2009-04-26
La Voz del Pastor
¿Por quién votar?
Una pregunta frecuente en estos tiempos es esta de ¿por quién votar? En la Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal Panameña del pasado 9 de enero, ofrecíamos criterios para iluminar la decisión. Carta sencilla, no extensa, pero con el contenido necesario para el propósito del compromiso ciudadano ante las próximas elecciones. También, Pastoral Social Arquidiocesana publicó un excelente material guía de reflexión para la Cuaresma sobre la misma temática. Se tengan dudas o no sobre quién votar, no vendrá nada mal releer estos textos.
Para todavía abundar más, voy a recordar algunos textos del Magisterio de la Iglesia sobre la temática; en particular del muy recordado y apreciado en Panamá, el siervo de Dios Juan Pablo II, del cual inauguraremos una estatua pocos días después de las elecciones. Las estatuas pueden aparecer y desaparecer (esperemos que ésta no), pero el Magisterio permanece.
La Iglesia considera en gran estima las responsabilidades políticas: “La Iglesia tiene en gran consideración y estima la actividad de aquellos que se dedican al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio”. Vaticano II, Gaudium et Spes no. 75-1
La Iglesia llama a los responsables políticos a comprometerse con un verdadero espíritu de servicio: “En el ejercicio del poder político es fundamental aquel espíritu de servicio, que, unido a la necesaria competencia y eficiencia, es el único capaz de hacer «transparente» o «limpia» la actividad de los hombres políticos, como justamente, además, la gente exige. Esto urge la lucha abierta y la decidida superación de algunas tentaciones, como el recurso a la deslealtad y a la mentira, el despilfarro de la hacienda pública para que redunde en provecho de unos pocos y con intención de crear una masa de gente dependiente, el uso de medios equívocos o ilícitos para conquistar, mantener y aumentar el poder a cualquier precio”. Juan Pablo II. Christifideles Laici no. 42
La Iglesia considera que los frecuentes desvíos dentro de la vida política no justificarán nunca una dimisión del rol ciudadano, principalmente de parte de los cristianos: “Las acusaciones de arribismo, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que con frecuencia son dirigidas a los hombres del gobierno, del parlamento, de la clase dominante, del partido político, como también la difundida opinión de que la política sea un lugar de necesario peligro moral, no justifican lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en relación con la cosa pública”. Juan Pablo II, Christifideles Laici no. 42
La Iglesia llama a cada uno a asumir su parte en el juego democrático, principalmente en el ejercicio de su derecho al voto: “Recuerden, por tanto, todos los ciudadanos el derecho y, al mismo tiempo, el deber que tienen de votar con libertad para promover el bien común”. Vaticano II, Gaudium et Spes no. 75-1
Una democracia viviente debe tener valores: “Es necesario observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia”. Juan Pablo II, Centesimus Annus no. 46
En la base de todo el esfuerzo de construcción de la comunidad humana la Iglesia coloca el principio del Bien común: “La interdependencia, cada vez más estrecha, y su progresiva universalización hacen que el bien común -esto es, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección se universalice cada vez más, e implique por ello derechos y obligaciones que miran a todo el género humano. Todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; más aún, debe tener muy en cuenta el bien común de toda la familia humana”. Gaudium et Spes no. 26
Ante la violencia la Iglesia quiere recordar que la fuente primera de la paz social es la justicia social: “La paz como fruto de la justicia. Hoy se podría decir, con la misma exactitud y análoga fuerza de inspiración bíblica (cf. Is 32, 17; Sant 32, 17), la paz es fruto de la solidaridad. El objetivo de la paz, tan deseada por todos, sólo se alcanzará con la realización de la justicia social e internacional, y además con la práctica de las virtudes que favorecen la convivencia y nos enseñan a vivir unidos, para construir juntos, dando y recibiendo, una sociedad y un mundo mejor. Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, Juan Pablo II, 1987, no. 39
La verdadera riqueza de una nación es su capacidad de compartir: “La riqueza económica de un pueblo no resulta solamente de la abundancia global de bienes, sino también y sobre todo de su distribución efectiva según la justicia, en vista de asegurar el desarrollo personal pleno de los miembros de la comunidad, pues este es el fin verdadero de la economía nacional”. Encíclica Mater et Magistra, Juan XXIII, 1961
Después de haber tenido una excesivamente larga, dispendiosa y en variados aspectos éticamente cuestionable, campaña política, que el Espíritu Santo nos ilumine en realizar la mejor elección posible en este momento de la historia panameña.
