viernes, 24 de abril de 2009

¿Por quién votar?

2009-04-26
La Voz del Pastor
¿Por quién votar?

Una pregunta frecuente en estos tiempos es esta de ¿por quién votar? En la Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal Panameña del pasado 9 de enero, ofrecíamos criterios para iluminar la decisión. Carta sencilla, no extensa, pero con el contenido necesario para el propósito del compromiso ciudadano ante las próximas elecciones. También, Pastoral Social Arquidiocesana publicó un excelente material guía de reflexión para la Cuaresma sobre la misma temática. Se tengan dudas o no sobre quién votar, no vendrá nada mal releer estos textos.

Para todavía abundar más, voy a recordar algunos textos del Magisterio de la Iglesia sobre la temática; en particular del muy recordado y apreciado en Panamá, el siervo de Dios Juan Pablo II, del cual inauguraremos una estatua pocos días después de las elecciones. Las estatuas pueden aparecer y desaparecer (esperemos que ésta no), pero el Magisterio permanece.

La Iglesia considera en gran estima las responsabilidades políticas: “La Iglesia tiene en gran consideración y estima la actividad de aquellos que se dedican al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio”. Vaticano II, Gaudium et Spes no. 75-1

La Iglesia llama a los responsables políticos a comprometerse con un verdadero espíritu de servicio: “En el ejercicio del poder político es fundamental aquel espíritu de servicio, que, unido a la necesaria competencia y eficiencia, es el único capaz de hacer «transparente» o «limpia» la actividad de los hombres políticos, como justamente, además, la gente exige. Esto urge la lucha abierta y la decidida superación de algunas tentaciones, como el recurso a la deslealtad y a la mentira, el despilfarro de la hacienda pública para que redunde en provecho de unos pocos y con intención de crear una masa de gente dependiente, el uso de medios equívocos o ilícitos para conquistar, mantener y aumentar el poder a cualquier precio”. Juan Pablo II. Christifideles Laici no. 42

La Iglesia considera que los frecuentes desvíos dentro de la vida política no justificarán nunca una dimisión del rol ciudadano, principalmente de parte de los cristianos: “Las acusaciones de arribismo, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que con frecuencia son dirigidas a los hombres del gobierno, del parlamento, de la clase dominante, del partido político, como también la difundida opinión de que la política sea un lugar de necesario peligro moral, no justifican lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en relación con la cosa pública”. Juan Pablo II, Christifideles Laici no. 42

La Iglesia llama a cada uno a asumir su parte en el juego democrático, principalmente en el ejercicio de su derecho al voto: “Recuerden, por tanto, todos los ciudadanos el derecho y, al mismo tiempo, el deber que tienen de votar con libertad para promover el bien común”. Vaticano II, Gaudium et Spes no. 75-1

Una democracia viviente debe tener valores: “Es necesario observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia”. Juan Pablo II, Centesimus Annus no. 46

En la base de todo el esfuerzo de construcción de la comunidad humana la Iglesia coloca el principio del Bien común: “La interdependencia, cada vez más estrecha, y su progresiva universalización hacen que el bien común -esto es, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección se universalice cada vez más, e implique por ello derechos y obligaciones que miran a todo el género humano. Todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; más aún, debe tener muy en cuenta el bien común de toda la familia humana”. Gaudium et Spes no. 26

Ante la violencia la Iglesia quiere recordar que la fuente primera de la paz social es la justicia social: “La paz como fruto de la justicia. Hoy se podría decir, con la misma exactitud y análoga fuerza de inspiración bíblica (cf. Is 32, 17; Sant 32, 17), la paz es fruto de la solidaridad. El objetivo de la paz, tan deseada por todos, sólo se alcanzará con la realización de la justicia social e internacional, y además con la práctica de las virtudes que favorecen la convivencia y nos enseñan a vivir unidos, para construir juntos, dando y recibiendo, una sociedad y un mundo mejor. Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, Juan Pablo II, 1987, no. 39

La verdadera riqueza de una nación es su capacidad de compartir: “La riqueza económica de un pueblo no resulta solamente de la abundancia global de bienes, sino también y sobre todo de su distribución efectiva según la justicia, en vista de asegurar el desarrollo personal pleno de los miembros de la comunidad, pues este es el fin verdadero de la economía nacional”. Encíclica Mater et Magistra, Juan XXIII, 1961

Después de haber tenido una excesivamente larga, dispendiosa y en variados aspectos éticamente cuestionable, campaña política, que el Espíritu Santo nos ilumine en realizar la mejor elección posible en este momento de la historia panameña.

Mons. Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar

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Reacción contra el Papa

2009-04-26
A tiro de piedra
Reacción contra el Papa

Las declaraciones del Santo Padre en relación con el tratamiento del SIDA en África han provocado reacciones desproporcionadas, por parte de algunos líderes políticos y activistas de la sociedad civil de Europa, que, poco informados, se han apresurado a injuriar al Papa y a condenarlo por sus palabras.

Si algo resulta evidente en este caso es, sin equivocación, la manipulación informativa de algunos grandes medios, que, comúnmente, atacan a la Iglesia Católica. Algunos, incluso, llegaron a afirmar que las palabras del Papa fueron pronunciadas en alguno de sus discursos en suelo africano. La realidad es otra: Benedicto XVI respondió a las preguntas de los periodistas que lo acompañaban en el avión rumbo a Camerún. Al escuchar las grabaciones, también se confirma que la respuesta del Santo Padre fue tergiversada, con la cita sesgada y la omisión del resto de las ideas expresadas por él, que sacaron de contexto lo dicho por Su Santidad.

