2008-10-12
Editorial
El derecho de todos
Con la presentación del proyecto de ley de salud sexual y reproductiva ante la Comisión de Salud de la Asamblea Nacional observamos ciertos hechos preocupantes, especialmente en la manera en que algunas personas que lo apoyan se refieren a los cristianos, tanto católicos como evangélicos, que lo adversan.
Tildar de fanáticos, retrógrados y fundamentalistas, entre otros epítetos, a los cristianos que se oponen a algunos conceptos propuestos en el proyecto de ley mencionado es, sin duda, un acto de discriminación y conculcación de los derechos humanos que tiene toda persona de profesar su fe y sus creencias públicamente. Es una actitud peligrosa para la convivencia pacífica de la sociedad.
El hecho de discrepar y tener posiciones diferentes en cuanto a ciertas materias de la ley de salud sexual y reproductiva, no da motivo para tratar a un creyente de fanático o estúpido. Eso es ofensa y nada más que eso. Si la ley es buena, que nos convenzan de las bondades de esa ley, con argumentos y hechos irrefutables; si tiene aspectos perjudiciales o negativos, entonces, que se corrijan. Así debe darse el debate.
Recurrir al insulto y a la ofensa, por la condición de profesar una fe, es un acto incivilizado y poco edificante; más aún cuando hay quienes también se oponen, y no son conocidos por ser practicantes o militantes de alguna iglesia. El derecho de disentir y expresarse es de todos; no lo olvidemos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
El derecho de todos
Con la presentación del proyecto de ley de salud sexual y reproductiva ante la Comisión de Salud de la Asamblea Nacional observamos ciertos hechos preocupantes, especialmente en la manera en que algunas personas que lo apoyan se refieren a los cristianos, tanto católicos como evangélicos, que lo adversan.
Tildar de fanáticos, retrógrados y fundamentalistas, entre otros epítetos, a los cristianos que se oponen a algunos conceptos propuestos en el proyecto de ley mencionado es, sin duda, un acto de discriminación y conculcación de los derechos humanos que tiene toda persona de profesar su fe y sus creencias públicamente. Es una actitud peligrosa para la convivencia pacífica de la sociedad.
El hecho de discrepar y tener posiciones diferentes en cuanto a ciertas materias de la ley de salud sexual y reproductiva, no da motivo para tratar a un creyente de fanático o estúpido. Eso es ofensa y nada más que eso. Si la ley es buena, que nos convenzan de las bondades de esa ley, con argumentos y hechos irrefutables; si tiene aspectos perjudiciales o negativos, entonces, que se corrijan. Así debe darse el debate.
Recurrir al insulto y a la ofensa, por la condición de profesar una fe, es un acto incivilizado y poco edificante; más aún cuando hay quienes también se oponen, y no son conocidos por ser practicantes o militantes de alguna iglesia. El derecho de disentir y expresarse es de todos; no lo olvidemos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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