2008-08-31
A tiro de piedra
Sin Mi País, pero con Patria
Durante el recibimiento del medallista de oro olímpico Irving Saladino, fue muy emocionante para mí verlo junto a otras glorias deportivas que, en su momento, también le dieron la alegría del triunfo al pueblo panameño. Roberto Durán, Davis Peralta y Eusebio Pedroza, entre otros, acompañaron al campeón mundial de salto largo.
La escena del pueblo volcado hacia Irving me hizo pensar en otros atletas que, con valor y honor, también lo dieron todo por los colores patrios en las justas olímpicas. Nombres como Leslie Kenion, Ildefonso Lee, Alexis Batista, Eilen Coparropa y Donaldo Arza, no se pueden olvidar. Arza, si mal no recuerdo, ocupó un quinto lugar en carrera. Como era yo un jovencito en aquellos tiempos, no me acuerdo con exactitud en qué prueba competía. Habrá otros panameños y panameñas olímpicos de quienes también debemos hacer memoria, desde Adán Gordón hasta Saladino, pasando por Lloyd Labeach.
Pero no sólo el deporte ha hecho vibrar de emoción a Panamá. La canción Patria de Rubén Blades, ya un himno popular como la Marcha Panamá o el Canto a la Bandera, también nos hacen sentir muy profundo. Verlo cantarla tan emocionado, nos hace olvidar su condición de funcionario del actual gobierno. Así como Durán en el boxeo, Rubén siempre será grande como cantautor.
Hay otro panameño a quien hace poco me encontré en un restaurante de la ciudad, y que ahora es desconocido para la juventud: Orlando Ruíz. Me conmovió verlo abrazado a su guitarra y cantando la canción Mi País, con la que ganó un premio en Argentina. Es una canción de su autoría, que nuestros vecinos ticos han adoptado para identificarse con su tierra. Confrontándome a mi mismo, me pongo a pensar si los costarricenses la han apreciado más que nosotros. Nos quedamos sin Mi País, pero tenemos Patria.
Si fuéramos más agradecidos con nuestra propia gen-te, más consecuentes con nuestra historia, y más coherentes en lo que somos, tal vez sabríamos traspasar el umbral de lo inmediato y perpetuar en un monumento la memoria histórica de nuestra nación. ¿Dónde están las plazas con los nombres de nuestros héroes y heroínas? ¿Dónde las estatuas? ¿Dónde las placas en las calles y avenidas? Los espacios públicos escasean, las estatuas están ausentes, y las placas de bronce alimentan el apetito mercantilista de los fundidores que alientan a los rateros y vagos callejeros a hurtarlas y conseguir por ella un par de dólares malhabidos.
Panamá adolece de esa amnesia histórica, en un alarde de incultura y pobres civismo e intelecto. Nos complace más ser marea roja, que baja y sube entre olas que no se repiten y que se pierden en la inmensidad de un océano de pasiones y emociones que, no pocas veces, traicionan el raciocinio y desvirtúan el ser nacional. Somos el Panamá poseído por los instintos; el Panamá que ha olvidado la sapiencia. Todo sentimiento se expresa en los sentidos, pero es cual flor de un día, que muere al ponerse el sol.
Ya llegarán momentos mejores. Mientras tanto, prefiero soñar con el cambio y no matar los sueños; creer en la esperanza y no resignarme al “así somos y esto no lo compone nadie”; ver en cada esfuerzo de un atleta y un artista nuestro un pedazo de Patria, que se da como trozo de pan a un pueblo hambriento de gloria, que aún se debate en la lucha de descubrirse como tal.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
Sin Mi País, pero con Patria
Durante el recibimiento del medallista de oro olímpico Irving Saladino, fue muy emocionante para mí verlo junto a otras glorias deportivas que, en su momento, también le dieron la alegría del triunfo al pueblo panameño. Roberto Durán, Davis Peralta y Eusebio Pedroza, entre otros, acompañaron al campeón mundial de salto largo.
La escena del pueblo volcado hacia Irving me hizo pensar en otros atletas que, con valor y honor, también lo dieron todo por los colores patrios en las justas olímpicas. Nombres como Leslie Kenion, Ildefonso Lee, Alexis Batista, Eilen Coparropa y Donaldo Arza, no se pueden olvidar. Arza, si mal no recuerdo, ocupó un quinto lugar en carrera. Como era yo un jovencito en aquellos tiempos, no me acuerdo con exactitud en qué prueba competía. Habrá otros panameños y panameñas olímpicos de quienes también debemos hacer memoria, desde Adán Gordón hasta Saladino, pasando por Lloyd Labeach.
Pero no sólo el deporte ha hecho vibrar de emoción a Panamá. La canción Patria de Rubén Blades, ya un himno popular como la Marcha Panamá o el Canto a la Bandera, también nos hacen sentir muy profundo. Verlo cantarla tan emocionado, nos hace olvidar su condición de funcionario del actual gobierno. Así como Durán en el boxeo, Rubén siempre será grande como cantautor.
Hay otro panameño a quien hace poco me encontré en un restaurante de la ciudad, y que ahora es desconocido para la juventud: Orlando Ruíz. Me conmovió verlo abrazado a su guitarra y cantando la canción Mi País, con la que ganó un premio en Argentina. Es una canción de su autoría, que nuestros vecinos ticos han adoptado para identificarse con su tierra. Confrontándome a mi mismo, me pongo a pensar si los costarricenses la han apreciado más que nosotros. Nos quedamos sin Mi País, pero tenemos Patria.
Si fuéramos más agradecidos con nuestra propia gen-te, más consecuentes con nuestra historia, y más coherentes en lo que somos, tal vez sabríamos traspasar el umbral de lo inmediato y perpetuar en un monumento la memoria histórica de nuestra nación. ¿Dónde están las plazas con los nombres de nuestros héroes y heroínas? ¿Dónde las estatuas? ¿Dónde las placas en las calles y avenidas? Los espacios públicos escasean, las estatuas están ausentes, y las placas de bronce alimentan el apetito mercantilista de los fundidores que alientan a los rateros y vagos callejeros a hurtarlas y conseguir por ella un par de dólares malhabidos.
Panamá adolece de esa amnesia histórica, en un alarde de incultura y pobres civismo e intelecto. Nos complace más ser marea roja, que baja y sube entre olas que no se repiten y que se pierden en la inmensidad de un océano de pasiones y emociones que, no pocas veces, traicionan el raciocinio y desvirtúan el ser nacional. Somos el Panamá poseído por los instintos; el Panamá que ha olvidado la sapiencia. Todo sentimiento se expresa en los sentidos, pero es cual flor de un día, que muere al ponerse el sol.
Ya llegarán momentos mejores. Mientras tanto, prefiero soñar con el cambio y no matar los sueños; creer en la esperanza y no resignarme al “así somos y esto no lo compone nadie”; ver en cada esfuerzo de un atleta y un artista nuestro un pedazo de Patria, que se da como trozo de pan a un pueblo hambriento de gloria, que aún se debate en la lucha de descubrirse como tal.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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