En sus respuestas, el Papa Benedicto XVI explicó que la labor de la Iglesia Católica en la lucha contra el SIDA es esencial, y mencionó el doble esfuerzo que la Iglesia en África realiza en ese sentido. Dicho en sus palabras, fue así: "una humanización de la sexualidad, es decir una renovación espiritual y humana que lleve consigo un nuevo modo de comportarse el uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo con los que sufren".

Según la versión oficial de la entrevista concedida por el Papa a los periodistas que viajaban en el avión, cuando se le preguntó sobre la supuesta "ineficacia e irrealidad" de la lucha contra el SIDA por parte de la Iglesia, el Santo Padre dijo: "yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente ante la lucha contra el SIDA es algo propio de la Iglesia Católica, con sus movimientos, con sus distintas realidades". Y añadió, ante la insistencia del tema por parte de los periodistas, que “no se puede superar este problema del SIDA solo con slogans publicitarios. Si no existe el ánimo, si los africanos no se ayudan, no se puede resolver el flagelo con la distribución de preservativos: al contrario, el riesgo que se corre es el de aumentar el problema", y que "la solución puede encontrarse solamente en un doble esfuerzo: el primero consiste en una humanización de la sexualidad, es decir una renovación espiritual y humana que lleve consigo un nuevo modo de comportarse el uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo con los que sufren, la disponibilidad, también con sacrificios, con renuncias personales, para estar con los sufrientes".

Esa fue la respuesta del Papa Benedicto XVI, que provocó tanto revuelo y tanto desatino, por parte de algunos personajes; incluidos los del patio, que se desbocaron basándose en lo que transmitieron las agencias y los medios de noticia, en vez de consultar la versión original, disponible en el portal de la Santa Sede y otros medios, que reaccionaron ante los ataques, reproduciendo la información de primera mano.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Que reine la paz

2009-04-26
Editorial
Que reine la paz

A una semana de distancia de las elecciones generales, el pueblo panameño se aboca a tomar la decisión más importante del próximo lustro: darle poder a un grupo de hombres y mujeres para gobernar el país. Presidente, alcaldes, diputados, representantes de corregimiento y concejales serán elegidos en un solo día, para un período de mandato y autoridad de cinco años.

Es deber de todo ciudadano ejercer, con libertad y sin presiones, el sufragio universal. También es un deber cívico y moral elegir candidatos probos, de buena fama, comprometidos con particulares valores que den fe de su honestidad, defensa de la vida del ser humano y la naturaleza, vocación de servicio, y claro sentido de búsqueda del bien común. Todo en función de escoger a los mejores, para el progreso y la edificación de la nación panameña.

Dentro del largo camino por alcanzar el poder, algunos han dado muestras de su inclinación por la violencia y la corrupción; éstos no merecen del voto ciudadano, y es deber de cada elector, principalmente los cristianos, de negarle el sufragio y el apoyo, para evitar ser cómplices de ellos, ya sea por desidia o por omisión. Es una decisión que debe tomarse en conciencia, al momento de depositar el voto, en lo secreto de la caseta de votación.

Resta, ahora, hacer un nuevo llamado a la paz y a la concordia. Que reinen la fraternidad, la tolerancia y el respeto entre unos y otros. El pueblo es el soberano, y la decisión que tome deberá ser acatada y respetada por todos. Más que la ganancia o la pérdida de un partido o candidato, se trata de la institucionalidad democrática del país. Rogamos, pues, por que así sea

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Hombre y naturaleza

2009-04-26
El Ojo del Profeta
Hombre y naturaleza

Uno de los problemas contemporáneos del planeta es la contaminación ambiental, que afecta con más rigor a los países pobres. El factor humano en este flagelo es el principal escollo, porque implica cambio de hábitos y esfuerzos educativos tendientes a modificar la actitud y la conducta de los seres humanos con relación al daño ambiental que inflige a la naturaleza.

El hombre fue creado por Dios para dominar la tierra, pero, al mismo tiempo, para cuidarla y hacer de ella su hogar terrenal. Es su obligación, pues, amar y velar por el equilibrio de la creación. No le es lícito, desde esa perspectiva, destruir y acabar con aquello que Dios le dio para su supervivencia, sustento y felicidad. Hombre y criaturas de la tierra deben coexistir en armonía, para mantener el perfecto equilibrio de la vida. Por eso, cada persona y cada nación o pueblo deben contribuir, largamente, con la preservación de la naturaleza y el mantenimiento de un ambiente sano, donde se garantice la primacía de la vida sobre cualquier otro interés mundano

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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viernes, 17 de abril de 2009

La misericordia entrañable, el corazón de Dios

2009-04-19
La Voz del Pastor
La misericordia entrañable, el corazón de Dios

Los hombres siempre hemos querido conocer el nombre de Dios. Y es que, para los antiguos, conocer el nombre de alguien era conocer su esencia, su realidad más íntima, en definitiva, poseerlo. En la relación con Dios, una de las principales preocupaciones ha sido conocer su nombre para poder manipularlo.

Recibida la misión de liberar a los israelitas de la opresión en Egipto, Moisés no quiere ponerse en camino si no se le revela el nombre de Dios. Se le responde escuetamente que debe decir a sus contemporáneos que “Yo Soy” es el que lo envía. Luego se precisa que se trata del Dios de los padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es decir el Dios de la alianza con Abrahán. Éste es su nombre para siempre. Así deben recordarlo las generaciones sucesivas. En definitiva, para Dios revelar su nombre es describir su actuar en la historia (cf Ex 3:13-15).

