2009-03-01
El Ojo del Profeta
Dónde poner la vida
La existencia del hombre le plantea el reto de su seguridad personal, y por eso busca afanosamente sentirse seguro. Necesita la protección de una vivienda, la tranquilidad de un ingreso económico, la cura de sus enfermedades, y un ambiente en el que pueda habitar sin riesgos. Sin embargo, la seguridad del ser humano no depende totalmente de él, sino que es dependiente de la voluntad de Dios. Aún con toda su ciencia y su tecnología, el hombre es incapaz de prolongar sus días.
El dilema hombre, en cuanto a la seguridad que busca, es la aceptación de Dios en cada aspecto de su vida. Tiene poder limitado para dominar la tierra, crear e inventar, y dirigir los asuntos terrenos que competen a la obra humana; pero no le es dado contar los cabellos de su cabeza, o determinar cuántos será sus días y los de sus semejantes.
Si alguna decisión importante debemos tomar en nuestra vida, esta es decidir en qué manos la ponemos. Bien dijo el Señor al hombre que, donde está su tesoro estará su corazón. Pongamos, pues, nuestro corazón en las cosas de Dios, y no en cuestiones viles y mundanas que sólo avivan la ambición, el egoísmo y la soberbia que pierden al hombre. Quien quiera guardar su vida, la perderá; y quien la pierda por el Señor, la salvará.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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El Ojo del Profeta
Dónde poner la vida
La existencia del hombre le plantea el reto de su seguridad personal, y por eso busca afanosamente sentirse seguro. Necesita la protección de una vivienda, la tranquilidad de un ingreso económico, la cura de sus enfermedades, y un ambiente en el que pueda habitar sin riesgos. Sin embargo, la seguridad del ser humano no depende totalmente de él, sino que es dependiente de la voluntad de Dios. Aún con toda su ciencia y su tecnología, el hombre es incapaz de prolongar sus días.
El dilema hombre, en cuanto a la seguridad que busca, es la aceptación de Dios en cada aspecto de su vida. Tiene poder limitado para dominar la tierra, crear e inventar, y dirigir los asuntos terrenos que competen a la obra humana; pero no le es dado contar los cabellos de su cabeza, o determinar cuántos será sus días y los de sus semejantes.
Si alguna decisión importante debemos tomar en nuestra vida, esta es decidir en qué manos la ponemos. Bien dijo el Señor al hombre que, donde está su tesoro estará su corazón. Pongamos, pues, nuestro corazón en las cosas de Dios, y no en cuestiones viles y mundanas que sólo avivan la ambición, el egoísmo y la soberbia que pierden al hombre. Quien quiera guardar su vida, la perderá; y quien la pierda por el Señor, la salvará.
Luis Alberto Díaz
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