viernes, 8 de mayo de 2009

La zapatilla, la lata y el maletín

2009-05-10
A tiro de piedra
La zapatilla, la lata y el maletín

En los meses recientes esos tres artículos se han hecho populares, y han despertado el interés y la curiosidad de la gente. Tan populares se han hecho, que donde asomaba uno la cabeza, allí estaban. Tanto los mencionaron, que perdí la cuenta de las veces que escuché de ellos.

Cuando veía la publicidad de los útiles escolares, allí aparecían los maletines. Grande era la cantidad, que hasta las entidades gubernamentales y las empresas, las obsequiaban llenas de cuadernos y lápices. Los almacenes de calzados sacaban todos los estilos de zapatillas para las clases de gimnasia y, también, para los paseos veraniegos. De todos los estilos y colores se ofrecían, con la promesa de acomodarlas en cualquier pie y el uso para toda ocasión. Zapatillas para caminar, correr, jugar y presumir. De tela, de cuero, de vinilo. Zapatillas para todos los gustos y presupuestos. Hasta se podía sacar ventaja al adversario, al jugar a la lata con ellas.

Zapatillas, lata y maletín van juntos en no pocas ocasiones. Los partidos de birria, el fin de semana, ponen de manifiesto lo que digo. En el maletín, la vestimenta y los implementos deportivos. En la hielera, cualquier cantidad de latas. Las hay de soda, de jugo, de cerveza, de cuba libre, de malta y de maltín, y de otras bebidas. Completa el trío las zapatillas; ya sea para jugar, o sólo para presumirlas. Nunca faltan.

Los sábados, cuando salen de trabajar los obreros, los ve uno con su maletín al hombro y calzados con sus zapatillas de marca, en pos de una lata de cerveza. Los más sedientos hasta la encargan y salen con ella de la mano. Es un trío que va de aquí para allá, en la capital o el interior. Zapatilla, lata y maletín, juntitos se marchan al pindín.

El panameño moderno parece haber adoptado esta tripleta. El viernes se ha convertido en día informal en múltiples oficinas, y se llega a trabajar en suéter y zapatillas. Los que toman la tarde para ejercitarse en el parque o el gimnasio, las transportan en un maletín durante el resto de los días. Los que acostumbran a reunirse al final de la jornada semanal, se echan su maletín al hombro y, orondos y bien enzapatillados, llegan al bar y, entre lata y lata, comentan del acontecer cotidiano.

Dicen que las zapatillas son prácticas y cómodas; pero eso no se cumple en todos los casos. Un tío de mi mamá, que tenía juanetes, les abría huecos por los lados internos del pie, para que no lo torturaran. Un muchacho del barrio se paseaba con un maletín, todas las tardes, hasta que le descubrieron que dentro llevaba los objetos malhabidos que hurtaba de las casas donde lo dejaban entrar. Y el vecino que trabajaba como “bar tender” en los bailes populares, siempre traía una colección de latas de soda y cerveza, que el domingo repartía entre los inquilinos de la vecindad.

Tan alto han llegado la zapatilla, la lata y el maletín, que hasta han alcanzado fama más allá del conglomerado popular, convirtiéndose en venerados productos del entorno político; aunque, en esto, han sido dicha para unos, y desdicha para otros.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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