Mons. Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar
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La Voz del Pastor
¿Por quién votar?
Una pregunta frecuente en estos tiempos es esta de ¿por quién votar? En la Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal Panameña del pasado 9 de enero, ofrecíamos criterios para iluminar la decisión. Carta sencilla, no extensa, pero con el contenido necesario para el propósito del compromiso ciudadano ante las próximas elecciones. También, Pastoral Social Arquidiocesana publicó un excelente material guía de reflexión para la Cuaresma sobre la misma temática. Se tengan dudas o no sobre quién votar, no vendrá nada mal releer estos textos.
Para todavía abundar más, voy a recordar algunos textos del Magisterio de la Iglesia sobre la temática; en particular del muy recordado y apreciado en Panamá, el siervo de Dios Juan Pablo II, del cual inauguraremos una estatua pocos días después de las elecciones. Las estatuas pueden aparecer y desaparecer (esperemos que ésta no), pero el Magisterio permanece.
La Iglesia considera en gran estima las responsabilidades políticas: “La Iglesia tiene en gran consideración y estima la actividad de aquellos que se dedican al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio”. Vaticano II, Gaudium et Spes no. 75-1
La Iglesia llama a los responsables políticos a comprometerse con un verdadero espíritu de servicio: “En el ejercicio del poder político es fundamental aquel espíritu de servicio, que, unido a la necesaria competencia y eficiencia, es el único capaz de hacer «transparente» o «limpia» la actividad de los hombres políticos, como justamente, además, la gente exige. Esto urge la lucha abierta y la decidida superación de algunas tentaciones, como el recurso a la deslealtad y a la mentira, el despilfarro de la hacienda pública para que redunde en provecho de unos pocos y con intención de crear una masa de gente dependiente, el uso de medios equívocos o ilícitos para conquistar, mantener y aumentar el poder a cualquier precio”. Juan Pablo II. Christifideles Laici no. 42
La Iglesia considera que los frecuentes desvíos dentro de la vida política no justificarán nunca una dimisión del rol ciudadano, principalmente de parte de los cristianos: “Las acusaciones de arribismo, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que con frecuencia son dirigidas a los hombres del gobierno, del parlamento, de la clase dominante, del partido político, como también la difundida opinión de que la política sea un lugar de necesario peligro moral, no justifican lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en relación con la cosa pública”. Juan Pablo II, Christifideles Laici no. 42
La Iglesia llama a cada uno a asumir su parte en el juego democrático, principalmente en el ejercicio de su derecho al voto: “Recuerden, por tanto, todos los ciudadanos el derecho y, al mismo tiempo, el deber que tienen de votar con libertad para promover el bien común”. Vaticano II, Gaudium et Spes no. 75-1
Una democracia viviente debe tener valores: “Es necesario observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia”. Juan Pablo II, Centesimus Annus no. 46
En la base de todo el esfuerzo de construcción de la comunidad humana la Iglesia coloca el principio del Bien común: “La interdependencia, cada vez más estrecha, y su progresiva universalización hacen que el bien común -esto es, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección se universalice cada vez más, e implique por ello derechos y obligaciones que miran a todo el género humano. Todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; más aún, debe tener muy en cuenta el bien común de toda la familia humana”. Gaudium et Spes no. 26
Ante la violencia la Iglesia quiere recordar que la fuente primera de la paz social es la justicia social: “La paz como fruto de la justicia. Hoy se podría decir, con la misma exactitud y análoga fuerza de inspiración bíblica (cf. Is 32, 17; Sant 32, 17), la paz es fruto de la solidaridad. El objetivo de la paz, tan deseada por todos, sólo se alcanzará con la realización de la justicia social e internacional, y además con la práctica de las virtudes que favorecen la convivencia y nos enseñan a vivir unidos, para construir juntos, dando y recibiendo, una sociedad y un mundo mejor. Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, Juan Pablo II, 1987, no. 39
La verdadera riqueza de una nación es su capacidad de compartir: “La riqueza económica de un pueblo no resulta solamente de la abundancia global de bienes, sino también y sobre todo de su distribución efectiva según la justicia, en vista de asegurar el desarrollo personal pleno de los miembros de la comunidad, pues este es el fin verdadero de la economía nacional”. Encíclica Mater et Magistra, Juan XXIII, 1961
Después de haber tenido una excesivamente larga, dispendiosa y en variados aspectos éticamente cuestionable, campaña política, que el Espíritu Santo nos ilumine en realizar la mejor elección posible en este momento de la historia panameña.
Mons. Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar
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