2008-10-05
A tiro de piedra
Tecnología para la educación
Los intentos por equipar a las escuelas de computadoras y otras tecnologías de la informática son loables; sin embargo, la inversión material podría perderse si el recurso humano docente permanece lejos del manejo de esos adelantos, detrás del conocimiento actualizado de los alumnos.
Modernizar la educación reclama de las instituciones y los actores un esfuerzo real y concreto, para que sean capaces de alcanzar la meta que se propone. ¿De qué vale tener las más modernas computadoras, si muchos de los docentes aún ignoran el mundo del correo electrónico? La resistencia de los educadores al cambio impide el desarrollo de una educación moderna, porque parte de su lucha está cargada de una ideología que persigue objetivos políticos ajenos a la educación y que disfraza, con sentido reivindicativo, su verdadero fin.
El proceso de instrucción escolar tiene dos piezas importantes: el educador y el educando. Ambos interactúan en el ambiente institucional que da forma completa al aparato educativo. Quien enseña debe ser capaz de transmitir los conocimientos de manera eficaz, para que quien aprende pueda desarrollar sus habilidades plenamente. Si el docente se anquilosa o deja de ejercitar la tarea de adquirir nuevos conocimientos, el resultado de la instrucción que imparte será deficiente y, por ende, todo lo que a partir de esa limitada enseñanza se derive.
Opino que los primeros en aprender a usar las computadoras y las nuevas tecnologías deben ser los docentes. Sé que se han hecho esfuerzos, algunos a través del Inadeh (Instituto para el Desarrollo Humano), pero con mucha dificultad; más por causa del factor humano que por otra cosa. La situación demanda de los educadores un esfuerzo mayor, porque el actual es insuficiente para lograr la meta de modernizar la educación. Parte de ese esfuerzo, sin duda, es que deje de usarse la enseñanza como arma política. Las reivindicaciones, especialmente las monetarias, pueden reclamarse por otra vía que no sea la pérdida de clases y el rechazo al cambio tecnológico por acción u omisión.
Mientras más tarde el cambio de mentalidad, más grande será la distancia que nos separará de la excelencia académica. Superar la mediocridad actual es un desafío a la voluntad de los actores de la educación, principalmente los docentes. Gobiernos van y vienen en el corto periodo de vida constitucional de 5 años, pero el educador permanece más de 20 años en el sistema educativo. Quien puede realmente hacer la diferencia es el docente, porque está más tiempo en el aula. Los gobiernos y los padres de familia duran lo que una elección le permite o el tiempo que sus hijos asistan a la escuela. El cambio debe empezar por los educadores.
Transformar la educación nos compete a todos, porque a todos nos afecta. Al alumno que saldrá pobremente preparado para enfrentarse al mundo, al padre de familia que busca lo mejor para su hijo y ve desperdiciado su esfuerzo, a las empresas que no podrán ofrecer trabajo a la mayoría, y al docente que también pierde la posibilidad de progresar en su conocimiento y su carrera. Si los obstáculos se vencen, podremos alcanzar la meta de la modernización de la educación con ganancia para todos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
Tecnología para la educación
Los intentos por equipar a las escuelas de computadoras y otras tecnologías de la informática son loables; sin embargo, la inversión material podría perderse si el recurso humano docente permanece lejos del manejo de esos adelantos, detrás del conocimiento actualizado de los alumnos.
Modernizar la educación reclama de las instituciones y los actores un esfuerzo real y concreto, para que sean capaces de alcanzar la meta que se propone. ¿De qué vale tener las más modernas computadoras, si muchos de los docentes aún ignoran el mundo del correo electrónico? La resistencia de los educadores al cambio impide el desarrollo de una educación moderna, porque parte de su lucha está cargada de una ideología que persigue objetivos políticos ajenos a la educación y que disfraza, con sentido reivindicativo, su verdadero fin.
El proceso de instrucción escolar tiene dos piezas importantes: el educador y el educando. Ambos interactúan en el ambiente institucional que da forma completa al aparato educativo. Quien enseña debe ser capaz de transmitir los conocimientos de manera eficaz, para que quien aprende pueda desarrollar sus habilidades plenamente. Si el docente se anquilosa o deja de ejercitar la tarea de adquirir nuevos conocimientos, el resultado de la instrucción que imparte será deficiente y, por ende, todo lo que a partir de esa limitada enseñanza se derive.
Opino que los primeros en aprender a usar las computadoras y las nuevas tecnologías deben ser los docentes. Sé que se han hecho esfuerzos, algunos a través del Inadeh (Instituto para el Desarrollo Humano), pero con mucha dificultad; más por causa del factor humano que por otra cosa. La situación demanda de los educadores un esfuerzo mayor, porque el actual es insuficiente para lograr la meta de modernizar la educación. Parte de ese esfuerzo, sin duda, es que deje de usarse la enseñanza como arma política. Las reivindicaciones, especialmente las monetarias, pueden reclamarse por otra vía que no sea la pérdida de clases y el rechazo al cambio tecnológico por acción u omisión.
Mientras más tarde el cambio de mentalidad, más grande será la distancia que nos separará de la excelencia académica. Superar la mediocridad actual es un desafío a la voluntad de los actores de la educación, principalmente los docentes. Gobiernos van y vienen en el corto periodo de vida constitucional de 5 años, pero el educador permanece más de 20 años en el sistema educativo. Quien puede realmente hacer la diferencia es el docente, porque está más tiempo en el aula. Los gobiernos y los padres de familia duran lo que una elección le permite o el tiempo que sus hijos asistan a la escuela. El cambio debe empezar por los educadores.
Transformar la educación nos compete a todos, porque a todos nos afecta. Al alumno que saldrá pobremente preparado para enfrentarse al mundo, al padre de familia que busca lo mejor para su hijo y ve desperdiciado su esfuerzo, a las empresas que no podrán ofrecer trabajo a la mayoría, y al docente que también pierde la posibilidad de progresar en su conocimiento y su carrera. Si los obstáculos se vencen, podremos alcanzar la meta de la modernización de la educación con ganancia para todos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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