2009-03-15
La Voz del Pastor
El día del niño por nacer
25 de Marzo
En nuestra sociedad moderna y consumista aparecen con mayor frecuencia los días de alguien o de algo y casi siempre estas fechas tienen un objetivo comercial y lucrativo y pocas veces se intenta resaltar el valor intrínseco de las personas y las cosas que se celebran.
En algunos países de fuerte tradición católica se ha establecido por ley el día del “niño por nacer” en la fecha en que la Iglesia celebra la fiesta litúrgica de la Encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de la Virgen María, es decir el 25 de marzo, nueve meses antes de la Navidad. Para un cristiano existen motivos más que suficientes para hacer de esta celebración litúrgica una ocasión privilegiada para celebrar la vida. La obra de la Redención fue preparada durante muchos siglos por la sabiduría divina y de manera muy concreta a través de la vida y la historia del antiguo pueblo de Israel.
Cuántas veces leemos en los escritos proféticos la frase: “en aquellos días”… la cual hace alusión a los tiempos mesiánicos, tan esperados no solamente por el pueblo de Dios sino también por todo el género humano.
El momento culminante de la historia de nuestra salvación tuvo lugar cuando finalmente Dios envió a su Hijo al mundo el cual asumió nuestra naturaleza humana y no sólo le elevó su dignidad sino también a través de ella pudo ofrecerse voluntariamente como víctima de propiciación por nosotros en el ara de la cruz y con su gloriosa resurrección nos hizo partícipes de su vida inmortal. La victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte es también nuestra victoria y la garantía de nuestra vida eterna.
La encarnación del Verbo divino, su muerte y resurrección constituyen la mayor prueba del amor de Dios para con nosotros y de que él es el Dios de la vida. “Vine al mundo para que todos tengan vida y vida abundante” (Juan 10, 10). El misterio de la Encarnación hace referencia necesaria a la vida y esta fiesta nos permite reafirmar nuestra fe en el Dios de la vida el cual al asumir la nuestra nos hace partícipe de la suya. Es por tanto una ocasión privilegiada para reconocer el don de nuestra vida la cual empezó en el momento de la concepción.
No podemos dejarnos influenciar por las teorías de pseudocientíficos materialistas que afirman alegremente que la vida humana empieza a existir semanas o meses después de la concepción. La verdadera ciencia y la razón reconocen que el ser humano empieza a existir en el momento en que se unen en el útero materno los elementos necesarios que producen la concepción. Es por ello que la Iglesia celebra el día de la Encarnación, porque ese día entró Cristo en el mundo y empezó nuestra liberación. La vida humana es don exclusivo de Dios, don divino y por eso la vida es sagrada desde su concepción hasta su desenlace por la muerte natural. Con el fin de valorar y proteger este gran don el Señor nos prescribió el quinto manda-miento “No matarás” (Ex 20, 13).
Atentar contra la vida humana será siempre un rechazo de Dios y un crimen que clama al cielo sobre todo cuando se trata de la vida humana que viene en camino, es tierna, inocente y sin ninguna posibilidad de defenderse.
Vale la pena celebrar con mucha solemnidad el día de la Encarnación el 25 de marzo dándole gracias al Señor por el regalo de Jesucristo su Hijo, por nuestra propia vida y de modo especial por los millones de niños y niñas que esperando el día de su nacimiento viven en la inseguridad asediados por muchas posibilidades de ser asesinados por aquellos mismos que los engendraron pagando así de manera inocente e injusta la irresponsabilidad de quienes sólo buscaron el placer sin importarle el valor de la vida.
Aunque en nuestro país no existe todavía una ley que declare el 25 de marzo día del “niño por nacer”, nosotros los creyentes en el Dios de la vida, apoyados en la ley natural, y en nuestra fe debemos celebrar en esa fecha la vida que viene en camino la cual es motivo de alegría y de esperanza para toda la humanidad.
Que en todas las parroquias se tengan Horas Santas, Santos Rosarios y Eucaristías a favor de los millones de niños que esperan nacer y por las madres que los han concebido y tienen el honor y la dicha de ser los instrumentos de Dios para proteger y dar a la sociedad ese gran regalo que es la vida humana.