Pero el empeño humano de asegurarse la presencia y el auxilio de Dios en medio de su peregrinación por el mundo es inclaudicable. Así vemos que Moisés vuelve sobre esta problemática después del episodio del becerro dorado, cuando Dios amenazó con destruir la nación. Ahora la aspiración se expresa, como el anhelo de ver la gloria de Dios. Dios sólo se compromete a mostrar su gloria a Moisés, y a pronunciar su nombre ante él. Llegado el momento, Dios colocará a Moisés en la hendidura de una roca, y le permitirá ver sus espaldas, no así su rostro. En efecto, Moisés invocó el nombre de Yahvé, y el Señor pasó delante de él, mientras exclamaba: “Yahvé, Yahvé, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por mil generaciones y perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes; que castiga la culpa de los padres en los hijos y en los nietos hasta la tercera y cuarta generación “ (Ex 34:5-7, cf 32-34). Otra vez, Dios manifiesta su nombre describiendo su actuar en la historia de la salvación.

Durante la monarquía, David expresa su incomodidad, porque él habita en casa de cedro y el arca de la alianza, en tiendas de campaña. Entonces se propone construirle al Señor una casa próxima a la suya, por razones políticas. Pero Dios toma la iniciativa de ser él quien le construya una casa o dinastía a David (cf 2 Sam 7). A Salomón le tocará el honor de construirle al Señor un templo de piedra. En él, no se mantiene al Señor en cautiverio. En él, sólo se podrá invocar el nombre del Señor, que conserva su libertad y soberanía, frente a cualquiera pretensión humana de manipularlo (I Re 8:10-61).

Con el tiempo, los israelitas cedieron a la tentación de convertir el templo y el culto en verdaderos fetiches, vehículos de una religión formalista, divorciada de la vida, que reclamaba el testimonio de una fe traducida en obras ( cf Jer 19, y 26).

Pero cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la condición de hijos adoptivos de Dios, gracias a la agencia del Espíritu de Dios (cf Gal 4:4-6).

La obra salvífica de Dios, tantas veces descrita en el Antiguo Testamento como una palabra salvífica que se proclama, se escucha, se celebra en el culto y se testimonia en la vida cotidiana (cf Dt 6:20-25;26:5.9), pone su tienda en medio de nosotros: la humanidad de Jesús. En ella contemplamos el Ser de Dios, la gloria- amor, que ama al mundo hasta el extremo de entregar al Hijo único por la salvación de los hombres (Jn 1:14;3:16).

Esta gloria – amor, descrita por su actuar en la historia de la salvación (cf salmo 136), es un amor fiel y constante o una fidelidad y constancia amorosa. Se anticipa a perdonar antes que el pecador se arrepienta (Rom 5:8). Junto con el perdón, también olvida la ofensa, como en el caso de la mujer de Oseas, prostituta y adúltera, a la que el esposo vuelve a enamorar en el desierto como si fuera una virgen. Esto es lo que conocemos como misericordia o amor misericordioso.

En Cristo, imagen visible de Dios, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre, este amor se ha encarnado. El arcángel Gabriel nos ha revelado que su nombre es Jesús, porque por él Dios salva al pueblo de sus pecados. También se llama Emanuel, porque en él Dios está con nosotros para siempre. Él es el nuevo templo de Dios, la nueva tienda de reunión, donde Dios mismo se hace presente. También es el sumo Sacerdote consumado y el Cordero de Dios que con una sola oblación, la de su propia vida, nos alcanza el perdón del pecado y la comunión de vida con Dios.

Estos bienes nos llegan por el misterio pascual de Jesucristo, que la Iglesia nos proclama y nos comunica por los sacramentos de iniciación cristiana. Con razón el autor de la Epístola a los efesios nos anuncia la salvación como un hecho ya cumplido, pues “Dios rico en misericordia, - dice- por el grande amor, con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo... y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Ef 2:44-7). Y la oración colecta del Domingo de la misericordia ruega que lleguemos a comprender la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, el Espíritu que nos ha dado una vida nueva y la sangre que nos ha redimido

Mons. Oscar Mario Brown J.
Obispo de Santiago

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Cara de tontos

2009-04-19
A tiro de piedra
Cara de tontos

Indigna ver con qué desfachatez algunos personajes hacen declaraciones por los medios, por medio de un trabalenguas o un juego de palabras, en el que dicen y desdicen al mismo tiempo. Es el acto de hablar mucho y decir poco, en donde la jeringonza es entendida por el verdadero receptor del mensaje, pero ignorada por el resto de la gente común.

Tanto aquellos como algunos medios que le hacen eco, nos han visto la cara de tontos; o, al menos, eso es lo que piensan ellos. Todo en medio de una lucha por el poder, en la que algunos antes se odiaban y hoy se quieren; se mordían y arañaban, y ahora se besan y se abrazan. Y el juego de otros que cuando comían de la pera, no hablaban de ella, y ahora hablan más que loro de moña amarilla.

Dice uno que nació panameño, pero el éxodo lo hizo gringo. Que se hizo gringo bajo juramento y renuncia expresa de su ciudadanía, pero le bastó volver a suelo patrio, para que el aire y el polvo del terruño lo hicieran ciudadano de nuevo y en pleno goce de sus derechos. El otro jura y perjura que no recibió un maletín, pero ya no dicen que fue él sino su “viejo”. Y si fuera el viejo, por supuesto que no fue el joven. Hasta el detector de mentiras fallaría si ése fuera el caso. Por el momento, de los detalles de aquestos hechos se conoce sólo lo que se nos ha querido revelar. Y así como en el concurso de baile la culpa de no saber bailar la tenía el Anticristo, ahora la culpa de ser o no ciudadano la tenían Caifás y Poncio Pilato. Y así como se piensa que los hijos no cargan con la culpa de los padres, igual alguno dirá que tampoco tienen por qué cargar con el maletín de sus padres. Yo no fui, fue teté.

