenos pastos, defendiendo, es decir, anuncia la Buena Nueva, se acerca a cada ser humano para caminar con Él y para salvarlo integralmente. Finalmente vive hondamente el estilo de vida de Buen Pastor, que “conoce amando” y que “da la vida por las ovejas”, como donación sacrificial según su misión y mandato recibido del Padre.

Las actitudes internas de Cristo Buen Pastor arrancan de su ser y se expresan en su obrar comprometido. Su interioridad es un camino o vida de donación total: “camidad en el amor, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y sacrificio” (Ef. 5,2)

El amor del Buen Pastor a toda persona humana en su integridad, porque Él es “el plan de vida… para la vida del mundo” (Jn 6, 48-51). Su “pascua” hacia el Padre se realiza por medio de esta donación sacrificial que es pacto de amor o Alianza sellada con su sangre, como máxima manifestación del amor de Dios a todos los hombres. Jesús realiza la redención por medio de esta entrega de caridad pastoral inmolativa: “por eso el Padre me ama, porque doy mi vida para tomarla de nuevo… tal es el mandato que he recibido del Padre” (Jn 10, 17-18).

Esta realidad de Cristo Buen Pastor continúa siendo actual, no sólo por unos hechos y un mensaje que son siempre válidos, sino principalmente por la presencia de Cristo resucitado en la Iglesia y en el mundo. Cristo fue y sigue siendo responsable de los intereses del Padre y de los problemas de los hombres como protagonistas y consortes de su historia.

Viendo la figura del Buen Pastor en el ministerio sacerdotal, podemos decir que éste es signo transparente del Buen Pastor. El testimonio de caridad pastoral, que es parte integrante de la evangelización, supone relación personal con Cristo, seguimiento e imitación de sus actitudes de Buen Pastor. “En virtud de su consagración, los presbíteros están configurados con Jesús, Buen Pastor, y llamados a imitar y revivir su misma caridad pastoral” (PDV 21). El Buen Pastor conoce a sus ovejas, las guía acompaña, ama y da la vida por ellas (cf. Jn 10). El sacerdote no se pertenece; ha sido llamado para ser signo de cómo ama el Buen Pastor. Este signo, como transparencia de su caridad, no admite rebajas en la santificación y en la misión. Los doce apóstoles fueron llamados a dejarlo todo para compartir la vida con Cristo y para evangelizar sin fronteras.

Ahora bien en cada iglesia particular los sacerdotes ministros deben ser la pauta de toda vida apostólica de seguimiento radical de Cristo Buen Pastor.

Por eso, en esta fiesta especial, nosotros los miembros de este sagrado orden no podemos asumir con ligereza nuestra misión ministerial, ya que, como don de Dios, hemos asumido un compromiso con Cristo y con la Iglesia, llevando adelante la misión de Buen Pastor, aunque nos sintamos atraídos por otras realidades más llamativas y que nos hacen vivir otro tipo de protagonismos que no son coherentes con la llamada que hemos recibido por parte del Señor. Nuestra misión es real y concreta y no podemos dejarla de lado, ya que somos los únicos que debemos realizar esta obra, llevándola hasta las últimas consecuencias con nuestra propia vida. Esto parecería inhumano a los ojos humanos, pero es el proyecto que Jesús nos propuso y que nosotros, con libertad de espíritu, hemos asumido y pienso que es un deber moral el llevar adelante nuestro proyecto, que es el proyecto de Jesucristo Buen Pastor.

Yo invito a todos los fieles a elevar nuestra plegaria a Dios para que quienes hemos recibido la misión de ser Buen Pastor, seamos fieles, coherentes y honestos en nuestra misión para que la Iglesia siga manifestándose como signo de la misión que Jesús nos pudo en nuestras manos.

Mons. Pedro Hernández Cantarero
Obispo del Vicariato Apostólico de Darién

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