Mons. José Dimas Cedeño Delgado
Arzobispo de Panamá
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El día del niño por nacer
25 de Marzo
En nuestra sociedad moderna y consumista aparecen con mayor frecuencia los días de alguien o de algo y casi siempre estas fechas tienen un objetivo comercial y lucrativo y pocas veces se intenta resaltar el valor intrínseco de las personas y las cosas que se celebran.
En algunos países de fuerte tradición católica se ha establecido por ley el día del “niño por nacer” en la fecha en que la Iglesia celebra la fiesta litúrgica de la Encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de la Virgen María, es decir el 25 de marzo, nueve meses antes de la Navidad. Para un cristiano existen motivos más que suficientes para hacer de esta celebración litúrgica una ocasión privilegiada para celebrar la vida. La obra de la Redención fue preparada durante muchos siglos por la sabiduría divina y de manera muy concreta a través de la vida y la historia del antiguo pueblo de Israel.
Cuántas veces leemos en los escritos proféticos la frase: “en aquellos días”… la cual hace alusión a los tiempos mesiánicos, tan esperados no solamente por el pueblo de Dios sino también por todo el género humano.
El momento culminante de la historia de nuestra salvación tuvo lugar cuando finalmente Dios envió a su Hijo al mundo el cual asumió nuestra naturaleza humana y no sólo le elevó su dignidad sino también a través de ella pudo ofrecerse voluntariamente como víctima de propiciación por nosotros en el ara de la cruz y con su gloriosa resurrección nos hizo partícipes de su vida inmortal. La victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte es también nuestra victoria y la garantía de nuestra vida eterna.
La encarnación del Verbo divino, su muerte y resurrección constituyen la mayor prueba del amor de Dios para con nosotros y de que él es el Dios de la vida. “Vine al mundo para que todos tengan vida y vida abundante” (Juan 10, 10). El misterio de la Encarnación hace referencia necesaria a la vida y esta fiesta nos permite reafirmar nuestra fe en el Dios de la vida el cual al asumir la nuestra nos hace partícipe de la suya. Es por tanto una ocasión privilegiada para reconocer el don de nuestra vida la cual empezó en el momento de la concepción.
No podemos dejarnos influenciar por las teorías de pseudocientíficos materialistas que afirman alegremente que la vida humana empieza a existir semanas o meses después de la concepción. La verdadera ciencia y la razón reconocen que el ser humano empieza a existir en el momento en que se unen en el útero materno los elementos necesarios que producen la concepción. Es por ello que la Iglesia celebra el día de la Encarnación, porque ese día entró Cristo en el mundo y empezó nuestra liberación. La vida humana es don exclusivo de Dios, don divino y por eso la vida es sagrada desde su concepción hasta su desenlace por la muerte natural. Con el fin de valorar y proteger este gran don el Señor nos prescribió el quinto manda-miento “No matarás” (Ex 20, 13).
Atentar contra la vida humana será siempre un rechazo de Dios y un crimen que clama al cielo sobre todo cuando se trata de la vida humana que viene en camino, es tierna, inocente y sin ninguna posibilidad de defenderse.
Vale la pena celebrar con mucha solemnidad el día de la Encarnación el 25 de marzo dándole gracias al Señor por el regalo de Jesucristo su Hijo, por nuestra propia vida y de modo especial por los millones de niños y niñas que esperando el día de su nacimiento viven en la inseguridad asediados por muchas posibilidades de ser asesinados por aquellos mismos que los engendraron pagando así de manera inocente e injusta la irresponsabilidad de quienes sólo buscaron el placer sin importarle el valor de la vida.
Aunque en nuestro país no existe todavía una ley que declare el 25 de marzo día del “niño por nacer”, nosotros los creyentes en el Dios de la vida, apoyados en la ley natural, y en nuestra fe debemos celebrar en esa fecha la vida que viene en camino la cual es motivo de alegría y de esperanza para toda la humanidad.
Que en todas las parroquias se tengan Horas Santas, Santos Rosarios y Eucaristías a favor de los millones de niños que esperan nacer y por las madres que los han concebido y tienen el honor y la dicha de ser los instrumentos de Dios para proteger y dar a la sociedad ese gran regalo que es la vida humana.
Mons. José Dimas Cedeño Delgado
Arzobispo de Panamá
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