Otros que dicen que vieron, pero al mismo tiempo no vieron, fueron los guardaespaldas del colombiano Moñudo. Uno dice que no asegura que entró un maletín, ni asegura que dejó de entrar. En otras palabras, no reparó en un maletín con rueditas donde se transportaría un millón. Mas al salir, el maletín le llamó la atención. Al menos en las películas, que en su mayoría son hechos ficticios, los guardaespaldas requisan a quienes van a verse con un personaje “importante”, o notan algún bulto que parezca un arma. ¿Cuántos revólveres o pistolas caben en un maletín que puede contener un millón de dólares? No me explico qué clase de guardaespaldas eran los de Murcia, que no vieron entrar un maletín que se transporta arrastrándolo. Tampoco se notaría un perro chihuahua o un sanbernardo, ni uno no quiere verlo.

Mentira o verdad; cuento o hecho real: nada me hace pensar que haya sinceridad en lo que se dice. Mientras estaban en la buena con el moñudo, todos calladitos. Cayó en desgracia y comenzó a salpicar lodo a diestra y siniestra, y ahora todos hablan hasta por los codos. Y en ese hablar, para conseguir sus fines, nos quieren ver la cara de tontos. Ojalá y le abrieran un proceso a todos. Tanto a los que hablan como a los que son mencionados, porque todos mamaron de la misma teta.

El asunto es un descaro evidente. Ahora veo que no me equivoqué al pensar, aún antes de este cuento del moñudo y los maletines, que ninguno de los candidatos más publicitados y gastadores de plata merecían mi voto. Si es por mí, bien podrían despedirse del cargo al que aspiran.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Política deslucida

2009-04-19
Editorial
Política deslucida

Lo que empieza mal, acaba mal, dice el refrán. Si lo aplicamos al actual proceso electoral, viene muy al pelo. El insulto, la demagogia y el engaño son los elementos que más resaltan en el mensaje político. Candidaturas invalidadas por causas que debieron preverse, dudosa solvencia moral, e incredulidad y desconfianza en sus actos, también se suma al bagaje de los partidos y sus candidatos.

Por más que hemos pedido, junto a otras voces, que se deponga el gesto amenazante y la denigración mutua, poco se ha logrado. ¿Cómo pretenden algunos asumir importantes cargos públicos, si está en entredicho su honestidad? ¿Cómo pueden otros pensar en gobernar, si buscan el poder señalando el defecto ajeno sin fijarse en el propio? ¿Cómo se aspira a gobernar dentro de un clima de respeto y paz social, si los cimientos de la convivencia pacífica y la gobernabilidad han sido estremecidos hasta resquebrajarlos?

El futuro social del país está en peligro, pero el ansía de poder obnubila la razón. El bienestar de la nación está en riesgo, pero el interés propio cubre con un grueso velo la conciencia. ¿Acaso nuestra clase política no se da cuenta de la amenaza que se cierne sobre ella misma y el resto de la sociedad? Zahiere y entristece tanta indolencia e insensatez.

Una vez más pedimos, en el nombre de Dios, que se ponga alto a tanta práctica insana y destructiva. Que se tenga el valor de reconocer los errores; que se actúe con honestidad, coraje e integridad; y que se gane la simpatía del elector con planes y programas que ayuden a decidir por quienes harán el mejor trabajo como autoridad. Al menos, en estos últimos días de campaña electoral, eso nos merecemos los panameños.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Caos en el transporte

2009-04-19
El Ojo del Profeta
Caos en el transporte

A pesar de las promesas y de diversos intentos por cambiar la situación, el transporte colectivo de pasajeros en la capital continúa en un estado caótico. Intentos fallidos, resistencia al cambio, e intereses sectarios han impedido, en más de una ocasión, que se instaure un sistema de transporte de pasajeros acorde con la función que debe cumplir como servicio público.

Da dolor que entre tanto adelanto y progreso, que nos dan un aire de modernidad, la población se vea sometida a tanta tortura, tanto desprecio, y tanta explotación inmisericorde. Urge actuar con decisión y apego a la ley, para que se ponga en marcha el sistema de transporte prometido. No es cuestión de prisa; tampoco de dejarlo todo en manos del gobierno venidero. El asunto es un problema que concierne a todos: gobierno, operadores y usuarios; por tanto, si es atendido de cara a la necesidad de la población ¿cuál sería la diferencia si se comienza ahora y se continúa después? Más que algún personaje o partido se lleve o no la corona de gloria, la cosa está en hacerle justicia a decenas de miles de personas que dependen del uso de transporte público, y cuyo martirio no discrimina en colores ni bandera política.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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miércoles, 8 de abril de 2009

La Pascua

2009-04-12
La Voz del Pastor
La Pascua

Panorama Católico me ha solicitado la colaboración sobre la Pascua. Tratando de hacer algo a la vez comprensible y técnico, he acomodado unas anotaciones del liturgista y pastoralista Casiano Floristán que creo pueden servirles para entender mejor la que León I llamaba la fiesta de las fiestas (festum festorum).

a) La Pascua judía: Las fiestas principales judías eran Pascua, Pentecostés y Tabernáculos, cuya celebración se basaba en acontecimientos anualmente esperados por agricultores y ganaderos, relacionados desde siempre con Dios y, más tarde, con algunos hechos salvíficos históricos. De estas tres fiestas, la de Pascua era la más antigua e importante. Recordemos que la palabra griega pascha (en castellano pascua) es traducción del arameo phasha y del hebreo pesah, que significan «paso» o «tránsito». Así se emplea en el evangelio de San Juan (13,1): «Habiendo llegado la hora de pasar de este mundo al Padre...». Naturalmente, no se trata de un «paso» entendido simplemente como cambio de lugar, sino, más bien, como transformación de la existencia, es decir, existir de un modo nuevo.

