2008-10-12
La Voz del Pastor
Del Amor y los Trasplantes
Hay personas que tienen una percepción del catolicismo como estrechamente ligado a cuestiones de sexualidad, tanto que es su cuestión central. Quizás porque es temática que fácilmente puede verse reflejada en medios de comunicación social, o porque les ha llegado en aire de polémica. Sin embargo, lo que es clave para el catolicismo es Jesucristo y lo que Él dice y hace, que nos llega por los Evangelios; y ellos nos hablan del amor de Dios por nosotros, todos los humanos, en particular los más pobres, vulnerables, y del mandato de que amemos así como Jesús nos ha amado y nos ama, amor del Padre en fuerza del Espíritu. De esto se trata, del amor manifestado en Cristo Jesús.
Sin este amor no hay catolicismo y es movidos por este amor que no se puede ser indiferente ante cuestiones tan hondamente humanas como matrimonio, familia, sexualidad, organización social, economía, y tantas otras. No hay pretensión de imponer la visión a quien no comparte la misma fe; y aún dentro de ésta caben y se dan distintas sensibilidades. Pero racionalmente se encuentran puntos comunes con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. No es exclusiva de los católicos la defensa y promoción de la dignidad humana, del valor de la vida humana desde su inicio hasta su término natural, por ejemplo. Es terreno compartido; y también lugar donde el católico con testimonio dialogante invita a la excelencia.
Otro campo común en la defensa de la vida y promoción de la dignidad humana, del bien integral de la persona humana, es el que nos ha abierto la gran conquista de la ciencia al servicio del hombre: el trasplante de órganos. Toda auténtica cultura es cultura de vida; por ello debemos sensibilizar y promocionar la donación de órganos para ofrecer oportunidades de vida a enfermos, quizás hasta desahuciados desde luego, que para trasplantes realizados según criterios éticamente aceptables. En particular, nuestra gente joven es tan generosa que en la invitación que se les hace a vivir el amor de Jesucristo, se les abre el horizonte de que una expresión de este amor lo puede ser la decisión, en su momento, de donar sus propios órganos. Pero esto es también necesario para toda la población, lograr una cultura de donación de órganos.
Es claro que la donación de un órgano, sin ninguna recompensa, es un acto de amor y una decisión de gran valor ético; porque se trata de donar no simplemente algo que nos pertenece como una cosa, sino de donar algo de la misma persona, del propio cuerpo, para la salud y bienestar de otra persona. Por lo mismo, todo procedimiento encaminado a comercializar órganos humanos o a considerarlos como artículos de intercambio o de venta, resulta moralmente inaceptable, dado que usar el cuerpo "como un objeto" es violar la dignidad de la persona humana.
Ahora bien, quien voluntariamente se presente para donar un órgano o para firmar un documento autorizándolo en el momento de la muerte, debe recibir todo lo necesario para que se trate de un “consentimiento informado” sobre los procesos que implica; así podrá expresar, de modo consciente y libre, su consentimiento o su negativa. Aquí, análogamente, el consentimiento de los parientes tiene su validez ética cuando falta la decisión del donante. Lógicamente, los órganos vitales singulares sólo pueden ser extraídos después de la muerte, es decir, del cuerpo de una persona ciertamente muerta, lo cual implica los "criterios" para certificar la muerte que la medicina utiliza hoy, en lo que la Iglesia no hace opciones científicas y se limita a, evangélicamente, confrontar los datos que brinda la ciencia médica con la concepción cristiana de la unidad de la persona y el posible riesgo de poner en peligro el respeto a la dignidad humana, si lo hubiere; siempre buscando la certeza moral para el actuar.
También cuestión ética de importancia es la de la asignación de los órganos do-nados. Habiendo más necesidad médica de órganos que donaciones hay, se necesita confeccionar listas de espera o establecer prioridades, según criterios claros y bien razonados. Estos no serán "discriminatorios" (basados en la edad, el sexo, la raza, la religión, la condición social, etc.) o "utilitaristas" (basados en la capacidad laboral, la utilidad social, etc.). Lo que sí hay que tomar en cuenta son los factores inmunológicos y clínicos.
Que en este campo de defensa de la vida también crezcamos como país y como discípulos misioneros.
Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar
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Del Amor y los Trasplantes
Hay personas que tienen una percepción del catolicismo como estrechamente ligado a cuestiones de sexualidad, tanto que es su cuestión central. Quizás porque es temática que fácilmente puede verse reflejada en medios de comunicación social, o porque les ha llegado en aire de polémica. Sin embargo, lo que es clave para el catolicismo es Jesucristo y lo que Él dice y hace, que nos llega por los Evangelios; y ellos nos hablan del amor de Dios por nosotros, todos los humanos, en particular los más pobres, vulnerables, y del mandato de que amemos así como Jesús nos ha amado y nos ama, amor del Padre en fuerza del Espíritu. De esto se trata, del amor manifestado en Cristo Jesús.
Sin este amor no hay catolicismo y es movidos por este amor que no se puede ser indiferente ante cuestiones tan hondamente humanas como matrimonio, familia, sexualidad, organización social, economía, y tantas otras. No hay pretensión de imponer la visión a quien no comparte la misma fe; y aún dentro de ésta caben y se dan distintas sensibilidades. Pero racionalmente se encuentran puntos comunes con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. No es exclusiva de los católicos la defensa y promoción de la dignidad humana, del valor de la vida humana desde su inicio hasta su término natural, por ejemplo. Es terreno compartido; y también lugar donde el católico con testimonio dialogante invita a la excelencia.
Otro campo común en la defensa de la vida y promoción de la dignidad humana, del bien integral de la persona humana, es el que nos ha abierto la gran conquista de la ciencia al servicio del hombre: el trasplante de órganos. Toda auténtica cultura es cultura de vida; por ello debemos sensibilizar y promocionar la donación de órganos para ofrecer oportunidades de vida a enfermos, quizás hasta desahuciados desde luego, que para trasplantes realizados según criterios éticamente aceptables. En particular, nuestra gente joven es tan generosa que en la invitación que se les hace a vivir el amor de Jesucristo, se les abre el horizonte de que una expresión de este amor lo puede ser la decisión, en su momento, de donar sus propios órganos. Pero esto es también necesario para toda la población, lograr una cultura de donación de órganos.
Es claro que la donación de un órgano, sin ninguna recompensa, es un acto de amor y una decisión de gran valor ético; porque se trata de donar no simplemente algo que nos pertenece como una cosa, sino de donar algo de la misma persona, del propio cuerpo, para la salud y bienestar de otra persona. Por lo mismo, todo procedimiento encaminado a comercializar órganos humanos o a considerarlos como artículos de intercambio o de venta, resulta moralmente inaceptable, dado que usar el cuerpo "como un objeto" es violar la dignidad de la persona humana.
Ahora bien, quien voluntariamente se presente para donar un órgano o para firmar un documento autorizándolo en el momento de la muerte, debe recibir todo lo necesario para que se trate de un “consentimiento informado” sobre los procesos que implica; así podrá expresar, de modo consciente y libre, su consentimiento o su negativa. Aquí, análogamente, el consentimiento de los parientes tiene su validez ética cuando falta la decisión del donante. Lógicamente, los órganos vitales singulares sólo pueden ser extraídos después de la muerte, es decir, del cuerpo de una persona ciertamente muerta, lo cual implica los "criterios" para certificar la muerte que la medicina utiliza hoy, en lo que la Iglesia no hace opciones científicas y se limita a, evangélicamente, confrontar los datos que brinda la ciencia médica con la concepción cristiana de la unidad de la persona y el posible riesgo de poner en peligro el respeto a la dignidad humana, si lo hubiere; siempre buscando la certeza moral para el actuar.
También cuestión ética de importancia es la de la asignación de los órganos do-nados. Habiendo más necesidad médica de órganos que donaciones hay, se necesita confeccionar listas de espera o establecer prioridades, según criterios claros y bien razonados. Estos no serán "discriminatorios" (basados en la edad, el sexo, la raza, la religión, la condición social, etc.) o "utilitaristas" (basados en la capacidad laboral, la utilidad social, etc.). Lo que sí hay que tomar en cuenta son los factores inmunológicos y clínicos.
Que en este campo de defensa de la vida también crezcamos como país y como discípulos misioneros.
Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar
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