En Pascua florecían las primeras espigas, con cuya harina se obtenían los panes ázimos, es decir, los panes sin la levadura vieja perteneciente a la cosecha anterior. La noche pascual tuvo su origen en la luna llena de primavera, momento en que los pastores se despedían con una comida (cordero, hierbas amargas, pan ázimo), dispuestos a cambiar de lugar de pastos (vestido ceñido, sandalias y bastón). Precisamente cuando los judíos preparaban sus panes ázimos para ofrecerlos a Yahvé, tuvo lugar el paso del ángel del Señor para salvar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, aproximadamente en el año 1250 antes de Cristo.

El acontecimiento del éxodo de Israel y su salida de Egipto hacia la tierra prometida se conmemoró mediante la institución pascual o el memorial de liberación: salida hacia la libertad, final de la antigua existencia y donación de nueva vida. Celebrada por las tribus en su lugar de asentamiento, la Pascua se restringió más tarde a Jerusalén y al Templo, convertidos en lugares de peregrinación. En tiempos de Jesús, la Pascua era la fiesta más importante de los judíos. Según Ex 12 y Dt 16, la Pascua es el «paso de Dios» para salvar a su pueblo de la esclavitud y llevarlo a la libertad. Según una tradición judía, la Pascua era asimismo aniversario de la creación.

El rito fundamental de la Pascua era la cena en familia o en fraternidad, a base de cordero (signo de la compasión de Dios), pan ázimo (miseria sufrida), hierbas amargas (esclavitud) y salsa roja (trabajos forzados en Egipto). Se conmemoraba la liberación de la servidumbre de Egipto, la alegría por la libertad adquirida y la espera de la venida salvadora del Mesías. Las muchedumbres se agolpaban en Jerusalén. Los padres de familia iban oportunamente al templo con su correspondiente cordero para ser degollado en la parasceve (preparación) por un sacerdote.

b) La Pascua de Cristo: El evangelio de Juan alude a tres pascuas que vivió Cristo: la que coincide con la expulsión de los mercaderes (Jn 2,12-22), la que pone de relieve el tema del pan (Jn 6) y la de la acogida triunfal de Jesús, coincidiendo con el día en que se escogían los corderos pascuales (Jn 12ss), para manifestar que Jesús es el verdadero «cordero de Dios que quita el pecado del mundo». La palabra «pascua», en el NT, equivale a la fiesta de la Pascua o de los Ázimos, a la cena pascual y al cordero pascual. La pasión de Jesús se desarrolla en un contexto pascual, ya que en ese tiempo tuvo lugar la última cena de Jesús, su prendimiento, su interrogatorio y su condena. Según los sinópticos, Jesús fue condenado en la noche de Pascua y crucificado al día siguiente. En cambio, según San Juan, todos estos acontecimientos tuvieron lugar veinticuatro horas antes (Jn 18,28; 19,14), ya que Jesús murió cuando se degollaban los corderos de Pascua, en la tarde del 14 de Nisán. Los sinópticos ponen de relieve que la última cena es la Pascua nueva y Juan acentúa que Jesús es el nuevo cordero.

Hoy se interpreta que la última cena de Jesús fue un banquete, con los gestos del ritual judío de la comida, es decir, «bendición» del pan y «acción de gracias» por el vino después de haber cenado. Los relatos de la eucaristía omiten la descripción del ritual judío y ponen el énfasis en esos dos gestos. Fue también cena de despedida de Jesús antes de la entrega. Los cuatro relatos de la institución son adaptaciones litúrgicas de las palabras y acciones de Jesús en la última cena. En realidad no cuentan lo que Jesús hizo, sino cómo celebraban los primeros cristianos y qué sentido tiene la eucaristía. Los cuatro relatos coinciden en señalar lo que Jesús hizo y difieren en precisar lo que dijo. Jesús se compara a sí mismo con el pan (cuerpo) y el vino (sangre). Según la antropología semita, el hombre es «carne»; la sangre era para los hebreos «sustancia de la vida». El término «cuerpo», en contraste con «espíritu», se emplea para referirse a toda la persona y está en conexión con el pan; la sangre apunta a la muerte violenta.

Los dos gestos judíos de Jesús en la última cena pascual manifiestan el relieve eucarístico de la Pascua cristiana. Hay una bendición sobre el pan y la copa; se ofrece el pan partido y la copa de vino, y se acompaña esta entrega con palabras significativas y eficaces. Uno de estos gestos, el de la fracción del pan, dará nombre a la eucaristía, denominada por Pablo «Cena del Señor».

c) La Pascua cristiana: El domingo, día del Señor, fue fiesta pascual semanal. Pero, aunque es posible que desde los primeros orígenes cristianos hubiese una celebración pascual cada año, no es fácil precisar cuándo se hizo el tránsito de la pascua semanal a la pascua anual. Algunos aseguran que, antes del año 50, se celebraba una vigilia pascual en las Iglesias de Roma, Corinto, Asia Menor y Jerusalén. Son meras hipótesis. Lo cierto es que, desde finales del siglo II, la Pascua anual es la fiesta más importante de la Iglesia. Hubo en ese siglo, con respecto a la celebración de la Pascua, dos corrientes que originaron una tensa controversia. La corriente oriental defendía que la Pascua debía celebrarse el Viernes Santo, al atardecer, con una eucaristía. La corriente occidental pensaba que había de festejarse en las primeras horas del domingo siguiente a ese viernes. A finales del mencionado siglo, por decisión del papa Víctor, se impuso la tradición romana, y empezó a celebrarse la Pascua el Domingo de Resurrección. El concilio de Nicea del año 325 determinó que se celebrara el domingo siguiente a la primera luna llena del equinocio de primavera en el hemisferio norte (entre el 22 de marzo y el 25 de abril).

La razón de la importancia cristiana de la Pascua es obvia: la fe cristiana es fe en la muerte y resurrección del Señor, o Pascua de Cristo; por consiguiente, el misterio pascual es el centro del cristianismo, de la Iglesia, de la acción pastoral y de la vida espiritual cristiana. Por estas razones decimos que el bautismo es sacramento de la fe o de la Pascua, y la eucaristía memorial pascual.

¡¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!!

Mons. José Luis Lacunza M., o.a.r.
Obispo de la Diócesis de David

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Retrospectiva pascual

2009-04-12
A tiro de piedra
Retrospectiva pascual

A menudo me pongo a pensar cómo sería el tiempo en que vivió Jesús, en medio de la esperanza de Israel y el dominio romano. Muy dura ha debido ser la vida para el pueblo, entre la clase privilegiada de su nación y el aplastante poderío del invasor. Oprimido por propios y extraños, el habitante común de Judea y Galilea sufría los rigores de la presión de los poderosos.

Dentro de lo insoportable de la situación, aparece Jesús con el anuncio de la Buena Nueva para Israel: el Señor venía a liberarlos. El mensaje de Jesús, fundamentado en la fe y en la actitud de vida de quien elige hacer la voluntad de Dios, era interpretado de diversa manera por sus interlocutores. Los príncipes de los sacerdotes y los jefes de los partidos, fariseo y saduceo, esperaban la restauración del reino con la expulsión romana y el reconocimiento de sus méritos como cumplidores de la ley; en cambio, lo que recibieron fue la condena por parte de Cristo a causa de la explotación y el desprecio que hacían al pueblo desvalido. Para los pobres, la cuestión era distinta: el lenguaje de Jesús, duro para los poderosos, resultaba esperanzador para los desposeídos. Los gentiles, por su parte, se mofaban o creían, según la medida de su corazón.

Luego de tres años de revolucionar la mentalidad de los habitantes de la región, creyentes y paganos, y tras los milagros y los portentos que lo ubicaban como un profeta poderoso en obras, o como el Mesías, según la fe de quienes le conocían, Jesús llega a la Pascua del año de su crucifixión. La última cena pascual con sus discípulos, a escondidas de quienes lo buscaban para matarlo. Allí, en el cenáculo de aquella casa, instituye la eucaristía y es traicionado por el Iscariote, después de que el demonio entrara en éste.

Prendido en la noche, tras recibir el beso de Judas, es conducido a la casa de Caifás y, a la mañana siguiente, al Sanedrín. De allí, al tribunal de Pilato; y luego de vuelta a uno y al otro, hasta la sentencia de muerte definitiva. El viernes, la cruz y la sepultura, antes que caiga la noche. Sus discípulos refugiados; con miedo. Todo el sábado ocultos. En la mañana del domingo, las mujeres van a ungir el cadáver, pues no hubo tiempo para hacerlo por la prisa de su sepultura para que no les sorprendiera el Sábado.

El primer día de la semana, al amanecer, la sorpresa: no está el cuerpo. A pesar de la guardia a la entrada del sepulcro, no está el que creían muerto. La noticia llega a los discípulos, que corren a la tumba. Después se les aparece, tras hacerlo ante las mujeres. No lo pueden creer. El Maestro está vivo; ha resucitado. Quien no lo vio con sus propios ojos, no lo cree. Después lo haría avergonzado, cuando le hacen meter la mano en el costado abierto por la lanza y el dedo en la llaga de las manos que dejaron los clavos. No había ya dudas: Cristo está vivo y reina. Ahora vendría la persecución, pero de nada valió. Cárcel, ejecuciones, exilio, torturas y muerte por doquier y de múltiples formas, cada cual más dolorosa.

Dos mil años del reinado de Cristo. El mismo rechazo hoy de los que lo niegan; la misma persecución en contra de sus seguidores. Sólo cambian las circunstancias, porque el corazón del hombre sigue igual: Duro como un pedernal, o rendido ante aquel que sólo tiene palabras de vida eterna, sin prometer oro, dinero ni poderío terrenal.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Resucitó, ¡aleluya!

2009-04-12
Editorial
Resucitó, ¡aleluya!

Hemos concluido un largo itinerario de ayuno y abstención, apoyándonos en la oración y en las obras de misericordia. Estamos a punto de comenzar el jubiloso período pascual. Al leer estas líneas, nos encontramos justo en el centro del memorial de la pasión, la muerte y la resurrección del Hijo de Dios.

¿Qué hemos hecho? Quizá todo lo que nos pidió la Iglesia en la Cuaresma; quizá una parte más grande o más pequeña; quizá nada. En lo mucho, lo poco, o lo ausente, Cristo está con nosotros. Ya dio su vida por nuestros pecados, y pagó el precio del rescate con su sangre. Si hemos fallado en lo litúrgico, aún podemos renovarnos en nuestras propias vidas. Tenemos la Pascua; vivámosla con gozo.

Cristo, hermanos, ha resucitado y nos llama a seguirle, tomando nuestra cruz y renaciendo en el espíritu. Todas las obras de misericordia y la oración, nos acompañan siempre, en la Pascua permanente que se manifiesta en la actitud de fe, y en el amor perenne a Dios y al prójimo. ¡Cristo es nuestra pascua; Cristo es nuestra paz! A quién iremos, si no es a Él.

Alegrémonos, hermanos, porque si somos capaces de amar a Dios y amarnos los unos a los otros, es porque Cristo resucitó y nos arrebató de las manos de la muerte. A Jesús Resucitado sea el honor, el poder y la gloria eternamente, ¡Aleluya, aleluya! ¡Feliz y santa Pascua!

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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La Cruz Gloriosa

2009-04-12
El Ojo del Profeta
La Cruz Gloriosa

Nuestra fe proclama la venida de Jesús al mundo, su vida, pasión, muerte y resurrección, como el eje central de nuestra salvación. Cristo, con su muerte en la cruz y, más aún, con su resurrección gloriosa, nos redimió de todos nuestros pecados y nos arrebató de la muerte. El misterio de la Cruz Gloriosa va más allá del martirio, porque nos ganó la Vida Eterna y nos liberó de las ataduras del demonio.

Cristo Jesús, al ser colgado del madero, lo convirtió en el árbol de la salvación. Árbol cuyo profundo sentido está en la víctima inmolada, que con su sangre derramada selló la alianza nueva y eterna que ha hecho el Padre con todos los hombres. La cruz que levantamos hoy, nos recuerda íntegro el misterio de nuestra fe. Y más que el signo exterior, nuestra cruz verdadera está en aquella que llevamos cada día, aceptada con amor, para ir en pos de Cristo, nuestro Señor y Redentor. Él, a semejanza de la que llevó a cuestas, también glorifica nuestra cruz, en las promesas de salvación y en la eternidad que con él compartiremos al final de los tiempos.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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La Santa Semana

2009-04-05
La Voz del Pastor
La Santa Semana

Con el Domingo de Ramos, la Iglesia católica inicia solemnemente la semana más sagrada de todo el año litúrgico, conocida también como la Semana Mayor o Semana Santa.

Así como para el antiguo pueblo de Israel la fiesta más importante fue la Pascua celebrada por mandato específico de Dios (Ex 12,14), el nuevo pueblo de Israel, es decir toda la humanidad redimida y creyente deberá cumplir hasta el final de los siglos la perpetuidad de este mandato, celebrando la realidad de lo que aquellos acontecimientos significaron.

Los corderos sacrificados con cuya sangre eran rociados los dinteles de las puertas y cuya carne era comida asada, prefiguraban al Hijo de Dios hecho hombre inmolado voluntariamente en la cruz para dar a todo el género humano la verdadera e íntegra liberación de la esclavitud a la que nos tenía sometido Satanás.

Nos recuerda la Carta a los Hebreos que “Cristo ha entrado en el Santuario ya no para ofrecer la sangre de chivos y becerros, sino su propia sangre…y ha obtenido para nosotros la liberación eterna” (Heb 9,12) e insiste la carta en que si la sangre de los corderos pudo purificar por fuera, cuanto más la Sangre de Cristo tendrá poder para purificar y consagrar a la humanidad. “Cristo se ofreció a sí mismo como sacrificio sin mancha y su sangre limpia” (Heb 9,14).

Cristo cumplió y perfeccionó todo lo que los hebreos celebraban. Recordemos que los corderos sacrificados y comidos permanecieron muertos, no resucitaron, mientras que Cristo, el verdadero Cordero de Dios, es inmolado libre y voluntariamente y con su propia muerte vence a la misma muerte con su resurrección y nos libra del morir eterno. “Cristo tiene que reinar hasta que todos sus enemigos estén puestos bajo sus pies y el último enemigo que será derrotado es la muerte” (I Cor. 15, 25 y 26).

La Semana Santa que inauguramos el Domingo de Ramos no sólo es un espacio para recordar el pasado como si se tratase de un acontecimiento que tuvo lugar en un momento dado y fue consumido definitivamente y por el tiempo y el espacio y del cual sólo nos queda un recuerdo escrito en la historia. La celebración del gran misterio pascual es un verdadero memorial, algo mucho más que el simple recuerdo, se trata de reactualizar y revivir en el aquí y el ahora de nuestra vida lo que Cristo hizo y sigue haciendo por nosotros. He aquí el valor de una verdadera celebración litúrgica.

El Domingo de Ramos proclamamos, con el entusiasmo de los discípulos de Jesús y del pueblo fiel, que Jesús es el verdadero y único Rey, “unos tendían sus capas por el camino y otros tendían ramas que cortaban de los árboles y tanto los que iban delante como los que iban detrás gritaban Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en el nombre del Señor (Mateo 21, 8-9).

Las palmas, ramos y flores que se bendicen, se distribuyen y se agitan durante la procesión nos están recordando que el triunfo de Cristo sobre el mal no lo obtuvo con la fuerza o la violencia, mucho menos con la injusticia y la opresión, sino por el amor que lo llevó a la muerte voluntaria sobre el altar de la cruz. Allí derramó toda su sangre, venció al demonio y al infierno y con la victoria de la resurrección fue constituido Señor de la humanidad, de la historia y de toda la creación. Cristo es nuestro verdadero Rey y Señor.

Durante toda esta Semana, si participamos con fe en las celebraciones litúrgicas tendremos la ocasión de revivir esos grandes misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Salvador, y hacer nuestros esos hechos salvíficos que con tanto amor, por su eterno Padre y por nosotros, él quiso realizar en su vida mortal. De esa manera la Semana Mayor será una semana verdaderamente santa porque nos ayudará a vivir –siempre unidos a Cristo muriendo todos los días al pecado y viviendo un vida nueva según el Espíritu.

Mons. José Dimas Cedeño Delgado
Arzobispo de Panamá

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Devociones y tradiciones de Semana Santa

2009-04-05
A tiro de piedra
Devociones y tradiciones de Semana Santa

Nuestro pueblo es rico en devociones y tradiciones que son practicadas durante la Semana Mayor o Semana Santa. Unas provienen desde el tiempo de la colonia; otras, surgen desde la propia cultura istmeña. Juntas constituyen el patrimonio religioso y cultural de la nación panameña.

Aunque algunas han sido abandonadas por causa del desarraigo hacia nuestras costumbres y creencias populares, aún subsisten otras que han sobrevivido a esa crisis de falta de vocación histórica nacional y de creencias que otrora el pueblo tenía, y que un resto de la población conserva y transmite a las nuevas generaciones.

Una tradición piadosa que todavía está viva, es el ejercicio piadoso de la visita a las siete iglesias o templos, el Jueves Santo. También, otras personas lo hacen el Viernes Santo, a pesar de que, litúrgicamente, el viernes Santo o Viernes de Dolores no está expuesto el Santísimo Sacramento en el monumento. Según pude averiguar, ya desde la época colonial existía la costumbre de ir ambos días. Desde hace un tiempo, la visita en la jornada del jueves es más concurrida; posiblemente por la difusión de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, que renovó la práctica religiosa y le dio mayor sentido al ejercicio de la devoción popular.

Otras creencias y tradiciones no han tenido mucha suerte. Por ejemplo: abstenerse de nadar en el río y el mar, trepar árboles, y hasta trabajar. Lo que nos decían los viejos, se tomó literalmente y se aniquiló a fuerza de argumentar que eran tabúes, fantasías o mentiras. Ninguna preocupación hubo de escudriñar el fondo de la enseñanza, sino que los detractores se quedaron en la forma, matando el espíritu de aquello que se quería inculcar.

Es cierto que ninguno puede mutar en pez o en mono, si nada en el río o sube a un árbol en Viernes Santo; sin embargo, esa era una forma sencilla de aquietar a los niños, para que observaran el ambiente de recogimiento y respeto que esa jornada merece. Cuando se hacían adultos, sabían perfectamente cuál era la verdad del asunto. Era una manera de enseñar, como muchas otras, ya en la escuela, ya en el hogar, que se utilizaba en aquellos tiempos; método que es injusto juzgar con los criterios actuales.

Si entendemos la humanidad como una sociedad que practica y defiende el respeto hacia nuestros semejantes, bien podemos guardar la consideración y la actitud respetuosa hacia la creencia ajena. Cristianos, judíos, musulmanes, budistas y practicantes de otros credos, no deben ser objeto de burla ni discriminación. En el caso particular de la Semana Santa, eso es fundamental. Quien no lo vea con ojos de fe, al menos debe verlo desde el derecho humano o el patrimonio cultural de nuestro pueblo. Cristo murió por la salvación de todos los hombres, incluidos los que reniegan de él y tratan con desprecio a sus seguidores.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Derroche y desperdicio

2009-04-05
Editorial
Derroche y desperdicio

La enseñanza del divino maestro Jesús nos dice que quien tenga dos mantos, debe regalar el segundo al que no tiene. Esto quiere decir que ni acumulemos ociosamente, acaparemos, ni dejemos pasar necesidad al débil que está a nuestro lado. Esta solidaridad, esencial para la convivencia humana, nos puede ayudar a construir un mundo mejor, o a convertirlo en un infierno.

Dos acontecimientos llaman nuestra atención, en estos días: los más de mil millones de balboas derrochados en juegos de azar, y los miles de litros de leche desperdiciados en una protesta callejera de los productores. Con tanta pobreza y desnutrición en el país, duele tanto derroche y desperdicio. Los apostadores, bajo el pretexto de la libertad de hacer con su dinero lo que quieren, y algunos productores, invocando su derecho de reclamar la compra de su producto, nos demuestran que el sistema de valores de la sociedad está trastocado.

En plena Cuaresma, cuando la Iglesia nos llama a la oración, al ayuno, a la penitencia, y a dar limosna, ese cuadro golpea hasta lo más recóndito de nuestras conciencias. No se trata de negar el derecho del que tiene sus bienes y su libertad de disponer de ellos; se trata, mas bien, de abrir los ojos al individualismo que nos corroe, y que adultera nuestra propia humanidad.

Quiera Dios que estos hechos, en alguna medida, toquen nuestra razón y nuestro corazón, y nos ayuden a reflexionar en qué tipo de sociedad tenemos, para que podamos construir la sociedad justa y fraterna que queremos.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Misericordia Señor

2009-04-05
El Ojo del Profeta
Misericordia Señor

Inauguramos la última etapa de este tiempo fuerte que es la Cuaresma, con la Semana Mayor. Hemos recorrido el itinerario espiritual acompañados de la oración, el ayuno, la penitencia y la limosna, en pos de nuestro encuentro con el Señor en el gozo de la Pascua de Resurrección. Cada acto de amor, cada obra de misericordia, cada Vía Crucis, y cada Eucaristía, nos ayudan en nuestra conversión y en nuestra marcha hacia la Vida Eterna.

En esta Semana Santa que comienza con el Domingo de Ramos, asumamos con fe nuestro compromiso cristiano. Aprovechemos el tiempo favorable, para recibir vida en abundancia. Confesemos nuestros pecados y dejemonos reconciliar con Dios, por medio de su Hijo Amado. Levantemos nuestras manos, e impetremos a El por la misericordia y la piedad para nosotros y quienes nos rodean. Dios salva en comunidad, porque se ha elegido un pueblo que habrá de aclamarlo en la asamblea de los santos. Demos, pues, razón de nuestra fe y razón de nuestros hermanos, porque para amar verdaderamente a Dios, también, debemos amar al prójimo como a nosotros mismos.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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